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23 de julio SAN APOLINARIO DE RAVENA,* Obispo y Mártir
Vosotros, hermanos míos, corregid a los inquietos, consolad a los pusilánimes, sostened a los débiles, sed pacientes con todos. (1 Tesalonicenses, 5, 14).
San Apolinario fue consagrado obispo por San Pedro, cuyo discípulo era, y enviado a Ravena para predicar allí el Evangelio. Sanó a muchos enfermos y convirtió a gran número de paganos. El demonio excitó contra él a los sacerdotes de los ídolos, que lo hicieron echar de la ciudad. Volvió a Ravena y ocultóse en ella durante largo tiempo, menos por evitar el martirio que para instruir a sus neófitos y confirmarlos en la fe.
MEDITACIÓN SOBRE LA CARIDAD PARA CON EL PRÓJIMO
I. Corrige a los que se desordenan en sus costumbres o en sus palabras. Si son tus inferiores, es un deber de justicia, y serás castigado si faltas a ella. Si son tus iguales, también a ello te obliga la caridad todas las veces que lo puedas hacer prudentemente. Cuando hayas advertido a tu hermano, deja que Dios haga el resto; reza por él, y, suceda lo que suceda, no te inquietes. Reprueba a tus iguales, suplica a los ancianos, reprende a los jóvenes. (San Agustín).
II. Consuela a los que están afligidos, compadeciendo sus sufrimientos y poniéndoles remedio; es éste un acto de caridad que tendrás todos los días ocasión de realizar respecto de los enfermos, los pobres, tus vecinos y, a menudo, en tu misma casa. Esta compasión no te hará más pobre y te procurará muchos méritos. Teme afligir a alguien, sea quien sea, y consuela siempre a todos los que te consultan en sus penas. La amistad exige que prestes servicios a tus amigos, y la caridad te obliga a proceder lo mismo con tu prójimo.
III. Sé paciente con todo el mundo. Los hombres te proporcionarán numerosas ocasiones de ejercitar la paciencia, unos por malicia, otros con buena intención; aprovecha todas esas ocasiones, son preciosas. El avaro no inquiere de qué mina ha sido extraído el oro que se le da; no te afanes por saber de dónde provienen esas pruebas tan fecundas en méritos: conténtate con aprovecharlas, y sabe que, si mucho hay que sufrir en esta vida, la paciencia es un remedio para todos los males.
La paciencia Orad por las almas del Purgatorio.
ORACIÓN
Oh Dios, remunerador de las almas fieles, que habéis consagrado este día por el martirio del bienaventurado Apolinario, vuestro pontífice, haced, os lo imploramos, que la intercesión de aquél cuya solemnidad celebramos, nos obtenga el perdón de nuestras faltas. Por J. C. N. S. Amén.
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23 de julio SAN LIBORIO, Obispo
Un cristiano fiel, iluminado por los rayos de la gracia al igual que un cristal, deberá iluminar a los demás con sus palabras y acciones, con la luz del buen ejemplo. (San Antonio de Padua).
A San Liborio, por lo general se lo considera el cuarto Obispo de Le Mans, Francia, pero es difícil determinar exactamente la época en que ejerció este ministerio. Lo que sí se sabe, es que fue alrededor del 380, y que estuvo en él durante 49 años. En algunos documentos se cuenta que uno de sus sucesores, el Obispo Aldrico, al consagrar la catedral (el 21 de junio de 835) quiso que uno de loa altares fuera dedicado al santo del lugar: Liborio. En el año 836, el Obispo de Paderborn envió una delegación a Le Mans para conseguir alguna reliquia del Santo por haber tenido noticias de sus milagros. Entre las dos Diócesis se estableció una suerte de "Fraternidad" por la cual San Liborio se convirtió también en Patrono de Paderborn. En el Martirologio Romano la fiesta del santo figura como el 23 de julio. Es el protector de los enfermos de cálculos renales y sus imágenes suelen representarlo como un anciano obispo, dándole como atributo identificatorio unas pequeñas piedras en recuerdo del legendario milagro producido durante la traslación de las reliquias Su culto se difundió mucho en Francia, Alemania, España e Italia.
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23 de julio SAN JUAN CASIANO * Abad (433 d. C.)
El patriarca de la vida monástica, a quien se llama simplemente Casiano, nació hacia el año 360, probablemente en Dobruja, ciudad de Rumania. No es imposible que haya luchado contra los godos en la batalla de Andrinópolis. Alrededor del año 380, partió con un amigo suyo llamado Germán, a visitar los Santos Lugares. Ambos se hicieron monjes en Belén. Pero en aquella época, el centro de la vida contemplativa era Egipto. Así pues, los dos amigos se trasladaron allá y visitaron uno a uno en la soledad a los famosos santos varones "que estaban llamados a desempeñar una alta misión en el mundo: no sólo la de orar por él, sino la de edificar e instruir a las generaciones futuras" (Ullathorne). Durante algún tiempo, Casiano y Germán llevaron vida eremítica bajo la dirección de Arquebio. Después, Casiano se trasladó al desierto de Esquela para hablar con los anacoretas que habitaban en cuevas excavadas en la ardiente roca y para vivir en los "cenobios" o monasterios de los monjes. No sabemos por qué razón, Casiano emigró a Constantinopla hacia el año 400. Ahí fue discípulo de San Juan Crisóstomo, quien le confirió el diaconado. Cuando se depuso al gran santo, contra todas las leyes canónicas y contra toda justicia, Casiano fue uno de los legados enviados a Roma para defender la causa del arzobispo ante el Papa San Inocencio I. Tal vez en Roma recibió la ordenación sacerdotal, pero no volvemos a saber nada de él hasta que le encontramos en Marsella, varios años después.
Ahí fundó Casiano dos monasterios: uno para monjes, en el sitio en que había sido sepultado el mártir San Víctor, y otro para religiosas. Casiano y sus monasterios habían de irradiar en el sur de la Galia el espíritu y el ideal ascético de Egipto. Para guía e instrucción de sus discípulos, Casiano compuso sus "Conferencias" o "Colaciones" y las "Reglas de la vida monástica." Ambas obras estaban destinadas a ejercer una influencia inmensamente mayor de lo que su autor pudo sospechar. En efecto, San Benito las recomendó, junto con las "Vitae Patrum" y la Regla de San Basilio, como la mejor lectura que sus monjes podían hacer después de la Biblia. También es sensible la influencia de Casiano en la Regla de San Benito y en su espiritualidad, de suerte que puede decirse que Casiano influenció a la cristiandad entera a través de San Benito. En los cuatro primeros libros de las "Reglas de la vida monástica" describe la forma de vida que deben llevar los monjes; el resto de la obra está consagrado a las virtudes que deben tratar de adquirir y a los pecados mortales en los que más peligro tienen dé caer. Casiano dice en el prefacio de dicha obra: "No voy a describir milagros y prodigios ni a contar anécdotas. Porque, aunque mis mayores me contaron muchas cosas increíbles y aunque me ha sido dado presenciar algunas con mis propios ojos, el repetirlas produce simplemente asombro en el lector, pero no contribuye a instruirle en el camino de la perfección." Tal sobriedad es característica de Casiano.
Es curioso que el Martirologio Romano no mencione a Casiano. Sin duda que Baronio no quiso incluirle en él, porque en su época se le consideraba como el iniciador y el principal exponente de las enseñanzas que ahora se conocen con el nombre de semipelagianismo. Casiano expuso su teoría en su tratado "Acerca de la Reprobación y de la Gracia", en el curso de una controversia acerca de San Agustín; basándose en dicho tratado, se puede tachar a Casiano de "anti-agustinista", pero no de semipelagiano. El santo pasó todo el resto de su vida en Marsella, donde murió hacia el año 433. Los bizantinos celebran su fiesta el 29 de febrero.
No existe ninguna biografía contemporánea de Casiano; pero en Acta Sanctorum, julio, vol. V, se encontrarán muchos documentos referentes a él. Véase también la introducción a la edición de sus obras, hecha por Petschening, en el Corpus script. eccl lat. de Viena. E. C. S. Gibson tradujo al inglés las obras de Casiano (1894). Muchos de los autores que escriben sobre los orígenes del monaquismo aluden frecuentemente a Casiano; por ejemplo, Herwegen, Albers y C. Butler. En los últimos años, se ha escrito mucho sobre el santo: cf. L. Cristiani, Cassien (2 vols., 1946), y la obra de O. Chadwick, John Cassian (1950), que es todavía mejor que la anterior desde el punto de vista biográfico y contiene una bibliografía muy completa; DHG., vol. XI.
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23 de julio SANTA ANA o SUSANA * Virgen (918 d. C.)
Ana, llamada también Susana, nació en Constantinopla hacia el año 840. Su padre murió cuando ella era todavía pequeña. Su madre la educó cuidadosamente con la cuantiosa fortuna que había heredado. Como era rica y hermosa, no le faltaron proposiciones de matrimonio, pero Ana las rechazó todas. El emperador Basilio de Macedonia apoyaba a uno de los pretendientes, pero como Ana se negase a contraer matrimonio con él, Basilio la sometió a persecuciones y malos tratos. La santa, que hasta entonces había llevado vida monástica en el mundo, huyó a la colina de Epiro, en la isla Léucade, donde pasó el resto de su vida en la soledad. Al llegar ahí tenía unos veintiocho años y murió a los setenta y ocho de edad. Mucho tiempo después, a raíz de varias curaciones milagrosas y, sobre todo, de algunas liberaciones de posesión diabólica, se procedió a desenterrar las reliquias; el cuerpo de la santa estaba perfectamente conservado y despedía un suave olor. Desde entonces, los griegos empezaron a profesar gran veneración a Santa Ana.
Es interesante notar que la isla Léucade se conoce ahora con el nombre de Santa Maura. Era ésta una virgen que dio la vida por la causa de la fe. Lo único que sabemos acerca de ella es que los cristianos le profesaban tal devoción, que el emperador Juliano el Apóstata, para acabar con ella, inventó la fábula de que se trataba simplemente de una desviación del culto de Afrodita. El Martirologio Romano menciona a Santa Maura el 30 de noviembre y sitúa su martirio en Constantinopla. El nombre de Santa Ana no figura en dicho Martirologio.
Ver Acta Sanctorum, julio, vol. V. Martynov, en Annus Eclesiasticus Graeco-Slavicus (Acta Sanctorum, oct., vol. XI), hace notar que en algunos sinaxarios se llama a esta santa, Susana y no Ana.
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23 de julio SANTOS MELCHOR, GASPAR y BALTASAR * Reyes Magos (Siglo I)
En el Evangelio no se dice que los magos o sabios de oriente hayan sido tres; pero la tradición que lo afirma es muy antigua y se funda sin duda en las tres clases de dones que el Evangelio menciona. Algunos de los frescos más antiguos de las catacumbas, representan a tres reyes, pero otros representan a dos, cuatro y aun seis magos, probablemente por motivos artísticos. Algunos de los Padres, como Orígenes (Hom. in Genesim 16:3), San Máximo de Turín y San León consideran como cosa probada que los magos eran tres. Tal vez en la determinación de este número influyó también el hecho de que frecuentemente se compara o se contrapone a los magos con los tres jóvenes que cantaron las alabanzas de Dios en el horno en llamas, a que se refiere el Antiguo Testamento.
En los frescos de las catacumbas, así como en los más antiguos grabados de los sarcófagos, se representa siempre a los magos con gorros frigios. La idea de que eran reyes se divulgó posteriormente y es posible que se originase en el salmo 71:10: "Los reyes de Tarsis y de las islas ofrecerán presentes; los reyes de Arabia y de Saba llevarán regalos." Según parece, San Cesario de Arles, que murió en el año 543, fue el primero en citar dicho salmo a este propósito (Migne, PL., vol. XXXIX, c. 2018) y, a partir del siglo VIII, los magos aparecen en todas las representaciones con la corona real.
Más tarde, el pueblo cristiano dio nombres propios a cada uno de los tres. Un manuscrito de París, que data del siglo VIII, les llama "Bithisarea, Melchior y Gathaspa." En una miniatura del Codex Egberti (c. 990) aparecen dos nombres: "Pudizar" y "Melchias." A pesar de estas ligeras divergencias, no cabe duda de que de ahí se derivaron los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar. En las pinturas posteriores de la Edad Media, uno de los magos es casi siempre un joven, otro de edad madura y el tercero muy anciano. La costumbre de representar a uno de los magos como hombre de la raza negra, data del siglo XV.
Según la leyenda, los restos de los magos reposan en la catedral de Colonia, en una capilla que constituye uno de los más bellos ejemplos del primor con que se trabajaba el metal en la Edad Media. No hay razón para dudar de que dichas reliquias sean las que fueron trasladadas en 1164, de 1a basílica de San Eustorgio, en Milán, después de que Federico Barbarroja las regaló al arzobispo de Colonia. Pero la historia anterior de las reliquias es menos clara, por más que ya en el siglo IX, se las consideraba en Milán como las de los Reyes Magos. Se cuenta que habían sido transportadas de Constantinopla a Milán, probablemente en la época del emperador Zenón (474-491); pero ignoramos cómo se identificó a dichas reliquias con las de los magos y cómo fueron a dar a Constantinopla. Es indiscutible que en la Edad Media el culto de los magos era muy popular, sobre todo en Alemania. A su desarrollo contribuyeron las peregrinaciones a la catedral de Colonia y los "misterios" medievales, en donde los magos ocupaban un papel muy importante. Con frecuencia se les veneraba como los patronos de los viajeros.
Véase Hugo Kehrer, Die heiligen Drei Könige, en Literatur und Kunst (2 vols., 1909); Kraus, Geschichte der christl. Kunst, vol. I, p. 151, y otros muchos pasajes; H. Detzel, Christliche Ikonographie (1896), vol. II, pp. 473-475; y G. Messina, I Magi a Betlemme (1933).
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23 de julio SANTAS RÓMULA y COMPAÑERAS * (REDENTA y HERUNDINA) Virgenes (Siglo VI)
El 23 de julio, el Martirologio Romano menciona a "las santas vírgenes Rómula, Rédenla y Herundina, acerca de las cuales escribió el Papa San Gregorio." Santa Herundina inició a Santa Rédenla en la práctica de las virtudes y de la vida eremítica. Más tarde, Redenta se retiró a las colinas de Palestrina, con Santa Rómula y otra mujer, para establecerse hacia el año 575, en una casita próxima a la iglesia de Santa María la Mayor. San Gregorio, quien las conoció personalmente, cuenta que daban ejemplo de humildad y obediencia perfectas y que casi no abrían la boca más que para orar. Durante los últimos años de su vida, Rómula estuvo paralítica en el lecho, pero supo aprovechar bien su enfermedad, ya que jamás se quejaba y vivía con la mente fija en Dios, apartada de todas las distracciones del mundo. Aunque era bastante más joven que Redenta, Rómula murió antes, seguramente a causa de esa enfermedad. Una noche, Rómula y su oirá compañera oyeron gritar a Santa Redenta; al punió acudieron y encontraron su habitación llena de una luz maravillosa y oyeron voces como de una muchedumbre que se acercaba. Al verlas tan asustadas, Rómula las tranquilizó: "No temáis", les dijo, "todavía no ha llegado la hora de mi muerte." Tres noches después, las llamó de nuevo y les pidió que le llevasen el viático. Apenas acababa de recibirlo, se oyó una música celestial, como si los ángeles estuviesen cantando junto a la puerta en coros alternados. Así murió Rómula y los cantos se apagaron poco a poco, como si los ángeles se alejaran con el alma de la santa hacia el Paraíso.
Ver los Diálogos de San Gregorio, lib. IV, c. 15; y Homilías, 40, c. II.
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