La organización cuaresmal es un tiempo
simbólico que hecha sus raíces en el
Antiguo y en el Nuevo Testamento.
Los cuarenta días de Moisés y de Elías
o los cuarenta años del Pueblo elegido
en el desierto no son referencias
secundarias. La tradición judeo-cristiana
ha visto en este número una determinada
significación. Probablemente la idea más
antigua sea la referencia a los años de
desierto vistos como un tiempo asociado
al castigo de Dios (cf. Nm 14,34;
Gn 7,4. 12. 17; Ez 4,6; 29, 11-13).
En el Deuteronomio aparece una interpretacíón
de los cuarenta años como el tiempo de la
prueba a la que Dios somete al pueblo
(Dt 2,7; 8,2-4). Son los días del crecimiento
de la fe, según el Salmo 94, 10. Para
los Hechos de los Apóstoles, el número cuarenta
continúa siendo simbólico. Lucas divide
la vida de Moisés en tres períodos de
cuarenta años (Hch 7,23 y 7,30); hace
referencia a los cuarenta años del reinado
de Saúl (Hch 13,21); y a los cuarenta
días de la Ascensión (Hch 1, 3).
Estos cuarenta días podrían, entonces,
considerarse como ese "hoy" del que
habla la Carta a los Hebreos al referirse
al Sal 94, como ese "tiempo propicio"
para escuchar la voz de Dios
y no endurecer el corazón.
En efecto, nuestra relación con Dios
necesita no sólo de un "espacio" adecuado
(el desierto como lugar de silencio),
sino también de un "tiempo" oportuno y
concreto, "suficiente" para escuchar, a
través de nuestra conciencia, su voz
de Padre que corrige y consuela a la vez.