Era un día de verano por la mañana en la granja de las hermanas Lovett. A la hora del desayuno, Patty se dirigió a sus hijas para darles una noticia.
-Tengo que contaros algo. Mañana vendrá un grupo de estudiantes a hacer una visita cultural a nuestra granja. ¡Debemos darles una buena impresión!
-¡Qué rollo, mamá! Con lo tranquilas que estábamos -se quejó Storm.
-¡Ésa no es la actitud! -le reprochó Patty-. Nos pagarán bien por ello, y es una manera más de darnos a conocer.
Al día siguiente llegó el grupo de estudiantes. El profesor que iba con ellos saludó a Patty en nombre de todos, y alabó la limpieza y el orden que allí había. Su primera impresión había sido buena.
La visita comenzó sin más dilación. Patty les habló de sus actividades de cuidado y preparación de caballos para la hípica, así como de su labor de instrucción para la práctica de este deporte.
Les enseñó las diferentes estancias, en las que Mark, Kiki, Storm, Hugh... estaban trabajando cada uno en sus ocupaciones asignadas. Todos ellos saludaban cortésmente cuando llegaba el grupo. La última en aparecer fue Luna.
Los estudiantes podían formular preguntas cuando lo desearan. Un chico que había estado muy concentrado hasta entonces, escuchando con atención y tomando notas, rompió el hielo.
-Tengo una curiosidad. ¿Es posible que, en un futuro, alguna de estas chicas llegue a ser instructora de montar a caballo como usted, sra. Lovett? Si fuera así, ¿tal vez comenzarían como asistentes suyas en las clases de nivel más básico?
-¡Interesante pregunta! ¿Cómo te llamas?
-Chema.
-Pues mira, Chema, como ocurre con todo, es muy distinto saber montar a caballo y saber enseñar cómo hacerlo. Hay que tener unas cualidades y una vocación especial. Si alguna de mis hijas mostrara esas cualidades y pudiera valer como instructora, posiblemente empezaría conmigo, observando cómo lo hago yo.
Cuando la vista concluyó, todos salieron a despedir a los estudiantes. Chema miraba a Luna todo el tiempo, como si quisiera encontrar en ella a alguien a quien conocía de siempre.
-Gracias a todos por vuestra visita y por vuestro interés -dijo Patty-. Quiero deciros algo. Este próximo sábado va a haber una competición de caballos local, en la que van a competir mis hijas. ¡Estáis todos invitados!
*****
El día de la carrera llegó. Kiki participaba con su caballo Socks, Luna con Ella, y Storm con Domino. Todos acudieron para animarlas. Allí estaba su madre, Patty. Tampoco faltó Peter, el veterinario.
Mark se acercó a Kiki y le dijo al oído:
-Seguro que vas a ganar, cariño. Y aunque no ganes, luego nos iremos juntos tú y yo. ¿Recuerdas qué día es hoy?
-¿14 de febrero? -se preguntó Kiki en voz alta, respondiéndose ella misma-. Ayy Mark, ¿qué me tendrás preparado? Esto me anima para la carrera... ¡Deséame suerte! -le dijo, agarrando su mano.
Storm estaba comprobando que los estribos de Domino estaban bien colocados, y en ese momento apareció Hugh. Le costó reaccionar y darse cuenta de que era él, pues se había cortado el pelo y se había hecho un tupé al estilo de Elvis Presley.
-¡Hola, guapísima! He estado en la peluquería, porque verte competir en esta carrera era una ocasión especial. ¿Qué te parece mi nuevo peinado? ¿Puedo hacer algo por ti?
-Sí, puedes hacer algo... ¡¡Desaparecer!! ¡Que tengo que estar concentrada para la carrera!
-Ah, qué carácter tiene esta chica... ¡Cómo me gusta! -decía Hugh para sí-. Conquistarla será todo un reto.
Las otras dos hermanas, que estaban viendo la escena, se lo tomaban a broma.
-Storm, ¡en el fondo te gusta! Pero muy en el fondo... -decía Kiki entre risas.
-¡Si ganas, invítale a tomar algo! -añadió Luna.
La carrera comenzó. Las tres hermanas Lovett pronto se pusieron en cabeza, lo que denotaba su experiencia y su buen hacer en el mundo de los caballos.
Domino había crecido y había ganado en agilidad, y ya era capaz de saltar las vallas sin rozarlas. Socks y Ella mantenían muy bien el ritmo, sin que su veteranía fuera un lastre.
El final de la carrera fue muy satisfactorio para las hermanas, a pesar de que sólo una pudiera ganar. Llegaron casi al mismo tiempo a la meta, y sin haber cometido ningún fallo. La primera en llegar fue Luna con Ella, la segunda Kiki con Socks, y la tercera Storm con Domino.
Cuando llegó el momento de entregarle a Luna su copa por haber ganado la carrera, se sentía muy emocionada y no tenía palabras. Todos se acercaron a felicitarla, incluidas sus hermanas Kiki y Storm, que aceptaron su victoria con deportividad y se alegraron por ella.
Entre el público asistente se encontraba Chema, uno de los estudiantes que habían visitado la granja de las Lovett días atrás. Él también se acercó a felicitar a Luna por su victoria.
-Ya me acuerdo de ti, ¡muchas gracias por haber venido! Ha sido todo un detalle -le dijo Luna, con una dulce sonrisa.
-Claro, ¿cómo me lo iba a perder? -respondió Chema-. Por cierto, tengo aquí una cosa... -y se disponía a sacar algo de una bolsa que llevaba colgada en bandolera, pero en ese momento alguien se puso a hablar con Luna, y esperó pacientemente a que acabaran.
Cuando vio el momento oportuno, reanudó su acción...
-Luna, te decía que el otro día me fijé en ti y me recordaste mucho a una chica que sale en una revista juvenil antigua que tengo. Mira, es ésta. Es de una dibujante española muy buena que se llama Trini Tinturé. ¿Verdad que se parece mucho a ti? Es rubia, tiene los mismos ojos, la misma sonrisa...
-Pero bueno, ¡si esta chica es guapísima! ¿Y dices que yo me parezco a ella? ¡Eso es todo un piropo! Ah, y sí que conozco a Trini Tinturé. He leído historietas suyas actuales, por ejemplo las de una chica que se llama Siska. Y mi madre tiene revistas antiguas en las que también hay historias suyas. Recuerdo que las leí y me gustaron. Tinker, Gypsy Rose, Uncle Pete...
-Pues mira, si te gusta la ilustración de la chica que se parece a ti, la he escaneado y la he plastificado, para que la tengas. -dijo Chema, sacándola de su bolsa.
-¡Pero bueno, qué detalle! ¡Vaya día llevo hoy, primero ganar la carrera y ahora esto! -exclamó Luna entre risas-. ¡Ven, que te dé dos besos! ¡Muack, muack!
Chema, que no podía ponerse más rojo de lo que ya estaba, le preguntó a Luna:
-Estooo... ¿Te apetecía que fuéramos a tomar algo...?
-¡Vale! ¡Por mí genial! Voy primero a casa para cambiarme de ropa y dejar este armatoste -dijo en tono de broma, refiriéndose a la copa- y después nos vamos a algún sitio que haya por la zona. ¿Me acompañas?
Y así, aquel día de San Valentín todos fueron felices a su manera. Kiki estaba con Mark. Peter coqueteaba con Patty. Hugh y Storm seguían con su relación de amor-odio: Hugh, sin perder la esperanza de llegar al corazón de Storm; y ésta, esperando ser algún día la elegida de Mark. Y en cuanto a Luna y Chema... Mmmm, habrá que preguntarles a los interesados. ;)