En toda mujer
reside una diosa oculta
a veces está más a la vista
a veces muy en su interior.
Hay unas partes en ella
que no por estar poco elevadas
pierden su categoría.
Poseen manifiesta utilidad
para facilitarles la vida
pero tienen otra faceta
que permite a los demás
disfrutar también de ellas.
Son como pequeñas joyas
que siempre reclaman la atención
y que adornan la vida
con su precioso y cuidado aspecto
bien sea simplemente descalzos
o rematados cuando lo desean
por un realce apropiado
como sandalias de alto tacón.
Unas veces están detenidos
cuando la diosa espera
otras veces se balancean
cuando la diosa está sentada
mientras indiferente
se dedica a alguna ocupación.
También es precioso verlos moverse
acompasada y rítmicamente
cuando la diosa se traslada
buscando su destino.
A veces simplemente los utiliza
para combinar con la ropa
o sin ella
pero siempre emparejados
con el resto de su preciosa anatomía.
Hay pocas cosas en este mundo
más bonitas de ver
que los cuidados pies de una diosa
porque tienen algo que cautiva.
Dotados de una suave piel
están como pidiendo
atenciones y caricias
y no permiten que nadie
evite dedicarles
por completo su interés.