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| De: Sharingan (Mensaje original) |
Enviado: 10/01/2012 11:05 |
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*Ante un lúgubre ocaso, las viejas paredes una mansión decadente yergue sus gastados ladrillos ante las ruinas aledañas propias del tiempo de Colonia en aquella región; el paso del tiempo, así como de guerras, desdichas y la sociedad misma han hecho de aquella finca un sórdido recuerdo de los más oscuros y tétricos vestigios de la época negra: allá donde la inquisición ostentó alguna vez la propiedad en pro de las torturas y los atentos con fines de conversión y donde, por azares del destino, un jovial sujeto presume como suyo el legado de la antigua casa, acomodado en sus solitarios aposentos sin familia ni amistad, mas nada que aquel parentesco que tiene con la soledad*
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**Es asi que caminante entre los distintos pasadizos que aquella mansión posee, aquel hombre de gran estatura y maltratado por los distintos castigos que la vida misma le ha otorgado, continua su caminar observando cada paraje que tiempo atras pudo representar, situaciones mismas que generan un basto dominio en su personalidad torturandolo a una escala de ver el dolor como una satisfacción. --Las ratas, los unicos seres que habitan este lugar y poco a poco van incrementando, asi es la humanidad...como una rata lista a torturar-- con un parche en un ojo producto de uno de los momentos angustiosos que ha podido vivir, Fedor continua su paseo en esa mansión, recordando cada crudo momento como si pasase en ese mismo instante.**
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*Así, para la mirada tortuosa de aquel joven, la vida transcurre efímera como las delgadas corrientes de viento que se escapan sollozantes de entre las descuidadas paredes; charcos de inmundicia y un abrumador silencio que solo puede recordar la perpetua inmensidad del dolor -...Fedor...- Se escucha escalofriante, una fémina voz que resalta entre los escondidos pasillos de aquella mansión -¡Fedor!- Un entonar, cual infernal vocablo, que resalta estruendoso al paso de un cristal abruptamente estrellado: escuchándose ante los eternos segundos cada partícula cristalina que se impacta sobre los suelos de cuarteadas baldosas pues, quizá, un ánima de antigua procedencia, o un espectro de vengativos deseos redunda las sórdidas columnas de piedra cantera*
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