Pureza interior Esta fuerza y verdad
es lo que atraen a los discípulos.
Su
pureza interior, su sinceridad se revelan en su palabra cuando dice "si tu
ojo te escandaliza, arráncalo" (Mt)
o
"el que pierde su alma, la gana" (Mt) o "nadie puede servir a dos
señores" (Lc).
¿Cómo se condujo Jesús con los hombres y las cosas de
su tiempo? No se da en Él ninguna tendencia ser soñador,
sino
fuertemente racional, cosa que se hace patente en las discusiones con sus
enemigos,
que
desbrozan objeciones y cuestiones difíciles.
Sus
respuestas son tan claras y contundentes que tienen que retirarse
confundidos.
Desbroza la religión de los añadidos
humanos,
llevándola hasta sus mismas raíces, que están en el
interior del corazón humano.
Sus parábolas hacen revivir ante nosotros a
los labradores, a los pescadores, al traficante
de
perlas preciosas, al mayoral, al mercader, al jornalero, al constructor y al
hortelano,
abarcando desde la dueña de la casa y la pobre viuda
hasta el juez, el general del ejercito y el mismo
rey.
Tienen sus parábolas tal riqueza de matices al describir
la vida ordinaria que
llegan tanto al intelectual como al hombre iletrado.
Jesús busca ilustrar las mentes de los que le escuchan, para renovarlos
por dentro,
apartando las tinieblas del error o de la
ignorancia.
Junto a esto, destaca -en la teoría y en la práctica- el
mandato nuevo que manifiesta en
la
Ultima Cena y en toda su vida: “amad a vuestros enemigos, haced bien a los
que os aborrecen” (Lc; Mt).
Su
amor a los hombres no le impide ver sus defectos; es más, los denuncia; pero ese
amor
le
lleva a perdonar esos pecados.
Es lo
que llamamos comprensión. Conoce toda la fragilidad y toda la flaqueza y aplica
los remedios
de
forma oportuna: suave o fuerte según la necesidad.
Su
compasión
La compasión es uno de sus rasgos más destacados; es,
en su sentido más hondo, padecer con otro.
No se
contenta con examinar la miseria humana; la toma sobre sí, la hace
suya;
paga
por las deudas de los demás.
Llama hermanos a los más insignificantes; se
adapta a las costumbres de todos, mientras no ofendan a Dios.
Su
unión con los pobres y los oprimidos es patente.
Demuestra con obras que no ha venido a ser servido, sino
a servir.
Quiere ser pobre con los pobres, despreciado con los
despreciados,
tentado con los tentados, crucificado con los que sufren
y mueren.
Los evangelistas lo advierten continuamente:
"Tenía compasión de ellos porque eran ovejas sin
pastor"(Mc).
Hay
ocasiones en que su corazón parece tan sensible y dulce como pueda serlo el de
una madre
con
su hijo enfermo, por ejemplo en las parábolas del hijo pródigo,
la
moneda perdida, la del buen pastor y la del buen samaritano.
Le conmueve
la desgracia de los enfermos y, sobre todo, la de los pecadores.
No
puede decir "no" cuando clama el dolor, ni cuando lo pide una mujer pagana, ni
aunque parezca que no
cumple el precepto del sábado; ni por miedo a que se
escandalicen los piadosos deja de estar
con
publicanos y pecadores.
Ni
siquiera las torturas de la agonía le impiden decir al ladrón arrepentido
palabras del
máximo consuelo:
"hoy estarás conmigo en el paraíso"
(Lc).
CONT....
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