Las Cenizas
Es el residuo de la combustión
por el fuego de las cosas o de
las personas.
Este símbolo ya se emplea en la
primera página de la Biblia cuando
se nos cuenta que "Dios formó al
hombre con polvo de la tierra"
Eso es lo que significa
el nombre de "Adán". Y se le
recuerda enseguida que ese es
precisamente su fin: "hasta que
vuelvas a la tierra, pues de
ella fuiste hecho"
Por extensión, pues, representa la
conciencia de la nada, de la
nulidad de la creatura con respecto
al Creador, según las palabras de
Abrahán: "Aunque soy polvo y
ceniza, me atrevo a hablar
a mi Señor"
Esto nos lleva a todos a asumir una
actitud de humildad ("humildad"
viene de humus, "tierra"):
"polvo y ceniza son los hombres"
"todos caminan hacia
una misma meta: todos han
salido del polvo y todos vuelven al
polvo" (Qo 3,20), "todos expiran y
al polvo retornan"
Por lo tanto, la ceniza significa
también el sufrimiento, el luto, el
arrepentimiento. En Job (Jb 42,6)
es explícitamente signo de dolor y
de penitencia. De aquí se
desprendió la costumbre, por
largo tiempo conservada en los
monasterios, de extender a los
moribundos en el suelo recubierto
con ceniza dispuesta en forma de
cruz. La ceniza se mezcla a veces
con los alimentos de los ascetas y
la ceniza bendita se utiliza en
ritos como la consagración
de una iglesia, etc.
La costumbre actual de que todos
los fieles reciban en su frente o
en su cabeza el signo de la ceniza
al comienzo de la Cuaresma no es
muy antiguo. En los primeros siglos
se expresó con este gesto el camino
cuaresmal de los "penitentes",
o sea, del grupo de pecadores que
querían recibir la reconciliación
al final de la Cuaresma, el Jueves
Santo, a las puertas de la Pascua.
Vestidos con hábito penitencial y
con la ceniza que ellos mismos
se imponían en la cabeza, se
presentaban ante la comunidad y
expresaban así su conversión.
En el siglo XI, desaparecida ya la
institución de los penitentes como
grupo, se vio que el gesto de la
ceniza era bueno para todos, y
así, al comienzo de este período
litúrgico, este rito se empezó a
realizar para todos los cristianos,
de modo que toda la comunidad se
reconocía pecadora, dispuesta a
emprender el camino de la conversión
cuaresmal. En la última reforma
litúrgica se ha reorganizado el rito
de la imposición de la ceniza de un
modo más expresivo y pedagógico.
Ya no se realiza al principio de la
celebración o independientemente
de ella, sino después de las lecturas
bíblicas y de la homilía.
Así la Palabra de Dios, que nos
invita ese día a la conversión,
es la que da contenido y sentido
al gesto.
Además, se puede hacer la imposición
de las cenizas fuera de la Eucaristía
-en las comunidades que no tienen
sacerdote-, pero siempre en el
contexto de la escucha de
la Palabra.
|