Padre Nuestro
y Padre de todos los que buscan y de los que no te buscan, de los que van a Ti y de los que de Ti se apartan, de todos, porque a todos envuelves con tu amor.
Que estás en el cielo
y en la Tierra en que nacimos y morimos, reímos y lloramos, en la que amamos y odiamos.
Santificado sea tu nombre
en el florecer del árbol y en la risa de las personas, en el trabajo y en la fiesta de nuestra vida, en la lucha por la justicia y libertad.
Venga tu Reino
hoy y mañana, amanezca en las tinieblas de la sociedad y de nuestros corazones, para que se abran los caminos hacia una nueva humanidad.
Hágase tu voluntad
en nosotros y por nosotras, para alabanza tuya y bien de la humanidad.
Así en la Tierra como en el Cielo
tu voluntad de establecer justicia y crear paz, y llevar los unos la carga de los otros.
Danos hoy nuestro pan de cada día
y a todos los que sufren hambre.
Y perdona nuestras deudas,
la de encerrarnos en nuestros egoísmos sin pensar en otros, y las de vivir con tanta frecuencia sin pensar siquiera en Ti.
Como nosotros perdonamos a nuestros deudores
lo que tanto nos cuesta y casi nos parece imposible.
Y no nos dejes caer en la tentación
de sentirnos por encima y de querer tener más que otros, y de medir todo con la vara del propio interés.
Mas líbranos del Mal
para que siempre vueltos a Ti, recibamos de tu rostro la bondad, la alegría de vivir, la gracia que Tu nos das en tu Hijo Jesucristo.
Porque tuyo es el Reino, el Poder y la Gloria. Por todos los siglos.
Amén.
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