El Mandala -círculo sagrado, símbolo de sanación y totalidad- ha sido usado desde tiempos antiquísimos hasta nuestros días por las tradiciones espirituales de todo el mundo. Caminar, danzar, contemplar, dibujar y pintar mandalas puede ayudar a curar la sensación de fragmentación psíquica y espiritual, al manifestar la creatividad y a reconectarnos con nuestro Ser Esencial.
Psicológicamente los mandalas representan la totalidad de nuestro Ser. Cada persona responde a ellos instintivamente, más allá de su edad, género, raza, cultura, etc. Internarse en el mundo de los mandalas se asemeja a un viaje hacia nuestra esencia, permitiéndonos ver zonas del camino hasta entonces desconocidas y que brote la sabiduría de nuestro interior. Nos ayuda a centrarnos cuando estamos dispersos o perdidos y a encontrar la calma en medio de la tensión cotidiana.
Los diseños de los mandalas varían, pueden ser muy simples o extremadamente complejos, pero siempre mantienen similares características: un centro, puntos cardinales que pueden ser contenidos desde un círculo y cierta simetría. Fueron y son usados por Maestros espirituales, arquitectos, chamanes y sanadores como fuente de sabiduría y forma de meditación