Besas como si fueses a comerme. Besas besos de mar, a dentelladas. Las manos en mis sienes y abismadas nuestras miradas. Yo, sin lucha, inerme, me declaro vencido, si vencerme es ver en ti mis manos maniatadas. Besas besos de Dios. A bocanadas bebes mi vida. Sorbes. Sin dolerme, tiras de mi raíz, subes mi muerte a flor de labio. Y luego, mimadora, la brizas y la rozas con tu beso. Oh Dios, oh Dios, oh Dios, si para verte bastara un beso, un beso que se llora después, porque, ¡oh, por qué!, no basta eso" (Ángel fieramente humano, 1950,14)