Réquiem de Cuerdas
Una jovial figura posa sus ojos al cántaro de un río de curso acelerado, mientras tanto, se encarga de darle sonido a la escena abrazando un instrumento negro que coloca debajo de su axila izquierda, facilitando el tránsito de sus dedos para rozar cada cuerda y emitir un sonido tan melancólico como hermoso.
"Mataste... ¡Mataste a mis padres!"
Y luego de algunos días de aquel enfrentamiento extraño que lo llevó a convertirse ni más ni menos que en el asesino mismo de su propio padre adoptivo, este personaje de pelaje anaranjado, se muestra inquieto, lleno de odio, convertido completamente de lo que era su escencia apacible y noble.
"Si tú... ¡Si tú no lo hubieras hecho! Yo... ¡hubiese sido feliz!"
El rencor parece transformar sus facciones, que hasta el momento eran tranquilas, en un tormento, en una mueca de dolor indescriptible, mezclada con la mayor muestra de resentimiento.
"Pero me haré fuerte, me haré más fuerte de lo que incluso eras... ¡Borarré tu nombre y limpiaré el mío! Ser el hijo de un... ¡maldito homicida!"
Repentinamente, su humanidad entera es acobijada por un resplandor tan blanco que alza de manera inminente su aspecto, detallando lágrimas que se caen de sus pupilas, recorren su rostro hasta llegar a la mandibula y, finalmente, mojan aquella arpa que sostiene.
- Toda tu vida dijiste que, portar un instrumento, era cosa de tonto. ¡Pero ahora te demostraré, lo que soy capaz de hacer con esta arpa! -
Exclama extaciado, usando su dedo índice para efectuar un tinte distinto sobre la cuerda llamada 'Sol', misma que al instante se ilumina de manera completa y entonces, todos los hilos tensos se disparan hacia un costado, sujetando una roca a perfección, como si se tratara de un cuerpo humano, lo que sucedería si realmente así lo fuera, sería la extrema situación de apresarlo enteramente, de dejarlo sin movimiento alguno.
- ¡Réquiem de Cuerdas! -
Casi quedándose afónico, grita para soltar todo su poder, toda su energía gloriosa, propia de un Dios Guerrero aunque este aspire, para transmitir en cada nota un punzante toqueteo que empieza a desgarrar aquel pedazo de piedra, convirtiéndola en polvo a medida que avanza, a medida que cada nota hace más tensa la cuerda.
- Sí, finalmente lo conseguí -
Claudica sumamente satisfecho, viendo como de la roca no ha quedado nada y aquellas tensas cuerdas extendidas, regresan a su arpa de manera inminente.
- Ahora soy dueño del arma más poderosa, y completa -
Advierte.
"¡Yo maté a mi propio padre, Folken! ¿Y aún crees que no puedo sentir odio?"