Había una vez un oso que se encontró con un zorro, que caminaba lentamente, llevándose un pescado que había robado. -¿De dónde sacaste ese pescado? -preguntó el oso. -Fui a pescar en el lago, señor oso -contestó el zorro. Entonces el oso, al ver que el pescado parecía fresco y sabroso, decidió aprender a pescar y le preguntó al zorro
debía hacerlo. -Es muy fácil -dijo el zorro-, aprenderá muy rápido. Lo único que tiene que hacer es ir a un lago congelado, hacer un agujero en el hielo, meter el rabo en el agujero y mantenerlo allí un buen rato. No debe preocuparse si le arde un poco, eso suele ocurrir cuando los peces pican la presa. Además, mientras más tiempo esté su rabo en el agujero, serán más los peces que pescará. Después, ¡a la una… a las dos… y…, saca su rabo rápido! El oso, ni corto ni perezoso, hizo tal cual le dijo el zorro. Metió el rabo en el agujero y allí lo mantuvo un buen tiempo. Después, ¡a la una… a las dos... y…, se levantó de golpe y el rabo se le cayó como un pedazo de hielo. Desde ese día, que es hoy día, el oso no tiene rabo.