Sigo asomado al borde de tu vida, alberca que me impele y me refleja. Me atrapa el vértigo, que no me deja romper el cerco ni emprender la huída.
El cielo, al fondo del cristal, convida al vuelo hacia el abismo. Qué perpleja mi mente está, que de saltar me aleja, y al punto me persuade a la caída.
Abstrusa indecisión, quiero y no quiero. Estuve en ti, mensaje y mensajero, cautivo de tu propia identidad.
Rota la trabazón, sigo asomado al Edén que me fuera arrebatado, sin saber gobernar mi soledad.