Esta tarde -mar, pinares, azul-, Suspendido entre los brazos ligerísimos del aire Y entre los tuyos, dulce, dulce mía, Un ritmo palpitante me cantaba: Es fácil y, a veces, casi alegre.
La brisa unía en un mismo latido Nuestros cuerpos, los árboles, las olas, Y nosotros no éramos distintos De las nubes, los pájaros, los pinos, De las plantas azules de agua y aire, Plantas, al fin, nosotros, de callada y dulce carne.
La tierra se extasiaba; ya casi era divina En las nubes redondas, en la espuma, En este blanco amor que, radiante, se eleva Al suave empuje de dos cuerpos que se unen En la hierba.
¿Recuerdas, dulce mía, cuando el aire Se llenaba de palomas invisibles, De una música o brisa que tu aliento Repetía apresurado de secretos?
Vivir es fácil y, a veces, casi alegre. Contigo entre los brazos estoy viendo Caballos que me escapan por un aire lejano, Y estoy, y estamos, tocando con los labios Esas flores azules que nacen de la nada.
Vivir es fácil y, a veces, casi alegre. Al hablar, confundimos; al andar, tropezamos; Al besarnos no existe un solo error posible: Resucitan los cuerpos cantando, y parece Que vamos a cubrirnos de flores diminutas, De flores blancas, lo mismo que un manzano.
Dulce, dulce mía, ciérrame los ojos, Deja que este aire inunde nuestros cuerpos; Seamos solamente dos árboles temblando Con lo mismo que en ellos ha temblado esta tarde.
Vivir es más que fácil: es alegre. Por caminos difíciles hoy llego A la simple verdad de que tú vives. Sólo quiero el amor, el árbol verde Que se mueve en el aire levemente Mientras nubes blanquísimas escapan Por un cielo que es rosa, que es azul, que es Gris y malva, Que es siempre lo infinito y no comprendo, Ni quiero comprender porque esto basta: ¡Amor, amor!, tus brazos y mis brazos Y los brazos ligerísimos del aire que nos lleva, Y una música que flota por encima, Que oímos y no oímos, Que consuela y exalta: ¡Amor también volando a lo divino!