¿Cómo era Jesús?
¿Cual debió
ser su aspecto exterior? No se distinguió en su aspecto de los judíos y rabinos
de su época "era como cualquier hombre y también sus gestos"(Fil), no
vestía llamativa y pobremente como el bautista, que, según la costumbre de los
profetas iba ceñido con una túnica de pelos de camello. Como la mayoría de los
hombres de aquel momento, llevaría ordinariamente en vestido de lana con un
cinturón que servía de bolsa al tiempo, un manto y sandalias. En la Pasión
llevaba una túnica sin costura y toda tejida de arriba a abajo. Según las
prescripciones de la ley, en ocasiones cuatro borlas de lana azules adornaban la
parte superior de la cabeza. Y, siguiendo la costumbre de su tiempo, llevaría
para la oración matutina filacterias atadas al brazo y alrededor de la frente.
No censuraría su uso a los fariseos, sino la motivación de falsa piedad y de
ensancharlas.
En sus largas caminatas se guardaría de los
ardientes rayos del sol mediante un sudario blanco que envolvía
cabeza y cuello.
Por lo demás Jesús desdeñaba la "preocupación" por
el vestido,
lo que no quiere decir descuido y dejadez que son
falta
de virtud. Llevó la barba usual y los cabellos
cuidados recogidos en la nuca, a diferencia de
los nazarenos que se dejaban hirsutas y largas
guedejas.
El cuidado del cuerpo lo recomienda superando la
vanidad.
Así en épocas de ayuno dice que se debe ungir la
cabeza y lavar el rostro.
Luz Su figura corporal
debió ser atractiva e incluso fascinadora.
No poseemos ninguna descripción de su tiempo,
únicamente que durante su infancia iba creciendo en
sabiduría y gracia ante Dios y los hombres.
Esto es trasladable lo que decía sobre la luz
interior que se transparenta en lo externo
"tu ojo es la luz de tu cuerpo y si aquel está
sano, todo tu cuerpo estará iluminado".
Su luz interior se transparenta en su cuerpo y su
rostro.
Su figura debió tener algo radiante que atraía irresistiblemente
a toda persona de sentimientos sensibles.
La exclamación admirativa que un día brotó de una
mujer del pueblo es muy significativa:
"bienaventurado el vientre que te llevó y los
pechos que te amamantaron" (Lc).
La
mirada Tendría lo que hoy se llama carisma, o irradiación afectiva,
según se advierte constantemente en los
evangelios. De modo particular debió impresionar su
mirada, capaz de inflamar las almas y
de hacer sentir los reproches más emocionantes. En
sus ojos había algo dominante y arrollador.
Salud y
energía A este aspecto se añade el de su salud y energía; en suma,
un equilibrio perfecto:
capacidad emprendedora, resistencia a la fatiga.
El contraste con algunos genios religiosos enfermos
y de un sistema nervioso en desequilibrio o psíquicamente
deshechos y agotados es notable. En Jesús no hay ni
la menor alusión a enfermedad alguna.
Su cuerpo parece especialmente
resistente a la fatiga.
Ora muy de mañana y hasta la madrugada; y muchas
noches las pasa en vela en oración. Incluso, ante la naturaleza
su salud se manifiesta en la radiante alegría
–especialmente- ante montes y lagos.
Con sus caminatas recorre toda Judea, Samaria,
Galilea; aún hasta la región de Tiro y Sidón.
El hambre y la sed debieron ser frecuentemente
compañeros de viaje,
a tenor de lo que recomienda a los suyos: "no
llevéis nada para el viaje, ni bastón ni alforjas y tampoco pan y
dinero". Su última subida de Jericó a
Jerusalen debió ser una proeza.
Bajo un sol ardiente, por caminos sin sombra y
atravesando montes rocosos y solitarios,
realizó el viaje en seis horas, debiendo superar una
altura de más de mil metros.
Es asombroso que a su llegada no se sintiera
fatigado.
Aquella misma tarde cenó con Lázaro y sus hermanas
(Jn).
Pasó la mayor parte de su vida al aire libre, en contacto con la
naturaleza expuesto a la intemperie.
Le son familiares los lirios del campo y las aves
del cielo.
Su vida errante, llena de trabajo y penurias,
manifiesta un cuerpo robusto.
En ocasiones, no tenía tiempo ni para comer(Mc).
Hasta muy entrada la noche acudían a él los enfermos (Mc),
y también los fariseos, saduceos y enemigos llenos
de malicia.
Deberá afrontar largas y penosas discusiones, luchas
peligrosas en tensión continua.
Las explicaciones a los discípulos eran prolijas,
con la pesada carga que le imponían aquellos
espíritus poco despiertos y llenos de preocupaciones
mezquinas.
Un temperamento enfermo, o simplemente delicado, no
hubiera podido resistir.
Jamás perdió la serenidad. Continuó durmiendo
tranquilamente durante la
tempestad
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