Señor, mi mirada siempre en ti: a cada hora, en cada momento.
Que dentro del torbellino de cosas e ideas, sea tu recuerdo,
el d «fruto» en todas las obras buenas que has proyectado para mí.
Sé para mí rocío del Espíritu Santo: tanto para mi continuo
«florecer» en la relación de amor vital y nupcial contigo
como para el modo de relacionarme con los hermano/as.
No permitas que la violencia, típica de este mundo,
me envenene o se mezcle conmigo.
Que no me debilite en los miedos.
Hazme apacible con la fuerza de tu amor.
Que el perdonar con facilidad sea el estilo con que
discurren mis días y que la humilde aceptación y
comprensión del otro, incluso cuando no pueda y
no deba compartir su credo y sus ideas,
se convierta en mi participación en tu ser amor que salva.