Ha seguido las instrucciones de los envases de semillas al pie de la letra y ahora
solo queda esperar que florezcan.
Esa mañana al levantarse ha visto como las gotas escribían su canción
en los cristales de la ventana así que, segura de que ese sería el momento,
fue a visitar sus jardineras.
En la primera encontró un paraguas tímido que no quería abrirse,
otro serio y negro que la miró ceñudo y un tercero totalmente despeinado
con varios hilos sueltos al borde del paño.
Ninguno de aquellos cumplía lo que prometía la publicidad,
ninguno conseguiría que le gustasen los días de lluvia.
La segunda jardinera ofrecía un paraguas museo lleno de cuadros,
a su lado otro presumido con varillas de plata y un tercero friolero
que ni siquiera itentaba salir de la funda.
No fue hasta el último momento que lo vio, un paraguas transparente
que no detenía las gotas de agua, simplemente... las transformaba.