*El peso de un bastón de madera se hacia notar poco a poco en un escenario por completo extraño y ajeno a toda costumbre. “Este… Artemisa, has perdido toda decencia” razona la figura menuda que sostiene aquel bastón y que se observa adentrándose en lo que ahora parece un espacio de mármol con cuerpos de agua mismos que parecen provenir desde el cielo y desde algunas columnas ahora rotas que aun perduran y es que esa es la entrada del Santuario de Athena, un lugar originario desde el mito cuyo fin era establecer la residencia de los Santos de Athena así como de la Reencarnación misma de esta olímpica, más ahora Artemisa la fémina del Olimpo con mensaje de destrucción ha tomado posesión de aquél lugar de modo que este es ahora un escenario completamente diferente y no sólo en lo físico sino también en la esencia que se difunde. “Athena… Aun si has ordenado que nos abstengamos, no dejaré que esto continúe y mucho menos que te sacrifiques, mi misión es protegerte y luchar por la justicia” y con ese pensamiento la figura es iluminada por el sol que hace reflejar el kimono que viste y el cónico sombrero y aun más relevante es la mirada sabia y determinada que ofrece aquél varón con ojos enmarcados por grisáceas y largas cejas, ojos que ahora apuntan hacia un camino que ha de seguir para llegar hasta aquella gemela divina*

*Así pues con toda calma el anciano observa con claridad la figura del Lemuriano. – Mu de Aries, así que tú guardas las entrada al Santuario – exclama y aunque parece una afirmación, hay algo en su voz que hacen pensar que dudara de esas palabras. “No puedo entenderlo… Es como se hubieras decidido morir pese a todo Athena” razona con cierta tristeza y amargura el Librano mientras que detiene su caminar a unos pasos del de cabellos lilas sobre el cual posa con intensidad su mirada, mirada que pretende transmitir toda la sinceridad y estado anímico del Oriental pero sobre todo la determinación de este y el proceder consecutivo. – Mu… Debemos llegar a Athena – comentario final que desea ser escuchado por el corazón mismo del Lemuriano. “Artemisa… Como puedes denominarte Diosa si causas todo este dolor y la sinrazón y la desesperanza?...” y con ese pensamiento el anciano de pie y estático no sólo observa al interpelado, sino todas aquellas estructuras de lo que antes era el Santuario de Athena*

*De repente la mirada del Anciano muestra algo más que el simple entendimiento de las palabras de su compañero, esta mirada aunque indescifrable parece expresar un dolor y un profundo pesar, al igual que una cierta frialdad hacia la situación siendo su corazón el que define esta frialdad hacia la Representante divina de la Luna. – Mu, somos Caballeros de Athena nosotros peleamos siempre a su lado y por la promesa que representa, si en algún momento nos desviamos de esa verdadera causa, si algún día perdemos el horizonte y no logramos continuar con nuestra lucha por la esperanza, por hacer posible que la paz de Athena triunfe y si permitimos que nuestra Diosa muera… Entonces no existe ninguna razón para nuestra existencia ni para ninguna acción, así que de ese modo sólo podemos ser si peleamos, de lo contrario cualquier acción no tiene fundamento Mu, así como tus palabras… Aun si Athena ha reencarnado, nuestro deber es salvarla y protegerla, debemos nosotros ser el último resguardo de su seguridad, si ahora nosotros la dejamos, perdemos con ella todas las luchas y todos los sacrificios durante años… Si ahora permitimos que Artemisa triunfe, todo habrá sido en vano y peor aun, todo será en vano en el futuro – Y con esas palabras prudentes y claras la figura del anciano paree resaltar con gran impacto, principalmente como una situación propia de aquél actuar de este Atheniense mismo que con gran amabilidad observa a Mu, aunque puede notarse además un cierto brillo frio en su mirada, como una especie de distanciamiento, como si fuera testigo o víctima de un sacrificio por la injusticia de una deidad ajena a todo escenario. “Mu… Sin embargo, debes hacer lo que tu corazón te diga, no habrá castigo real para ti… Tal vez sea esa la principal motivación de nuestra Casta, serle fiel a nuestro corazón”*