**Un intenso cosmos comienza a cernirse en el Santuario de Athena, más específicamente en el último Templo perteneciente al Gran Patriarca, quien ahora es el foco de atención de la escena al caminar con elegancia sobre el pasillo central alfombrado por una fino lienzo matizado en tonalidades escarlatas y cuyo rostro se resguarda bajo una tétrica mascara a la par que cientos de pensamientos retumban en su cabeza provocando diversos cambios emocionales en su persona y en su misma aura...

-¿Cómo se atreven a rebelarse en mi contra…?- menta con voz maligna en su conciencia permitiendo que el silencio pronunciado de paso a la concentración de su mente para así pretender proyectar su cosmos y así comunicarse directamente con el cosmos del guardián de la octava casa...

-Kardia…la rebelión de algunos caballeros me ha generado cierta preocupación…ellos han mostrado estar en contra del Santuario manifestando que aquella joven que les acompaña es Athena, pero sabemos que nuestra Diosa no ha reencarnado en este tiempo…esta sensación trae consigo terribles amenazas por lo que eres el indicado para cumplir una misión de suma importancia…- pausa brevemente mientras su cuerpo reposa en el trono Patriarcal –Acude de Inmediato a la Isla de Andrómeda donde se encuentra Albiore de Cefeo uno de los insidiosos, averigua que es lo que planea y si es necesario deberá morir en el nombre de la Paz y la Justicia…-

Y así colocando con fuerza sus manos sobre las recargaderas de aquel estrado su cosmoenergía va apagándose dejando que sus pensamientos maniobren sus siguientes planes mientras una carcajada resuena en el lugar**

**Es así que una vez más el foco de atención se posa en el Recinto Patriarcal donde el Sumo Pontífice se encuentra sentado sobre el trono que indica su soberanía entre los santos de Athena...

"Tu tienes el poder…eres un dios…" aquella voz de maligna conciencia es interrumpida por una serie de nuevos pensamientos que solo tienen como fin proyectar un aviso a través de su cosmos hacia el guardián de la quinta casa...

-Escucha Aioria de Leo…- menta autoritariamente con un tono de voz ronca y fria que le caracteriza –Como Santo de Athena tienes la obligación de eliminar a los santos de bronce y a Saori Kido que se hace llamar Athena…- musita a la par que su cuerpo es cubierto de un fulgor de aura dorada proveniente de su cosmos... -Así debido a tu condición iras a su encuentro para terminar con esos traidores y devolver la paz al Santuario…No me falles Aioria…!-

Aquella ultima frase retumba en su cabeza dándole nuevamente confianza en sus actos que se ven reflejados en la reacción de su energía en el cuadro de la escena**

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**En la sala del gran maestro, y  frente a la terrible figura del patriarca, un joven se encontraba arrodillado y con la mirada en la roja alfombra de terciopelo, en forma de respeto.  Su semblante era atractivo, y una alborotada cabellera castaña caía de su cabeza. Su escultural cuerpo era recubierto por una de las 12 legendarias armaduras de oro, otorgadas solamente a los más poderosos y fieles caballeros de Athena. No había duda; aquel galante joven era nada más y nada menos que Aioria, del signo de Leo; hermano menor del traidor al santuario. Escuchaba atento las palabras del patriarca, las cuales le ordenaban acabar con un grupo de revoltosos pero insignificantes caballeros de bronce, y su falsa Athena. Aioria, sin levantar la mirada, contestó con respeto -Así será, su ilustrísima.- Y entonces se puso elegantemente de pie, dejando a relucir su armadura dorada.  Dió un par de pasos hacia atrás, para después dar media vuelta y salir de la cámara del patriarca. Aioria había sufrido mucho los pasados 13 años, al ser el hermano del traidor Aioros de Sagitario. Había jurado convertirse en un verdadero caballero dorado, y limpiar el nombre de su difamada familia. Ahora Aioria se perdía en el horizonte griego, con la mirada puesta en el oriente y la determinación de servir a Athena brillando en su noble corazón. **  Atte.

**Los días en Grecia habían transcurrido desde el día en que el león de oro había dejado el santuario en busca de los santos de bronce, y de su falsa Athena. Y ahora, Aioria había regresado. Avanzaba con paso marcial entre los pasillos del palacio del gran maestro, y con su mirada firme y encendida. Buscaba a su ilustrísima, en busca de respuestas después de su incidente en Japón y su irrefutable encuentro con la verdad. Y cuando frente a él unas enormes puertas de caoba exquisitamente decoradas aparecieron, un grupo de soldados rasos al servicio de Arles se interpusieron en su camino. Armados solo con oxidadas espadas y lanzas, ellos no eran rivales para ningún caballero mucho menos para un santo de oro. Aún así uno de ellos, que parecía ser el líder, gritó al indomable león -¡Alto ahí, Aioria! ¡Esa es la sala del gran maestro y esta prohibido que lo interrumpas!-  Y Aioria, conteniendo su furia contra aquellos idiotas, contestó con cierto aire colérico en su voz –Lo sé, pero necesito hablar con Arles ahora mismo. -  La respuesta de aquellos soldados no se dio a esperar, amenazando con sus armas al caballero mientras mentaban - ¡Serás castigado si insistes en entrar a la sala del gran maestro sin permiso! ¡Te pesará!- y sin más ni más, se lanzaron contra el quinto guerrero. Pero eran como gusanos comparados con el león de oro, y este, sin mucho esfuerzo, esquivo sus ataques para después  lanzar un par de golpes que derrotaron y dejaron fuera de combate a aquellos tontos. Y, con los enemigos derrotados, Aioria penetró a la cámara patriarcal con vigor y furia. Avanzó rápidamente por la alfombra roja, hasta estar a unos cuantos metros del trono del patriarca, y sin dar la menor reverencia al sumo sacerdote, exclamó con voz fúrica -¡Quiero ver a Athena!- Y conociendo las políticas que el estricto maestro llevaba, dio un par de intimidantes pasos hacia el enmascarado, y continuó con un amenazante tono en su voz – Si tratas de impedirlo te derrotaré y la veré- Su ceño era fruncido, y su rostro denotaba la fuerza y vigor de un verdadero caballero dorado. ¿Qué acaso Aioria se había vuelto loco levantando su puño contra el santuario? ¿Qué había pasado en oriente? El león de oro calló, y espero respuesta con la llama viva en sus ojos. ¡La furia de Aioria!**    Atte.

**En aquel momento el foco protagónico se orienta en el sujeto que se encuentra sentado sobre el trono del portador de la voz de la Diosa Athena cuya alma maléfica ha instaurado un régimen de fuerza y maldad contrario a los ideales de un Caballero de Athena bajo el señalamiento de que la malevolencia reina el interior del Santuario a causa de algunos rebeldes Santos que osan nombrar a Saori la Diosa de la Justicia...

-¿Qué sucede Aioria…?- dice autoritariamente con la ronca voz que le caracteriza cuando su rostro se ve levemente alzado en dirección al recién llegado -¿Por qué regresaste sin cumplir mi orden?- indica cuando el Leónico Guerrero se presenta, escuchando pasivamente cada una de sus palabras…

- Tú no puedes ver a Athena, ella no recibe a nadie…Si tienes algo que decirle yo lo haré…- se escucha la sobria voz del autoritario Patriarca mientras reprime su ira a través de la fuerza que filtra en sus manos sobre las recargaderas del estrado –Pero creo que te has vuelto loco…No lograste matar al enemigo…Y ahora te presentas para decirme que me vencerás y verás a Athena…- manifiesta con frialdad a la par que hace una breve pausa –Jhm!!...Y también eres el hermano del traidor Aioros, me he dado cuenta de que eres incapaz de romper tu relación de sangre con tu hermano… ¡Los dos traicionaron a Athena….! - concluye entonces de manera colérica, dejando que todo sea embriagado por el suspenso y la tensión natural de sus palabras **