Dicen que soy un ángel y, peldaño a peldaño, para alcanzar la luz tengo que usar las piernas. Cansado de subir, a veces ruedo (tal vez serán los pliegues de mi túnica), pero un ángel rodando no es un ángel si no tiene el honor de llegar al abismo.
Y lo que yo encontré en mi mayor caída era blando, brillante; recuerdo su perfume, su malsano deleite. Desperté y ahora quiero encontrar la escalera, para subir sin alas poco a poco a mi muerte.