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22 de julio SANTA MARÍA MAGDALENA,* Penitente
Le son perdonados muchos pecados, porque ha amado mucho. (Lucas, 7, 47).
Mirad a esta ilustre penitente bañando con sus lágrimas los pies del Salvador y enjugándolos con sus cabellos. Es Magdalena, otrora, esclava del amor profano, y ahora esposa de Jesús. Lo acompaña en el Calvario; corre a la tumba para perfumar su cuer po; se pros terna a los pies de Jesús resucitado; y después de su gloriosa ascensión, se retira a la sole dad para llorar hasta la muerte pecados que sabía ella le habían sido perdonados. Si tú has imitado sus extravíos, imita su penitencia. Ama mucho, para que se te perdone mucho.
MEDITACIÓN SOBRE LAS LAGRIMAS DE SANTA MARÍA MAGDALENA
I. Las primeras lágrimas de Magdalena fueron lágrimas de contrición. Impelida por el dolor de haber ofendido a Dios, busca a Nuestro Señor, lo encuentra en la casa del fariseo y en ella hace una confesión pública de sus pecados. A partir de ese instante renuncia a sus criminales placeres y cambia de vida. ¡Dichosas lágrimas, que borrasteis los pecados de Magdalena! Ojos míos, ¿cuándo lloraréis los desórdenes de mi juventud? ¿Por qué retardar mi conversión? Mundo, placeres, honores, os dejo para siempre: dejad me en adelante llorar mis pecados, ¡dejad me un instante a fin de que gima! (Job).
II. Magdalena vertió lágrimas de compasión cuando vio a Jesús en manos de los verdugos. Lo acompañó hasta el Calvario; se mantuvo al pie de la cruz y mezcló su llanto con la Sangre adorable de Jesús. Nosotros vemos todos los días a nuestro di- vino Salvador clavado en la cruz, todos los días meditamos sobre su Pasión; ¿por qué, pues, nuestro corazón permanece insensible ante sus sufrimientos? ¿Por qué nuestros ojos no vierten lágrimas? ¡Ah! es porque no tenemos por Jesús el mismo amor que Magdalena. La fe de esta mujer fue grande, su amor ardiente, su arrepentimiento sincero. (San Lorenzo Justiniano) .
III. El deseo de ver a Jesús, después de su resurrección, le hizo bañar en lágrimas la tumba del divino Maestro. El deseo de contemplarlo en el cielo la hizo suspirar y gemir en la gruta a la que se había retirado. Llora ella noche y día porque su exilio se prolonga, y no se le permite unirse a su Bienamado. Viértense lágrimas por una bagatela; mas, ¿quién llora de haber perdido a Jesús? ¿Quién llora por su extravío?
La penitencia Orad por la conversión de los pecadores.
ORACIÓN
Oh Dios, que al ruego de la bienaventurada María Magdalena habéis resucitado a su hermano Lázaro, muerto hacía ya cuatro días, haced que experimentemos los efectos de su poderosa intercesión. Vos que, siendo Dios, vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.
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22 de julio SAN JOSÉ DE PALESTINA * (356 d. C.)
Después de la destrucción de Jerusalén, los judíos eligieron entre sus principales maestros a uno, a quien dieron el título de Patriarca o "Príncipe en el cautiverio." El más célebre de dichos personajes fue el rabí Hilel (a quien no hay que confundir con el rabí Hilel del que habla el Talmud). Era éste un hombre muy erudito, que fundó la escuela bíblica de Tiberíades y fue su mayor gala. Poco antes de morir, Hilel mandó llamar a un obispo cristiano, el cual, disfrazado de médico, mandó traer agua al cuarto del rabí y le bautizó. Hilel murió, pues, cristiano. José, uno de sus discípulos y su confidente, presenció el bautismo. Junto con los libros de Hilel, José recibió el cuidado del hijo de éste. San Epifanio, el biógrafo de José, dice a propósito del hijo de Hilel: "Se llamaba Judas, según creo; pero hace tanto tiempo que me dijeron su nombre, que no estoy seguro." Entre los libros de Hilel había varias obras cristianas, cuya lectura impresionó mucho a José. Sin embargo, estaba todavía lejos de convertirse, aunque de cuando en cuando se sentía ya inclinado a abrazar el cristianismo. Una de las cosas que mayor bien le hicieron, fue el ejemplo de una joven cristiana a quien el hijo de Hilel no logró seducir ni siquiera empleando las artes mágicas. José soñó una noche que se le aparecía Cristo y le decía: "Yo soy Jesús, a quien tus padres crucificaron. Cree en mí." Valiéndose del nombre del Señor, José exorcizó a un poseso, el cual quedó instantáneamente curado. Esto acabó de convencerle de la verdad del cristianismo, pero no hizo nada por recibir el bautismo y aun aceptó el cargo de jefe de la sinagoga en Tarso. Naturalmente, su posición ambigua le hacía muy desdichado; por otra parte, los judíos, que ya estaban insatisfechos de su conducta y sospechaban de él, le sorprendieron cuando leía el Evangelio. Entonces le golpearon y le arrojaron al río Cidno. Los malos tratos abrieron su corazón a la gracia y, por fin, recibió el bautismo.
Constantino el grande le otorgó el título de conde (por lo cual se le llama algunas veces "el conde José"), con autoridad para construir iglesias en el territorio de Galilea, pero particularmente en las ciudades judías. Se cuenta que los judíos se valieron de todos los medios para estorbar su trabajo; en cierta ocasión, apagaron los hornos de ladrillo, pero José hizo la señal de la cruz sobre un balde de agua, la vertió en un horno y, al punto, se reavivó el fuego. Más tarde, José abandonó Tiberíades y se fue a vivir a Escitópolis (Betsán) donde dio asilo, en 335, a San Eusebio de Vercelli, quien había sido desterrado por los arríanos. También hospedó a otros siervos de Dios, entre los que se contaba San Epifanio, a quien narró todos los detalles que relatamos aquí. José tenía entonces setenta años, y falleció poco después, hacia el año 356. Hay que advertir que, si bien Baronio incluyó el nombre de José en el Martirologio Romano, no parece que se le haya rendido culto litúrgico en ningún país del mundo, ni siquiera en el sitio en el que vivió.
Ver Acta Sanctorum, julio, vol. V, donde hay una traducción latina del texto de San Epifanio.
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22 de julio SAN WANDREGESILO o WUANDRILO * Abad (668 d. C.)
Wandregesilo nació en las cercanías de Verdún, a fines del siglo VI o a principios del VII. Era pariente del Beato Pepino de Landen, predecesor de la dinastía carolingia. Sus padres le educaron piadosa y sobriamente, y en la escuela aprendió los rudimentos de las ciencias profanas. Los nobles de aquella época sólo podían hacer carrera en la corte, de suerte que Wandregesilo fue enviado a la corte de Austrasia, en cuanto tuvo edad suficiente para ello. Ahí contrajo matrimonio por complacer a sus padres, aunque personalmente no lo deseaba, pues desde tiempo atrás tenía la intención de abrazar la vida religiosa. Felizmente, los deseos de su esposa concordaban con los suyos, de suerte que vivieron juntos como hermano y hermana (aunque también se cuenta que fueron los padres de Santa Landrada). Cuando Wandregesilo puso en orden todos sus asuntos seculares, ambos se retiraron a la vida religiosa, el año 628. El rey Dagoberto no dejó de oponerse a ello, ya que no quería perder a un servidor tan eficaz y de tanta confianza. Wandregesilo comenzó por quedar bajo la dirección de San Baudry de Montfaugon, cerca de Verdún; pero a los pocos meses, comprendió que debía retirarse durante algún tiempo a la soledad. Así pues, se construyó una choza en los bosques, a orillas del río Doubs, cerca de Saint-Ursanne, en el Jura, donde pasó seis años. Su modo de vida y las penitencias que practicaba recuerdan mucho la disciplina de los monjes de Irlanda, ya que sólo comía dos veces por semana, dormía una o dos horas diarias y rezaba el oficio descalzo sobre el suelo helado. Por ello, se ha dicho que San Wandregesilo estaba bajo la influencia de San Columbano; tal hipótesis es bastante verosímil, puesto que San Ursicino, uno de los discípulos de San Columbano, había santificado con su vida y su muerte el sitio en el que habitaba entonces San Wandregesilo y éste proyectó, en una época, un viaje a Irlanda. Abandonando a los discípulos que se habían congregado a su derredor, el santo pasó algún tiempo en la abadía de San Columbano en Bobbio y después se trasladó a la abadía de Romain-Moütier. Ahí permaneció diez años, hasta perfeccionarse en las reglas y prácticas de la vida cenobítica. El arzobispo de Rouen, San Ouén, en cuya diócesis trabajó algún tiempo Wandregesilo, le confirió las órdenes sagradas.
Una vez que Dios formó así perfectamente a su instrumento, le dio a entender que había llegado el momento de emprender la gran obra de su vida, o sea la fundación de la abadía de Fontenelle, en las cercanías de Caudebec-en-Caux. Pronto se unieron a Wandregesilo numerosos discípulos. El año 657, San Ouén consagró a San Pedro la iglesia de la nueva abadía. Fontenelle fue uno de los monasterios más característicos de la Edad Media, ya que era a la vez hogar de ascetas, centro misional y escuela de artes y letras. San Wandregesilo se preocupó particularmente por el bienestar de los habitantes de los alrededores; no contento con encargarse de la instrucción de las personas que trabajaban en las dependencias del monasterio, que eran muy numerosas, extendió su celo a toda la región de Caux, donde había todavía muchos paganos. La bondad del santo ablandó y transformó a muchas almas; su humildad atrajo aun a los más renuentes y su predicación obró numerosas conversiones.
En julio del año 668, Wandregesilo tuvo que guardar cama a causa de una ligera indisposición. Entonces, fue arrebatado en éxtasis y comprendió que su muerte estaba próxima. En cuanto volvió en sí, reunió a sus monjes y les dijo: "Quedad tranquilos. Si permanecéis fieles a mis enseñanzas y recordáis lo que os he predicado, si estrecháis entre vosotros los lazos de unidad, amor y humildad y no dejáis que la discordia se introduzca entre vosotros, el monasterio prosperará. El Señor estará siempre entre vosotros y os reconfortará y ayudará en todo."
En Acta Sanctorum, julio, vol. V, pueden verse las dos biografías que se conservan; pero sólo la primera de ellas, escrita en latín bárbaro por un monje de Fontenelle hacia el año 700, tiene algún valor histórico. B. Krusch hizo una edición crítica de dicha biografía, en MGH., Scriptores Merov., vol. V, pp. 1-24. La otra biografía, que data de mediados del siglo X, carece de valor. Muchos de los relatos populares que corren sobre San Wandregesilo se basan en la segunda biografía y son por consiguiente falsos. Esto se aplica en particular a la biografía que publicó Dom Besse en la colección Les Saints. Véase también Gesta sanct. patrum Fontanellensis coenobii, ed. Lohier-Laporte (1936), pp. 1-14.
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