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San Esteban, Rey de Hungría
San Antonino o Antolín, Mártir
San Brocardo, Confesor
San Agrícola, Obispo de Aviñón
San Castor, Obispo de Apt
San Guillermo, Obispo de Roskilde
Santa Margarita de Lovaina, Virgen y Mártir
San Justo, Obispo de Lyón
San Elpidio, Obispo de Lyón
San Elpidio, Abad
San Nonnoso, Abad
Beato Gil de Cayaso, Monje
Beato Bartolomé Gutiérrez, Presbítero y Mártir
Mártires de Septiembre
Beato Apolinario de Posat, Mártir
Beatos Juan de Lau, Obispo de Arlés (Mártires de Septiembre)
Beato Francisco José de La Rochefoucauld-Maumont, Obispo de Beauvais (Mártires de Septiembre)
Beato Pierre Louis de La Rochefoucauld-Bayers, Obispo de Saintes, (Mártires de Septiembre)
Beato Juan Francisco Burté, Franciscano (Mártires de Septiembre)
Beato Alejandro Lenfant, (Mártires de Septiembre)
Beato Carlos de la Calmette, Conde de Valfons
Beato Jacobo Galais, (Mártires de Septiembre)
Beato Jacobo Friteyre-Durvé, (Mártires de Septiembre)
Beato Juan Guilleminet, (Mártires de Septiembre)
Beatos Agustín Chevreux, (Mártires de Septiembre)
Beato Francisco Luis Hebert, (Mártires de Septiembre)
Beato Pedro Guérin du Rocher, (Mártires de Septiembre)
Beato Roberto du Rocher, (Mártires de Septiembre)
Beato Luis José François, (Mártires de Septiembre)
Beato Enrique Guyer, (Mártires de Septiembre)
Beato Yyves Guillon de Keranrun, (Mártires de Septiembre)
Beato Renato Massey y Luis Barreau de la Touche, (Mártires de Septiembre)
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BEATOS RENATO MASSEY y LUIS BARREAU DE LA TOUCHE
Monjes de la Congregación de San Mauro, martirizados durante la Revolución francesa, París. 1794.
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2 de septiembre LOS MÁRTIRES DE SEPTIEMBRE*
No cabe la menor duda de que en el tiempo de la Revolución Francesa, existían en la iglesia de Francia situaciones y condiciones que, para decirlo con la mayor suavidad posible, eran lamentables: los obispos y otros clérigos de alta jerarquía eran mundanos y ambiciosos, indiferentes a los sufrimientos del pueblo; se contaban por centenares los párrocos y rectores ignorantes, egoístas y débiles que, a la hora de la prueba, no titubearon en pronunciar un juramento y aceptar una constitución que habían condenado la Santa Sede y sus propios obispos. Eso, por el lado del clero, porque por parte de los laicos casi todos eran indiferentes o abiertamente hostiles a la religión. El reverso de la medalla podía encontrarse en un reducido grupo de sacerdotes locales e inmigrados y de gente que colaboraba con ellos para la causa de la emancipación católica, y a los que no podemos dejar de sumar a los cientos que dieron sus vidas antes que cooperar con las fuerzas antirreligiosas. En este último grupo se encontraban los mártires que murieron en París el 2 y el 3 de septiembre de 1792. En el año 1790, la Asamblea Constituyente aprobó la constitución civil para los clérigos, condenada inmediatamente por la jerarquía, como ilegal. Todos los diocesanos, a excepción de cuatro, así como la mayoría del clero urbano, se negaron a prestar el juramento que les imponía la nueva constitución. Al año siguiente, el Papa Pío VI confirmó la condena a la constitución, a la que calificó de "hereje, contraria a las enseñanzas católicas, sacrílega y contraria a los derechos de la Iglesia". A fines de agosto de 1792, los revolucionarios en toda Francia se enfurecieron por el levantamiento de los campesinos en La Vendée y los éxitos de las armas de Prusia, Austria y Suecia, en Longwy. Inflamados por los fogosos discursos contra los realistas y el clero, unos mil quinientos hombres de iglesia, laicos, mujeres y niños, perecieron en una matanza gigantesca. Ciento noventa y una de estas víctimas fueron beatificadas mártires en 1926.
En las primeras horas de la tarde del 2 de septiembre, varios cientos de rebeldes atacaron la "Abbaye", el antiguo monasterio donde los sacerdotes, los soldados leales y algunas otras personas se hallaban prisioneros. La horda de maleantes, con un rufián llamado Maillard a la cabeza, exigieron a numerosos sacerdotes que pronunciaran el juramento constitucional; todos se negaron y fueron muertos ahí mismo. Después se formó un tribunal para condenar al resto los prisioneros en masa. Entre este segundo grupo de mártires, se hallaba el ex-jesuíta (la Compañía de Jesús se encontraba suprimida por entonces) el Beato Alejandro Lenfant. Había sido confesor del rey y un fiel amigo de la familia real en desgracia. Eso bastó para que, no obstante los esfuerzos de un sacerdote apóstata, fuese condenado y martirizado. Monseñor de Salomon nos dice en sus memorias que observó al padre Lenfant cuando escuchaba serenamente la confesión de otro sacerdote, minutos antes de que el confesor y el penitente fueran arrastrados al lugar de su ejecución.
El alcalde de París enardeció con vino y alentó con propinas a un grupo de pilluelos y vagabundos para que atacaran la iglesia de los carmelitas en la "Rue de Rennes". Ahí se hallaban presos más de ciento cincuenta eclesiásticos y un laico, el Beato Carlos de la Calmette, conde de Valfons, un oficial de caballería que había acompañado voluntariamente al cura de su parroquia a la prisión cuando se lo llevaron preso. Aquélla compañía de valientes hidalgos encabezada por el beato Juan María de Lau, arzobispo de Arles, por el el Beato Francisco José de La Rochefoucaluld, obispo de Beauvais y su hermano el Beato Pedro Louis, obispo de Saintes, llevaba en la prisión una vida de regularidad monástica y no cesaba de asombrar a sus carceleros por su alegría y su buen humor. Era una sombría tarde de domingo, con ráfagas de vientos helados y amenaza de tempestad; a los prisioneros se les había permitido tomar el aire en el jardín y los obispos y otros clérigos rezaban las vísperas en la capilla, cuando la horda de asesinos irrumpió en el jardín y mató a puñaladas al primer sacerdote que se cruzó en su camino. Al ruido del tumulto, Monseñor de Lau salió tranquilamente de la capilla. "¿Eres tú el arzobispo?", le preguntó alguno de los rufianes. "Si, señores. Yo soy el arzobispo". Fue derribado con un golpe de espada sobre el hombro y, ya en el suelo, se le atravesó el pecho de parte a parte con una pica. Entre aullidos de excitación, horror y salvajismo, comenzaron a tronar las salvas de los disparos; las balas cayeron en lluvia cerrada; la pierna del obispo de Beauvais quedó destrozada. En un instante algunos murieron y otros cayeron heridos.
Pero el fuego cesó súbitamente. Los franceses tienen el sentido del orden y, tal vez, aquélla matanza les pareció desordenada. Por lo tanto, se procedió al nombramiento de un "juez" que instaló su tribunal en el pasillo entre la iglesia y la sacristía. Los acusados comparecían ante él de dos en dos. Con ambas manos, el "juez" les presentaba sendos pliegos con el juramento constitucional para que lo prestaran; pero todos lo rechazaron sin la más mínima vacilación. Entonces, la pareja de condenados descendía por la estrecha escalera que conducía al exterior y, al salir, la muchedumbre desaforada los hacían pedazos. En el pasillo el juez gritó el nombre del obispo de Bauvais; desde el rincón donde yacía, inmovilizado, repuso: "No me niego a morir con los demás, pero no puedo andar. Ruego a vuestra señoría que tenga a bien mandar que me lleven a donde deba de ir". No podía haberse hecho una demostración más clara de aquélla monstruosa injusticia que la réplica breve y cortés del obispo. Pero no le salvó la vida, aunque ninguno de los verdugos se atrevió decir palabra cuando dos hombres le cargaron en vilo y lo llevaron ante el juez para que rechazara el juramento constitucional. El Beato Jacobo Galais, quien estaba a cargo de la cocina para los prisioneros, le entregó al juez trescientos veinticinco francos que le debía al carnicero, porque no quería llegar al cielo con aquella deuda. el Beato Jacobo Friteyre-Durvé, ex-jesuíta, fue apuñalado por un vecino suyo a quien conocía desde que eran pequeños; otros tres ex-jesuítas y cuatro sacerdotes seglares eran ancianos sacados de una casa de descanso en Issy para ser encerrados en la iglesia de los carmelitas; el conde de Valfon y su confesor, el Beato Juan Guilleminet, murieron uno junto al otro; y así, todos perecieron hasta no quedar ninguno. A estos mártires se les les llama "des Carmes" por el lugar donde padecieron. Ahí mismo había otras cuarenta personas, más o menos, que conservaron la vida gracias a que no fueron vistas pudieron escapar en las narices de guardias complacientes o compadecidos. Entre las víctimas se hallaba también el Beato Ambrosio Agustín Chevreux, superior general de los benedictinos mauristas y otros dos monjes; el Beato Francisco Luis Hebert, confesor de Luis XVI; tres franciscanos, catorce ex-jesuitas, seis vicarios generales diocesanos, treinta y ocho estudiantes o ex-alumnos del seminario de San Sulpicio, tres diáconos, un acólito y un hermano maestro. Los cadáveres fueron enterrados en una fosa común del río de Veaugirard, aunque muchos fueron arrojados también a un pozo en el jardín de la iglesia del Carmen.
El 3 de septiembre, la horda de asesinos irrumpió en el seminario lazarista de Fermín, convertido también en prisión, donde su primera víctima fue el Beato Pedro Guérin du Rocher, un ex-jesuíta de sesenta años. Se le pidió que eligiera entre el juramento y la muerte y, tan pronto como rehusó someterse a la constitución, fue arrojado por la ventana más próxima y, al caer en el patio, fue acribillado a puñaladas. Su hermano, el Beato Roberto du Rocher, fue también una de las víctimas, y hubo otros tres ex-jesuítas entre los noventa clérigos que se hallaban presos ahí, de los cuales sólo cuatro escaparon con vida. El superior del seminario era el Beato Luis José François. En su capacidad de gobernante, había avisado a su comunidad que el juramento era ilegal para los clérigos. Era un hombre de tanta fama por su bondad y tan querido en París que, a pesar de los riesgos, un oficial del ejército le advirtió el peligro que corría y se ofreció a ayudarle a escapar. Por supuesto, se negó a abandonar a sus compañeros de prisión, muchos de los cuales habían llegado voluntariamente a San Fermín, confiados en salvarse. Entre los que murieron con él se hallaban el Beato Enrique Guyer y otros lazaristas; el Beato Yyves Guillon de Keranrun, vicecanciller de la Universidad de París, y tres laicos. En la prisión de La Forcé, en la "Rué Saint-Antoine", no quedó ningún sobreviviente para describir los últimos momentos de cualquiera de sus compañeros de infortunio.
El breve de la beatificación, con el registro de cada uno de los nombres de los mártires, se halla impreso en el Acta Apostolicae Sedis, vol. xvm (1926), pp. 415-425. En la mayor parte de las historias sobre la Revolución Francesa se encontrarán relatos sobre la muerte de uno u otro de estos mártires, pero el tema de su martirio se trata detalladamente en distintos libros, como por ejemplo, Les Massacres de Septembre (1907) de Lenotre; '•fassacres de Septembre (1935), de P. Carón; Les Martyrs, vol. xi, de H. Leclercq; y sobrere todo, Histoire Genérale de l'Eglise, vol. VII, de F. Mourret. Hay también libros dedicados a uno de esos mártires en particular o a un grupo de ellos, como la obra de G. Barbotin, Le dernier évéque de Saintes (1927); H. Fouqueray, Un Groupe des Martyrs de Septembre. 23 anciens Jesuites (1927); un libro anónimo: Les Martyrs Franciscains des Carmes (1926). Les B. Martyrs du séminaire
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2 de septiembre
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BEATO BARTOLOMÉ GUTIÉRREZ, Presbítero y Mártir
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Ten cautela en no dejarte abatir por la adversidad ni envanecer por la prosperidad. (Santa Clara)
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Nació en México en 1580. Fue bautizado el 4 de septiembre de 1580 en la Parroquia del Sagrario Metropolitano. Muy joven entró en la Orden de San Agustín. Hizo su profesión religiosa el 1° de junio de 1596. Siguió sus estudios sacerdotales en el convento de Yuriria, centro de estudios floreciente y alejado del bullicio de la capital. Una vez ordenado sacerdote fue trasladado al convento de Puebla. Pidió a sus superiores ser enviado a las misiones de Filipinas. Sus compañeros, en broma, le decían que no podría soportar las penalidades de las misiones, pues era muy obeso. "Tanto mejor -respondía con gracia- así habrá más reliquias para repartir cuando muera mártir; porque algún día iré a Filipinas y de allí a Japón, a morir por la fe de Cristo".
Con Fray Pedro Solís, viajó en 1605 a Manila donde ocupó el puesto de maestro de novicios durante seis años. Por fin, en 1612, se embarcó para Japón. Allí ejerció su ministerio hasta que el emperador Taicosama expulsó a los misioneros. Bartolomé regresó a Manila, pero a petición de sus fieles, al cabo de cinco años pudo volver disfrazado a Japón, donde trabajó quince años. Al fin, traicionado, lo aprehendieron, y después de muy crueles suplicios. Lo hicieron morir a fuego lento en Omura, el 3 de septiembre de 1632. Escribió una narración sobre los mártires de Japón en 1622.
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2 de septiembre BEATO GIL DE CAYASO, Abad (1617 d.C.)
“Cuando alguno se ve particularmente dominado por un defecto, debe armarse sólo contra ese enemigo, y tratar de combatirlo antes que a otros, pues mientras no lo hayamos superado echaremos a perder los frutos de la victoria conseguida sobre los demás” (San Juan Clímaco.)
Monje de San Martín de Castañeda, Bierzo. Fue abad del monasterio, pero renunció presto a su dignidad, retirándose con un hermano suyo al priorato de Cayaso, donde se ocupó muchos años en el ministerio parroquial. Murió hacia 1617.
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2 de septiembre SAN NONOSO, Abad (565 d.C.)
"Preguntas cómo el pan se convierte en el Cuerpo de Cristo y el vino... En Sangre de Cristo. Te respondo: el Espíritu Santo irrumpe y realiza aquello que sobrepasa toda palabra y todo pensamiento". (San Juan Damasceno)
San Nonoso es uno de los santos protectores de la Catedral de Freising.Tuvo que sufrir muchísimo a causa de su abad, vulgar y envidioso, que aprovechaba toda ocasión para maltratarlo o atormentarlo. Soportó todas estas pruebas con máxima humildad, conciente de su consagración al Señor. Cuando a su vez. él fue nombrado abad, fue siempre benévolo y gentil con todos sus monjes. Falleció en el año 565. El Papa San Gregorio Magno, lo recordó especialmente.
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2 de septiembre SAN ELPIDIO, Abad 422 d. C.
"La belleza y el color de las imágenes estimulan mi oración. Es una fiesta para mis ojos, del mismo modo que el espectáculo del campo estimula mi corazón para dar gloria a Dios". (San Juan Damasceno).
Poco se conoce de San Elpidio. Hay mucha confusión a su respecto.. La versión más creíble lo ubica cerca de la gruta de Jericó llevando vida de ermitaño. San Elpidio habría abandonado la vida comunitaria conocida como cenobitismo para llevar una vida solitaria y muy austera. Más tarde el Santo se habría trasladado a Italia para fundar una comunidad de vida monástica, pero no sólo dedicada a la contemplación sino con prédicas entre el pueblo. Otras versiones señalan que el santo sería originario de Italia, donde pasó toda su vida, llevando una vida completamente solitaria de ermitaño. De acuerdo a esta versión gozaba de la simpatía de toda la gente de la zona y por este motivo, existen al sur de Ancona, muchos pueblos que llevan el nombre de este Santo.
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2 de septiembre SAN ELPIDIO, Obispo de Lyon 422 d. C.
"La belleza y el color de las imágenes estimulan mi oración. Es una fiesta para mis ojos, del mismo modo que el espectáculo del campo estimula mi corazón para dar gloria a Dios". (San Juan Damasceno).
San Elpidio sucedió a San Justo en la diócesis de Lyon. Su cuerpo fue enterrado en la Iglesia de los Siete Hermanos Macabeos al lado de su predecesor.
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2 de septiembre SAN JUSTO, Obispo de Lyon 390 d. C.
San Justo, Obispo de Lyon, era un varón de admirable santidad y estaba dotado de espíritu profético. Asistió con otros dos Obispos de las Galias al Concilio de Aquileya el año 381, imperando Graciano. San Ambrosio, que fue el alma de este Concilio, le tenía en alta estima, e hizo de él un acabado elogio; además le dirigió varias epístolas preguntándole la interpretación de algunos lugares de la Escritura Sagrada.
Deseando dedicarse por completo a la vida de oración y penitencia, dejó la bella ciudad de Lyon y se fue al desierto de Egipto a vivir con los demás monjes, ayunando, meditando y haciendo penitencia. Aunque se fue a escondidas sin avisar a nadie, Viator, su secretario, se dio cuenta, lo alcanzó por el camino y logró que lo dejara ir con él.
Se propusieron no decir quienes eran, y así en el monasterio del desierto los trataron como dos extraños ordinarios. Los monjes los hicieron esperar siete días en las afueras del convento aguantando hambre y sed e intemperie, para ver si eran capaces de resistir la vida tan dura de los religiosos del desierto. Luego, viendo que sí tenían la suficiente santidad y el debido aguante, los admitieron allí. Les asignaron celdas separadas y allí se dedicaron a pasar largas horas dedicados a leer, meditar, rezar y trabajar. El obispo Justo tejía canastos y el joven Viator se dedicaba a copiar con su hermosa letra los Libros Sagrados para que leyeran los monjes.
Al cabo de algunos años, llegaron allí unos cristianos de Lyon pidiendo ser admitidos como monjes y con gran asombro reconocieron al obispo y a su secretario. Los monjes se admiraron de que estos dos hombres tan importantes hubieran pasado allí tanto tiempo, desconocidos, haciendo penitencia como unos pobres pecadores.
Al enterarse sus antiguos feligreses de su paradero, enviaron una comisión a buscarlo y lo restituyeron a su sede, que rigió hasta 390.
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2 de septiembre
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SANTA MARGARITA DE LOVAINA, Virgen
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El amor de Dios es el árbol de la vida en medio del paraíso terrenal (Santa Teresa de Jesús).
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Santa Margarita nació en Lovaina, en 1207 y murió en el mismo lugar, en 1225. Muy joven empezó a trabajar como criada en una posada perteneciente a un pariente de nombre Aubert. Aubert y su mujer, vendieron la posada, planeando entrar ambos a la vida religiosa. Margarita pensaba entrar en un convento de monjas Cistercienses. En la última noche en la posada, estando Margarita ausente, entraron unos ladrones, matando a Aubert y a su mujer. Margarita llegó cuando los asaltantes se estaban yendo, y también fue asesinada. Los criminales arrojaron su cuerpo al río Deel. Inicialmente, fue enterrada a orillas del mismo, pero después, su cuerpo fue llevado a la iglesia de San Pedro, en Lovaina. Fue canonizada en 1905. | |
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2 de septiembre SAN GUILLERMO DE ROSKILDE, Obispo y Confesor
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San Guillermo (1016-1035). Viajando a Dinamarca con el Rey Canuto, San Guillermo quedó tan impresionado por la ignorancia, idolatría y superstición que encontró allí, que, decidiendo que era enorme la necesidad de misión de esas tierras, se quedó allí durante el resto de su vida. Por recomendación del Rey Canuto, fue nombrado Obispo de Roskilde.
Vivir en términos de gran amistad con la familia real, no fue tarea fácil para un Obispo que quería seguir los mandatos divinos, pues el sucesor de Canuto, el Rey Sweyn Estridsen, a pesar de algunas buenas cualidades, muchas veces realizaba actos contrarios a las virtudes cristianas.
San Guillermo se las arreglaba para reprender al rey -en una ocasión, hasta arriesgando su propia vida al hacerlo-, sin dejar de gozar de su amistad. Sweyn Estridsen hizo apedrear hasta morir a un grupo de hombres, a quienes, culpables o no, debería habérseles garantizado un juicio justo. Este acto se vio agravado por el hecho de que se llevó a cabo en una iglesia, violando así la inmunidad del santuario. San Guillermo decretó que alguien que hubiera cometido tales actos, no podría recibir los Sacramentos hasta no hacer un acto público de arrepentimiento y penitencia.
El Rey Sweyn fue a la catedral con hombres armados. Guillermo, de pie ante las puertas de la Catedral, armado solamente con su cruz, le prohibió la entrada. Los hombres armados desenvainaron sus espadas, y mientras San Guillermo ofrecía su cuello, listo para morir en defensa de la fe, Sweyn pidió perdón, mostrando verdadero arrepentimiento por su grave pecado.
En su vida privada, el rey trasgredió las leyes morales de la Iglesia, casándose con su propia hijastra. San Guillermo, contando con el público apoyo del Arzobispo de Hamburgo, protestó repetidamente contra este acto. Pero solamente después de haber recibido las censuras tanto del Papa como del Emperador Romano, el rey dejó a su ilegal esposa.
Pese a sus grandes diferencias, San Guillermo y el rey Sweyn se profesaban gran afecto. Sweyn murió primero, en 1070. Mientras su cuerpo era transportado desde su primera sepultura en la Abadía de Ringsted a la catedral de Roskilde, el Santo, evidentemente dolorido, se unió al cortejo, cayendo muerto también él. Los cuerpos de ambos hombres fueron enterrados juntos en la catedral de Roskilde.
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2 de septiembre
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SAN CÁSTOR, Obispo de Apt
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Bienaventurados los que están contentos de tener tiempo para pasar con Dios, y que se deshacen de todos los obstáculos mundanos. (TomásKempis).
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San Castor, Obispo y fundador, posiblemente fue hermano de San Leoncio de Frejus. Nació en Nimes, France (se desconoce la fecha) y murió en Apt el año 420. Se dedicó en su juventud a la abogacía. Se casó con una rica viuda de Marsella y, después de unos años de matrimonio sin descendencia, su esposa tomó la decisión de retirarse a la vida contemplativa con ocasión de la muerte de su madre. Cástor no sólo aceptó gustoso esta decisión de su esposa, sino que él mismo resolvió también dedicarse a la vida religiosa, para lo cual fundó el monasterio de Mananca, en el actual lugar del pueblo de Menerbes, distrito de Apt. No quiso, por modestia, ser abad del mismo. Pero cuando falleció éste, los monjes le obligaron por aclamación a ocupar ese cargo. Era el principio de la vida monástica, y a su pedido, San Juan Casiano escribió "De Institutis Coenobiorum".
Al morir el obispo Quintín, de Apt, fue nombrado y consagrado obispo, también contra su voluntad. Se le suele representar con un jabalí a causa de que en una ocasión uno de estos animales que había entrado en la ciudad, se refugió a su lado para evitar que le mataran.
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2 de septiembre
SAN AGRICOLA, Obispo y Confesor
No bajemos los ojos sin humillar el corazón al mismo tiempo; no demos a entender que queremos el último enlugar sin quererlo verdaderamente (San Francisco de Sales).
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A San Agricola, Patrón de Avignon, a veces se lo llama "Agricola de Avignon". Nacióen el año 630, y era hijo de San Magno, senador galo-romano, quien al quedar viudo, se hizo monje u llegó a ser obispo. A la edad de 14 años, Agrícola, se mudó a Lerins, la sede de su padre. Allí, teniendo 16 años, entró en un monasterio como monje, y fue ordenado sacerdote. En el año 660, fue nombrado coadjutor de su padre, sucediéndolo en la sede de Avignon en 670. Hizo edificar una iglesia y un convento benedictino en Avignon. Cobró fama como buen predicador y por su caridad y defensa de los pobres y enfermos contra las autoridades civiles. Murió por causas naturales, en 700. | |
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2 de septiembre
SAN BROCARDO o SAN BURCHARD, Confesor
Dichoso el siervo que no se considera mejor cuando es engrandecido y ensalzado por los hombres, que cuando lo tienen por vil, simple y despreciable, pues lo que es el hombre ante Dios, eso es y nada más. ¡Ay del religioso que los otros ponen arriba y no quiere bajar por su propia voluntad! Y dichoso el siervo que ponen arriba, no por su voluntad, y siempre desea estar a los pies de los demás. (San Francisco de Asís).
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San Brocardo era francés, pero fue al Monasterio de Monte Carmelo. Elegido prior, le pidió a San Alberto, Patriarca de Jerusalén, que escribiera una regla para los monjes. Esta regla, establecida enn 1195, se convirtió en la base de la fundación de la Orden Carmelita. El Papa Honorio III, disgustado porque la regla no había sido sometida previamente a la aprobación de la Santa Sede, objetó su uso, pero al tener una visión en la que la Santísima Virgen sostenía la regla, le dio su aprobación. Brocardo. también llamado Burchard, rigió el convento durante treinta y cinco años, siendo un ejemplo de devoción a la regla, y ganándose el respeto de los musulmanes de la región. Murió por causas naturales en el año 1231. | |
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2 de septiembre
SAN ANTOLÍN o SAN ANTONINO, Mártir
Lejos de la oración las muchas palabras; pero no falte la oración continuada, si la intención persevera fervorosa. Hablar mucho en la oración es tratar una cosa necesaria con palabras superfluas: orar mucho es mover, con ejercicio continuado del corazón, a aquel a quien suplicamos, pues, de ordinario, este negocio se trata mejor con gemidos que con discursos, mejor con lágrimas que con palabras. (San Agustín: Carta 121 a Proba).
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Aún no se ha podido identificar exactamente a este confesor de la fe, pues mientras unos historiadores le hacen descendiente de los reyes visigodos y natural (en España) de la Galia Narbonense, otros le tienen por discípulo de San Dionisio de París y enviado por él a Arlés como primer obispo y apóstol de esta ciudad. Desde los tiempos del rey Sancho el Mayor (siglo x), se le venera en Palencia, que se cree posesora de sus reliquias y le celebra como su Patrono. | |
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2 de septiembre
SAN ESTEBAN, Rey de Hungría
Quien es justo justifíquese más, y quien es santo santifíquese más. (Apocalipsis. 22, 11).
San Esteban, duque de Hungría en el año 997, combatió victoriosamente, aun a mano armada, contra la rebeldía, la idolatría y la esclavitud en sus Estados, y dio ejemplo a sus súbditos de todas las virtudes. Una gran parte de las noches pasábala orando y meditando, y, para con los pobres, mostraba una gran generosidad verdaderamente real hasta llegar a vender su vajilla para socorrerlos. Recibió la corona real del Papa Silvestre II, y dividió su reino en once diócesis, después de haber llamado a él a una cantidad de clérigos y monjes. Este rey apóstol, para favorecer las relaciones entre los pueblos, fundó hospitales con monasterios en Jerusalén, Constantinopla, Roma y Ravena. Una madre cristiana, Gisela de Baviera, lo había formado. De noche, iba de incógnito a los hospitales y prestaba a los enfermos los más humildes servicios. Consagró su reino a la Madre de Dios, y la Virgen, en retorno, lo llamó al cielo el día de su gloriosa Asunción, en 1038.
MEDITACIÓN SOBRE LA JUSTICIA
I. Temed la justicia de Dios; será terrible en el otro mundo. Ahora la misericordia le ata las manos, pero entonces habrá pasado el tiempo de la misericordia, y Dios nos juzgará en todo el rigor de su justicia. ¿Qué será de mí, Señor, si de tal modo me juzgáis? ¡Ah! es preciso que sea yo mismo mi juez, y que me condene a hacer penitencia de mis pecados en este mundo; porque Vos me indultaréis, si yo me castigo a mí mismo. Cuanto menos te perdones a ti mismo, tanto más te perdonará Dios. (Tertuliano).
II. Cuando hables de los demás, sé justo con ellos; habla de lo que les concierne como de lo que te toca a ti mismo. Al oírte, diríase que todo lo que tú haces es excelente, y que todo lo que hacen los demás deja mucho que desear. Mucha injusticia hay y poquísima caridad en la comparación que haces de tus acciones con las de tu prójimo.
III. Trabaja por hacerte cada día más justo y más santo; olvídate del poco bien que hiciste, para no pensar sino en los pecados que cometiste. Considera cuán alejado estás todavía de la santidad de Jesucristo y de los elegidos; compara también tu vida con la de tantas santas almas que conoces, y te humillarás viendo el camino que te queda por recorrer para llegar a la santidad. Pon manos a la obra con valentía. No avanzar es retroceder; porque nada queda estacionario en esta vida. (San Bernardo).
La justicia Orad por la Iglesia en Hungría.
ORACIÓN
Conceded a vuestra Iglesia, oh Dios omnipotente, que después de haber tenido al bienaventurado Esteban, vuestro confesor, como su propagador durante su reinado terrenal, merezca ella encontrar en él un glorioso defensor en el cielo. Por J. C. N. S. Amén.
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