*Entre las leyendas de la humanidad se encuentran los relatos de un sexto sentido que llama a las personas hacia su destino desde un origen desconocido, un llamamiento persistente cual en esta ocasión mantenía en vela a uno joven de cabellera castaña quien reposaba en los interiores del noveno templo en la fortaleza Ateniense conocida como Santuario. No podía discernir cuales eran las razones o cual era el origen de aquella sensación, pero se mantenía a la expectativa del destino; y una vez que este se hizo manifiesto como el llamado del Patriarca del Santuario, acudió sin dudarlo. Envestido con la armadura dorada de Sagitario cual si fuera el vestuario de etiqueta y norma para estar en presencia de tan un hombre tan ilustre como aquel quien le había convocado; incluso andando en medio de las sombras de aquel último templo, recinto del Patriarca del Santuario, las armaduras doradas poseían un brillo casi propio, un fulgor interior que podría dar prueba y fe de la vida propia que le atribuyen a tan maravilloso ropaje. Una vez que se postro ante la entrada a la habitación y recinto de quien le ha convocado, un par de guardias abren las puertas para permitirle el paso, tras unos cuantos pasos sobre una aterciopelada alfombra rojo monarca, se inclina ante quien hace unos años fuere su igual y ahora honra orgullosamente, dirigiéndose a tal persona con el mismo respeto tan bien merecido – He venido tal como ha sido su designio, Aioros de Sagitario, ¿En que puedo servirle su Ilustre Patriarca? – *