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**Un hermoso paisaje es el escenario. Un inmenso mar de nubes tan blancas como la nieve,  donde incontables ángeles trazados por la mano de un Dios bailan y juegan con melancólica alegría. Y entre aquella hermosa escena, un imponente templo de piedra oscura se alza majestuoso. De góticas características, como las usadas en el Medievo, aquel templo se interpone entre Athena y el señor de los muertos; Hades. Todo es silencio, y luz. Sin embargo, en la distancia, pronto se escucha el veloz andar de unas botas metálicas. Primero es sútil, sin embargo parece acercarse con velocidad. Tras algunos momentos y subiendo una eterna escalinata que conduce a aquel recinto; aparece un hombre de mirar valeroso. Su adónico y escultural cuerpo es cubierto por una armadura que chispea al roce de la luz, y a su espalda una blanca capa de seda ondea orgullosa. Su tez es besada por el sol, y sus cabellos castaños se bailan con su movimiento. Sobre su cabeza, una corona de oro que imita las crines de un león con majestuosidad se postra, mientras que sus ojos; del color de la esmeralda e impregnados de valor; se clavan en el cada vez más cercano templo. Al estar a solo algunos escalones de la imponente y oscura entrada  del templo, el muchacho; de nombre Aioria; se detiene y contempla su belleza un instante. –He llegado- dice como un susurro –Este es el templo de Marte.- Dando un par de pasos, ya caminando, hacia su destino, el león de Nemea piensa para sí °°Me pregunto qué clase de espectro resguarda este lugar…°° pero unos momentos después, despeja su mente de dudas. El es un santo de oro al servicio de Athena, y nada ni nadie impedirá su paso por los templos malignos de Hades.**

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**Ante la llegada del guardián de Marte, los ojos del león muestran una singular sorpresa. El ropaje que presenta su cuerpo es nada más y nada menos que la armadura dorada de Géminis. O ese fue el primer pensamiento de Aioria, pues al mirarla con mayor detenimiento nota el oscuro color que la pinta: Un sapuri hecho con los minerales del mismo Infierno.-¿Quién diablos eres tu?- pregunta el quinto guerrero de Athena, confundido por ver a un siervo de Hades portando una sombra de las armaduras de oro. El poder del rival es tremendo, y se hace sentir en cada rincón del lugar, sin embargo el león es fiero y valiente; y jamás se intimidaría con un truco así. Pronto, el cuerpo del santo de Leo se comienza a bañar en una luz dorada propia de los de su estirpe, y hace sentir su fuerza. Inclusive su capa comienza a agitarse con violencia, y su cabellera se mece al compás de su cosmos. Aioria eleva ambos brazos lentamente; el diestro atrás y cerrado con cólera. El izquierdo frente a él con la palma extendida, mientras sus piernas se abren poco a poco dándole mejor estabilidad y preparándolo para el combate. -¡Te equivocas!- exclama con orgullo Aioria, ya sin prestar atención si el personaje misterioso se presenta o no - ¡Te venceré a ti y a cualquiera que se interponga en mi camino! ¡Debemos derrotar a Hades!- y con cada palabra, su cosmos arde más y más. Incluso algunos pequeños relámpagos eléctricos recorren el cuerpo del león, concentrándose en su diestro puño. ¡La batalla por el cuarto templo maligno esta a punto de comenzar! ¿Quién será aquel misterioso personaje protegido por la negra armadura de Géminis?**

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**Un espectacular juego de luces se hace presente en el templo de Marte. Luz y oscuridad. Bien y mal. Las energías del santo de Leo y la sombra de géminis chochan y danzan, en un intento por demostrar al contrario su superioridad. Aioria, sin despegar sus ojos esmeraldas del enemigo, abre el compás de sus piernas mientras lentamente jala su puño derecho hacia su cintura. Su fisionomía no deja de irradiar aquella luz dorada, y ahora su diestro golpe emana algunos destellos eléctricos. Con tremenda fuerza en sus piernas, el león emprende una veloz carrera en dirección de Aspros, con movimientos de zigzag para evitar ser golpeado directamente por una posible contraofensiva del antiguo de géminis. Su velocidad es tal que deja de parecer un hombre, y se convierte, ante los ojos de alguien no experto, en un as de luz dorada, avanzando esporádica en dirección de Aspros. Y al estar ya a una corta pero prudente distancia sobre el costado izquierdo de géminis, con el fin de no ser golpeado por la energía concentrada en sus palmas, lanza su diestro puño con tremenda fuerza y velocidad a la quijada de aquel hombre. Tal vez un golpe, por más duro que este fuese, no sería suficiente para vencer a un santo resucitado; pero es un comienzo. ¡La batalla entre el bien y el mal acaba de comenzar!**

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**El primer zarpazo del león da resultado, pero el poder del enigmático guerrero esta a la altura de un verdadero santo de oro. El velo de la oscuridad cubre el recinto de griega arquitectura, manifiesto de la fuerza de aquel ente maligno. Aioria da un par de pasos hacia atrás, mientras una gota de sudor tan frio como la nieve recorre su mejila. °°¿Qué es esto? ¿Una ilusión?°° se cuestiona el santo de Leo, sobre la oscuridad misma que comienza a rodearlo.  Sin embargo, pronto recupera su postura de batalla, con el compás de sus piernas ligeramente abierto y sus brazos elevados a la altura de su pecho. Un aura del color del astro poeta comienza a rodear la humanidad de Aioria; primero con ligereza pero poco a poco su fulgor aumenta. La luz, única fuerza con el poder de herir a la sombra. El santo de Leo mira con fiereza en sus ojos al amo de la oscuridad, mientras deja sentir su poder y su fuerza. Lanzando con fuerza su diestro puño en dirección de Aspros, una ráfaga de cientos de golpes como rayos de luz salen disparados en dirección del de Géminis, buscando golpearlo y probar su armadura. No es la legendaria técnica de los santos de Leo, sin embargo carga su esencia. ¿Podrá el resucitado atacar y defender al mismo tiempo?**

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**Los ojos de Aioria se abren con sorpresa por un instante, para después regresar con el ceño fruncido y buscar por toda la oscuridad al extraviado guerrero. La oscuridad lo es todo, y el ambiente ha cambiado completamente. Tras escuchar la presentación del guerrero, una gota de helado sudor recorre la mejilla del León. °°¡¿Aspros de Géminis?! ¡¿Será en verdad el legendario caballero de la guerra santa anterior?!ªª piensa para sí el muchacho griego. La luz de oro aún ilumina su adónico cuerpo, intentando herir a la sombra. Entonces, sin aún conocer la ubicación de su enemigo y poniéndose en guardia de combate, el león ruge con ímpetu –¡Si en verdad eres Aspros de Géminis, y alguna vez portaste la armadura de oro; has manchado el nombre de los santos de Athena! ¡Que bajo! ¡Volverte un perro de Hades solo por cumplir tus sucias ambiciones!- Entonces, la fuerza del león se hace presente por todo el lugar, y su cosmos arde como un sol. -¡Muéstrate y pelea como los hombres!- grita colérico el quinto caballero de oro, esperando que su rival diera la cara.**

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