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Respuesta  Mensaje 1 de 17 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD  (Mensaje original) Enviado: 03/09/2009 05:02


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Respuesta  Mensaje 3 de 17 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 06:05

10 de septiembre
BEATA INÉS TAKEYA,
Mártir del Japón
(1622 d. C.)

.

   La Beata Inés Takeya forma parte del grupo de treinta mártires decapitados unos, y quemados otros, en Nagasaki, Japón, el 10 de septiembre de 1622. Era una viuda de cuarenta y cinco años, culpable de haber albergado a los misioneros católicos.

   El Papa Pío IX lo beatificó el 7 de julio de 1867 junto con otros 204 mártires.   

 


Respuesta  Mensaje 4 de 17 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 06:06

10 de septiembre
BEATA LUCÍA de FREITAS,
Mártir del Japón
(1622 d. C.)

.

   De origen japonés, estaba casada con el portugués Filippo de Freitas. Viuda, tersiaria dominica, cuando en 1614, Useyasu, fundador de la dinastía de Tokugawa, promulgó un decreto que prohibía  practicar la religión católica y ordenaba bajo pena de muerte que los misioneros abandonaran el país, hospedó generosamente al Padre dominico Castellet. Pero el 15 de julio de 1628 fueron descubiertos y los condujeron junto con algunos catequistas a la cárcel de Omura. Después de pasar algunos meses en prisión el 8 de septiembre de 1628, fue llevada a Nagasaki. Allí la condenaron a morir quemada viva. Tenía ochenta años. En ese día veintidos cristianos europeos y japoneses recibieron la gloria de morir por Nuestro Señor Jesucristo, dando testimoniando su fe en Él.


Respuesta  Mensaje 5 de 17 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 06:07

10 de septiembre
BEATO CARLOS SPINOLA,
Mártir del Japón
(1622 d. C.)

.

   Carlos Spinola, hijo de Octavio, conde de Tessarolo, nació en 1564, no se sabe bien si en Génova o en Praga, en donde su padre estaba al servicio de Rodolfo II de Asburgo. Pasó su juventud con su tío Felipe obispo de Nola, impregnándose en los estudios clásicos y en la práctica del arte caballeresca.

   A los 20 años, enterado del martirio del jesuita Rodolfo Acquaviva en la India, entró en una crisis de identidad, que lo llevó a entrar en la Compañía de Jesús (21 de diciembre de 1584). Hizo el noviciado en Nápoles, en Lecce, bajo la guía de San Bernardino Realino, teniendo de compañero de estudio a San Luis Gonzaga. Terminados los estudios de filosofía y teología fue ordenado sacerdote en Milán, en  1594.

   Dos años después, en 1596, pese a la contrariedad de su familia, solicitó ir a ejercer su ministerio en la Misión de Japón,  partió el 10 de abril, durante el viaje, una tempestad lo llevó a las costas del Brasil y después fue tomado prisionero por los ingleses que lo llevaron a Inglaterra.

   Una vez en libertad, volvió a Lisboa, y partió hacia el Japón con un compañero, Angelo de Angelis. Llegó a Nagasaki nel 1602 después de un viaje durante el que fue atormentado por una grave enfermedad que lo golpeó después de tocar los puertos de Goa y Macao. Durante once años, llevó a cabo un intenso apostolado en las regiones de Arie y Meaco, constituyendo una eficaz escuela de catecismo y convirtiendo cerca de cincuenta mil japoneses. 

   Fue nombrado procurador del la provincia jesuítica y en 1611, vicario del padre Provincial Valentino Carvalho. Al estallar la persecución contra los cristianos de 1614, tuvo que vivir en la clandestinidad bajo un nombre falso, sin acatar la orden de expulsión y cambiando continuamente de domicilio para no ser descubierto. Ejercía su ministerio sacerdotal durante la noche, en las casas de los cristianos, , confesando, enseñando y celebrando Misa; finalmente fue sorprendido el 14 de diciembre de 1618, junto con el catequista Giovanni Kingocu y otro cristiano, Ambrosio Fernandez, en la casa de Domingo Jorge, que morirá mártir un año después, mientras su mujer Isabel y su hijo Ignasio, fueron arrestados y llevados prisionerso junto con el padre Carlo Spinola y los otros.

   Después de cuatro larguísimos años en prisión, en condiciones infrahumanas, durante los cuales, a pesar de las varias enfermedades que lo aquejaban, el padre Spinola fue el continuo sostén de sus compañeros de prisión.

   A principios de septiembre de 1622, por orden del gobernador Gonrocu, fue conducido a  Nagasaki, junto con otros 23 compañeros de prisión; a algunos se los decapitó, y a otros, entre los cuales se hallaba Carlos Spinola fueron quemado a fuego lento. A causa de su debilidad, fue uno de los primeros en morir.

   El Papa Pío IX lo beatificó el 7 de julio de 1867 junto con otros 204 mártires representantes de los miles de cristianos que en esas lejanas tierras dieron la vida por Cristo.   


Respuesta  Mensaje 6 de 17 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 06:07

10 de septiembre
BEATO RICARDO de SANTA ANA,
Mártir del Japón
(1622 d. C.)

.

   Ricardo de Santa Ana nació en Ham-sur-Heure, Bélgica, en 1585. A su nombre de bautismo añadió el nombre de Santa Ana, pues, por intercesión de la Santa, muy venerada en los países del norte de Europa, había sido sanado de graves lesiones sufridas de niño al ser atacado por un lobo. Por varios años ejerció el oficio de sastre en Bruselas. En 1604, la muerte trágica de un joven coetáneo determinó la crisis religiosa que lo llevó a abandonar su profesión para ingresar en la Orden de los Hermanos Menores en el convento de Nivellesi, donde el 22 de abril de 1605 hizo la profesión solemne.

   Se encontró con Juan el Pobre, una de cuyas principales actividades era buscar hombres generosos para enviar como misioneros al Japón. Ricardo aceptó la propuesta y con el consentimiento de sus superiores pudo partir a las tierras de misión.

   El viaje tuvo como primera etapa a México; de allí en 1611 desembarcó en Filipinas donde los superiores lo enviaron a estudiar filosofía y teología. En 1613 recibió la ordenación sacerdotal y el mismo año pudo partir para el Japón. Al año siguiente las autoridades japonesas iniciaron la persecución contra el cristianismo. Entre las medidas adoptadas una era la expulsión del territorio de los misioneros extranjeros. Ricardo pudo regresar al Japón disfrazado de comerciante. Desarrolló una actividad incansable en medio de los cristianos oprimidos por la violenta persecución y en medio de continuos peligros. En 1621 un dominicano lo informó de que las autoridades poseían pruebas de su actividad religiosa, prohibida severamente por las leyes y le aconsejó ponerse a salvo.

   Como buen pastor no quiso huir frente al peligro y fue descubierto mientras confesaba en la casa de la viuda Lucía de Freitas. Primero fue encerrado en la cárcel de Nagasaki bajo fuerte escolta y con una soga al cuello. Pasó la noche anterior al martirio encerrado en una jaula, bajo un violentísimo aguacero. La mañana del 22 de septiembre fue atado a un palo en la colina de Nagasaki y quemado vivo a fuego lento. Tenía 37 años. Con él perecieron otros 21, quemados vivos, y 30 decapitados.

   El Papa Pío IX lo beatificó el 7 de julio de 1867 junto con otros 204 mártires.   


Respuesta  Mensaje 7 de 17 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 06:08

10 de septiembre
BEATO VICENTE de SAN JOSÉ,
Mártir del Japón
(1622 d. C.)

.

   Vicente de San José, mártir en el Japón, nació en Aiamonte, España, hacia 1597. Emigró a México y entró como hermano no clérigo en la Orden de los Hermanos Menores, distinguiéndose en la observancia de la regla y en el ejercicio fiel de los más humildes oficios. Bello de aspecto y noble en su porte, suscitó admiración entre las mujeres, pero siempre supo defender su castidad con la prudencia y la mortificación. En 1617 se unió a Fray Luis Sotelo y Fray Pedro de Avila en viaje hacia Filipinas. De allí, en 1619, pasó al Japón, a pesar de la prohibición severísima contra los misioneros extranjeros de desembarcar en las islas japonesas. Colaboró celosamente con los sacerdotes y misioneros y sirvió de varias maneras a la comunidad cristiana. 

   El 7 de septiembre de 1620 fue descubierto en casa de Domingo y Clara Yamada, junto con Fray Pedro de Avila. Fue trasladado a la cárcel de Suzuta, donde faltaba totalmente la higiene y la comida era escasa y mala; permaneció allí cerca de dos años. La presencia de los hermanos de fe y de los sacerdotes aliviaba en gran parte los sufrimientos. El gobernador Gonrocu ordenó su traslado a Nagasaki junto con otros 23 cristianos europeos y japoneses en septiembre de 1622. 

   Lo que más entristeció a Fray Vicente fue la traición de un apóstata, que conocía el refugio suyo y de Fray Pedro de Avila. El cristiano traidor fue un día donde el Fray Pedro a pedirle que lo escuchara en confesión. El le dijo que primero se preparase para la confesión y regresara. El traidor más bien se apresuró a correr donde el gobernador para advertirle de la presencia de los dos religiosos. Fueron enviados guardias para arrestarlos. Fueron atados estrechamente por los brazos y conducidos a las prisiones de Nagasaki y de Omura, donde ya se encontraba el P. Apolinar Franco y otros dos religiosos franciscanos. Antes de partir para Omura los dos confesores de la fe tuvieron el gusto de poder vestirse con el hábito franciscano y por todo el camino Fray Pedro de Avila predicó la fe en Jesucristo. 

   Fray Vicente Ramírez de San José fue quemado vivo el 10 de septiembre de 1622. El suplicio fue más duro y la agonía más larga porque la leña que debía arder fue colocada a cierta distancia del poste donde estaba colocado el mártir. Vicente tenía apenas 25 años. Fue beatificado por Pío IX el 7 de julio de 1867.


Respuesta  Mensaje 8 de 17 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 06:09

10 de septiembre
BEATO PABLO DE SANTA CLARA,
Mártir del Japón
(1622 d. C.)

.

   Pablo de Santa Clara es un discípulo amado del Beato Apolinar Franco, jefe del grupo de los mártires japoneses de aquel año y Ministro provincial del Japón. Prestó servicio en calidad de catequista y llevó a cabo toda su diligente actividad bajo la dependencia de los franciscanos en la evangelización, la enseñanza del catecismo a niños y a adultos, en la asistencia y el cuidado de los enfermos en las casas privadas y en los hospitales. Estaba siempre a disposición del Padre Apolinar Franco para cuanto era necesario para el apostolado y para los trabajos internos de la casa religiosa, como servicios de cocina, sacristía en la iglesia, aseo de la casa.

Pablo tenía un gran deseo de hacerse religioso franciscano. Varias veces lo había expresado al Beato Apolinar, pero siempre se había aplazado la fecha de la vestición. Los caminos del Señor son maravillosos; también a Pablo le llegaría el día tan deseado. Se había desencadenado la persecución religiosa con gran furor, misioneros y cristianos eran apresados, metidos en la cárcel y condenados a muerte. Con el Beato Apolinar Franco fue arrestado también Pablo, y conducido junto con los otros misioneros y cristianos a la cárcel de Omura.

En la cárcel Pablo renovó a su superior la petición de ser admitido a la Orden de los Hermanos Menores. Entonces se llevó a cabo una conmovedora y sugestiva ceremonia que nunca se olvidará. Junto a nuestro Pablo estaban otros dos cohermanos suyos, que eran admitidos al año de noviciado. Fray Pablo de Santa Clara será su nuevo nombre, su estado, religioso laico. Fue un verdadero año de noviciado con programas bien definidos, como se desarrolla en una comunidad religiosa normal: oración en común, recitación del breviario y del rosario y mucha alegría en medio de los dolores de una cárcel. Una vida religiosa que tuvo como epílogo el martirio.

El 2 de septiembre de 1622 fue sellada la sentencia de condena a muerte. Fray Pablo de Santa Clara fue sacado de la cárcel y llevado junto con sus cohermanos a Omura, donde estaba listo el calvario para los confesores de la fe. Una turba de paganos y de cristianos hizo cortejo a los condenados a muerte, entre aplausos por parte de los cristianos e insultos por parte de los paganos. Fueron condenados a ser quemados vivos. Así alcanzaron la gloria del cielo con la palma del martirio.


Respuesta  Mensaje 9 de 17 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 06:10

10 de septiembre
BEATO FRANCISCO de BUENAVENTURA,
Mártir del Japón
(1622 d. C.)

.

Francisco de San Buenaventura fue un discípulo predilecto del Beato Apolinar Franco, jefe del grupo de mártires japoneses y ministro provincial de los franciscanos del Japón. Catequista diligente y activo, se había dedicado a la obra de la evangelización, a la enseñanza de la doctrina cristiana a los niños y a los adultos, a la asistencia de los enfermos en las casas privadas y en los hospitales preparando a los enfermos para los últimos sacramentos y a bien morir. En todas las necesidades del apostolado fue siempre pronto y sujeto a las directivas de su Padre Superior.

Era natural de Yedo y japonés de nacionalidad, desde joven fue recibido en el seminario de los franciscanos con la intención de llegar a ser también él franciscano y sacerdote, para lo cual se dedicó con pasión a los estudios.

Cuando el Padre Apolinar Franco fue arrestado por los guardias y conducido a la cárcel a causa de la fe, Francisco estaba ausente de la casa. Lo supo solamente a su regreso. Con ánimo turbado fue al gobernador de Omura, le reprochó sus crueles delitos y su apostasía abominable (era un cristiano renegado) y le dijo que también él era cristiano y que quería compartir los sufrimientos de la cárcel y la gloria del martirio.

El gobernador, irritado con estas palabras, lo hizo arrestar y encarcelar. Así Francisco pudo nuevamente abrazar a su querido Padre y le pidió la gracia que desde años atrás deseaba: ser admitido a la vestición del hábito en la Orden de los Hermanos Menores.

En la penumbra de la cárcel se cumplió un rito conmovedor. Francisco pudo comenzar su noviciado vistiendo el hábito franciscano, pudo ser recibido entre los Hermanos Menores en calidad de clérigo con el nombre de Fray Francisco de San Buenaventura.

Para nuestro heroico religioso se inició aquel día el más singular año de noviciado, rico en fervor seráfico y de grandes sacrificios. La cárcel se había transformado en comunidad religiosa con sus horarios, con la oración en común, con la recitación del breviario y del rosario. Este tiempo de preparación no terminaría con el sacerdocio sino con el martirio. El 12 de septiembre de 1622 Francisco de San Buenaventu­ra fue condenado a ser quemado vivo y ajusticiado en Omura. Fue beatificado por Pío IX el 7 de julio de 1867.


Respuesta  Mensaje 10 de 17 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 06:11

10 de septiembre
BEATO APOLINAR FRANCO,
Mártir del Japón
(1622 d. C.)

.

   Apolinar Franco, nació en Aguilar del Campo, en Castilla la Vieja, de padres nobles y virtuosos. Completó sus estudios en la célebre universidad de Salamanca, donde recibió el grado de doctor, y después tomó el hábito franciscano entre los Hermanos Menores. Fue religioso austero y de alta contemplación. Era el predicador más renombrado en Castilla la Vieja, cuando en 1600 obtuvo de sus superiores licencia para partir a las misiones de Filipinas junto con 50 cohermanos suyos. De allí pasó al Japón, donde su celo y su santidad produjeron abundantes frutos apostólicos.

   En el comienzo del shogunado de Tokugawa, en 1614, los shoguns, o jefes supremos, cerraron el Japón a los extranjeros y se aseguraron dos siglos y medio de “bienestar y paz”. Allí vivían medio millón de católicos cuando, en 1614, Useyasu, fundador de la dinastía de Tokugawa, promulgó un decreto que les prohibía practicar su religión y ordenaba bajo pena de muerte que los misioneros abandonaran el país. 

   A pesar de esto, Apolinar Franco permaneció en su puesto, es más, fue nombrado Ministro Provincial del Japón. En 1617 estaba en Nagasaki y supo que en el reino de Omura no había quedado ni un sacerdote, los cristianos eran numerosos y la persecución violentísima. Sin embargo decidió ir entre ellos. Partió vestido con su hábito religioso; a lo largo del viaje predicó públicamente y convirtió a uno de los verdugos del Beato Pedro de la Asunción. Los bonzos, irritados contra el apóstol de Jesús, lo denunciaron al Gobernador quien el 7 de julio de 1617 lo hizo arrestar y poner en prisión en Omura junto con algunos cristianos japoneses. En aquélla prisión pasó cinco años, pero tuvo la fortuna de encontrar carceleros benévolos que le permitieron el contacto con los cristianos. Entre los prisioneros se encontraba uno de sus catequistas, Francisco, quien al saber del arresto del Padre Apolinar, había ido ante el gobernador para reprocharle su crueldad. El gobernador, irritado, lo hizo meter a la cárcel. Allí Fray Apolinar lo recibió como novicio clérigo con el nombre de Fray Francisco de San  Buenaventura. Otro cristiano, Pablo, recibió el hábito con el nombre de Fray Pablo de Santa Clara; otros fueron admitidos a la Tercera Orden Franciscana. La prisión para Fray Apolinar se había convertido en convento, donde se practicaba la vida religiosa.

   Era esta una verdadera fraternidad en donde se oraba y se elevaban continuamente las alabanzas a Dios. En los primeros días de septiembre de 1622 los Santos Mártires prisioneros de Omura debieron separarse: veinte fueron enviados a Nagasaki para consumar allí su inmolación con el martirio; ocho permanecieron en Omura junto con el Beato Apolinar Franco. Condenados a ser quemados vivos, fueron ejecutados el 12 de septiembre de 1622. El 7 de julio de 1867 Pío IX beatificó a doscientos cinco de estos mártires, entre ellos al padre Apolinar. 

   Después de esta persecución, ningún sacerdote, durante doscientos cincuenta años, o sea hasta 1867, ejerció su ministerio en Japón.


Respuesta  Mensaje 11 de 17 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 06:11

10 de septiembre
MÁRTIRES de JAPÓN III, 
(1622 d. C.)

.

   En 1867, el mismo año en que se reanudó la persecución en Urakami, aunque no llegó al derramamiento de sangre, el Papa Pío IX beatificó a 205 mártires del Japón, de entre los cuales el Martirologio Franciscano cuenta con dieciocho miembros de la primera orden y veintidós terciarios. Por diversas causas (entre las que desgraciadamente nos vemos obligados a reconocer la de los celos nacionales y aún las rivalidades religiosas entre los misioneros de varias órdenes) el "shogun" Ieyasu Tokugawa decretó que el cristianismo tenía que ser abolido.

   La persecución se inició en 1614, y los beatos franciscanos sufrieron el martirio entre los años 1617 y 1632. La persecución aumentó gradualmente en intensidad hasta 1622, cuando tuvo lugar la "gran matanza", en la cual fue una de las principales víctimas el beato Beato Apolinar Franco.

   Era castellano, natural de Aguilar del Campo, y tras de recibir su doctorado en Salamanca, se hizo fraile menor de la observancia. En 1600, fue enviado a la misión de Filipinas y de ahí al Japón. Al empezar la persecución, fue nombrado comisionado general a cargo de la misión. Cuando se hallaba en Nagasaki, en 1617, oyó decir que no había quedado ni un solo sacerdote en la provincia de Omura, donde había numerosos cristianos, de manera que sin disfrazarse y sin tomar precaución alguna, se fue a ejercer entre ellos su ministerio. En seguida, fue arrojado en una inmunda prisión, donde permaneció cinco años. El padre Apolinar no cesó de dar consuelo a su grey por medio de mensajes y cartas, y administraba los sacramentos a los que lograban entrar en la cárcel. Varios otros cristianos estaban presos con él, y uno de sus hermanos en religión, el Beato Ricardo de Santa Ana, escribió lo siguiente al padre guardián de su convento en Nivelles: "hace casi un año que estoy en esta miserable prisión donde me acompañan nueve religiosos de mi orden, ocho dominicos y seis jesuitas. Los restantes son cristianos japoneses que nos han ayudado mucho en nuestro ministerio. Algunos han estado aquí desde hace cinco años. No comemos otra cosa que un poco de arroz y sólo bebemos agua. El camino al martirio ha sido abierto para nosotros por más de trescientos mártires, todos japoneses, a quienes se infligió toda clase de torturas. Todos nosotros, los sobrevivientes, estamos destinados a morir. Nosotros los religiosos y aquellos que han ayudado, estamos destinados a ser quemados en fuego lento; lo otros serán decapitados ... Si todavía vive mi madre, ruego a su reverencia que tenga a bien decirle que Dios me ha mostrado Su Misericordia al permitirme que sufra y muera por Él. Ya no me queda tiempo para escribirle a mi madre". 

   A principios de septiembre de 1622, veinte de los prisioneros fueron llevados a Nagasaki. El día 12, el Beato Apolinar y los otros siete que se quedaron con él en Omura, murieron quemados vivos, incluso los Beatos Francisco de Buenaventura, y Beato Pablo de Santa Clara, a quienes el padre Apolinar impuso el hábito franciscano mientras se hallaba en prisión. Dos días antes, los que habían sido llevados a Nagasaki sufrieron allá la misma suerte. Entre los franciscanos figuraba el Beato Ricardo, a quien ya mencionamos, y la Beata Lucía de Freitas. Esta era una japonesa noble, viuda de un mercader portugués. Lucía   se hizo terciaria franciscana y, durante el resto de su vida, se dedicó a la causa de los pobres y al socorro de los cristianos perseguidos. Se le infligió la  espantosa muerte en la hoguera, cuando tenía más de ochenta años de edad. Había sido capturada porque en su casa vivía escondido Fray Ricardo de Santa Ana.

   Entre los confesores que fueron llevados de la prisión de Omura a Nagasaki, como ya a se dijo anteriormente, se hallaban el Beato Carlos Spinola y el Beato  Sebastián Kimura de la Compañía de Jesús. El Beato Carlos, natural de Italia, tras un fracasado intento de llegar al Japón, desembarcó, por fin, en sus costas a fines del siglo diecisiete y durante dieciocho años trabajó ahí como misionero. Por aquel entonces, los jesuitas (y también los lazaritas) del Lejano Oriente,  hicieron un estudio especial y prácticas intensas de astronomía que les valieron la admiración y el favor de las autoridades de China y de Japón. El Beato Carlos era un hábil matemático y astrónomo y, en 1612, escribió un tratado técnico sobre el eclipse lunar que se vio en Nagasaki. Seis años después, fue detenido y en la prisión donde fue encerrado, en Omura, se encontraba ya el Beato Sebastián Kimura, uno de los primeros japoneses que fueran ordenados sacerdotes, descendiente de un convertido que había sido bautizado por San Francisco Javier. El 10 de septiembre de 1622, los dos jesuitas y varios compañeros fueron conducidos al sitio de la ejecución, sobre una colina, en las afueras de Nagasaki, pero tuvieron que esperar ahí más de una hora hasta que llegaron otros confesores condenados a morir, desde la propia Nagasaki. Fue un momento conmovedor aquel en que, frente a numerosos cristianos y paganos que se habían reunido en torno a la colina, los dos grupos elegidos se encontraron y se saludaron con mucha reverencia y gravedad. Entre los que habían llegado al último se encontraba la Beata Isabel Fernández, una viuda española condenada por haber dado hospedaje al padre Carlos, quien le había bautizado a un hijo. "¿Dónde está mi pequeño Ignacio?", preguntó el sacerdote al verla.  "Aquí lo tiene, padre", replicó Isabel al tiempo que sacaba de entre las gente a un chiquillo como de cuatro años. "Lo traje conmigo", agregó, "para que muera por Cristo antes de que crezca más y lo ofenda". El niño se arrodilló para que el padre Spinola lo bendijera. Miró cómo le cortaban la cabeza a su madre y luego, se desabotonó el cuello de la camisa y se ofreció a la espada del verdugo.

   A los sacerdotes y algunos de los otros cristianos se les reservaba una muerte más terrible. Fueron atados a sendos postes, en torno a los cuales, como a un metro y veinticinco centímetros de distancia, se encendía una hoguera. Cuando las llamas amenazaban con quemar rápidamente a las víctimas, los verdugos arrojaban agua sobre la leña para disminuir la fuerza del fuego. Algunos murieron en una hora o poco más, sofocados por el humo y el calor; entre éstos se encontraban el padre Carlos y el padre Sebastián. A otros, se les prolongó la espantosa agonía hasta bien entrada la noche y aun hasta el siguiente amanecer. Dos jóvenes japoneses flaquearon y pidieron misericordia: no pedían la cambio de renegar de su fe, sino solamente una muerte más rápida y menos cruel. Aun eso les fue negado, y los dos japoneses murieron como los demás.

   Tal vez en aquella ocasión, la escena del martirio fue más dramática e impresionante que en otras muchas durante la persecución. Entre los condenados figuraban muchos japoneses: el Beato Clemente Vom y su hijo, el Beato Antonio; el Beato Domingo Xamada y su esposa, la Beata Clara; el catequista Beato León Satzuma; cinco mujeres que llevaban todas el nombre de MAría y que se apellidaban, respectivamente: Tanaura, Tanaca, Tocuan, Xum y Sanga, las últimas cuatro murieron junto con sus esposos; los niños, Beatos Pedro Nangaxi,  Pedro Sanga y Miguel Amiki, éste último, de cinco años de edad, muirió junto con su padre el anciano Beato Tomás Xiquiro y un coreano, el Beato Antonio con su esposa y un hijo pequeño. Todos estos fueron decapitados.

   Cinco días después, en la localidad de Firando, pereció en la hoguera Beato Camilo Costanzo, un jesuita italiano, natural de Calabria. Durante nueve años, había sido misionero en el Japón, hasta que fue desterrado, en 1611. En Macao escribió varios tratados en japonés para defender al cristianismo de los ataques de los paganos. En 1621, regresó clandestinamente, con ek disfraz de un soldado. Al año siguiente se le capturó. La Compañía de Jesús celebra su fiesta el 25 de septiembre para unirla a la del Beato Agustín Ota y el Beato Gaspar Cotenda, catequistas japoneses, un niño de doce años, el Beato Francisco Taquea y otro de siete, el Beato Pedro Kikiemon; a todos éstos los mataron los propios japoneses por simple odio a la fe cristiana, con dos o tres días Diferencia. Otro distinguido jesuita, el Beato Pablo Navarro, fue quemado en vida en Shimabara, el 1º de noviembre del mismo año. Era italiano y estuvo largo tiempo en la India antes de misionar en el Japón. Llegó a dominar el idioma a la perfección, ejerció su ministerio con celo extraordinario en Nagasaki y otras partes y, durante veinte años, fue rector de la casa de los jesuitas en Amananguchi. Las cartas llenas de nobles y elevados conceptos que escribió el padre Navarro en vísperas de su martirio, fueron impresas en el segundo volumen de la "Histoire de la Religión Chrétienne au Japón" (1869), de L. Pagés. 

   Así se consumó la "gran matanza" de 1622. Richard Cocks, miembro de la tripulación de un barco inglés que por entonces se hallaba en el Japón, dio testimonio de haber visto unas cincuenta y cinco personas martirizadas al mismo tiempo en Miako. "Entre aquellas gentes había niños pequeños, de cinco o seis años, a los que quemaban en los brazos de sus madres y que gritaban con ellas: ¡Jesús,  recibe nuestras almas! Muchos otros, sigue diciendo el marino inglés en su testimonio, se hallan en prisión, donde esperan la muerte a cada instante, porque son muy pocos los que reniegan de su fe para salvarse". En vista de semejantes atrocidades, algunos marineros ingleses y holandeses que interceptaron un barco japonés frente a Formosa, lo entregaron a las autoridades de Nagasaki para que no los acusaran de piratería o de encubrimiento, ya que en la nave viajaban varios misioneros.

   En uno de sus viajes, en el año 1597, el Beato Carlos Spinola estuvo en Inglaterra. En este mismo sitio, en los días 5 de febrero y 1º de junio se habla de otros mártires de Japón.   

  Ver la bibliografía en Los Mártires del Japón, el de junio. Véase también a Marcellin de Civezza, en Histoire universelle des Missions franciscaines (1890), vol. II pp. 343 y 381; Les Martyrs de H. Leclerq, vol. IX; Analecta Bollandiana, vol. VI (1887), pp. 53-72; y Auréole Séraphique vol. I, pp. 124-178. Hay unas biografías del beato Spinola, escritas por E. Séguin, por Broeseckaert y D. Donnelly, un estudio titulado A Prisoner in Japan (1928). Cj. C.R. Boxer, The Christian Century in Japan(1951)


Respuesta  Mensaje 12 de 17 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 06:12

10 de septiembre
SAN SALVIO, 
Obispo de Albi
(584 d. C.)

   Salvio pertenecía a una familia de la ciudad francesa de Albi. Fue doctor en derecho y también magistrado; pero su amor por el retiro y su deseo por verse libre de distracciones le indujeron a ingresar como monje en un convento, del que llegó a ser abad por elección de sus hermanos. Vivía retirado en una celda construida a cierta distancia del monasterio. Ahí le atacó repentinamente una violenta fiebre que lo dejó inconsciente y muerto en opinión de todos los que acudieron a verle; a decir verdad, el propio santo estaba seguro de que había muerto y sostenía que el cielo le había permitido esa experiencia para devolverle después a la vida. Como quiera que haya sido, Salvio estaba vivo en el año 574, cuando fue sacado de su retiro para que ocupase la sede de Albi. En su puesto de obispo llevó la misma existencia austera de siempre. Cualquier cantidad de dinero o de provisiones que le caía en la mano, era distribuida entre los pobres. Cuando el patricio Momolo pasó por Albi conduciendo a gran número de prisioneros, San Salvio lo siguió hasta rescatar al último de los cautivos. Chilperico, el rey de Soissons que se las daba de teólogo, hizo un tratado muy poco ortodoxo, y San Salvio junto con su amigo San Gregorio de Tours discutieron con el monarca y consiguieron devolverle a la ortodoxia. En el año 584, una epidemia causó estragos entre los fieles de su sede, y fue en vano que sus subordinados y amigos le recomendaran cuidados y precauciones, porque el obispo, inflamado por la caridad, infatigable y abnegado, iba por todas partes donde creía que era necesaria su presencia. Visitaba a los enfermos, los consolaba y los exhortaba a prepararse para llegar a la eternidad. No tardó en contagiarse y, al saber que su hora estaba próxima, mandó traer su ataúd, se vistió con ropas humildes y, así, se dispuso a comparecer delante de Dios. Murió el 10 de septiembre de 584.

Casi todo lo que sabemos sobre San Salvio se encuentra en la Historia Francorum de San Gregorio de Tours. Ver también a los bolandistas, en sept., vol. III.


Respuesta  Mensaje 13 de 17 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 06:13

10 de septiembre
SAN TEODARDO,  
Obispo de Maestricht
(670 d. C.)

.

   Teodardo fue un enérgico obispo de Tongres-Maestrich y un hombre alegre, simpático y bien dispuesto. Eso es prácticamente todo lo que sabemos de su vida, aparte de algunos datos sobre sus actos. Algunos nobles sin escrúpulos habían tomado posesión de las tierras que, por derecho, pertenecían a su iglesia. Entonces, tomó la resolución de presentarse ante Childerico II de Austrasia para pedirle que hiciera justicia. Al pasar por el bosque de Bienwand, cerca de Speyer, fue asaltado por unos bandoleros, que le mataron. Su biógrafo nos informa que San Teodardo tuvo tiempo de pronunciar un largo discurso ante sus asesinos, quienes le respondieron con una cita de Horacio. en vista de que su muerte ocurrió cuando emprendía una jornada en defensa de los derechos de la Iglesia, fue venerado como mártir y su sucesor, San Lamberto, trasladó sus restos a la iglesia de Lieja. También el Martirologio Romano habla de San Teodardo como mártir y dice que "dio su vida por sus ovejas y, después de su muerte, sus virtudes resplandecieron con significativos milagros".

   Hay una biografía anónima, escrita en el siglo octavo y otra en fecha posterior, quizá por Heriger, abad de Lobbes. La primera, se halla impresa en Acta Sanctorum, sept. vol. III. Ver también a G. Kurth, en Etude Critique sur Saint Lambert (1876, pp. 67 y ss. y L. van der Essen, Etude Critique... (1907), pp. 135-143.


Respuesta  Mensaje 14 de 17 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 06:14

10 de septiembre
SANTA PULQUERIA,  
Virgen
(463 d. C.)

.

   Como un indicio del papel importantísimo que desempeñaron en los asuntos religiosos y eclesiásticos los emperadores romano-bizantinos y de la influencia de las mujeres en la corte imperial (una influencia no siempre benéfica), recordemos que los Padres del famoso Concilio de Calcedonia, que hizo época, aclamaron a la emperatriz Pulquería, como "guardiana de la fe, pacificadora, pía, creyente y una segunda Santa Elena." Estos títulos no eran simples galanterías de los obispos orientales, sino signo de que éstos sabían por experiencia la importancia de conservar la buena voluntad del soberano imperial y de su corte.

   Pulqueria era la nieta de Teodosio el Grande y la hija del emperador Arcadio, el que murió en el año 408. La princesa nació en el año 399. Tuvo tres hermanas: Flacilla, que era la mayor, murió muy joven; Arcadia y Marina eran menores que Pulqueria. El emperador dejó un hijo, Teodosio II, que era tímido, bueno y devoto, incapaz para manejar los asuntos públicos y sin la energía suficiente para la posición que ocupaba. A Teodosio le interesaba más escribir o pintar que el arte de gobernar, y sus allegados le daban el sobrenombre de "calígrafo." En el año de 414, Pulqueria, que sólo tenía la edad de quince años, en nombre de su joven hermano, fue declarada augusta, participante con Teodosio en el gobierno del imperio y encargada también del cuidado y educación del príncipe.

   Bajo el gobierno de Pulqueria, la corte mejoró mucho de lo que había sido en tiempos de su madre, quien despertó la justa cólera de San Juan Crisóstomo. Al convertirse en augusta, Pulqueria hizo un voto de perpetua virginidad e indujo a sus hermanas a hacer lo propio. Probablemente, los motivos de aquella decisión no fueron religiosos, ni en parte, ni completamente. Era una mujer de negocios que veía las cosas tal como eran y no quería que el hombre se casara con ella o con alguna de sus hermanas llegara a meterse en los asuntos de la administración política o hiciera el intento de arrebatar el trono a su hermana. Pero tampoco se puede decir que el voto estuviese desprovisto de cierto sentido religioso, puesto que la soberana había citado a Dios como testigo y no era de las que toman el nombre de Dios en vano, y Pulqueria mantuvo su juramento, aun después de haberse casado, de hecho. De todas maneras, resulta exagerado representar a la corte de aquel tiempo como una especie de monasterio: el espectáculo de las jóvenes princesas dedicadas la mayor parte del tiempo a hilar, bordar y a los ejercicios de devoción en la iglesia no tenía nada de extraordinario y, si Pulqueria impedía a los hombres el acceso a sus departamentos y a los de sus hermanas, era por una medida de elemental prudencia, en vista de que las lenguas de la corte andaban muy sueltas, y los oficiales bizantinos no se distinguían por su buena conducta. Tenemos la impresión de que era una familia muy unida y muy trabajadora, cuya primordial preocupación era el cuidado y la educación de Teodosio. Por desgracia, como sucede a menudo con las gentes muy inteligentes y capaces, Pulqueria estaba segura de bastarse a sí misma y (tal vez sin intención al principio) aprovechó la ventaja de la falta de interés de su hermano por los asuntos públicos para educarlo como un virtuoso caballerito y un joven estudioso, pero no un gobernante. Como se ha escrito irónicamente: "Su incapacidad para la administración era tan marcada, que apenas si se le puede acusar de haber aumentado los infortunios de su reino por sus propios actos." Si de los infortunios podía culparse a Teodosio, las buenas fortunas podrían achacarse a la prudencia y el buen gobierno de Pulqueria. El carácter resuelto de ésta y la tímida indiferencia de su hermano, se ponen de manifiesto en un suceso que ocurrió cuando Pulqueria, para poner a prueba a Teodosio, le presentó un decreto para la sentencia de muerte contra sí misma. El joven lo firmó precipitadamente, sin haberlo leído.

   Cuando Teodosio llegó a la edad de contraer matrimonio, Pulqueria volvió a tomar en consideración las complicaciones políticas y, debemos admitirlo, también la salvaguardia de sus propios intereses y su ascendencia que, en las circunstancias, eran para el bien y el progreso del estado; eligió para él a Atenaís, la más bella, muy acaudalada y muy encumbrada hija de un filósofo de Atenas que aún era pagano. [La versión de que Atenaís fue enviada a Constantinopla para buscar fortuna, ilustra de manera interesante un aspecto de las costumbres en la sociedad greco-romana de la época. Estaría fuera de lugar relatar aquí esa historia, por eso recomendamos ver el resumen que hace Finlay en "Greece under the Romans", cap. II, sección XI]. Teodosio aceptó de buen grado a la joven, y ella no tuvo ningún reparo en hacerse cristiana, de modo que, en el año 421, se casaron. Dos años más tarde, Teodosio declaró augusta a su esposa Atenaís o Eudoquia, como se le había puesto en el bautismo. Era inevitable que la augusta Eudoquia, tarde o temprano, intentase menguar los poderes de su cuñada, la augusta Pulqueria. A su debido tiempo, la ambiciosa hija del filósofo ejerció todas sus artes femeniles sobre su débil y pusilánime esposo, hasta que consiguió que desterrara a Pulqueria en Hebdomon. El exilio duró algunos años. Podemos creer sin reparos, como dice Alban Butler, que Santa Pulqueria "consideró el castigo de su exilio como un favor del cielo y consagró todo su tiempo a Dios en la plegaria y al prójimo en las buenas obras. Nunca se quejó por la ingratitud de su hermano, ni por las inicuas intrigas de la emperatriz que todo se lo debía, ni por las injusticias de sus ministros." Sin duda, que habría estado contenía "con olvidarse del mundo y con que el mundo se olvidara de ella", pero no podía pasar por alto que tenía muchas y muy graves responsabilidades en aquella gran parte del mundo cuya capital era Constantinopla. Durante algún tiempo las cosas marcharon bastante bien, hasta que más o menos por el año de 441, se produjo la caída de Eudoquia. Se la había acusado, tal vez injustamente, de haber sido infiel al emperador con un apuesto aunque gotoso oficial llamado Paulino, [Ver a Finlay en la obra "Greece under the Romans", para la fabulosa historia de la manzana de Frigia.] y fue desterrada a Jerusalén, oculta bajo el disfraz de un peregrino. Ya nunca regresó. En la corle hubo una reorganización general de las oficinas de gobierno y lodos los puestos cambiaron de mano; a Pulqueria se le llamó del exilio, pero no para darle su antiguo cargo de supremo gobierno, ya que la jefatura estaba ocupada ahora por Crisafio, un antiguo partidario y admirador de Eudoquia. Bajo la administración de aquel hombre, el imperio de oriente fue de mal en peor durante diez años.

   Por las presiones de Crisafio y sin ninguna consideración por la firmeza de las ideas teológicas, ya que anteriormente había favorecido a Nestorio, el emperador Teodosio brindó su apoyo incondicional a Eutiques y a la herejía monofisita. En el año de 449, el Papa San León el Grande apeló a Santa Pulquería y al emperador para que rechazaran y combatieran el monofisismo; como respuesta, Teodosio aprobó las actas del "infame Sínodo" de Efeso y expulsó a San Flaviano de la sede de Constantinopla. Pulquería se mantenía firme en la ortodoxia, pero su influencia sobre su hermano se había debilitado. El Papa escribió de nuevo; Hilario, el archidiácono de Roma, escribió también; dejaron oír sus protestas y sus consejos Valentiniano III, el emperador de occidente, su esposa Eudosia, la hija de Teodosio y Gala Plácida, su madre... y, de repente, en medio de aquella lluvia de apelaciones, murió el emperador Teodosio, como consecuencia de los golpes que recibió al caer del caballo durante una partida de caza.

   Santa Pulqueria, que por entonces tenía cincuenta y un años, instaló en el trono imperial a un general veterano de humilde origen, siete años mayor que ella. Llevaba el nombre de Marciano; era natural de Tracia y viudo. Pulqueria juzgó prudente y muy ventajoso para el estado y para la estabilidad del trono, contraer matrimonio con Marciano y así se lo propuso, con la única condición de que ella quedase en libertad para mantener su voto de virginidad. El general veterano aceptó y ambos gobernaron juntos como dos buenos amigos siempre de acuerdo en sus puntos de vista y sus sentimientos, encaminados al progreso de la religión y el aumento del bienestar público. Los emperadores dieron una calurosa bienvenida a los delegados que envió el Papa León a Constantinopla, y su celo en favor de la fe católica les valió las más cálidas felicitaciones y encomios por parte de aquel Pontífice y del Concilio de Calcedonia que, convocado en 451 bajo el patrocinio de los emperadores, condenó a la herejía monofisita. Pulqueria y Marciano hicieron todo lo que estaba a su alcance para que los decretos de aquella asamblea quedaran establecidos en todo el imperio de oriente, pero fracasaron lamentablemente en Egipto y en Siria. La propia emperatriz Santa Pulqueria escribió a un monje y a una abadesa de un convento de monjas de Palestina, con el propósito de convencerlos de que el Concilio de Calcedonia no había propiciado, como se afirmaba, una reavivación del nestorianismo, sino que condenó aquel error juntamente con las opuestas ideas herejes de Eutiques. Por dos veces con anterioridad, en 414 y 443, Pulqueria había perdonado el pago de impuestos atrasados que abarcaban un período de sesenta años, y tanto ella como su esposo procuraron contentar a su pueblo con bajos impuestos y los menores gastos de guerra que fueran posibles. El admirable espíritu con que desempeñaron sus deberes de gobernantes, se traduce en el lema de Marciano: "Nuestra obligación de soberanos es cuidar de la raza humana." Por desgracia, la magnífica sociedad no duró más de tres años, porque en el mes de julio del 453 murió Santa Pulquería.

   Aquella gran emperatriz construyó muchas iglesias, tres de ellas en honor de la Madre de Dios: la de Blakhernae, la de Khalkopratia y la de Hodegetria, que figuraron entre las más famosas iglesias marianas de la cristiandad. En la última de las iglesias mencionadas la emperatriz instaló la famosísima pintura de la Virgen María que había sido traída de Jerusalén y que se atribuye al Evangelista San Lucas. Pulqueria y Teodosio fueron los primeros emperadores de Constantinopla con inclinaciones griegas más que latinas; ella propicio el establecimiento de la universidad donde se enseñaba la lengua griega y había cursos sobre literatura y filosofía de Grecia; fue ella quien redactó las reglas y principios sobre las obligaciones y necesidades de los gobernantes, reunidos en el llamado Código de Teodosio. Si tomamos en consideración los actos y virtudes de la emperatriz, admitiremos que los elogios de San Próculo en su panegírico del Papa San León y de los padres del Concilio de Calcedonia, no eran meros cumplidos, sino alabanzas que ella merecía. El Martirologio Romano menciona a Santa Pulqueria en la fecha de hoy; su nombre fue inscrito por el cardenal Baronio; su fiesta se celebra entre los griegos, aunque en una época su culto se extendió por el occidente y su fiesta se observaba, por ejemplo, en todo Portugal y en el reino de Nápoles.

   Pulqueria desempeñó una parte importante en la historia eclesiástica de su tiempo, pero no tiene una biografía propia. Ver el Acta Sanctorum, sept., vol. III y también el vol. IV, pp. 778-782; a Hefele-Leclercq, en Concites, vol. II, pp. 375-377 y las acostumbradas referencias en las diversas obras. Hasta Gibbon habla bien de Pulqueria en su Decline and Fall. cap. XXXII.


Respuesta  Mensaje 15 de 17 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 06:15

10 de septiembre
SAN NEMESIANO y COMPAÑEROS,  
Mártires
(257 d. C.)

   Durante el primer año, en el curso de la octava persecución general contra los cristianos, en 257, bajo el reinado de Valeriano, San Cipriano, obispo de Cartago, fue desterrado a Curubis por el procónsul romano en África. Al mismo tiempo, el gobernador de Numidia procedió con severidad primero y luego con crueldad, contra los cristianos; a muchos los sometió a la tortura y después a una muerte espantosa, a otros los mandó a trabajar en las minas de sal y de azufre, lo que equivalía a lo mismo, pero con mayor lentitud. De entre aquel ejército de santos, el gobernador hacía comparecer periódicamente ante él, a uno u otro para someterlo de nuevo a los tormentos y matarlo con indescriptible brutalidad, mientras el resto continuaba en el martirio del hambre, la desnudez, la suciedad, el agotamiento por las penurias y el duro trabajo, las diarias golpizas, los azotes, los palos y los insultos. Desde su destierro, San Cipriano escribía a aquellos cristianos que sufrían por su fe, para consolarlos y alentarlos.

   Aquellos a quienes iban dirigidas las nobles misivas, expresaron su agradecimiento a San Cipriano por intermedio de su jefe, el obispo Nemesiano. Le decían que sus epístolas les aliviaban el dolor de los golpes y endulzaban las amarguras de sus sufrimientos, les inmunizaban contra la hediondez, la suciedad y la prisión. Le aseguraban que él mismo, por haber confesado gloriosamente la fe en el tribunal del procónsul y por haber sufrido antes que ellos en el destierro, había animado a todos los soldados de Dios para servirlo. Para terminar, le pedían sus oraciones y le decían: "Ayudémonos unos a otros con nuestras plegarias a fin de que Dios y su Hijo Jesucristo y todo el coro de los ángeles nos den su ayuda cuando mayor necesidad tengamos de ella." Ese glorioso conjunto de mártires es el que conmemora en el día de hoy el Martirologio Romano; a nueve de ellos les da el título de obispos, pero también sufrieron, como lo dice San Cipriano, sacerdotes, diáconos y clérigos menores, así como laicos de todas las edades y condiciones. Algunos fueron ejecutados deliberadamente, unos pocos sobrevivieron y la enorme mayoría murió en las minas por los malos tratos, las penurias, el hambre, la sed, la fatiga y las enfermedades causadas por el cautiverio.

   La mención de los santos Nemesiano, Félix y compañeros en el Martirologio Romano en esta fecha, se debe a una confusión. Hubo un mártir Nemesiano que murió con varios compañeros en Alejandría y, como lo atestigua el Hieronymianum, se conmemora en este día. Posiblemente sea el mismo mártir que en el Breviario Sirio aparece con el nombre de "Menmais", también el 10 de septiembre. Dom Quentin ha demostrado que el martirologista Floro identificó a este grupo de mártires de Alejandría con aquéllos a quienes dirigía sus cartas San Cipriano (ver Martyrologes Historiques, p. 289). Además de estas cartas no tenemos otras pruebas de que el obispo Nemesiano a quien estaban dirigidas haya sido honrado como mártir. El calendario cartaginés nombra a Nemesiano el 23 de diciembre pero éste puede ser un niño martirizado del que habla San Agustín. El texto de San Cipriano, con comentarios, se reproduce en el Acta Sanctorum, sept., vol. III.


Respuesta  Mensaje 16 de 17 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 06:16

10 de septiembre
SAN AUBERTO, 
Obispo y Confesor

Nosotros nos habíamos hecho indignos
de orar, pero Dios, por su bondad, nos
ha permitido hablar con él. Nuestra
oración es el incienso que más le agrada.
(San Juan María Vianney)

    Casi lo único que se sabe de este santo obispo de Avranches, es que fue el fundador de la famosa iglesia de Mont Saint Michael, a principios del siglo octavo, célebre lugar de  peregrinaciones en otros tiempos. Según la leyenda, el arcángel San Miguel se le apareció a San Auberto y le pidió que le construyese una iglesia en un islote llamado Rocher de la Tombe. La iglesia fue terminada el año 709, y dedicada el 16 de octubre del mismo año. En la actualidad es una abadía de monjes benedictinos. Se cree que San Auberto murió el año 725. 

Respuesta  Mensaje 17 de 17 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 06:16

10 de septiembre


SAN NICOLÁS DE TOLENTINO,  
Confesor

He aprendido a estar contento con lo que tengo,
sé vivir en pobreza y sé vivir en abundancia:
todo lo he probado y estoy ya hecho a todo.
(Filipenses, 4, 11-12).

   San Nicolás vivió mucho tiempo en Tolentino, ciudad de Italia, y la ilustró con su muerte. A pesar de sus increíbles austeridades en la Orden de los Ermitaños de San Agustín, siempre tenía la sonrisa en los labios. Seis meses antes de su muerte, oía todas las noches los conciertos de los ángeles. Medita tres hermosas palabras de este santo: "El corazón que una vez gustó de Dios, ya nada encuentra en la tierra que le plazca; no hay que amar la vida, sino porque nos conduce a la muerte; en poco tiempo podemos ganar la eternidad". Murió en 1315, a los 70 años de edad.

MEDITACIÓN - TRES CONSEJOS PARA VIVIR
FELIZ CADA CUAL EN SU ESTADO

   I. Vive feliz y contento en la posición en que Dios te ha colocado. No seas de aquellos que se ingenian en hacerse desgraciados, sea exagerando los males que les acaecen, sea comparando sus desventuras imaginarias con la aparente felicidad de los demás. Dios te ha puesto en este estado, permanece en él, vive en él contento y alegre, Dios lo quiere. Salom6n ha dicho con razón: He reconocido que nada mejor había que alegrarse y hacer el bien durante nuestra vida.

   II. Conténtate con la fortuna y talentos naturales que Dios te ha dado, y no desees más. Dios sabe lo que has menester; acaso te habrías condenado si tuvieses más ingenio, más salud o más bienes materiales. La dicha no reside ni en la ciencia, ni en la opulencia ni en los otros bienes de este mundo; existe en la posesión de Dios. No son las riquezas las que hacen feliz, sino Dios, que es la verdadera riqueza de nuestras almas. (San Agustín).

   III. Conténtate también con los bienes que hayas recibido en el orden de la gracia, y no te atormentes inútilmente en desearlos mayores. Emplea como es debido los favores que te acuerda Dios, y los talentos que te ha confiado; no pide otra cosa de ti. Piensa, para suavizar; tus sufrimientos, que has merecido el infierno por tus pecados, y llora continuamente los desórdenes de tu vida pasada. La verdadera compunción atrae la gracia y produce el gozo del alma, y las lágrimas de la penitencia son inmensamente más dulces que los goces de los pecadores.

La conformidad con la voluntad de Dios - Orad
por los afligidos.

ORACIÓN

   Señor, escuchad favorablemente las humildes súplicas que os dirigimos en la solemnidad de vuestro confesor San Nicolás de Tolentino, a fin de que, no poniendo nuestra confianza en nuestra justicia, seamos socorridos por los ruegos de aquél que os fue agradable. Por J. C. N. S. Amén.



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