“…Su omnipotente regalo prevalecerá, en cenizas todo a su paso se reducirá en nombre de su absoluta generosidad, por el cincel lo inaplazable ha sido esculpido, moldeando la salvación en el divino rostro de la misericordiosa muerte; sin importar la indiferencia de aquellos que fueron creados a su semejanza, la ingratitud de la llamada raza de bronce, en él perdura la eterna misericordia hacia los incautos seguidores de la justicia, la banal justicia…”

Al este de Europa el ancestral encuentro está a punto de dar inicio, ahí donde las sombras ahora imperan y el aroma desdeñoso de la muerte han reclamando como propio las tierras del país alguna vez llamado Turquía, lugar que ahora se disputa con fervor entre la autoproclamada justicia y la verdadera salvación.

De entre la penumbra, una esbelta figura de largos cabellos albinos se logra distinguir bajo la noche plutónica, seguida por lo que tras un sepulcral silencio se abre paso en la escena, estruendosos pasos hacen temblar la tierra, la misma Diosa madre pareciera estremecerse ante el imperioso estruendo que el decidido paso de una peculiar criatura ejerce sobre la misma, aquella bestia mitológica guardiana del trascendente umbral hacia el mundo de las ánimas, dada la especial ocasión se deja observar por lo que alguna vez fueron tierras esperanzadas al aguardo de una seguridad que nunca llegó, que a la espera solo por la mano del verdadero emperador fue realmente exonerada, el tiempo ha llegado, y solo aquel que comprende la naturaleza humana, que observándoles desde el más profundo de los aparentes olvidos alzará su mano a favor de su amparo; sobre la bestia la representación de su divinidad regente hace acto de presencia ostentando pues un aura violácea que emerge desde las bases del sumo territorio que ahora bajo el mando del Dios de las ánimas se mantiene, elevándose lentamente desafiando la gravedad misma, hermosa y uniformemente la magna obra va tomando forma, así como sus manos trazan en la roca los finos rasgos de un plácido rostro bendecido por tan divino redentor, aura que delineando los invisibles pliegues del territorio turco sentencia formalmente su inevitable destino, de modo que lenta y uniformemente se ve recubierto por tan magnificente resplandor, lumínica limitante que con el pasar de los segundos va tomando consistencia y dureza, como si de una barrera se tratase, barrera solamente permeable sin efecto alguno para aquellos fieles de las sombras, que han aceptado a la muerte como verdadera y única salvación para la humanidad, miembros del ejército de sangre del verdadero regente del cosmos, creando con esto un revestimiento que marca y protege este dominio como propia sucursal del inframundo en la tierra; más si osaré algún visitante incauto atravesar su periferia, su vida mantendrá, pero de su poder habrá de despedirse en gran medida, pues todo entrometido ha de pagar el precio de sus acciones.

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 En ese preciso momento, en el interior de la tenebrosa caverna a la cual los Santos nunca han podido concurrir, un joven de tez pálida y cabellos negros como el ébano, acompañado del guardián conocido como el Balrog, parece encontrarse cara a cara con su destino. Pero, como siempre, el mismo se torna difuso, envolviendo a personas y dioses en diversas trampas...

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Aún con la astucia de aquel conocido como el Gran Maestro y su perspicacia acumulada por más de doscientos años, el autoproclamado Verdadero Emperador parece encontrar su destino, convirtiéndose en una auténtica y real amenaza para la tierra, aquella tierra que ahora sufre por la presencia de la Oscuridad...

 ...Hasta que un símbolo de esperanza aparece en tan sombrío panorama...

- Esa luz, ese poder... ¿acaso es?... -