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9 de julio SAN ZENÓN,* Mártir
Muchos son los llamados, mas pocos los elegidos. (Mateo, 20,16).
Si la conversión de un pecador es para los ángeles motivo de alegría, qué júbilo no habrán experimentado viendo a Zenón en el cielo, acompañado de esa multitud inmensa de cristianos que con él sufrieron el martirio. Esos soldados de Jesucristo animábanse unos a otros a sufrir generosamente por la causa de su Dios; hubiérase dicho que marchaban a un triunfo y no a un combate. Ninguno temía los tormentos; todos pedían a Dios constancia, para sí mismos y sus compañeros.
MEDITACIÓN SOBRE LA MANERA DE CONDUCIRNOS CON NUESTRAS RELACIONES
I. Nos asemejamos a quienes frecuentamos; hacemos lo que vemos hacer, sin preocuparnos de si tal es la voluntad de Dios. Concluye de ahí que tu salvación depende, en gran parte, de aquellos con quienes vives. Si tienes ante los ojos ejemplos de virtud, practicarás la virtud; si tienes malos ejemplos, obrarás el mal. Oh Dios mío, decía San Bernardo, cuán agradecido estoy de que me hayáis separado del mundo. Este claustro, esta celda, esta casa, hermanos míos, todo lo que veo me lleva a la devoción. ¡Oh siglo perverso, donde se tiene vergüenza de no ser perverso con los perversos! (San Agustín).
II. Considera las virtudes de aquellos a quienes frecuentas y, a ejemplo de Zenón, imita lo que haya de más perfecto en cada uno de ellos. Admiras la modestia en uno, la humildad en otro, la caridad, la mortificación: haz como la abeja, que elige lo mejor que hay en cada flor para elaborar su miel. ¿No haces lo contrario? ¿No imitas el mal que ves que los demás cometen?
I1l. No hay reunión de hombres, por santa y perfecta que sea, que no contenga algo imperfecto. No hagas lo que censurarías en otro; y cuando notes alguna imperfección en alguno de tus hermanos, mira si no tienes los mismos defectos. En una palabra, no mires las faltas de los demás, sino piensa más bien en corregirte tú mismo. Ignóranse los propios defectos mientras se consideran los ajenos. (San Bernardo).
La huida de las malas compañías Orad por los que están en peligro de ofender a Dios
ORACIÓN
Haced, os lo suplicamos, Dios omnipotente, que la intercesión del bienaventurado Zenón, vuestro mártir, cuyo nacimiento al cielo celebramos, nos fortifique en el amor de Vuestro augusto Nombre. Por J. C. N. S. Amén.
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9 de julio
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SAN NICOLÁS PIECK Y COMPAÑEROS, Mártires
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Los calvinistas ahorcaron en Gorkum, cerca de Dordrecht, a diecinueve sacerdotes y religiosos, a causa de su fe. Once de los mártires eran Frailes Menores de la Observancia en el convento franciscano de Gorkum. Entre ellos se contaban San Nicolás Pieck, guardián del convento y San Jerónimo Weerden, su vicario. Junto con ellos fueron ejecutados el anciano Juan Van Oosterwyk, canónigo regular de San Agustín, los sacerdotes diocesanos Leonardo Vechei, Nicolás Janssen y Godofredo Van Fuynen; los premonstratenses Adrián Van Hilvarenbeek y Jacobo Lacops, el último de los cuales había sido muy negligente en la observancia religiosa, a pesar de las amonestaciones de sus superiores y, finalmente, el sacerdote diocesano Andrés Wouters, quien pasó directamente de una vida de pecado a la prisión y al martirio. En junio de 1572, el destacamento calvinista antiespañol conocido con el nombre de "armada de los piratas" se apoderó de la ciudad de Gorkum. Desde el 26 de junio al 5 de julio, los franciscanos y otros cuatro sacerdotes estuvieron a merced de los soldados, los cuales los trataron con increíble crueldad, en parte por odio al catolicismo y, en parte, por el deseo de que revelasen dónde se hallaban escondidos los vasos sagrados. El 5 de julio, el almirante Lumaye, barón de la Marck, dio orden de que trasladasen a los prisioneros a Briel. En cuanto desembarcaron éstos en el puerto, el 7 de julio, fueron conducidos, medio desnudos, a la plaza central. Los esbirros los colocaron de manera que la comitiva simulase una procesión burlesca y los obligaron a cantar las letanías de la Virgen, cosa que los mártires hicieron con gran gozo. Esta tarde y la mañana siguiente, fueron interrogados por los ministros calvinistas en presencia del almirante. Aunque se les ofreció la libertad a condición de que abjurasen de la doctrina católica de la Eucaristía, ninguno de los mártires cedió. Ese mismo día, el almirante recibió una carta de las autoridades de Gorkum, en la que éstas se quejaban del arresto de los padres, y otra carta del príncipe de Orange, en la que se le ordenaba poner en libertad a los prisioneros. Por otra parte, dos de los hermanos del Padre Nicolás Pieck se presentaron a interceder por él. El almirante respondió que pondría en libertad a todos los sacerdotes con tal de que renunciasen a sostener la supremacía pontifica. Los prisioneros se negaron a ello, y los hermanos del Padre Pieck no lograron inducir a éste a abjurar de la fe y abandonar a sus hermanos en religión. Poco después de la medianoche, se ordenó a un sacerdote apóstata de Lieja, que condujese a los prisioneros a un monasterio abandonado, situado en Ruggen, en las proximidades de Briel, conocido con el nombre de Santa Isabel. Había allí un local amplio, semejante a un granero, que servía de depósito para hierba seca, que allí se precisaba en abundancia. Había en este lugar dos vigas, una larga y otra más corta, que parecieron a los soldados ser a propósito para colgar de ellas a sus prisioneros. Los condujeron a aquel granero, mientras ellos, convencidos de que morirían por defender su fe católica, mutuamente se confortaban en el espíritu y oraban al Señor con fervor para que les ayudara en aquel trance definitivo. Cada uno, según Dios le inspiraba, confortaba a los demás, animándose con la esperanza de conquistar la retribución imperecedera y con la posesión definitiva del reino de los cielos, exhortándose también a soportar con valor cuantos suplicios les esperaban, sin perder el ánimo y venciendo la muerte corporal. Después los despojaron de sus vestidos y los dejaron totalmente desnudos. El padre Guardián fue escogido el primero para sufrir aquel horrendo suplicio. Abraza y besa a cada uno, y con palabras graves les exhorta a que permanezcan fieles en la fe católica; y que mueran con valentía por ella, manteniendo el espíritu y amor de fraternidad que durante su vida les había unido en la vida religiosa, permaneciendo fieles hasta la muerte en la misma fe y en el mismo espíritu, sin perder en aquélla hora final el amor que toda su vida les había mantenido unidos; que tenían ya cercano el premio que Dios les había prometido y por el que venían luchando toda su vida: la corona eterna de la felicidad; que preparadas estaban estas coronas, pendientes de posarse sobre sus cabezas; que por cobardía no las despreciaran en aquel trance; finalmente, que siguieran su ejemplo con valor ante el suplicio. Diciendo estas palabras y otras parecidas, con intrepidez sube las gradas del patíbulo; con rostro cargado de paz y de cristiana alegría, avanza y no deja de pronunciar frases de aliento hasta que su garganta queda atrapada por las cuerdas de la horca. Su cuerpo pende en el aire. Y el vicario, padre Jerónimo, Ecio Nicasio y los dos párrocos, Leonardo y Nicolás, se dedican a reafirmar a sus compañeros, cumpliendo en aquel trance supremo su labor pastoral definitiva. Todos fueron colgados de la viga más larga, excepto cuatro. Tres de éstos pendían en la viga más corta; entre el padre Guardián y el hermano lego, fray Cornelio, se hallaba Godofredo Duneo; el último en ser ahorcado fue Jaime, premonstratense, que pendía de una escalera. Por lo demás, los soldados, con gran sarcasmo, no a todos les colocaron las cuerdas en el cuello, sino que a unos se las pusieron en la boca, a modo de mordaza; a otros, en la barbilla; incluso algunos lazos eran flojos, para prolongar más el suplicio. Aquellos esbirros emplearon en tan horrendo crimen dos largas horas, a partir de la media noche. San Jacobo Lacops fue colgado de una escalera y los demás de las dos argollas arriba mencionadas. San Antonio Van Willehad tenía noventa años de edad. La ejecución fue una verdadera carnicería. Todos los mártires tardaron largo tiempo en morir, y San Nicasio Van Heeze no expiró sino hasta el amanecer. Los verdugos mutilaron los cuerpos, aún antes de que desapareciese todo signo de vida. Como los mártires de Inglaterra y Gales, estos sacerdotes dieron la vida por la fe católica en general y, en particular, por defender la doctrina católica de la Eucaristía y de la supremacía del romano Pontífice. Los cadáveres fueron ignominiosamente arrojados dentro de dos zanjas. En 1616, durante una tregua de la guerra entre España y las Provincias Unidas, los restos fueron desenterrados y trasladados a la iglesia de los franciscanos en Bruselas. La canonización tuvo lugar en 1867.
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SAN NICOLÁS PIECK Y COMPAÑEROS, Mártires
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Los calvinistas ahorcaron en Gorkum, cerca de Dordrecht, a diecinueve sacerdotes y religiosos, a causa de su fe. Once de los mártires eran Frailes Menores de la Observancia en el convento franciscano de Gorkum. Entre ellos se contaban San Nicolás Pieck, guardián del convento y San Jerónimo Weerden, su vicario. Junto con ellos fueron ejecutados el anciano Juan Van Oosterwyk, canónigo regular de San Agustín, los sacerdotes diocesanos Leonardo Vechei, Nicolás Janssen y Godofredo Van Fuynen; los premonstratenses Adrián Van Hilvarenbeek y Jacobo Lacops, el último de los cuales había sido muy negligente en la observancia religiosa, a pesar de las amonestaciones de sus superiores y, finalmente, el sacerdote diocesano Andrés Wouters, quien pasó directamente de una vida de pecado a la prisión y al martirio. En junio de 1572, el destacamento calvinista antiespañol conocido con el nombre de "armada de los piratas" se apoderó de la ciudad de Gorkum. Desde el 26 de junio al 5 de julio, los franciscanos y otros cuatro sacerdotes estuvieron a merced de los soldados, los cuales los trataron con increíble crueldad, en parte por odio al catolicismo y, en parte, por el deseo de que revelasen dónde se hallaban escondidos los vasos sagrados. El 5 de julio, el almirante Lumaye, barón de la Marck, dio orden de que trasladasen a los prisioneros a Briel. En cuanto desembarcaron éstos en el puerto, el 7 de julio, fueron conducidos, medio desnudos, a la plaza central. Los esbirros los colocaron de manera que la comitiva simulase una procesión burlesca y los obligaron a cantar las letanías de la Virgen, cosa que los mártires hicieron con gran gozo. Esta tarde y la mañana siguiente, fueron interrogados por los ministros calvinistas en presencia del almirante. Aunque se les ofreció la libertad a condición de que abjurasen de la doctrina católica de la Eucaristía, ninguno de los mártires cedió. Ese mismo día, el almirante recibió una carta de las autoridades de Gorkum, en la que éstas se quejaban del arresto de los padres, y otra carta del príncipe de Orange, en la que se le ordenaba poner en libertad a los prisioneros. Por otra parte, dos de los hermanos del Padre Nicolás Pieck se presentaron a interceder por él. El almirante respondió que pondría en libertad a todos los sacerdotes con tal de que renunciasen a sostener la supremacía pontifica. Los prisioneros se negaron a ello, y los hermanos del Padre Pieck no lograron inducir a éste a abjurar de la fe y abandonar a sus hermanos en religión. Poco después de la medianoche, se ordenó a un sacerdote apóstata de Lieja, que condujese a los prisioneros a un monasterio abandonado, situado en Ruggen, en las proximidades de Briel, conocido con el nombre de Santa Isabel. Había allí un local amplio, semejante a un granero, que servía de depósito para hierba seca, que allí se precisaba en abundancia. Había en este lugar dos vigas, una larga y otra más corta, que parecieron a los soldados ser a propósito para colgar de ellas a sus prisioneros. Los condujeron a aquel granero, mientras ellos, convencidos de que morirían por defender su fe católica, mutuamente se confortaban en el espíritu y oraban al Señor con fervor para que les ayudara en aquel trance definitivo. Cada uno, según Dios le inspiraba, confortaba a los demás, animándose con la esperanza de conquistar la retribución imperecedera y con la posesión definitiva del reino de los cielos, exhortándose también a soportar con valor cuantos suplicios les esperaban, sin perder el ánimo y venciendo la muerte corporal. Después los despojaron de sus vestidos y los dejaron totalmente desnudos. El padre Guardián fue escogido el primero para sufrir aquel horrendo suplicio. Abraza y besa a cada uno, y con palabras graves les exhorta a que permanezcan fieles en la fe católica; y que mueran con valentía por ella, manteniendo el espíritu y amor de fraternidad que durante su vida les había unido en la vida religiosa, permaneciendo fieles hasta la muerte en la misma fe y en el mismo espíritu, sin perder en aquélla hora final el amor que toda su vida les había mantenido unidos; que tenían ya cercano el premio que Dios les había prometido y por el que venían luchando toda su vida: la corona eterna de la felicidad; que preparadas estaban estas coronas, pendientes de posarse sobre sus cabezas; que por cobardía no las despreciaran en aquel trance; finalmente, que siguieran su ejemplo con valor ante el suplicio. Diciendo estas palabras y otras parecidas, con intrepidez sube las gradas del patíbulo; con rostro cargado de paz y de cristiana alegría, avanza y no deja de pronunciar frases de aliento hasta que su garganta queda atrapada por las cuerdas de la horca. Su cuerpo pende en el aire. Y el vicario, padre Jerónimo, Ecio Nicasio y los dos párrocos, Leonardo y Nicolás, se dedican a reafirmar a sus compañeros, cumpliendo en aquel trance supremo su labor pastoral definitiva. Todos fueron colgados de la viga más larga, excepto cuatro. Tres de éstos pendían en la viga más corta; entre el padre Guardián y el hermano lego, fray Cornelio, se hallaba Godofredo Duneo; el último en ser ahorcado fue Jaime, premonstratense, que pendía de una escalera. Por lo demás, los soldados, con gran sarcasmo, no a todos les colocaron las cuerdas en el cuello, sino que a unos se las pusieron en la boca, a modo de mordaza; a otros, en la barbilla; incluso algunos lazos eran flojos, para prolongar más el suplicio. Aquellos esbirros emplearon en tan horrendo crimen dos largas horas, a partir de la media noche. San Jacobo Lacops fue colgado de una escalera y los demás de las dos argollas arriba mencionadas. San Antonio Van Willehad tenía noventa años de edad. La ejecución fue una verdadera carnicería. Todos los mártires tardaron largo tiempo en morir, y San Nicasio Van Heeze no expiró sino hasta el amanecer. Los verdugos mutilaron los cuerpos, aún antes de que desapareciese todo signo de vida. Como los mártires de Inglaterra y Gales, estos sacerdotes dieron la vida por la fe católica en general y, en particular, por defender la doctrina católica de la Eucaristía y de la supremacía del romano Pontífice. Los cadáveres fueron ignominiosamente arrojados dentro de dos zanjas. En 1616, durante una tregua de la guerra entre España y las Provincias Unidas, los restos fueron desenterrados y trasladados a la iglesia de los franciscanos en Bruselas. La canonización tuvo lugar en 1867.
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SAN NICOLÁS PIECK Y COMPAÑEROS, Mártires
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Los calvinistas ahorcaron en Gorkum, cerca de Dordrecht, a diecinueve sacerdotes y religiosos, a causa de su fe. Once de los mártires eran Frailes Menores de la Observancia en el convento franciscano de Gorkum. Entre ellos se contaban San Nicolás Pieck, guardián del convento y San Jerónimo Weerden, su vicario. Junto con ellos fueron ejecutados el anciano Juan Van Oosterwyk, canónigo regular de San Agustín, los sacerdotes diocesanos Leonardo Vechei, Nicolás Janssen y Godofredo Van Fuynen; los premonstratenses Adrián Van Hilvarenbeek y Jacobo Lacops, el último de los cuales había sido muy negligente en la observancia religiosa, a pesar de las amonestaciones de sus superiores y, finalmente, el sacerdote diocesano Andrés Wouters, quien pasó directamente de una vida de pecado a la prisión y al martirio. En junio de 1572, el destacamento calvinista antiespañol conocido con el nombre de "armada de los piratas" se apoderó de la ciudad de Gorkum. Desde el 26 de junio al 5 de julio, los franciscanos y otros cuatro sacerdotes estuvieron a merced de los soldados, los cuales los trataron con increíble crueldad, en parte por odio al catolicismo y, en parte, por el deseo de que revelasen dónde se hallaban escondidos los vasos sagrados. El 5 de julio, el almirante Lumaye, barón de la Marck, dio orden de que trasladasen a los prisioneros a Briel. En cuanto desembarcaron éstos en el puerto, el 7 de julio, fueron conducidos, medio desnudos, a la plaza central. Los esbirros los colocaron de manera que la comitiva simulase una procesión burlesca y los obligaron a cantar las letanías de la Virgen, cosa que los mártires hicieron con gran gozo. Esta tarde y la mañana siguiente, fueron interrogados por los ministros calvinistas en presencia del almirante. Aunque se les ofreció la libertad a condición de que abjurasen de la doctrina católica de la Eucaristía, ninguno de los mártires cedió. Ese mismo día, el almirante recibió una carta de las autoridades de Gorkum, en la que éstas se quejaban del arresto de los padres, y otra carta del príncipe de Orange, en la que se le ordenaba poner en libertad a los prisioneros. Por otra parte, dos de los hermanos del Padre Nicolás Pieck se presentaron a interceder por él. El almirante respondió que pondría en libertad a todos los sacerdotes con tal de que renunciasen a sostener la supremacía pontifica. Los prisioneros se negaron a ello, y los hermanos del Padre Pieck no lograron inducir a éste a abjurar de la fe y abandonar a sus hermanos en religión. Poco después de la medianoche, se ordenó a un sacerdote apóstata de Lieja, que condujese a los prisioneros a un monasterio abandonado, situado en Ruggen, en las proximidades de Briel, conocido con el nombre de Santa Isabel. Había allí un local amplio, semejante a un granero, que servía de depósito para hierba seca, que allí se precisaba en abundancia. Había en este lugar dos vigas, una larga y otra más corta, que parecieron a los soldados ser a propósito para colgar de ellas a sus prisioneros. Los condujeron a aquel granero, mientras ellos, convencidos de que morirían por defender su fe católica, mutuamente se confortaban en el espíritu y oraban al Señor con fervor para que les ayudara en aquel trance definitivo. Cada uno, según Dios le inspiraba, confortaba a los demás, animándose con la esperanza de conquistar la retribución imperecedera y con la posesión definitiva del reino de los cielos, exhortándose también a soportar con valor cuantos suplicios les esperaban, sin perder el ánimo y venciendo la muerte corporal. Después los despojaron de sus vestidos y los dejaron totalmente desnudos. El padre Guardián fue escogido el primero para sufrir aquel horrendo suplicio. Abraza y besa a cada uno, y con palabras graves les exhorta a que permanezcan fieles en la fe católica; y que mueran con valentía por ella, manteniendo el espíritu y amor de fraternidad que durante su vida les había unido en la vida religiosa, permaneciendo fieles hasta la muerte en la misma fe y en el mismo espíritu, sin perder en aquélla hora final el amor que toda su vida les había mantenido unidos; que tenían ya cercano el premio que Dios les había prometido y por el que venían luchando toda su vida: la corona eterna de la felicidad; que preparadas estaban estas coronas, pendientes de posarse sobre sus cabezas; que por cobardía no las despreciaran en aquel trance; finalmente, que siguieran su ejemplo con valor ante el suplicio. Diciendo estas palabras y otras parecidas, con intrepidez sube las gradas del patíbulo; con rostro cargado de paz y de cristiana alegría, avanza y no deja de pronunciar frases de aliento hasta que su garganta queda atrapada por las cuerdas de la horca. Su cuerpo pende en el aire. Y el vicario, padre Jerónimo, Ecio Nicasio y los dos párrocos, Leonardo y Nicolás, se dedican a reafirmar a sus compañeros, cumpliendo en aquel trance supremo su labor pastoral definitiva. Todos fueron colgados de la viga más larga, excepto cuatro. Tres de éstos pendían en la viga más corta; entre el padre Guardián y el hermano lego, fray Cornelio, se hallaba Godofredo Duneo; el último en ser ahorcado fue Jaime, premonstratense, que pendía de una escalera. Por lo demás, los soldados, con gran sarcasmo, no a todos les colocaron las cuerdas en el cuello, sino que a unos se las pusieron en la boca, a modo de mordaza; a otros, en la barbilla; incluso algunos lazos eran flojos, para prolongar más el suplicio. Aquellos esbirros emplearon en tan horrendo crimen dos largas horas, a partir de la media noche. San Jacobo Lacops fue colgado de una escalera y los demás de las dos argollas arriba mencionadas. San Antonio Van Willehad tenía noventa años de edad. La ejecución fue una verdadera carnicería. Todos los mártires tardaron largo tiempo en morir, y San Nicasio Van Heeze no expiró sino hasta el amanecer. Los verdugos mutilaron los cuerpos, aún antes de que desapareciese todo signo de vida. Como los mártires de Inglaterra y Gales, estos sacerdotes dieron la vida por la fe católica en general y, en particular, por defender la doctrina católica de la Eucaristía y de la supremacía del romano Pontífice. Los cadáveres fueron ignominiosamente arrojados dentro de dos zanjas. En 1616, durante una tregua de la guerra entre España y las Provincias Unidas, los restos fueron desenterrados y trasladados a la iglesia de los franciscanos en Bruselas. La canonización tuvo lugar en 1867.
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9 de julio MÁRTIRES DE CHINA II (1900)
La presencia franciscana en China se remonta a los primeros tiempos de la Orden, y testigos de ello son figuras tan representativas como Juan de Pian del Carpine († 1252) y Juan de Montecorvino (†1328), primer arzobispo de Pekín, o el Beato Odorico de Pordenone († 1331). Pero hay que añadir que, si bien el testimonio franciscano no ha faltado nunca en aquel inmenso Imperio, ha sufrido fuertes vaivenes por las persecuciones que de tiempo en tiempo se han ido repitiendo. Vengamos al siglo XIX: en 1816 fue martirizado San Juan de Triora, y al final del siglo, en 1900, sufrieron el martirio, de mano de los boxers, otros 29 santos de la familia franciscana.
Con el término inglés "boxers" se designa a los miembros de una sociedad secreta de carácter religioso y político a la vez, cuyos inicios se remontan a los primeros años del siglo XIX. Una de sus principales características era la xenofobia, odio, repugnancia y hostilidad hacia los extranjeros. Pasaron por largos períodos de vida más o menos precaria. Pero, en febrero de 1900, en medio de una situación social y política convulsionada, se les unieron miles de soldados y no tardó en estallar la revolución de los boxers, sucediéndose los asesinatos de chinos conversos y de religiosos extranjeros, el incendio y la devastación de iglesias y de misiones, la destrucción de vías férreas y de tendidos eléctricos, etc. La vida y organización cristiana, que era próspera en los vicariatos de Shansi y de Hunan, quedó prácticamente asolada. De la familia franciscana fueron más de trescientas las víctimas mortales. Entre ellas destacan los 29 santos, miembros de la Primera y de la Tercera Orden, que ahora recordamos: 26 fueron inmolados en el Vicariato Apostólico de Shansi Septentrional y 3 en el de Hunan Meridional.
En el Vicariato de Shansi fueron apresados y encarcelados el Vicario Apostólico, Mons. Gregorio Grassi, y su Coadjutor, Mons. Francisco Fogolla, junto a los sacerdotes Elías Facchini y Teodorico Balat, y al hermano profeso Andrés Bauer, todos ellos de la Orden de Hermanos Menores. Compañeras suyas de martirio fueron siete Franciscanas Misioneras de María. Y compartieron su suerte 14 laicos, todos de nacionalidad china, 11 de los cuales pertenecían a la Orden Franciscana Seglar: cinco eran seminaristas, otros colaboradores domésticos de los obispos y de los misioneros, catequistas, etc. Todos éstos dieron la vida por Cristo en Taiyuanfu, capital de la provincia, el 9 de julio de 1900, en la sangrienta persecución de los boxers.
También en el Vicariato de Hunan y aun antes se desencadenó con toda su virulencia la revuelta de los boxers. La revolución iniciada en Shantung, donde los boxers habían resultado victoriosos contra los europeos, estalló en Hunan el 4 de julio de 1900 con actos de vandalismo y destrucción de residencias, iglesia, orfanato, etc. De aquí se extendió rápidamente a todas las otras comunidades cristianas del Vicariato, que fueron saqueadas, incendiadas y destruidas; incluso las familias cristianas fueron depredadas. Algunos del clero nativo se disfrazaron, otros huyeron o se escondieron, y otros afrontaron la muerte. El primer franciscano en ser inmolado fue el P. Cesidio Giacomantonio, quemado vivo el 4 de julio de 1900. Tres días después corrieron parecida suerte sus hermanos de hábito Mons. Antonio Fantosati, Vicario apostólico de Hunan Meridional, y su fiel compañero el P. José Gámbaro.
He aquí una breve crónica del martirio.
A todos los mártires de Shansi, después de un tiempo de cárcel, los hicieron salir en fila, precedidos por los dos obispos y rodeados de soldados que los custodiaban estrechamente para que no pudieran escaparse. Mons. Grassi tuvo que decirles:
-- No es necesario que nos atéis; iremos voluntarios a donde nos llevéis.
Como respuesta, uno de los soldados hirió al obispo, y también sus compañeros fueron heridos sin compasión; por su parte, las hermanas fueron tratadas con saña y desprecio. Todos, camino del tribunal del Virrey, fueron maltratados y escarnecidos por los soldados y los boxers, que, temiendo que los cristianos reaccionaran y trataran de liberarlos, los tenían más sujetos y vigilados.
Llegados al tribunal, el Virrey mandó que las víctimas se arrodillaran en una larga fila, y comenzó el juicio.
Dirigiéndose a Mons. Fogolla le dijo:
-- ¿Desde cuándo estás en China y a cuántos del pueblo has perjudicado haciéndolos cristianos?
-- Hace muchos años que estamos en China -respondió el obispo- y nunca hemos perjudicado a nadie; al contrario, hemos beneficiado a muchos.
-- ¿Y -prosiguió el Virrey- qué medicina dais a la gente para hacerlos cristianos, que ni siquiera los niños están dispuestos a abandonar vuestra religión?
-- Nosotros no les damos ninguna medicina para hacerlos cristianos, y ellos son plenamente libres; pero saben que no deben apostatar, porque están convencidos de que es un mal, y que es pecado no adorar al Dios del cielo.
El Virrey dio unos puñetazos al obispo, y luego gritó:
--¡Matadlos, matadlos!
De inmediato los soldados irrumpieron y brutalmente sacaron de la sala del tribunal a las víctimas, desenvainaron las espadas y empezó la salvaje carnicería. Los primeros en caer fueron los obispos y los misioneros; luego, los seminaristas y los laicos; cuando les llegó el turno a las religiosas, se quitaron el velo, se cubrieron la cara y dejaron al descubierto el cuello para facilitar su trabajo a los verdugos; entretanto, Sor María de la Paz entonó el Te Deum que las otras siguieron hasta su decapitación.
Los restos mortales de los mártires, después de ser objeto de ludibrio de los boxers, los soldados y la plebe, fueron arrojados a una fosa común en la que eran enterrados los malhechores y los vagabundos.
En cuanto a los mártires de Hunan, sus cuerpos fueron incinerados y las cenizas arrojadas al viento y al río.
Los perseguidores de Shansi y de Hunan creyeron que borraban la memoria de sus víctimas mezclando sus huesos con los de facinerosos, dándolos como pasto a los perros y a las aves rapaces o dispersando sus cenizas. Pero se dice que, cuando los restos fueron exhumados, la tierra se cubrió de un suave manto de nieve, que hizo exclamar al Virrey, impresionado por el espectáculo: «Estos extranjeros eran de veras gente buena y valiente, el mismo cielo se asocia a sus funerales». En los lugares del martirio y en las tumbas que custodian los restos de los mártires, el gobierno erigió monumentos expiatorios.
El papa Pío XII los beatificó a todos el 24 de noviembre de 1946.
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9 de julio BEATO GREGORIO GRASSI Mártir (1900)
Beato Gregorio Grassi (1833-1900). Noble figura de franciscano, misionero y obispo. Nació en Castellazzo Bormida, provincia de Alessandria, en Piamonte (Italia), el 13 de diciembre de 1833, siendo el tercero de los nueve hijos de Juan Bautista y Paola Francisca Mocagatta. Fue bautizado el mismo día con el nombre de Pierluigi, y su madre lo consagró a la Virgen para que lo protegiera toda su vida.
El 2 de noviembre de 1848 vistió el hábito franciscano en el convento noviciado de Montiano (Forlí), y cambió su nombre por el de Gregorio. En agosto de 1856, terminados los estudios en el convento de la SS. Annunziata de Bolonia, fue ordenado sacerdote, y pidió ser enviado a misiones. Dos años después estaba en Roma, en el colegio misionero de San Bartolomé de la Isla, preparándose para las misiones de China, hacia donde partió a finales de 1860. Visitó devotamente la Tierra Santa y llegó a Schang-tong. Destinado a Shansi, trabajó varios años en el Distrito de Tee-yuen-sien, de donde pasó a Taiyuanfu, capital de la provincia. Durante 40 años ejerció su dinámico apostolado, primero como misionero, después, en 1876, como obispo coadjutor con derecho a sucesión, y en 1891 como Vicario Apostólico de Shansi Septentrional, donde dio notable desarrollo a la conquista misionera.
Hablaba perfectamente el chino. Fue rector del seminario indígena. En 1893 abrió en el territorio de Shansi el primer noviciado franciscano de China. Eran constantes sus visitas pastorales a las numerosas pequeñas comunidades cristianas, distantes a veces hasta 450 kilómetros, hechas con diligencia, por caminos en extremo difíciles. En 1878 su territorio padeció una terrible carestía, seguida de graves epidemias, con siete millones de víctimas, entre ellas 4.000 cristianos. También él sufrió el mal, infectado en la asistencia a los enfermos, pero se curó milagrosamente, y reinició sus recorridos apostólicos consolando, alentando, ayudando generosamente. En su largo apostolado, construyó 60 iglesias, entre ellas el santuario de Santa María de los Angeles, a 2.000 metros de altura. Fue asiduo en el confesionario y en la catequesis de niños y adultos, en la asistencia a los pobres y necesitados, y en la defensa y apoyo de los misioneros. Dedicaba largas horas a la oración y meditación. Pensaba volver a Italia para recobrar las energías, pero otro viaje lo esperaba. En vísperas del martirio, invitado a huir y esconderse, Mons. Grassi respondió: «Desde la edad de doce años he deseado y pedido al Señor ser mártir, ¿y ahora que ha llegado el momento deseado, tendría que huir?»
Recibió la palma del martirio, a los 67 años, capitaneando un glorioso batallón de mártires de la fe caídos bajo la espada de los boxers el 9 de julio de 1900 en Taiyuanfu.
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9 de julio BEATO FRANCISCO FOGOLLA Mártir (1900)
Beato Francisco Fogolla (1839-1900). Obispo coadjutor de Mons. Grassi. Nació en Montereggio, en la región de los Apeninos de Lunigiana, el 4 de octubre de 1839, por lo que le impusieron el nombre del Santo de Asís. Recibió de sus padres una buena educación moral y religiosa. En Parma, adonde se había trasladado su familia, tuvo un contacto frecuente con los Hermanos Menores de la iglesia de la Annunziata, y no tardó en sentir crecer en su corazón la vocación franciscana y misionera. Vistió el hábito franciscano en 1858 y, terminados los estudios, fue ordenado sacerdote en 1863.
Después de la adecuada formación, recibida en el convento romano de San Bartolomé de la Isla Tiberina, en diciembre de 1866 se embarcó para China. De camino, permaneció un año en Palestina para visitar los Santos Lugares y prepararse espiritualmente. El 11 de febrero de 1868 llegó a China y fue destinado a Taiyuanfu, en Shansi, donde se encontraba Gregorio Grassi y donde fue acogido con gran alegría por el Vicario Apostólico Mons. Mocagatta. Pronto su celo suscitó la admiración de los fieles y el odio de los adversarios. Llegó a poseer un extraordinario conocimiento del idioma chino. A los siete años de su llegada fue nombrado rector del seminario y Vicario General de la misión de Lun-gan-fu, y en calidad de tal se dedicó a visitar las comunidades cristianas, a administrar sacramentos, a predicar a cristianos y no cristianos.
Era un año de carestía y la gente, desnutrida y hambrienta, moría de hambre en las casas, en las calles y en los campos. El misionero pidió y obtuvo recursos de Europa a cambio de estatuillas de bronce y objetos artesanales locales que recibió de sus feligreses y envió a París; así fue para todos amoroso dispensador de ayuda. Con ocasión de la Exposición Misionera Internacional de Turín, viajó con cuatro seminaristas. En París lo sorprendió la noticia de su nombramiento como obispo auxiliar de Mons. Grassi, y allí mismo fue consagrado el 24 de agosto de 1898. Recorrió Francia, Bélgica e Inglaterra buscando ayuda para la misión, y en Roma consiguió la mejor que podía desear: siete hermanas que la madre María de la Pasión enviaba a Taiyuanfu para atender el orfanato y otras tareas asistenciales. El 12 de marzo de 1899 emprendió el viaje de regreso a China con las siete Franciscanas Misioneras de María.
Entregado de nuevo a su trabajo y apenas asumidas las nuevas responsabilidades que se le habían confiado, lo sorprendió la persecución de 1900, con la llegada a Shansi del sanguinario gobernador Ju-sien. Sus últimas palabras fueron: «Nunca hemos perjudicado a nadie; al contrario, hemos beneficiado a muchos». A su hermano que lo invitaba insistentemente a volver a Italia, le escribió: «Deseo morir con las armas en las manos combatiendo contra el infierno para estar más cerca de volar al cielo».
Fue decapitado por los boxers el 9 de julio de 1900. Tenía 61 años de edad, 30 de misionero y dos de obispo.
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9 de julio BEATO ELÍAS FACCHINI Mártir (1900)
San Elías Facchini (1839-1900). Sacerdote. Nació en Reno Centese, provincia de Ferrara, pero arzobispado de Bolonia, en 1839, de Francisco y Mariana Guaialdi. Los compañeros lo apodaban «el loco Facchini». Cuando se difundió la noticia de que quería hacerse fraile, una viejecita exclamó: «Si ese se hace fraile, me hago cortar la cabeza». Y es que tenía un carácter jovial y jocoso, pero al mismo tiempo cándido y generoso. Admitido entre los hijos de San Francisco, profesó el 1 de noviembre de 1859, y fue ordenado sacerdote en diciembre de 1864 en Ferrara.
En 1866 pidió y obtuvo el permiso para incorporarse a las misiones de China. A tal fin se estuvo preparando en el convento romano de San Bartolomé de la Isla Tiberina. En abril de 1868 llegó a Taiyuanfu con otros cinco frailes con quienes compartía sus anhelos, y compartiría las fatigas y también las alegrías de la evangelización. Su primer campo de apostolado fue Ta-cong-fu. Pero muy pronto lo llamaron a dirigir el seminario indígena de Taiyuanfu, en el que enseñó letras y teología. Trabajaba intensamente, dormía poco, escribió textos para los seminaristas y obras de formación espiritual. Participó en dos Sínodos Regionales del Vicariato, el de 1880 y el de 1885, y en el III Sínodo de Shensi.
En 1893 fue nombrado superior y maestro de novicios en el nuevo convento que había construido Mons. Grassi en Tun-el-koun. También aquí, como trabajador incansable, hacía miles de cosas con una facilidad asombrosa. Cuatro años después lo llamaron a tomar de nuevo la dirección del seminario mayor de Taiyuanfu. Vivía habitualmente en oración y en él se podía admirar al auténtico franciscano de vida austera, al rector de seminario sabio y prudente que formó para la vida cristiana y para el sacerdocio a numerosos jóvenes, al misionero incansable en la conversión de los infieles, al escritor ilustrado que preparó y escribió textos de estudio y de formación religiosa. Cuando a principios de 1900 comenzaba a entrever la proximidad del martirio, solía decir: «Si me matan, iré más pronto al Paraíso. Mi cuerpo está ya desgastado. Si he de morir por la Religión, daré gracias al Señor». Cuando sufrió el martirio el 9 de julio de 1900, tenía 61 años de edad, de los cuales había pasado 33 de vida misionera en China.
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9 de julio BEATO TEODORICO BALAT Mártir (1900)
Beato Teodorico Balat (1854-1900). Sacerdote. Nació el 23 de octubre de 1858 en San Martín de Tour, diócesis de Albi (Francia), por lo que sus hermanos de misión lo llamaban «el buen albigense». Sus padres, Juan Francisco y Rosa Taillefer, se esforzaron por darle una educación profundamente cristiana. A los 11 años entró en el seminario menor de Lavour, y a los 20 en el de Albi. Era de carácter inquieto y a ratos de genio áspero. El 29 de junio de 1880 vistió el hábito franciscano en Pau en el noviciado de la Provincia Minorítica de San Luis. Pero, al decretarse el destierro de los religiosos, tuvo que continuar el noviciado en Inglaterra, y el 30 de junio de 1881 hizo la profesión en el convento de Woodlands, donde permaneció algunos años.
La vocación misionera entusiasmaba al joven P. Teodorico, que decidió partir para China. Antes visitó los lugares franciscanos, La Verna y Asís, y luego Tierra Santa. Aquí su salud, ya frágil, empeoró: fiebre y fortísimos y agotadores espasmos al estómago, pero se alivió rápidamente. Desembarcó en China en octubre de 1884, y en diciembre de 1885 llegó a Taiyuanfu. Pronto aprendió muy bien la lengua china. Siempre estuvo lleno de juvenil entusiasmo, activo, incansable. Mons. Grassi le confió oficios delicados: profesor en el seminario menor, maestro de novicios en el noviciado franciscano, ecónomo de la misión y capellán de las religiosas Franciscanas Misioneras de María y del orfanato. En el desempeño de esta última tarea lo sorprendió la revolución de los boxers. Alguien le aconsejó que huyera, pero él respondió: «Mi deber es permanecer aquí». Cuando llegó a la residencia misionera el tirano Ju-sien con sus secuaces, él estaba rezando tranquilamente el breviario; se levantó, bendijo a las hermanas y las acompañó valientemente al suplicio compartiendo con ellas la palma del martirio el 9 de julio de 1900.
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9 de julio BEATO ANDRÉS BAUER Mártir (1900)
Beato Andrés Bauer (1866-1900). Religioso profeso. Nació en Guebwiller, Alsacia (Francia), el 24 de noviembre de 1866, de Lucas y Lucía Moser, siendo el sexto de ocho hermanos. Hombre sencillo y sin malicia, el 12 de agosto de 1886, a los 20 años de edad, vistió el hábito de la Orden de Hermanos Menores, como religioso no clérigo, en Clevedon, Inglaterra, pues las leyes entonces vigentes no le permitían hacerlo en Francia. Pronto la legislación militar de su país lo reclamó y tuvo que regresar a Francia, donde vistió el uniforme militar por espacio de tres años. Luego, en vista de la necesidad que sufrían sus padres, decidió ayudarles por un tiempo. Al prolongarse éste, su piadosa madre le dijo: «Andrés, sigue tu vocación. No te preocupes por nosotros, la Providencia nos asistirá. No te demores para responder al Señor, que el mundo no quiere saber más de ti».
Volvió a vestir el hábito franciscano en Amiens el año 1895. Más tarde fue destinado a París. Andrés, desde que ingresó en la Orden, tenía la aspiración de ser misionero, y esa aspiración pudo hacerla realidad cuando en París conoció a Mons. Fogolla, que se preparaba para la consagración episcopal: se enroló en su expedición y el 4 de mayo de 1899 Andrés se encontraba ya en Taiyuanfu, China, ansioso por convertir a muchos infieles. Servicial con todos, no sabía estarse quieto sino en la oración. El Vicario Apostólico, Mons. Grassi, le confió la dirección del personal laico de su casa y el ambulatorio, aparte los servicios que tenía que prestar en su comunidad religiosa. Fue un enfermero entregado a los pacientes, un verdadero samaritano.
Su vida misionera duró sólo 14 meses. La revuelta de los boxers le sorprendió cuando atendía el ambulatorio de hombres. Poco antes había escrito a un hermano suyo: «Nos encontramos en el amanecer de un nuevo siglo, y no sé lo que nos espera. ¡Ojalá pudiese, como el buen ladrón, robar también yo el Paraíso!» Cuando meses más tarde, un soldado chino le pedía las manos para atarlo, Andrés se postró ante él y besó las cadenas, por considerar que el verdugo venía a abrirle las puertas del Paraíso. Sereno y cantando el salmo: «Alabad al Señor todas las naciones...», se encaminó hacia el lugar donde la hermana muerte saldría a su encuentro en la decapitación. Era el 8 de julio de 1900 y tenía 33 años de edad.
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9 de julio BEATO JUAN WANG Mártir (1900)
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Beato Juan Wang (1885-1900). Seminarista. Su padre era presidente de la comunidad cristiana del lugar en que nació, y Juan recibió una buena formación religiosa, a la cual sirvió de apoyo su índole jovial, inquieta y resuelta. Profundamente atraído por las cosas espirituales, a los diez años entró en el seminario. En 1897 fue escogido con otros para ir a Italia y participar en la Exposición Misionera Internacional de Turín, de donde regresaron en 1899. Juan era el más joven del grupo, apreciado por su piedad y su carácter amable y jovial. En Turín pronto se convirtió en el ídolo de los visitantes. Ya había recibido la tonsura y hecho la profesión en la Tercera Orden Franciscana. La Madre María de la Pasión, fundadora de las Franciscanas Misioneras de María, escribe: «Juan Wang era un pequeño y simpático seminarista, sabía manejar magistralmente los instrumentos de la música china...». Durante el tiempo en que estuvieron encarcelados por los boxers, Juan jugaba e invitaba a los compañeros a jugar con él. A Fray Elías Facchini, su rector, le parecía una ligereza, por lo que le llamó la atención. Juan sonriendo le contestó: «Padre, ¿por qué tenemos que estar tristes? ¿Por fortuna, si nos matan, no vamos al Paraíso? Con mayor razón debemos estar alegres». Un sacerdote chino, que poco antes de la matanza del 9 de julio los había visitado en la cárcel, atestigua que los seminaristas estaban alegres, no temían nada, oraban y seguían en sus juegos. Juan tenía 15 años y cuatro meses cuando una espada le segó la vida.
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9 de julio BEATO JUAN WANG Mártir (1900)
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Beato Juan Wang (1885-1900). Seminarista. Su padre era presidente de la comunidad cristiana del lugar en que nació, y Juan recibió una buena formación religiosa, a la cual sirvió de apoyo su índole jovial, inquieta y resuelta. Profundamente atraído por las cosas espirituales, a los diez años entró en el seminario. En 1897 fue escogido con otros para ir a Italia y participar en la Exposición Misionera Internacional de Turín, de donde regresaron en 1899. Juan era el más joven del grupo, apreciado por su piedad y su carácter amable y jovial. En Turín pronto se convirtió en el ídolo de los visitantes. Ya había recibido la tonsura y hecho la profesión en la Tercera Orden Franciscana. La Madre María de la Pasión, fundadora de las Franciscanas Misioneras de María, escribe: «Juan Wang era un pequeño y simpático seminarista, sabía manejar magistralmente los instrumentos de la música china...». Durante el tiempo en que estuvieron encarcelados por los boxers, Juan jugaba e invitaba a los compañeros a jugar con él. A Fray Elías Facchini, su rector, le parecía una ligereza, por lo que le llamó la atención. Juan sonriendo le contestó: «Padre, ¿por qué tenemos que estar tristes? ¿Por fortuna, si nos matan, no vamos al Paraíso? Con mayor razón debemos estar alegres». Un sacerdote chino, que poco antes de la matanza del 9 de julio los había visitado en la cárcel, atestigua que los seminaristas estaban alegres, no temían nada, oraban y seguían en sus juegos. Juan tenía 15 años y cuatro meses cuando una espada le segó la vida.
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9 de julio BEATO PATRICIO TONG Mártir (1900)
Beato Patricio Tong (1882-1900). Seminarista. Nació en China en 1882, y a la edad de 12 años ingresó en el seminario menor; a su debido tiempo pasó al seminario mayor de Taiyuanfu y se hizo terciario franciscano. El P. Fogolla, que era su rector, premió la bondad del joven escogiéndolo como compañero de viaje a Italia, con ocasión de la Exposición Misionera Internacional de Turín de 1898; además, lo acompañó, junto con otros chinos, en las visitas que hizo a Francia, Bélgica e Inglaterra, dejando en todas partes óptimas impresiones de alma cándida y privilegiada. A su regreso de Italia manifestó su gran deseo de hacerse Hermano Menor. Cuando estaba a punto de entrar en el noviciado, se desencadenó la persecución religiosa de los boxers. De Patricio se recuerda esta anécdota: mientras estaba en la cárcel, obtuvo permiso para volver al seminario por un objeto que apreciaba mucho y para saludar a sus padres, familiares y amigos. Todos lo apremiaban, y sus padres lo hacían con llanto, para que no volviera a la cárcel sino que se pusiera a salvo. Él rehusó enérgicamente todas las propuestas y volvió pronto a la prisión. Fue inmolado el 9 de julio de 1900 cuando tenía 18 años.
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9 de julio BEATO FELIPE TCHANG Mártir (1900)
Beato Felipe Tchang (1880-1900). Seminarista. Nació en 1880, hijo de fervorosos cristianos. A los dieciséis años entró en el seminario menor, donde se mostró dócil, manso y sobre todo devoto. Tardo de ingenio, encontró muchas dificultades en el estudio y sobre todo en el aprendizaje del latín, pero supo superar ese obstáculo con el esfuerzo propio de las almas generosas y nobles que saben hacer frente a todo para realizar su propio ideal. Tanto los superiores como los compañeros lo estimaban y admiraban porque era bueno y caritativo, firme y generoso para secundar nobles iniciativas. En su momento pasó del seminario menor al mayor de Taiyuanfu, donde con el estudio, la oración y la disciplina se preparaba para ser un digno sacerdote de Cristo, continuador entre su pueblo de la obra evangelizadora de los misioneros; se hizo terciario franciscano, y la espiritualidad franciscana le ayudó mucho en la elevación de su alma a Dios. Pero su final glorioso estaba ya muy cercano. La persecución de Ju-sien le dio la oportunidad de dar su vida por Cristo. Sereno y decidido subió a su Calvario, donde fue decapitado cuando apenas tenía 20 años, el 9 de julio de 1900.
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9 de julio BEATO JUAN TCHANG Mártir (1900)
Beato Juan Tchang (1882-1900). Seminarista. Era el primogénito de cinco hermanos, y sus padres, fervientes católicos, murieron cuando él era todavía un niño. En el seminario menor hizo rápidos progresos en los estudios, de modo que los superiores lo encargaron de enseñar las ceremonias, el latín y otras materias escolares a los compañeros más lentos para el aprendizaje. De carácter dinámico y fuerte, cuando era vencido por su forma de ser lo reconocía cándidamente ante su rector, el después obispo mártir Francisco Fogolla. En 1897 recibió las órdenes menores, y por los mismos días recibió el hábito de la Tercera Orden franciscana de manos del también mártir Elías Facchini que admiraba su índole noble y sus virtudes no comunes. Un compañero suyo, que no tuvo la gracia del martirio, lo describió así: «Juan era modelo para todos nosotros por su diligencia, empeño y constancia en el estudio. Era fervoroso en la oración, se acercaba devotamente a la comunión, participaba activamente en la santa Misa, y hacía largas meditaciones. Había logrado moderar su carácter vivaz con una amable dulzura. Todos aprendimos de él». Al desatarse la persecución, fue hecho prisionero. Tuvo la oportunidad de huir, pero no quiso. Le propusieron renegar de su fe, y él lo rechazó enérgicamente. Recibió la palma del martirio el 9 de julio de 1900 cuando tenía dieciocho años.
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9 de julio BEATO TOMÁS SEN-KI-KUO Mártir (1900)
Beato Tomás Sen-Ki-Kuo (1851-1900). Franciscano seglar. Nació en el seno de una familia cristiana pobre y temerosa de Dios, y desde niño comenzó a frecuentar los sacramentos. Mons. Fogolla lo admitió a la profesión en la Tercera Orden franciscana. A los 24 años entró al servicio del sacerdote chino Pablo Chang, pero poco después tuvo que retirarse a causa de una grave enfermedad. Recuperada la salud, entró al servicio de Mons. Grassi, a quien sirvió por espacio de diez años como verdadero modelo de fidelidad y obediencia. Obispo y fámulo se entendían a la perfección y, al desatarse la persecución, juntos sufrieron valerosamente el martirio por Cristo. Tomás tenía 49 años de edad..
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