*Ante la llegada del invasor frente a la mitológica estatua del Dios regente de las tierras del extremo norte de Europa, específicamente de Asgard, poderosos e imponentes ventiscas comienzan a manifestarse en el escenario, al instante que una poderosa y terrible cosmos-energía empieza a manifestarse en el lugar, la cual se intensifica cada vez con el pasar del tiempo, mientras las gélidas brisas se entre-mezclan con las ventiscas que se convierten en el centro protagónico de la escena, las cuales se concentran en las escalinatas ascendentes que se encuentran completamente cubiertos por densas capas nevadas que se levantan hacia el cielo producto del extraordinario espectáculo ambiental que es ocasionado por la enigmática energía que proviene de un lugar completamente desconocido sin dar señal del autor de la misma. Sin embargo, una misteriosa y altiva silueta hace acto de presencia en el sitio, la que con un elegante y orgulloso vaivén de hombros se encamina hasta la cúspide de aquella escalinata nevada, en tanto los vientos y los torrentes gélidos se disipan para así visualizarse completamente la humanidad del ente que ha aparecido... - Nunca pensé que los caballeros de Atenea llegarán tan lejos, derrotando a tantos Dioses Guerreros... - pronuncia con aires de superioridad, en el instante que se observa una prodigiosa vestimenta sagrada que recubre su humanidad de pie a cabeza destacándose en ella la cabeza del mítico dragón de Fafnir en su hombro diestro y en su casco, aquella bestia asesinada por su antepasado Sigfrido... - Admito que eres digno de alabanza por ello, pero tu camino termina aquí, ante el último Dios Guerrero de Asgard... ¡Siegfried de Dubhe de Alfa! - menciona con seguridad, en el momento que fija su determinante mirada en el atheniense a medida que el ambiente cobra cada vez más suspenso entre ambos protagonistas... *