A lo largo del día, y con el strés acumulado en el trabajo,
las ocupaciones o las preocupaciones, se hace necesario un
alto en el camino. Necesitamos esos momentos de sosiego para
recuperar la calma, para tranquilizar y dejar descansar los
pensamientos. Se hace necesario dejar la mente en blanco y no pensar en nada.
Muchas personas para "descansar" miran fijamente un punto en el vacío,
contemplan el cielo, o simplemente cierran los ojos.
Los hay quienes buscan el vacío de sí mismos,
donde encontrándose con la "nada" creen hayar la felicidad.
Pero existe otra alternativa que tal vez muchos no conozcan o no hayan experimentado,
otra solución para que la serenidad y la paz del espíritu vuelvan a visitarnos con su presencia.
En lugar de encontrarse con el "vacío", encontrarse con la
plenitud que da Jesucristo, en lugar de encontrarse consigo
mismos, encontrarse con esa Comapañía que está siempre a
nuestro lado aunque no percibamos su presencia.
Hay personas que gustan relajarse leyendo un libro,
repitiendo frases cortas o lo que siempre se ha dicho en la vida
religiosa: las jaculatorias de toda la vida. Hay quienes elevando
simplemente su espíritu a lo alto encuentran el descanso sin pronunciar palabras.
A mí personalmente me gusta dirigirma a Dios con mis propias palabras,
no va conmigo coger libros de oraciones y repetir lo que otros han escrito,
pero reconozco que para mucho/as es más fácil una bonita oración bien
escrita y bien leída, que pensar en cómo se tienen que dirigir a Dios o qué
palabras serán las más apropiadas. Yo creo que la sencillez y la naturalidad,
siendo nosotro/as mismos sin querer imitar a nadie, es lo que más agrada a Dios.
De todas formas como por mis manos también pasan libros con
pensamientos de otros autores y muchas veces me siento identificada
con ellos, aquí los escribo por si alguien quiere leerlos como descanso en el trabajo.
Hiere la miseria de mi corazón
Mi oración, Dios mío, es ésta:
Hiere, hiere la raíz de la miseria en mi corazón.
Dame fuerza para llevar ligero mis alegrías y mis pesares.
Dame fuerza para que mi amor dé frutos útiles.
Dame fuerza para no renegar nunca del pobre,
ni doblar mi rodilla al poder insolente.
Dame fuerza para levantar mi pensamiento
sobre la pequeñez cotidiana.
Dame, en fin, fuerza para rendir mi fuerza,
enamorada, a tu voluntad.
Tagore, R.
Tu mano apretada en mi fracaso
No pida yo nunca estar libre de peligros,
sino denuedo para afrontarlos.
No quiero yo que se apaguen mis dolores,
sino que sepa dominarlos mi corazón.
No busque yo amigos por el campo de batalla de la vida,
sino más fuerza en mí.
No anhele yo, con afán temeroso, ser salvado,
sino esperanza de conquistar, paciente, mi libertad.
¡No sea yo tan cobarde, Señor,
que quiera tu misericordia en mi triunfo,
sino tu mano apretada en mi fracaso!
Tagore, R.