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- Natividad de la Santísima Virgen María
- Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba
- Nuestra Señora de Coromoto, Patrona de Venezuela
- Nuestra Señora de Covadonga, Patrona de Asturias (España)
- Nuestra Señora de la Peña de Francia
- San Sergio I, Papa
- Santos Adrián y Compañeros, Mártires
- Santa Natalia, Viuda
- Santa Ricarda, Viuda
- Beato Alano de la Roche, Fraile Dominico
- San Corbiniano, Obispo
- Santos Eusebio, Nestabo, Zenón y Néstor, Mártires
- San Disibodo, Obispo y Confesor
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8 de septiembre SAN DISIBODO, Obispo y Confesor
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San Disibodo, santo de la Renania (Alemania) vivió en el siglo VII; por un cierto tiempo, fue eremita solitario, después, junto a un grupo de varones desosos de retirarse del mundo, organizó una comunidad estableciéndose no lejos de Kreuznach, a orillas del Nahe, en la diócesis actual de Spira, pero que en el medioevo era la arquidiócesis de Magonza. En breve tiempo el lugar fue conocido como Disibodenburg.
Es mencionado por primera vez por el historiador agiógrafo Rabano Mauro, arzobispo de Magonza de 847 a 856, en su célebre ‘Martirologio’.
Hacia la mitad del siglo X, Disibodo fue muy venerado en la abadía benedictina de San Albano de Magonza.
No tenemos noticias ciertas de este santo- La ‘Vida’ escrita por Santa Hildegarda alrededor de 1170, es totalmente legendaria; Allí se lo considera irlandés, obispo sin diócesis.
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8 de septiembre SAN EUSEBIO, NESTABO, ZENÓN Y NÉSTOR* Mártires (362 d. C.)
Durante el reinado de Juliano el Apóstata, tres hermanos que profesaban la fe cristiana, Eusebio, Nestabo y Zenón, fueron aprehendidos bajo la acusación de haber estado complicados en la destrucción de un templo pagano en Gaza. Como primera medida, los tres fueron castigados con azotes y encerrados en la prisión. Poco tiempo después, en el anfiteatro, la multitud enardecida pidió a gritos el castigo de los tres sacrílegos. El vocerío creció de punto y no tardó en producirse un tumulto: el público del anfiteatro, presa de una excitación febril, se lanzó a la arena, formó una marejada incontenible que se abrió paso hacia la prisión, derribó muros y rejas y se apoderó de los tres hermanos. A rastras se los sacó a la calle y, sobre el empedrado se los aplastó y golpeó con palos, piedras, manos, pies, y con todo lo que sirviera para hacerles daño. Algunos mártires gritaban para que no los mataran y se les diera la oportunidad de sufrir más; las mujeres abandonaron sus labores en las ruecas, tomaron los husos y corrieron a clavar sus puntas en los cuerpos de los mártires; otras salieron de sus cocinas con calderos de agua hirviente, que arrojaban sobre los desdichados. Y, una vez que estuvieron muertos, cuando la sangre corrió entre las piedras y las mancharon los sesos que salían de los cráneos rotos, fueron arrastrados los cadáveres hacia las afueras de la ciudad, a los basureros, donde se quemaban los restos de las bestias. Ahí fueron quemados y sus huesos se mezclaron con los de camellos, perros y asnos, a fin de que los cristianos no pudiesen recuperarlos. Sin embargo, una mujer llegó por la noche, examinó con cuidado los restos y pudo recuperar algunos que entregó a otro hombre, llamado también Zenón, pariente de los hermanos martirizados y que había huido a Majuma para salvarse. Zenón guardó las reliquias con muchos cuidados hasta que, en la época de Teodosio, fue consagrado obispo y pudo construir un santuario para conservarlas y exponerlas a la veneración pública.
Junto con aquellos tres hermanos, fue aprehendido un joven llamado Néstor, quien sufrió los azotes, la prisión y el ataque de la muchedumbre lo mismo que ellos. Cuando era arrastrado y golpeado, durante el tumulto, algunos sintieron compasión de él, por su juventud y su gran apostura y pidieron que no se le siguiera maltratando. Néstor fue abandonado a su suerte junto al muro de la prisión, donde lo recogieron algunos cristianos y le llevaron a la casa de Zenón. Ahí murió poco después a consecuencia de las heridas. Zenón sepultó el cuerpo de Néstor junto con el de los tres hermanos.
Toda esta historia se funda en el relato del historiador de la Iglesia Sozomeno (lib. V, cap. 9). En el Acta Sanctorum, sept. vol. III, se da el texto del relato con algunos comentarios.
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8 de septiembre SAN CORBINIANO, Obispo de Frisinga
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Los santos sienten que Jesucristo Sacramentado se difunde y comunica totalmente a sus almas. Él todo lo repara, modifica y vivifica; ama en el corazón, escucha en la cabeza, ve en los ojos, habla en la lengua; se difunde y comunica totalmente a sus almas. hace todo en todo y entonces no vivimos nosotros, sino que el mismo Jesucristo quien vive en nosotros. (San Francisco de Sales).
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San Corbiniano, obispo de Frisinga. Solitario, primero, en las cercanías de Chartres, se dirigió a Roma para obtener del Papa el permiso de predicar el Evangelio. San Gregorio II le mandó a evangelizar a Alemania y diseminó la palabra de Dios por tierras de Baviera. Sabedor de que el duque de Baviera, Grimoaldo, estaba incestuosamente unido con Biltrada, les reprendió ásperamente; por ello le mandó matar esta mala duquesa. Frisinga, en el año 730.
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8 de septiembre BEATO ALANO DE LA ROCHE, Fraile dominico
El Beato Alano de la Roche nació en 1428 en Bretaña, muy joven entró en el convento dominico de Dinan. A los 31 años, en 1459 se lo nombró profesor en Santiago de París en donde había completado sus estudios de teología y filosofía, pero se hizo cargo del puesto recién en 1461, pues en 1460 fue enviado a Lille para convertir los conventos a la observancia regular, y en gran parte se debe a sus esfuerzos, la adhesión de los conventos dominicanos de Lille y de París al la Congregación Reformada Holandesa (1464).
Además de París, enseñó en Lille, (1464), Gand (1468), y Rostock en donde fue maestro de teología en1473.
En 1475 escribe la Apología del Salterio, que dedicó al Obispo de Cluny Ferrico.
Alano de la Roche murió en Zwolle, Holanda, el 8 de septiembre de 1475.
Ya el 25 de mayo de 1476 el Capítulo dominico holandés de Haarlem, ordenó recopilar los escritos de Alano, que son muchísimos, y que fueron publicados en 1498 en Estocolmo, y en los años subsiguientes, fueron traducidos y publicados en distintas lenguas.
El Beato Alano fue un apóstolde la difusión del Rosario, oración mariana a la que él prefería llamar "Salterio de la Virgen".
Para difundir la devoción a la Santísima Virgen, fundó la Cofradía del Salterio de la Virgen, con estatutos especiales. La primera cofradía fue fundada en 1470 en Douai, y después, gracias a sus herederos espirituales Sprenger, van Sneck y Michele François, este Movimento de piedad mariana se difundió por todo el mundo.
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8 de septiembre SANTA RICARDA, Viuda (895 d. C.)
Santa Ricarda, hija de Erchanger, conde de Alsacia, se había casado con el biznieto de Carlomagno, Carlos el Gordo, quien era entonces rey de los francos de Renania y luego se convirtió en emperador de Occidente, rey de Alemania y Francia y protector titular del papado. El nuevo emperador era instruido y devoto pero eso no fue obstáculo para que permitiera a los bárbaros saquear Francia y para que abandonara a Juan VIII que le pedía auxilio desde el palacio de Letrán, donde fue finalmente asesinado. Acabó con el imperio carolingio y murió poco después. Algunos años antes, Ricarda había sido repudiada por su marido, quien la hizo condenar por adulterio. La reina se defendió, y, sometida a la prueba del fuego, Dios demostró con un patente milagro su inocencia. La Reina perdonó a su marido, abdicó su corona y se retiró a la abadía de Andlau, en el bajo Rin, que había fundado poco antes, donde murió santamente en 894. En 1049, el Papa León IX fue a venerar sus reliquias y la elevó a los altares.
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8 de septiembre SANTA NATALIA, Viuda
Los santos sienten que Jesucristo Sacramentado se difunde y comunica totalmente a sus almas y a sus cuerpos. El todo lo repara, modifica y vivifica; ama en el corazón, escucha en la cabeza, ve en los ojos, habla en la lengua; hace todo en todo y entonces no vivimos nosotros, sino que el mismo Jesucristo quien vive en nosotros. (San Francisco de Sales)
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Santa Natalia, en Nicomedia, era la esposa del mártir San Adriano, muerto con otros veinticuatro compañeros el 4 de marzo durante la persecución de Diocleciano. Después de la muerte de su esposo, Natalia se dedicó a visitar y consolar a los mártires condenados a muerte. Sin embargo, ella no sufrió el martirio y murió santamente y en paz en Constantinopla, en el siglo IV.
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8 de septiembre
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SAN ADRIÁN y COMPAÑEROS, Mártires
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Quien quiera algo que no sea Cristo, no sabe lo que quiere; quien pida algo que no sea Cristo, no sabe lo que pide; quien no trabaje por Cristo, no sabe lo que hace" -San Felipe Neri".
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En Nicomedia, hacia el año 303, bajo Dioclesiano y Maximiano, a San Adrián y a otros veinticuatro Santos, después de haberles hecho padecer muchos tormentos, les fueron rotas las piernas, terminando así su glorioso combate.
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8 de septiembre
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De origen sirio, tal vez naciera en Sicilia. Junto con él fueron elegidos otros dos, pero la discordia duró poco y él pudo gobernar en paz con la aprobación del exarca de Rávena, Juan Platina.
Consiguió recomponer una división entra la Iglesia de Roma y la Iglesia armenia. Tuvo un durísimo, enfrentamiento con el nuevo emperador Justiniano II. El emperador había convocado en su palacio, sin el consentimiento del Papa, un concilio, que pasó a la historia con el nombre Quinto-Sexto. Sergio ni siquiera fue invitado, pero sí le entregaron las 102 propuestas elaboradas para que las aprobara y las suscribiera. Naturalmente el Papa se negó. Entonces Justiniano ordenó que le detuvieran.
La medida imperial fue considerada universalmente sacrílega, por primera vez, y hubo entonces un levantamiento general: la misma Rávena, la Pentápolis y las provincias lindantes, con sus ejércitos y todo el pueblo de Roma, salieron indignados en defensa del Papa. Este asunto fue para Justiniano el final del poder y de la integridad física -de hecho fue destronado, mutilado y exiliado- mientras que para el Papa fue el inicio de una poderosa consolidación de su poder.
Se hacía cada vez más evidente quién era el principal señor de Italia.
Con él se cerró definitivamente la cuestión de los tres capítulos del Concilio de Calcedonia, relativa a la herejía eutiquiana. Bautizó a Cedwala, rey de los Sajones, en San Pedro el sábado Santo de la Pascua del año 689. Introdujo el tríplice canto del Agnus Dei en la Misa. Sostuvo Venecia en su intento de independizarse de Constantinopla.
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8 de septiembre
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NUESTRA SEÑORA DE LA PEÑA DE FRANCIA(*)
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Las manifestaciones divinas del amor de Dios a María son también manifestaciones de la misericordia del Señor para con los hombres en las épocas de grandes crisis sociales, que piden para su solución especial auxilio de la piedad divina.
Sufría en el siglo XV una de estas crisis el reino de Castilla, cuando los hijos de aquel noble caballero llamado don Fernando de Antequera, a quien los compromisarios de Caspe otorgaron la corona de Aragón, se propusieron resolver el reino, a la sombra de un monarca menos capaz de lo que pedían las circunstancias históricas por las que el reino atravesaba.
Pues para remedio de los males que estas revueltas causaban, no menos perjudiciales a la vida cristiana que a la civil, quiso el Señor establecer en el corazón de Castilla este santuario de la Peña de Francia. Forma esta peña parte de la cordillera que separa las provincias de Salamanca y de Cáceres. El nombre "de Francia" tiene, sin duda, su origen en la colonia que contribuyó a la repoblación de Salamanca en el siglo XI. Se eleva la peña a una altura de 1.720 metros sobre el nivel del mar y unos mil sobre la meseta castellana, y, por hallarse destacada y sin abrigo alguno de otras montañas, está más expuesta a la violencia de los elementos meteorológicos. Pues una tradición, que fue consignada por escrito por primera vez el año 1544, en la historia que entonces se publicó. Nos dice que en el año 1434, reinando en Castilla Don Juan II, el 19 de mayo, miércoles infraoctava de Pentecostés, fue hallada, en lo más alto de la peña, una imagen de María con el Niño en los brazos de la Madre y que desde el principio comenzó a distinguirse con multitud de gracias celestiales, que atraían al lugar innumerable multitud de fieles. La tradición detalla el suceso, atribuyendo el hallazgo a cinco hombres del vecino pueblo de San Martín, movidos por un personaje que había llegado aquellos días allí, llamado Simón Vela. Este, según la referida historia, era francés y había recorrido toda su nación buscando una imagen, que estaba escondida en un lugar llamado Peña de Francia, y cuyo hallazgo a él estaba reservado. Su apellido no sería otra cosa que la orden del cielo que continuamente resonaba en sus oídos, diciéndole: "Simón, vela, no duermas, busca en la Peña de Francia el tesoro que te tiene reservado el cielo". Cansado de recorrer en vano las tierras de Francia, vino a Salamanca, esperando que, entre los estudiantes de la Universidad, hallaría quien le diese noticias de la Peña de Francia, donde, según la voz del cielo, se hallaba oculta la imagen que buscaba. Al fin, en la plaza del Corrillo de Salamanca oyó hablar de la Peña de Francia y con esta noticia se vino a San Martín del Castañar, donde comunicó su secreto y encontró a los hombres decididos que le ayudaran a dar con la imagen tan deseada. Hallada ésta, Simón se constituyó en el abnegado servidor de la imagen y procuró, con ayuda de los devotos que venían, construir una ermita. Allí perseveró en compañía de los religiosos dominicos, que a su muerte le dieron sepultura en la misma ermita. La cabeza se guardaba más tarde en la sacristía en una urna y hoy está en el santuario de Robledo, en Sequeros. Estos hechos nos prueban la historicidad del personaje, no que su apellido, tan castellano o portugués, sea la traducción de la orden celestial que sonaba de continuo en sus oídos.
En la villa de Sequeros se venera la memoria de una joven que, diez años antes, había anunciado el hallazgo de la imagen y los orígenes del santuario de la Peña de Francia.
Los primeros agraciados de la Virgen fueron los obreros que hallaron la imagen, a quienes curó de diversos males que padecían. Con esto comenzó a concurrir al sitio multitud de fieles, atraídos por los favores que recibían del cielo. Cuántos serían éstos nos lo demuestra el hecho de que, un par de años más tarde, la Orden de Santo Domingo se sintió llamada a convertir aquel naciente santuario en un centro de apostolado mariano y, por medio de fray Lope Barrientos, maestro y confesor del príncipe Don Enrique, acudió al rey, que, a su vez, recurrió al obispo de Salamanca y éste, el 19 de septiembre de 1436, en Vitigudino, expedía estas letras: "Sepades que, por cuanto en nuestra diócesis y obispado, por devoción de las gentes y milagros grandes que Dios ha mostrado en honor de la Virgen, nuestra Señora, se ha comenzado a fundar una ermita, que llaman Santa María de Francia, a do muchas gentes concurren, y por cuanto nuestro señor el Rey, codiciando que la devoción de la Virgen María sea acrecentada en los pueblos cristianos y ella mejor servida, afectuosamente nos envió a rogar que Nos ficiésemos donación de la dicha ermita a la dicha Orden de Predicadores; por ende, por la presente Nos damos e traspasamos perpetuamente la dicha ermita de Francia, con todas sus pertenencias, para fundar un convento de la Orden de Santo Domingo". Y como, por razón del sitio en que la ermita se había levantado, no fuera tan claro que pertenecía al obispado de Salamanca, el 26 de abril de 1437 el cabildo de Coria, Sede vacante, expidió un documento en todo semejante al del prelado salmantino. En virtud de esto, el rey despachó en Illescas, el 19 de noviembre de 1436, una real cédula a favor de fray Lope Barrientos, cuyas son estas palabras: "Por cuanto a mi noticia ha venido que en la Sierra de Francia, que es cerca de La Alberca e cerca de Granadilla, se ha descubierto una imagen de nuestra Señora, por la que se dice que nuestro Señor hace muchos milagros, lo cual podemos creer que así ha sucedido, y porque en la Sierra el servicio de la dicha Señora, la Virgen María, nuestra abogada, sea acrescentado y asimismo la devoción de las gentes, así por la más acrescentar, delibero y ordeno que, a reverencia de Nuestra Señora, sea fecha una casa o monasterio de la Orden de Santo Domingo de los frailes predicadores". Y mirando a las condiciones del sitio, que pudiera resultar poco habitable, añade la facultad de fundar casa "en amor de la dicha Sierra de Francia que fuese lugar continuamente habitable, o al pie de la dicha Sierra, si en invierno no fuese lugar habitable en las alturas de la dicha Sierra". Por la misma fecha el provincial de Santo Domingo, fray Lope de Gallo, aceptaba la donación con el propósito de fundar un convento, y el 11 de junio de 1437 fray Juan de Villalón, confesor de la reina, tomó posesión con todas las solemnidades de uso y asimismo recibió las cuentas de los mayordomos que hasta entonces habían administrado el santuario. Cuatro meses más tarde tenía lugar la erección canónica del convento, uno de los seis que fray Luis de Valladolid había obtenido del papa Martín V, en el concilio de Constanza, el año 1418.
Tales son los orígenes del santuario y convento de Nuestra Señora de la Peña de Francia. Pero bajo estas escuetas noticias hemos de ver la mano de Dios, que por medio de la Virgen derramaba sus gracias sobre las almas, y asimismo la generosidad de éstas, que ofrecen largas contribuciones con las cuales se hizo posible la construcción de los edificios que forman el santuario en la cima de la peña.
Cuando el padre Villalón tomó posesión de la ermita, era ésta muy poca cosa, lo que hoy es presbiterio de la iglesia. A ella se agregó ésta, de estilo gótico, que aún subsiste; la hospedería, el convento, las capillas, todo esto levantado en gran parte con materiales subidos del llano. Y lo más difícil no era la construcción, sino la conservación de lo construido, lo que significa una lucha constante contra la fuerza de los elementos, que durante el invierno arruinan lo que en el verano se levantó. Entre los prodigios que la Virgen ha obrado en la Peña de Francia es preciso contar éste de la persistencia del santuario. Pero la atracción de las almas hacia la áspera montaña era desde el principio extraordinaria. De los reinos de Castilla y de Portugal era continuo el concurso de los fieles con grande espíritu de penitencia. Muchos venían contando las gracias que habían recibido a la invocación de la Virgen de la Peña de Francia, y los padres capellanes de la Virgen desde el principio se impusieron el deber de tomar acta jurídica, con todas las formalidades de derecho, de semejantes gracias, que luego vinieron a ser los principales documentos de la historia del santuario. En ellos tenemos el eco de toda la historia militar de España, pues bien sabido es que las guerras traen consigo muchas calamidades y en ellas quienes las sufren aprenden a levantar el corazón a Dios para pedir el socorro necesario. Esto aparte de la infinidad de tantos males como afligen a la pobre humanidad, por los que el Señor enseña a los hombres a humillarse y orar. La Virgen de la Peña desde lo alto de su asiento, en que se descubre su santuario, era el consuelo de las almas afligidas, desde las provincias norteñas de Galicia, Asturias y Vascongadas hasta las de Andalucía, extendiéndose también al reino de Portugal. Testimonio de esta devoción son los altares que en las iglesias se dedicaban a Nuestra Señora de la Peña de Francia y los santuarios que como filiales se erigían en muchas partes. Entre éstos se distinguen el de La Cañiza en la provincia de Pontevedra, del que tuvo origen el más célebre de Lisboa. Cuando, en el siglo XVI, los dominios de España y Portugal se extendieron por las tierras recientemente descubiertas y evangelizadas por ellos, se dilataba también la devoción de la Virgen de la Peña, así como la fundación de santuarios del mismo nombre, entre los que se distingue el de Naga, en la antigua provincia de Nueva Cáceres, en las Filipinas, cuya imagen fue coronada solemnemente el año 1924.
Durante cuatro siglos subsistió el santuario de la Peña, siendo fuente de gracias para las almas que a él acudían, sin otras alteraciones que las que trajeron tropas napoleónicas, que por dos veces le visitaron. Pero el año 1835 los religiosos hubieron de abandonar la casa, que con tantos esfuerzos habían levantado y conservado en lo alto del risco, y sus bienes del santuario fueron vendidos igual que los de toda la Iglesia española. Apenas el santuario quedó abandonado de sus antiguos moradores, los feligreses de Sequeros, con su párroco a la cabeza, subieron a la peña y, tomando la imagen, la instalaron en su santuario de Robledo, donde permaneció durante veinte años. En 1854 los albercanos obtuvieron de las autoridades que se les entregase la imagen, a la que se creían con más derecho, y en su iglesia parroquial estuvo hasta que, dos años más tarde, volviendo los de Sequeros a reclamar lo que creían precioso tesoro, las autoridades civil y eclesiástica resolvieron restituir la imagen a su santuario. Hallábase éste en gran manera arruinado y, para ponerlo en condiciones de recibir la imagen y reanudar el culto, se nombró una junta mixta de eclesiásticos y seglares encargada de recoger limosnas y ejecutar las obras necesarias. Con esto el 8 de septiembre de 1859 la imagen de la Virgen fue restituida a su santuario y la tradicional fiesta de la Peña se celebró solemnemente. La imagen fue por entonces colocada en la capilla llamada de la Blanca, en el sitio de su invención. Por esta fecha el santuario, que había sido hasta entonces nullius dioecesis, fue atribuido a la de Salamanca y desde entonces los prelados de la misma desarrollaron gran actividad por fomentar la devoción de la Virgen, a lo que los pueblos de la Sierra correspondían generosamente. Pero ya la Virgen de la Peña no era la devoción del antiguo reino de Castilla y de Portugal. Este se había olvidado de la Peña desde que logró separarse de España. Entonces la piedad portuguesa se volvió a su santuario de Lisboa.
En el año 1872, el 17 de agosto, ocurrió en la peña un suceso que conmovió hondamente toda la región de la sierra. Unos individuos se presentaron en el santuario y con amenazas al ermitaño se llevaron la imagen y desaparecieron con ella. La impresión producida por el robo sacrílego fue hondísima. Cuáles serían los motivos del robo no es fácil precisarlos. Probablemente creyeron los autores que era la imagen de gran valor material, engañados por la estima en que los fieles la tenían. Los ladrones no fueron habidos y tampoco la imagen fue recobrada, no obstante los esfuerzos del excelentísimo señor Lluch y Garriga, obispo entonces de Salamanca, y del excelentísimo señor Izquierdo, que le sucedió. Para ocupar su lugar se llevó otra de la misma advocación, que se veneraba en la iglesia de San Esteban de Salamanca. El año 1889 aparecieron los restos de la antigua imagen, que fueron devueltos al padre Cámara por el superior del convento de San Esteban, padre Mateo Cifuentes, el cual los había recibido bajo secreto de confesión. Pero no era la antigua imagen, sino los restos de ella, que había estado muchos años expuesta a la acción del agua. Comprobada la autenticidad de los mismos, el señor obispo encargó a un artista de Madrid otra imagen, en la que embutió la porción hallada, como preciosa reliquia. Con una vibrante pastoral el señor obispo anunció a la diócesis el hallazgo y la conducción de la nueva imagen al santuario que había ocupado la antigua.
En todos estos años el servicio del santuario estuvo encomendado a un sacerdote como capellán y a una familia, que con el título de ermitaños asistían al sacerdote. Pero en 1900 el excelentísimo señor don Tomás Cámara hizo entrega de la administración del santuario al convento de San Esteban como único representante de la Orden de Santo Domingo en la diócesis, y el padre Francisco J. Valdés ratificó el acto de su predecesor, haciendo donación perpetua del santuario al convento de San Esteban. La vida del santuario podemos decir que se reduce a los meses de verano, en los que es fácil la subida al risco y la estancia en él. Durante esos meses, los padres que desempeñaban el oficio de capellanes, trabajaban en la restauración de las ruinas del santuario y en fomentar la devoción de los fieles. Mas para la obra de la restauración los recursos eran escasos, y el invierno deshacía lo que el verano había edificado. Sin embargo, siempre se podían notar los progresos fuera de la antigua hospedería en la que éstos eran progresos de ruinas. Pero el año 1946 el Capitulo provincial, celebrado en San Esteban de Salamanca, encomendó al padre Constantino Martínez la obra heroica de la restauración del santuario de la Peña de Francia. Era la hora de la Virgen, que había escogido a su servidor. El padre Constantino comenzó por convertir a la Virgen en misionera. Con su imagen recorrió los pueblos de la provincia, que la recibían como bajada del cielo. Esto avivaba la fe y la devoción, y a la vez facilitaba recursos para la obra ingente de la restauración. Por este medio y otros, que su devoción e ingenio le sugerían, logró en pocos años restaurar las ruinas de la hospedería, que vemos hoy convertida en un buen albergue de montaña; renovó la iglesia en gran parte, el convento y las capillas. El camino que había sido construido por la Diputación de Salamanca, y cuya conservación hoy corre a cargo del Ministerio de Obras Públicas, ofrece fácil acceso a los coches y con esto el concurso de los fieles crece y también el de los aficionados a contemplar los grandes panoramas de la naturaleza que desde la cima del risco se descubren.
La obra de la restauración recibió su remate con la coronación solemne de la santa imagen, realizada el 3 de julio de 1952 por manos del cardenal Tedeschini, que, como legado de Su Santidad Pío XII, había presidido el Congreso Eucarístico de Barcelona.
ALBERTO COLUNGA, O. P.
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8 de septiembre
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NUESTRA SEÑORA DE COVADONGA (*) Patrona de Asturias
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Desde la creación del mundo preparó el Señor este rincón de la cordillera Cántabra para cuna de España. Picos que suben y suben, valles angostos, simas en vertical, bosques impenetrables, perenne verdor, riachuelos que se desploman de lo alto de las peñas. Aquí llegaron, antes del nacimiento de Cristo, los romanos, no sin haber dejado tendidas en los pasos de los puertos las más aguerridas de sus legiones; y apenas se atrevieron a asomarse a este laberinto de montañas los visigodos.
En la parte oriental de Asturias hay un recinto más selvático y más bravío. Son las peñas más altas y los valles más angostos: remolinos, repliegues y desgajaduras de un cataclismo geológico. La Geografía llama a estos lugares Picos de Europa, paraíso de cinegetas y alpinistas. En ellos trepan los osos y triscan las cabras salvajes y los rebecos y vigilan desde la altura las águilas reales. Hay lagos puros como el cristal y bosques vírgenes que no ha mancillado el hacha del leñador. Aún hoy, que la civilización humana ha roto el secreto de aquellos parajes, forzando el paso de puertos y cañadas con carreteras atrevidas, sólo penetran en parte de aquel círculo de Peñascos, decididos escaladores o pastores nativos.
No es, por tanto, extraño que, ya de antiguo, se considerasen las montañas asturianas como murallas colocadas por la mano de Dios. Los viejos cronicones comparan la solidez defensiva de estos riscos con los muros inexpugnables de la imperial Toledo. Por ello a estas breñas se acogieron los residuos godos del Guadalete, y en ellas encontraron seguridad y refugio, cuando a los comienzos del siglo VIII quedaron las gentes godas barridas por los ejércitos africanos.
Hundidas la monarquía y las instituciones, un cronista medieval nos transmite así el dolor de España: "fincaba toda la tierra, vacía de pueblo, bañada de lágrimas, complida de apellido, huéspeda de los extraños, engañada de los vecinos, desamparada de los moradores, viuda e asolada de sus fijos, confundida de los bárbaros, desmedrada por llanto e por llaga, fallescida de fortaleza, flaca de fuerza... toda la tierra astragaron los enemigos, e las casas hermaron, los omes mataron, las cibdades robaron e tomaron".
Huyendo de la catástrofe, llegó a Asturias Pelayo, de la estirpe real de los godos. En Asturias reunió un pequeño grupo de guerreros cristianos y en los montes asturianos, propicios para emboscadas, vivió algún tiempo. La historia y la leyenda se mezclan para relatarnos los primeros años de Pelayo entre los repliegues cántabros. De él se dice que penetró un día, persiguiendo a un malhechor, en la gruta de Covadonga, que allí encontró un altar dedicado a la Virgen María, y a un ermitaño que daba culto a la imagen en aquélla soledad. Pelayo perdonó en honor de la Virgen Santísima al fugitivo y, en cambio, el ermitaño predijo a Pelayo que sería el salvador de España en aquel mismo lugar.
Cronistas cristianos y árabes nos hablan de la batalla de Covadonga y, acaso, los infieles puntualicen mejor que los cristianos y nos transmitan detalles mas en consonancia con los hechos ocurridos. Unos y otros nos aseguran que en Covadonga hubo una gran lucha entre las aguerridas y numerosas tropas árabes, mandadas por Alkamán, y un grupo de cristianos acosados en una cueva, cuyo número los cronistas árabes calculan en trescientos, mientras que algunos cristianos los hacen llegar hasta tres mil. Se dio la batalla, con la derrota y destrozo de los mahometanos, y en aquel lugar comenzó el reino cristiano de Asturias, siendo Pelayo declarado rey del incipiente reino.
Cuando Pelayo se encerró en la cueva de Covadonga, aun la naturaleza se mostraba en toda su selvática soledad y fiereza que después había de transformar un tanto la industria del hombre, rellenando las simas y destrozando las estalactitas y haciendo el lugar cómodamente accesible, cuando, hasta bien entrado el siglo XVI, el sendero de peaje que conducía a Covadonga, ni siquiera era practicable para las cabalgaduras.
A ochenta kilómetros, hacia oriente, de la capital asturiana, siguiendo la margen izquierda de un pequeño riachuelo, por el fondo de un valle apretado, parte de Cangas de Onís el camino de Covadonga. A medida que se avanza el valle se estrecha y las montañas suben. De pronto, se cierra el horizonte con peñas tajadas y cubiertas de boscaje. A la vuelta de una pequeña colina aparece el monte Auseva, desnudo su tercio inferior, cortado en talud y avanzando hacia afuera, donde se abre la cueva o "natural ventana" de que nos hablan las crónicas. Del fondo de la cueva se despeñan torrentes de agua, el Chorrón, que dicen los naturales. Es el único desagüe del río Orandi, que busca el valle a través de la roca del Auseva, llenando la cueva de rugidos y salpicando la montaña de espuma.
En esta cueva se encerró Pelayo con sus guerreros, alimentándose con la miel de las abejas silvestres que cuelgan sus panales en las hendiduras de la roca. Esta noticia nos la transmite la crónica árabe del Ajbar Machmu'a, y las abejas, laborando a través de los siglos, han llegado hasta hoy con sus panales por las grietas, y rubricando así la veracidad de las crónicas.
Según las cristianas, que, en lo substancial y en muchos de los detalles, van de acuerdo con las árabes, Tarik, caudillo de los mahometanos cordobeses, al conocer la rebeldía de Pelayo mandó contra él un ejército de 187.000 guerreros a las órdenes de Alkamán. Acompañaba al ejército agareno el arzobispo Opas, traidor a su patria y a su fe.
Al llegar el ejército musulmán frente a la cueva, se adelanta el arzobispo para hacer desistir a Pelayo de sus propósitos. Nada consiguió Opas con sus parlamentos y, ante el fracaso del emisario, manda el jefe árabe avanzar a los honderos y saeteros. "Los cristianos de la cueva -dice la crónica-, no cesaban de suplicar día y noche a la Virgen María que hasta el día de hoy allí se venera. Y entonces se vio que las piedras mezcladas con los dardos se volvían desde la cueva contra los mismos que las enviaban, a manera de densísimas nubes, impulsadas por el viento del Norte." Al verse los árabes así confundidos, retrocedieron desbaratándose, al tiempo que cargaba Pelayo sobre ellos con sus cristianos. "Alkamán y Opas fueron muertos con ciento veinticuatro mil caldeos." Los setenta y tres mil restantes remontaron, huyendo, los Picos de Europa, hacia la Liébana y, al pasar por un valle del Deva, se desgajó un monte sepultándolos a todos.
La histórica batalla suele fecharse en el año 718 y, cuando escribía nuestro cronista, a los comienzos del siglo XII, casi todos los años daba señales el Deva de este desastroso final agareno, al crecer el río y descubrir y arrastrar despojos del sepultado ejército. La leyenda popular supone aún hoy petrificado al traidor Opas en un peñasco, un poco más arriba de Cangas.
La tradición siempre atribuyó al auxilio de la Madre de Dios este magnífico triunfo cristiano. Y es presumible que en Covadonga recibiese culto la Santísima Virgen antes de llegar Pelayo fugitivo a aquel lugar.
La etimología de Covadonga todavía no está determinada con exactitud. Quizá sea la más segura y es, desde luego, la que abonan científicos de mayor peso, aquella que afirma que Covadonga originariamente se decía Covadomna, o Covadominica, lo que vale tanto como Cueva de la Señora. Lo cierto es que ya, desde los primeros tiempos de la Reconquista, los reyes asturianos fundaron allí un monasterio para que los monjes que lo habitasen diesen constante culto a la Señora, madrina de España. Después fueron canónigos regulares de la Orden de San Agustín los encargados del culto mariano, y hoy son un cabildo secular, dos institutos femeninos y los niños de un Seminario Menor los que tributan a la Señora el obsequio que España le debe.
En los comienzos, fue en un simple altar de la cueva donde recibía la Madre de Dios el homenaje de sus devotos, en medio de aquélla soledad. Después se fijaron unas vigas salientes y sobre ellas se levantó un templo de madera de regular capacidad -iglesia que se llamó del milagro por lo atrevido de su estructura- y se construyó una escalinata de piedra para llegar hasta la gruta.
A los pies de la montaña se levantó la Colegiata, residencia de los canónigos, con una pequeña iglesia para el culto, mientras arriba, en la cueva, tenía su habitación el ermitaño. Al final del siglo pasado se edificó, en un montículo cercano, una espléndida basílica. Otros edificios, religiosos y profanos, han ido ocupando el lugar que quedó cubierto con los 124.000 cadáveres de mahometanos.
De la Covadonga de aquellos tiempos ya casi no queda más que la roca, con el fácil acceso de un túnel que los hombres horadaron, el torrente que ruge, las abejas y sus panales, los árboles milenarios que han sido capaces de resistir las embestidas de la civilización. Hoy Covadonga ya no es lugar temeroso e inaccesible. Al santuario llegan a millares los devotos y los turistas, los amantes del deporte y de la naturaleza bravía.
La imagen venerada en la gruta ya no es la del ermitaño que Pelayo encontró. Un incendio destruyó, el 17 de octubre de 1777, todo el templo del milagro. Pereció la imagen sagrada, las reliquias, las alhajas que la piedad había ido acumulando en la santa cueva. No se salvó nada. Sólo quedaron los muros ennegrecidos y los sepulcros de Pelayo y Alfonso I que allí descansan acompañados de sus esposas, y seis arrobas de plata y oro fundidos que aparecieron en el Pezón, cavado por el torrente al pie de la gruta, procedentes del tesoro derretido por las llamas.
La imagen actual, la Santina de Covadonga, es relativamente moderna, pero hereda directamente de la primitiva el afecto de los asturianos y el agradecimiento de los españoles, porque allí, en Covadonga, en el chorro que ruge a sus pies, bautizó a España la Virgen María. Para valorar esta imagen hay que prescindir del arte y de las joyas. Su valor arranca de ese algo indefinible que de ella irradia y que sólo allí se puede sentir y que más que nadie sienten los asturianos. Por eso canta la copla:
La Virgen de Covadonga es pequeñita y galana. Aunque bajara del cielo no hay pintor que la pintara. | Además, la imagen actual fue la canónicamente coronada en 1918, centenario de la batalla.
Cuando la cruzada, la Santina tuvo que dejar su cueva y se la llevaron a Francia. Fue un rojo asturiano, empleado de la Embajada de Madrid en París, quien custodió la venerada imagen. Después la Santina volvió a España y recorrió Asturias triunfalmente. A su llegada repicaron todas las campanas del principado. Los valles y los picos asturianos se llenaron con los ecos de los vivas dados a la Santina. Desde el alto de Valgrande, en el Pajares, hasta el Auseva, pasando por las cuencas mineras, Oviedo y Gijón, la marcha fue un acontecimiento nunca conocido. A hombros, entre masas humanas, con los ojos húmedos, iba pasando la grácil y diminuta figura de la Madre de España, al compás del estruendo de la dinamita. Iba más galana que nunca con el fajín de capitana y el bastón de general que le había concedido el Estado español. Entró en la cueva a hombros de cuatro generales. Y allí se quedó en la gruta restaurada.
Hasta ella siguen llegando los peregrinos que, con frecuencia, suben de rodillas los cien peldaños de la escalera que comunica el rellano con la gruta. Llegan peregrinos todos los días, pero especialmente el día 8 de septiembre, dedicado a la Virgen de Covadonga, de precepto en todo el principado, si bien la conmemoración litúrgica se celebra al día siguiente. Vienen de todas las clases sociales y de todas las edades y, acaso, con más devoción que nadie, las muchachas asturianas, a beber los siete sorbos de la fuente del matrimonio, un pequeño hilo de agua que mezcla su escaso caudal con el del Chorrón.
La novena que precede a la fiesta de la Santina es de las de rango. Llegan los asturianos a millares, muchos de ellos descalzos, con los pies sangrando, después de haber recorrido docenas de leguas. Y tienen que dormir a la estrella, arropados por la caricia del orbayu, porque, si no es debajo del manto de la Virgen, no hay posibilidad de proporcionar cobijo a tanto peregrino.
El día 8 de septiembre llegan las autoridades asturianas, sin faltar ninguna. Los Concejos asturianos, por turno anual, llevan ese día una espléndida ofrenda a la Santina. La Virgen sale de la cueva y recorre la explanada delante de la basílica, con frecuencia, a hombros de generales o de ministros del Gobierno, mientras el Auseva se estremece bajo las cargas de dinamita. Esto un año y otro año.
A la cueva han llegado todos los reyes de España de los últimos siglos; santos, como San Antonio María Claret..., Un día llegó también un cardenal patriarca y se llevó consigo una reproducción de la imagen de Covadonga, para presidir su oratorio patriarcal de Venecia. Todo se lo merece la Santina, Madre y Madrina de la Hispanidad, que le canta:
Bendita la Reina de nuestra Montaña, que tiene por trono la Cuna de España... |
ANTONIO VIÑAYO
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8 de septiembre NUESTRA SEÑORA DE COROMOTO, Patrona de Venezuela
Los españoles llegaron a la región de Guanare hacia fines del siglo XVI. El 3 de noviembre de 1591, el Capitán Juan Fernández de León, fundó la ciudad del Espíritu Santo del Valle de San Juan de Guanaguanare, hoy ciudad de Guanare. La villa fue trasladada al lugar donde se encuentra hoy en el siglo XVII.
La historia de la Virgen de Coromoto se centra en un grupo de indígenas de la región, la tribu de "los Coromotos".
A la llegada de los españoles a la región de Guanare, un grupo de indios de la tribu de los Coromotos decide abandonar su tierra porque no quieren nada con los blancos ni con la religión que ellos traen. Huyen internándose en las selvas de las dilatadas montañas y valles que se extienden entre Boconó de Trujillo y Guanare, hacia las riberas del río Tucupido. Cincuenta años después los indios, que siguen sin convertirse al Evangelio, viven en un poblado no muy distante de la villa de los españoles; ambos grupos viven en armonía, pero permanecen aislados entre sí. Pero en el reloj de la Providencia sonó la hora de su conversión mediante la maternal intervención de María Santísima.
Estando así las cosas, una mañana del año1651, el cacique de los Coromotos, junto con su esposa, contempla asombrado una extraordinaria visión. En la quebrada del río Tucupido, sobre la corriente de las aguas, una hermosa señora los está mirando con una amable expresión en su rostro; el pequeño niño que lleva en sus brazos también les sonríe plácidamente. La misteriosa señora llama al cacique y le ordena: "Sal del bosque junto con los tuyos y vé donde los blancos para que reciban el agua sobre la cabeza y puedan entrar en el cielo". El cacique, impresionado por lo que ha visto y oído, decide obedecer a la bella señora y marcha con su tribu para ser adoctrinado en la religión cristiana.
El Cacique de los Cospes que en un principio asistía gustoso a las instrucciones catequísticas, no logró adaptarse a su nueva forma de vida, añorando sin duda la soledad de los bosques. Decidió entonces retirarse sin recibir el bautismo. Triste y meditabundo estaba el Indio recostado en su choza días antes de su fuga. Con él se hallaban su esposa, su hermana Isabel y un hijo de éste el cual era llamado Juan.
Todo era silencio en la noche pues las Indias al ver de tan mal humor al Cacique no se atrevían a decir palabra. De pronto, de modo visible y corpóreo se presentó la Virgen Santísima en el umbral del bohío, según palabras de la India Isabel: "despidiendo rayos tan brillantes y abundantes como los del sol del medio día, iluminando el recinto con celestial claridad.
Al verla el Cacique pensó que la Gran Señora venía a reprocharle su mal proceder y le dijo: "¿Hasta cuándo me quieres perseguir?" bien te puedes volver, no he de hacer más lo que tú me mandes. Por ti dejé mis conucos y he venido a pasar trabajos. Como las mujeres reprendieron al Indio el modo como trataba a la Bella Mujer, le dijo a la Virgen que lo miraba sonriente: ¿con matarte me dejarás? Adelantándose entonces la Virgen hacia el Cacique, él se abalanzó sobre ella para asirla del brazo y echarla fuera quedando todo envuelto en tinieblas. Aquí la tengo, dice el Indio en tono de furia y triunfo. Muéstrala para verla responden las mujeres y a la luz de las ascuas que arden en el tosco fogón, abrió el Indio su mano y contemplan todos el retrato de la bella mujer. pequeña estampa en la que ha quedado impresa la imagen de la Señora.
Al enterarse de lo ocurrido, Juan Sánchez mandó que fuese recogida la imagen, la cual colocó en su casa. Allí la Virgen era venerada por todos los pobladores de la región de Guanare. En el año 1654, por orden del vicario Diego de Lozano, la imagen fue llevada al templo de la ciudad de Guanare.
El pobre Indio resistió por algún tiempo más la acción de la gracia que golpeaba insistentemente a las puertas de su corazón, pero al fin, la Virgen salió triunfante pues el Cacique al verse mortalmente herido por la mordedura de una serpiente cuando huía a la espesura de la selva, pidió a gritos el Bautismo que le fue suministrado por un buen Cristiano de la Ciudad de Barinas.
La Virgen de Coromoto es una diminuta reliquia que mide 27 milímetros de alto por 22 de ancho. El material de la estampa puede ser pergamino o "papel de seda"; la Virgen aparece pintada de medio cuerpo, está sentada y sostiene al Niño Jesús en su regazo. Su apariencia es de ser dibujada con una fina pluma, trazada como un retrato en tinta china a base de rayas y puntos.
La Virgen y el Niño miran de frente; erguidas sus cabezas coronadas. Dos columnas unidas entre si por un arco forman el respaldo del trono que los sostiene. La virgen cubre sus hombros con un manto carmesí con oscuros reflejos morados. Un blanco velo cae simétricamente sobre sus cabellos cubriéndolos devotamente. La túnica de la Virgen es de color pajizo y la del niño es blanca como su velo.
La imagen se muestra a la veneración de los fieles protegida dentro en una riquísima custodia. El 7 de octubre de 1944, a petición de los obispos de la nación, Pío XII la declaró, "Patrona de la República de Venezuela" y su coronación canónica se celebró al cumplirse los tres siglos de la aparición, el 11 de septiembre de 1952.
El Emmo, Sr. Cardenal Arzobispo de la Habana, Manuel Artega y Betancourt, coronó la sagrada imagen de Nuestra Señora de Coromoto en representación del Papa Pío XII. Los venezolanos celebran a su patrona en tres ocasiones cada año, el 2 de febrero y el 8 y 11 de septiembre. El Santuario Nacional de la Virgen de Coromoto, lugar de encuentro de grandes peregrinaciones, fue declarado Basílica por S.S. el Papa Pío XII el 24 de mayo de 1949.
ORACION DEL ACORDAOS A NUESTRA SEÑORA DE COROMOTO
Acordaos, oh amorosísima Virgen de Coromoto, que jamás se ha oído decir que alguno de cuantos han acudido a vuestra protección e invocado vuestro auxilio haya sido desamparado. Llenos, pues, de confianza en vuestros merecimientos acudimos a implorar vuestra intercesión. ¡Oh! Poderosa Patrona de Venezuela, Celeste Tesorera del Corazón de Jesús, de ese Corazón que es fuente inagotable de todas las gracias y el que podéis abrir a vuestro gusto, para derramar sobre los hombres y de manera especial sobre Venezuela, todos los tesoros de amor y misericordia, de luz y de salvación que ese Adorable Corazón encierra. Concédenos, os lo suplicamos humidemente que reine la Paz en nuestros hogares y la concordia fraternal entre todos los venezolanos. Y puesto que Venezuela os pertenece y somos vuestros hijos mimados, dignaos acoger benignamente nuestras súplicas y proteger a nuestra amada Patria. ¡Así sea!.
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8 de septiembre NUESTRA SEÑORA DE LA CARIDAD DEL COBRE, Patrona de Cuba
La presencia de María en la Historia de Cuba se remonta al surgimiento de la primera comunidad de origen Indio, nacida por la predicación de un anónimo soldado español de Sebastián de Ocampo, en 1509.
Por inspiración del anónimo soldado levantaron los indios el primer templo cubano, desde el cual elevaban sus súplicas a Dios y en el que colocaron una imagen de la Virgen.
Pero fue en la lejana fecha de 1612 o a los inicios e 1613 cuando la Santísima Virgen, Madre de Dios, quiso manifestar su especial amor por Cuba y por sus hijos, sabemos por testimonios muy antiguos y directos, la historia del hallazgo de la bendita imagen.
Dos hermanos indios y un negrito de nueve o diez años, fueron a buscar sal en la bahía de Nipe. Se llamaban respectivamente Juan de Hoyos, Rodrigo de Hoyos y Juan Moreno, conocidos por la tradición como "los tres Juanes". Mientras iban por la sal ocurrió la aparición de la estatua de la Virgen. He aquí el relato de Juan Moreno, cuando tenía ochenta y cinco años: Los relatos se remontan el año 1687 e impresionan por su sencillez y belleza:
"...estando una mañana la mar en calma, salieron de dicho cayo Francés para la dicha salina, antes de salir el sol, los dichos Juan y Rodrigo de Hoyos y este declarante. Embarcados en una canoa y apartados de dicho cayo Francés vieron una cosa blanca sobre la espuma del agua, que no distinguieron lo que podría ser, y acercándose más les pareció pájaro y ramas secas. Dijeron dichos indios, parece una niña, y en estos discursos, llegados reconocieron y vieron la imagen de Nuestra Señora de la Santísima Virgen con un niño Jesús en los brazos sobre una tablilla pequeña, y en dicha tablita unas letras grandes, las cuales leyó dicho Rodrigo de Hoyos, y decía:
"YO SOY LA VIRGEN DE LA CARIDAD"
y siendo sus vestiduras de ropaje se admiraron que no estaban mojadas, y en esto, llenos de gozo y alegría, tomando solo tres tercios de sal, se vinieron para el Hato de Barajauá."
El administrador del término Real de Minas de Cobre, Don Francisco Sánchez de Moya, ordenó levantar una ermita para colocar la imagen y estableció a Rodrigo de Hoyos como capellán.
Una noche Rodrigo fue a visitar a la Virgen y notó que no estaba allí. Se organizó una búsqueda sin éxito. A la mañana siguiente, y para la sorpresa de todos, la Virgen estaba de nuevo en su altar, sin que se pudiera explicar, ya que la puerta de la ermita había permanecido cerrada toda la noche.
El hecho se repitió dos o tres veces más hasta que los de Barajagua pensaron que la Virgen quería cambiar de lugar. Así se trasladó en procesión, con gran pena para ellos, al Templo Parroquial del Cobre. La Virgen fue recibida con repique de campanas y gran alegría en su nueva casa, donde la situaron sobre el altar mayor. Así llegó a conocerse como la Virgen de la Caridad del Cobre.
En el Cobre se repitió la desaparición de la Virgen. Pensaron entonces que ella quería estar sobre las montañas de la Sierra Maestra. Esto se confirmó cuando una niña llamada Apolonia subió hasta el cerro de las minas de cobre donde trabajaba su madre. La niña iba persiguiendo mariposas y recogiendo flores cuando, sobre la cima de una de las montañas vio a la Virgen de la Caridad.
La noticia de la pequeña Apolonia causó gran revuelo. Unos creían, otros no, pero la niña se mantuvo firme en su testimonio. Allí llevaron a la Virgen.
Desde la aparición de la estatua, la devoción a la Virgen de la Caridad se propagó con asombrosa rapidez por toda la isla a pesar de las difíciles comunicaciones.
Fue en el Cobre, en 1801, que los mineros, alentados por el Padre Alejandro Ascanio, obtienen la libertad por Real Cédula del 7 de abril.
En 1915 los veteranos mambises, envían una carta al Papa Bendicto XV pidiendo que proclame Patrona de Cuba a la Virgen de la Caridad del Cobre
Con los años se adquirió un recinto mayor para construir un nuevo santuario que pudiese acoger al creciente número de peregrinos, haciéndose la inauguración, con el traslado de la Virgen el día 8 de Septiembre de 1927.
El 8 de septiembre de 1927 era inaugurado el actual Santuario en El Cobre. Desde allí la Virgen continúa protegiendo, con mirada y corazón maternal, a todos sus hijos que, en Ella, descubren uno de los mejores medios para encontrarse con Jesús, fuente de nuestra esperanza.
HIMNO DE LA VIRGEN DE LA CARIDAD DEL COBRE
Salve, salve, delicias del cielo Virgen pura, suprema beldad, salve excelsa Patrona de Cuba Madre hermosa de la Caridad. Si de Cuba en las bellas comarcas elegiste, Señora, un altar, para hacer la mansión de prodigios y a tus hijos de dicha colmar. Cuando el llanto era el pan de tus hijos y su vida terrible ansiedad, eras tú, dulce Madre, la estrella, que anunciaba la aurora de paz. No abandones ¡oh! Madre, a tus hijos, salva a Cuba de llantos y afán, y tu nombre será nuestro escudo, nuestro amparo, tus gracias serán. R. Rafolís
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8 de septiembre
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NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
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Bienaventurado el seno que llevó a Jesús, y los pechos que lo alimentaron (Lucas, 11, 27).
Las plegarias y las lágrimas de San Ana le merecieron, después de veinte años de esterilidad, la gloria de dar al mundo a la Bienaventurada Virgen María. He aquí la aurora mensajera del Sol de justicia: demonios, retiraos al infierno; ángeles, regocijaos: pronto los justos ocuparán los lugares abandonados por los ángeles rebeldes. Hombres, triunfad: María ha nacido para ser la Madre de Dios que será vuestro Hermano y vuestro Redentor. Almas santas que gemís en el limbo, consolaos: la puerta de vuestra prisi6n muy pronto será abierta por el Hijo de la que acaba de nacer.
MEDITACIÓN SOBRE LA NATIVIDAD DE MARÍA
I. Considera las mercedes con que Dios honra a María el día de su dichoso nacimiento. El Padre eterno, que la consideraba como Hija suya, le dio el nombre de María; la hizo Soberana del cielo y de la tierra, Reina de los ángeles y de los hombres. El Verbo eterno la eligi6 para ser su Madre; dióle a todos los hombres como hijos adoptivos, con pleno poder para acordar la gloria eterna a los que la sirvan fielmente. El Espíritu Santo colmó de gracias a su divina Esposa. Regocíjate con Maña por todos estos favores.
II. Maña responde a los beneficios del Señor con los sentimientos del más vivo agradecimiento. Dotada, desde su primer instante, del uso de razón, se sirve de ella para adorar al Padre eterno: se humilla a la vista del honor que el Verbo encarnado le hace al elegirla por Madre suya: ofrece su corazón por un acto de amor al Espíritu Santo, su divino Esposo. Haz tú, por lo menos hoy, lo que hizo Maña en el día de su Natividad. Adora al Padre eterno, humíllate delante de Jesús, da tu corazón al Espíritu Santo.
III. ¿Qué harás tú para honrar a Maña en el día de su Natividad? Respétala, porque es todopoderosa en el cielo y en la tierra. Ámala, porque es la Madre de Jesucristo, y la nuestra por adopción. Ten confianza en Ella, porque es la Madre de los predestinados. Sé su fiel y constante servidor, como fue Ella la constante y fiel Esposa del Espíritu Santo. Imita, durante tu vida, lo que Ella hizo el día de su nacimiento. En medio de las olas del siglo, debemos refugiarnos junto a María y regular nuestra vida según sus ejemplos. (San Epifanio).
La devoción a la Santísima Virgen - Orad por las congregaciones de la Santísima Virgen.
ORACIÓN
Dignaos, Señor, conceder a vuestros servidores el don de la gracia celestial, a fin de que la solemnidad del Nacimiento de la Virgen Bienaventurada, cuyo alumbramiento ha sido para nosotros el principio de la Salvaci6n, nos obtenga un acrecentamiento de paz. Por J. C. N. S. Amén.
SOBRE LA NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN:
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