...todo empezó hace años. No soy un narrador vidente de aquella época, no tuve el honor de vivir ni compartir la gloria en un solo puño alzado al cielo, tejida por sacrificios enormes e inmensos, por el espíritu más agerrido, la pasión y la devoción hacia un pedazo de Tierra chica, olvidada y para colmo, presa de un castigo congelante.
Pero es así como las historias llegaron, desde la remota Edad Media, de la época de bárbaros y atroces vikingos, a una civilización que mantiene su humildad a pesar de todo. ¿Por qué no del mismo modo?, ¿por qué no de esa forma?, ¿por qué no ahora?
No hay escritos, no hay biblias, ni tampoco testamentos. Solo hay fé en una palabra, en una oración, en una leyenda y un mito. Aquella que aclama entre los huecos de aquellas nubes cargadas de resentimiento y oscuridad, a las estrellas de una noche como cualquier otra, en donde siete puntos brillan intensamente, deseando volver a revivir su proeza, deseando revivir el mismo espíritu, en un nuevo cuerpo humano para marcar la tendencia de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que seremos.
Así se forjó, hace ya mitad de década, una hermandad que era diferente a las demás por una sola razón: Ese sentimiento. Y Guerreros de antaño, hoy nuestros ancestros más directos, levantaron su espada y afianzaron su escudo. Volvieron a su Nación natal cargándolo, o sobre su túnica, engalados en la muerte más hermosa... la muerte, producto de dar todo por esos aldeanos que solo ven su esperanza en nosotros. Se hacían llamar los Escoltas Imperiales del Valhalla en otra lengua, pero entendían lo mismo que necesitamos comprender hoy sus herederos.
Esto siempre fue un juego, nunca dejó de serlo; pero a pesar de eso, su sangre hervía en cada batalla, sus teclas se volvían armas, y recreaban el equilibrio perfecto al mantener sus mentes frías, buscando el momento, buscando la oportunidad para pegar el zarpazo, para llenar en un nuevo día de gloria a ese espacio. Para darle aire y vida, a tres letras que con fuego se escribieron en su corazón nórdico.
Soy discípulo directo de esa tripulación, de ese último Comandante que enseñó los principios de la nueva Era. De ese Comandante que a pesar de sus cuestionamientos, a pesar de sus actitudes humanas y errores, que todos cometemos, siempre fue honesto en lo que quería y en lo que sentía, llenando del mismo orgullo nuestras almas. Hoy no nos acompaña, y quizás no haya necesidad de llevar esto hacia un punto tan dramático, pero su escencia vive en lo que fuera nuestra cuna. La misma que nos forjó y nos enseñó, que los tropiezos son necesarios, para elevarnos envueltos en la sabiduría y en la gloria.
Solo pido de ustedes lo mismo, solo pido de ustedes devolver ese espíritu a nuestra Tierra. Denlo todo, no se guarden nada, no especulen nunca, salgan a matar como auténticos bárbaros. Y no se fíen de una victoria tan evidente como la de matar a su enemigo en el campo de batalla, fiénse en la gloria más sagrada, que es darlo todo hasta el último suspiro: Por Asgard y por Odín.
Escolta Imperial del Valhalla
Siegfried de Doble Alfa