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Respuesta  Mensaje 1 de 11 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★*  (Mensaje original) Enviado: 03/09/2009 07:17


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Respuesta  Mensaje 2 de 11 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 07:18

20 de septiembre


SAN EUSTAQUIO 
y SUS COMPAÑEROS, Mártires

Vivid siempre alegres en el Señor; 
vivid alegres, repito.

(Filipenses, 4, 4).

   San Eustaquio, brillante oficial de Vespasiano, persiguiendo un día a un ciervo, vio un crucifijo entre los cuernos del animal; sus grandes limosnas le merecieron esta merced del cielo. Se convirtió y se hizo bautizar con toda su familia. Dios entonces le hizo comprender lo que habría de sufrir por su gloria. En efecto, fue reducido a la mayor indigencia, y, mientras huía de su patria, fue sorprendido en el camino y le arrebataron a su mujer y a sus dos hijos. Lo hizo buscar el emperador Trajano y le dio el mando de sus ejércitos, con los que obtuvo victoria y volvió a encontrar a su mujer e hijos; pero, habiendo rehusado dar gracias a los dioses por su triunfo, fue arrojado a los leones con los suyos. Respetados por las fieras, fueron encerrados en un toro de bronce sobre el que se había encendido una gran hoguera.

MEDITACIÓN  
 SIEMPRE HAY QUE ESTAR ALEGRE

   I. Dios manda a los justos que se alegren: hay placeres inocentes que les permite; pero hay que buscar a Dios en estas diversiones y encontrarlo en ellas, como encontró San Eustaquio en la caza a Jesucristo. En medio de la alegría, acuérdate de la tristeza de Nuestro Señor, y no renueves los dolores de su Pasión con tus placeres criminales. ¿No podemos acaso reír y darnos a la alegría sin que nuestras diversiones sean un crimen ante Dios? (Salviano).

   II. Alégrate en medio de tus más crueles aflicciones, según el ejemplo de San Eustaquio, que soportó con paciencia la pérdida de su mujer, de sus hijos y de todos sus bienes, porque la voluntad de Dios se cumplía en él. ¡Oh! ¡qué consolador es este pensamiento para un corazón afligido: Dios quiere que esté en la aflicción. Él halla gloria en eso y es mi mayor bien! Dios mío, hágase vuestra voluntad; me alegraré de ello y siempre me alegraré. Si mi cuerpo gime porque sufre, mi alma se alegrará porque os obedece.

   III. Si Dios te retira los consuelos espirituales que te daba en la oración, humíllate; pero ponte contento y gozoso por cumplir la voluntad de Dios. No te dejes arrastrar al relajamiento, no abandones ninguno de tus ejercicios de devoción: Dios no se retira sino para probarte y humillarte. Dios mío, a Vos os busco en mis oraciones, y no vuestros consuelos. ¿Por qué volvéis de mí vuestro rostro, Vos que sois mi alegría? ¿Dónde estáis escondida, belleza por la cual suspiro? (San Agustín).

La alegría espiritual
Orad por los afligidos.

ORACIÓN

    Oh Dios, que nos concedéis la, gracia de celebrar el nacimiento al cielo de vuestros mártires San Eustaquio y sus compañeros, hacednos gozar con ellos de la felicidad eterna. Por J. C. N. S. Amén.


Respuesta  Mensaje 3 de 11 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 07:18

20 de septiembre
SAN AGAPITO I,
Papa
(536 d.C.)

A

   Nació en Roma en el seno de la noble familia Anicia. Recibido en el clero, desempeñó las obligaciones inferiores del ministerio en las Iglesias de San Juan y San Pablo. Tenía una fe fermísima y se dedicaba con tesón a la realización de su ministerio, según nos testimonian las numerosas cartas que han quedado de él. Su gran santidad le recomendó al amor y estimación de cuantos le conocían, y muerto el Papa Juan II el 26 de abril del 535, Agapito, que a la sazón era arcediano, fue electo para ocupar aquella silla, y consagrado el 4 de mayo. Con la dulzura curó las heridas que habían hecho las disensiones y el desgraciado cisma de Dioscoro contra Bonifacio II el año 529.

   Informado de su elección el emperador Justiniano, le envió una profesión de su fe, que el Papa recibió como ortodoxa, y en cumplimiento de sus solicitudes, condenó a los monjes Acemetas de Constantinopla que estaban infectados de la herejía nestoriana. Habiendo sido depuesto Hilderico, rey de los vándalos en Africa, por Gilimerico, Justiniano se valió de aquella ocasión para romper la alianza que el emperador Zenon había hecho con Genserico, y el año 533, el séptimo de su reinado, envió al Africa a Belisario con una armada de quinientas velas.

   Aquel experimentado general hizo con mucha facilidad la conquista de aquel país, y tomó a Cártago casi sin oposición, Justiniano envió a las iglesias de Jerusalén los vasos del antiguo templo judaico, que Tito en su tiempo había llevado a Roma, y que Genserico había conducido de aquí a Cartago. Después de haber restablecido el gobierno temporal del Africa, el emperador restituyó sus iglesias a los católicos, y los obispos arrianos que se habían vuelto a la fe católica pudiesen retener sus sillas. Agapito respondió que en este punto no podía proceder contra los cánones, y que los obispos arrianos debían quedar satisfechos y contentos con haber sido admitidos en la Iglesia Católica, sin pretender además de esto volverse a introducir entre el clero ni tener dignidad eclesiástica. Habiendo el emperador erigido la ciudad de Justinianea, cerca del lugar de su nacimiento, suplicó al Papa que hiciese vicario suyo en llírico al nuevo obispo de esta silla.

   Entre tanto como Teodato, rey de los godos de Italia, llegase a entender que Justiniano hacía grandes preparativos para una expedición contra aquel reino con ánimo de recobrarlo, obligó al Papa Agapito a hacer un viaje a Constantinopla para disudirle de semejante proyecto. Al mismo tiempo los abades de Constantinopla escribieron al Papa informándole de los desórdenes y riesgos habidos en aquella Iglesia. Muerto Epifanio, Patriarca de aquella ciudad el año 535, por intrigas de la emperatriz Teodora fue llamado a aquella silla Antimo, obispo de Trebisonda. Él era tenido por católico, pero en realidad era enemigo solapado del Concilio Calcedonense como la emperatriz misma.

   La promoción de Antimo a Constantinopla animó tanto a los Acéfalos, que Severo, falso patriarca de Antioquía, y otros príncipes de la secta, marcharon inmediatamente a ella, y llenaron de confusión aquella Iglesia. Agapito respondió a aquellos abades, que él mismo iba en persona a Constantinopla, donde podían esperar su llegada. San Gregorio el Magno cuenta que este buen Papa en su jornada al Oriente, curó a un hombre tullido y mudo diciendo una Misa por él. San Agapito, pues, llegó a Constantinopla el 2 de febrero del año 536, y fue recibido con respeto por el emperador. El Papa habló al príncipe y le instó mucho acerca del negocio que allí le había llevado: pero Justiniano había ya procedido muy adelante para que fuese fácil volverse atrás del proyecto contra Italia, por lo cual principió San Agapito a tratar de los asuntos religiosos.

   Rehusó absolutamente admitir a Antimo a su comunión como se suscribiese públicamente al Concilio Calcedonense, y que no permitiese de modo alguno su traslación a la silla de Constantinopla. La emperatriz interpuso todo su poder y todos sus artificios para ganar este punto: el emperador también se lo suplicó con promesas, y quiso luego exigirlo con amenazas, más el Papa se mantuvo inflexible, y al fin Antimo tuvo que volverse a Trebisonda temiendo ser compelido al recibir el Concilio de Calcedonia. Sin embargo el Papa le declaró excomulgado si no se declaraba católico por medio de la suscripción a aquel sínodo; cuya firmeza trajo sobre el Papa todo el furor del partido eutiquiano y de la emperatriz.

   Su constancia no obstante inutilizó sus esfuerzos, y Mennas, sujeto tan recomendable por su sabiduría como por su piedad, fue elegido patriarca de Constantinopla, y consagrado tal por el Papa. Se pusieron en manos de San Agapito varias solicitudes relativas a quejas y acusaciones de crímines y herejías que se imputaban a Severo y a algunos otros obispos del partido de los Acéfalos, las que preparaba el Papa para ser examinadas en un concilio a tiempo que cayó enfermo y murió en Constantinopla el 17 de abril del año 536. Su cuerpo fue trasladado a Roma y sepultado en la Iglesia de San Pedro en el Vaticano el 20 de septiembre del mismo año.


Respuesta  Mensaje 4 de 11 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 07:19

20 de septiembre
SANTA CÁNDIDA,
Virgen y Mártir
(362 d.C.)

A

   Santa Cándida, era hija de un sacerdote de los ídolos. Nació en Eleuterópolis, de Palestina; muertos sus padres, se convirtió al cristianismo, dejó sus inmensas riquezas y se puso bajo la dirección de dos monjes de Palestina. Acusada de haber derribado unos ídolos, Juliano la condenó a la pena capital. Rufino hace grandes elogios de su virtud y de la constancia con que padeció por Cristo.


Respuesta  Mensaje 5 de 11 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 07:19

20 de septiembre
SANTA CÁNDIDA de COMO,
Virgen
(1515 d.C.)

A

   Se sabe que Santa cándida nació en Como y su figura de monja agustina está sobriamente delineada en el Martirologio comense del Tatti el 20 septiembre, probablemente es el día de su natalicio. Desde joven se abstenía de comer carne y vivía en una insólita austeridad y en oración continua, aún nocturna, venciendo así las tentaciones diabólicas. Habiendo entrado en el Monasterio de la Santa Cruz en Brescia, fue objeto de nuevas gracias de Dios, Tenía visiones de Cristo bendiciendo, y también el don de profecía. Murió en el año 1515, se desconoce el día y el mes.


Respuesta  Mensaje 6 de 11 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 07:20

20 de septiembre
BEATO FRANCISCO POSADAS(*)
Confesor

A
   Del padre Posadas se ha dicho que tenía la pobreza de San Francisco de Asís, la austeridad y poder taumatúrgico de San Francisco de Paula, la dulzura y sabiduría de San Francisco de Sales, el celo por la fe de San Francisco de Regis, la obediencia y temple de San Francisco Javier.

   El padre presentado, fray Francisco de Posadas, es un personaje relativamente moderno: dejó esta vida cuando el siglo XVIII iba a cumplir tres lustros. Su biografía es simple, casi esquemática, aunque colmada de peripecias vocacionales y éxitos apostólicos. Por fortuna, su mismo confesor, el padre maestro fray Pedro de Alcalá, más tarde provincial de los dominicos de Andalucía, escribió al detalle la vida y milagros del nuevo "San Vicente Ferrer" -como le llamaba la gente- en un libro de tomo, lomo y más de 800 páginas; ésa es la fuente auténtica y gozosa de todos los biógrafos posteriores. Y en ella se ha inspirado directamente la semblanza que aquí pergeñamos.

   Oriundos de Galicia, estirpe hidalga de sangre y de casa solariega con renombre -capitanes (un bisabuelo suyo conquistó Cheves y Monforte, rindiendo a fuerza de coraje las dos villas lusas), canónigos e inquisidores, eran honra y prez de la familia-, Esteban Martín Losada y María Fernández-Pardo y Posadas, tuvieron una luna de miel amarga: los vasallos de Juan de Braganza arrasaron Lama de Arcos y, como desquite, cebaron el deseo de venganza contra viejas derrotas en la casa infanzona del joven matrimonio, que huyó, en busca de clima y economía más propicios, a Córdoba. Allí montaron una tienda de panadería. Ni les fue bien en el negocio ni en el matrimonio; aquél se arruinó; éste vio malograrse reiteradamente las esperanzas de sucesión. Don Esteban Martín abre una nueva tienda de naranjas y limones y especiería en la plaza del Salvador, en una casa contigua a la puerta principal del convento de San Pablo, según se sale a mano derecha; María Fernández-Pardo y Posadas acude a la Virgen de la Fuensanta implorando fecundidad y ofreciendo de antemano el primer fruto de sus entrañas a la celestial Señora. Y el día 25 de noviembre de 1644 nace, en la casatienda, un niño a quien, el 4 de diciembre, en la parroquial de San Andrés, pusieron por nombre Francisco.

   Cinco años más tarde, otra vez la desgracia vino a rondar el humilde hogar. Falleció don Esteban Martín Losada. Francisco saboreó el pan de la temprana orfandad. La pobreza había obscurecido totalmente el esplendor de la sangre hidalga; pero empezaba a florecer, en la tierra árida de la miseria, la hidalguía de la gracia. Madre e hijo forman un bloque natural y sobrenaturalmente irrompible; ella, fiel al voto; él, piadoso, bien dispuesto siempre a la obediencia y al amor. La viuda casó en segundas nupcias con Juan Pérez Cerezo; fue un padrastro con Francisco. No consintió que el niño fuese al colegio de la Compañía de Jesús; era un gran sacrificio, y el egoísmo del nuevo jefe de familia triunfó sobre el ideal -sangre y promesa- de la madre; cuatro años de oficial aprendiz de cordonero pasó el joven en un taller sito en las Casillas, en el campo de San Antón; cuatro años de galeras bajo el rigor de un hombre de "indigesta condición" que más parecía un cómitre que un maestro artesano. Francisco aprendió lo que es ganar el pan con el sudor de la frente y del alma. Impávido y fervoroso aguantó el rudo noviciado de la vida pobre, acrisolándosele el espíritu. Su madre seguía soñando. El maestro o cómitre se convenció que el camino vocacional del aprendiz no iba por allí; era un hombre de Dios. Lo había demostrado hasta el heroísmo. Pero el padrastro no cede. Dios vino en ayuda de la madre y del hijo. El padre maestro fray Miguel de Villalón le buscó acomodo en San Pablo y le dio clases de latín. El "hijo de la vendedera", con dieciséis años al hombro, empezó a rumiar declinaciones y conjugaciones.

   En este tiempo muere el padrastro, fracasa la tienda y Francisco retorna al hogar. La madre se dedica a recovera, es decir, a revender huevos por las calles; sacar el hijo adelante, ofrecérselo a la Virgen. No piensa en otra cosa. Francisco siente también la ineludible llamada de la gracia. Pide el hábito; pero el convento dominicano de San Pablo de Córdoba es nido de águilas, fragua de sabios y crisol de sangre. La flor y nata de las familias cordobesas se glorían de tener allí hijos que son ya obispos o maestros en teología. Los estatutos de limpieza de sangre y el orgullo aristocrático velan por la ejecutoria del convento. No le faltaban a Francisco nobleza de sangre y nobleza de alma, pero era notoria su calidad de hijo de la "vendedera". Estaban cerradas las puertas de San Pablo para él; la madre apuró el contratiempo; buscó otro monasterio y fue admitido. Estaba todo a punto para la toma de hábito; Francisco acudió a despedirse de la Virgen del Rosario, en su capilla de San Pablo, como quien se ve obligado a decir adiós a una Madre celestial; rompió en llanto y regresó al lado de la madre terrena que le había preparado ya el modesto hatillo para su nueva vida. Francisco estaba inconsolable; a pesar de todo, quería ser "fraile de la Virgen". El protector, padre Villalón, lo envió a Escalaceli, extramuros de la ciudad, convento dominicano pobre, donde San Alvaro de Córdoba empezó la reforma de la Orden a raíz de la Claustra, donde se santificó y escribió fray Luis de Granada; Escalaceli era una cuna de santos, mientras San Pablo era forja de sabios. Para Dios no hay racismos; fray Andrés Mellado, prior a la sazón, lo recibió de buen grado. Y el 23 de noviembre de 1672 le dio el hábito. Se enfureció el prior de San Pablo; ya era tarde: el novicio había salido muy de madrugada hacia Jaén, donde haría el noviciado. En el ínterin vacó el provincialato y el cargo recayó, por derecho, en el prior de San Pablo; dio órdenes de expulsión del novicio, pero los frailes de Jaén se opusieron con razones y con ruegos. Por prudencia tuvo que acceder a que el novicio profesase, pero le prohibió que, de regreso a Escalaceli, entrase en Córdoba, ni siquiera a dar un abrazo a su madre, "Ia vendedora"...

   El nuevo provincial lo destinó a San Pablo para hacer los cursos de artes, filosofía y teología. Ante la oposición del padre prior, enconado enemigo de fray Francisco, optó por enviarlo a Sanlúcar de Barrameda. Allí se granjeó una no común estima por su talento y virtud. El padre Tirso González, andando el tiempo prepósito general de la Compañía de Jesús, conoció y admiró al joven dominico, cuando aquél estuvo en Sanlúcar predicando. Fray Francisco era su más entusiasta oyente, Por fin, a finales de 1678, se fue a Guadix; el obispo, fray Diego de Silva y Pacheco, le ordenó de sacerdote el 22 de diciembre. Pocos días después cantó su primera misa en el altar de la Virgen de la Fuensanta, apadrinado por el padre Villalón y don Andrés Fernández de Córdoba, señor de Zuheros.

   Retornó a Sanlúcar y empezó a predicar, Santidad y sabiduría brillaban en el joven predicador tanto que el padre Enrique de Guzmán, nombrado regente de la Minerva de Roma y luego vicario general de la Orden, quiso llevárselo consigo. No accedió al honor; era impiedad dejar para siempre a su anciana y bendita madre; era infidelidad a la vocación buscar cátedra en lugar de púlpito. La fama pregonaba maravillas de sus sermones; el prior de San Pablo, que no era ya el que le persiguió con tan malévola constancia, le invitó a predicar en la iglesia del convento; pero los aristócratas maestros en teología amenazaron con quemar el púlpito si ponía en él los pies el hijo de la "vendedora". Pero la gracia acabó por vencer al pecado; la humildad, a la obstinación. El padre Posadas fue destinado al hospicio u hospedería. que en Córdoba tenía el convento de Escalaceli; un ángel lo recibió al llegar, diciéndole: "Esta será tu cruz". Se dedicó a predicar con gran fruto. Una calumnia fue motivo para que le quitasen de allí y lo mandasen reintegrarse al convento de la sierra; falló, por grave enfermedad, un maestro de San Pablo encargado de dar unas misiones cuaresmales en Almadén y Chillón; el padre Posadas lo reemplazó en última instancia, pero con ventaja. Al regresar, el calumniador estaba arrepentido. Y el prior de Escalaceli pidió perdón al padre Posadas y volvió a encomendarle el hospicio, que en adelante será conocido con el nombre de "Hospitalico del padre Posadas".

   Y aquí empieza la "vida pública", la vida del profeta en su patria, la vida del milagro y del sacrificio total. La hora de la acción apostólica. El mensaje misionero y espiritual del padre Posadas tiene dos facetas entrelazadas por un fin común: la del predicador y la del escritor.

   1. Predicador. Predicaba en las iglesias, en las calles y en las plazas. En plan de misionero infatigable. Cantaba el pueblo con él coplas devotas; recitaban la doctrina cristiana; rezaban en alta voz el rosario. Un crucifijo presidía siempre la procesión. Entraba en las cárceles, en los monasterios. "Poníase sobre una pequeña mesa, donde la piedad del que pasa a vista de la cárcel pone la limosna a los presos, y como no podía sobresalir para dominar a tanto auditorio, sacaron el púlpito de la inmediata iglesia de Nuestra Señora del Socorro"; oíanle muchedumbres; también los maestros en teología, incluso el anciano prior que tanto le persiguió, se había rendido, y no faltaba nunca a sus sermones, mezclándose entre la gente; "aseguraban muchos el lugar desde por la mañana... sin cuidar del alimento del cuerpo"; inquisidores, obispos y cardenales lo escuchaban atónitos lo mismo que las masas enfervorizadas. Treinta años pasó predicando en Córdoba, salvo algunas temporadas breves en que misionaba por la provincia. Realmente, era un caso excepcional, extraordinario. Nadie se acordaba ya de su humilde origen; él, sí; lo repetía con exquisita humildad para acallar los elogios, para ahuyentar la tentación de los honores: prioratos y mitras, ambición de tantos humanos, fueron quedándose a sus pies. Renunciaba a todo lo que no fuese humildad: santidad. Ningún predicador había arrastrado las muchedumbres así desde tiempos de San Vicente Ferrer. Como ejemplo de la eficacia de su predicación, hay uno muy significativo: se empeñó en desterrar las comedias y cerrar el teatro y lo consiguió. Como es lógico, era una tarea difícil. Pero ahí está, después de una lucha de resistencias y tiras y aflojas, el decreto del ayuntamiento de Córdoba que decide suprimir y demoler el teatro público a 11 de octubre de 1694. Córdoba vio y vivió los mejores tiempos de su cristianismo con el padre Posadas.

   El 20 de septiembre de 1713 celebró misa muy tempranico; se sentó luego en el confesionario; se despidió de sus confesandos; a las diez treinta se retiró diciendo adiós a todos; a las once treinta le dio un ataque de apoplejía, que muchos confundieron con uno de sus frecuentes raptos; a las siete treinta de la tarde expiró. Tenía sesenta y nueve años; lo trasladaron aquélla misma noche al convento de San Pablo; no lo habían querido recibir vivo y lo recibieron -y con grandes honores- muerto. Repicaron todas las campanas de la ciudad; el pueblo acudió en masa a venerarlo y se retrasó dos días el entierro; el Ayuntamiento le costeó una lujosa sepultura en el capítulo, revestida de seda, teniendo que sacar los restos de los dos padres maestros que más le habían perseguido para depositar en su lugar los restos mortales del padre Posadas; sobre su tumba se grabó un epitafio historiado.

   Sobre su tumba siguen los cordobeses desgranando súplicas y lágrimas. Y el padre Posadas los escucha con la bondad de siempre. Desde el cielo.

   2. Escritor. El padre Posadas, extraordinario representante de la oratoria sagrada española en los últimos tiempos, fue también un gran maestro y escritor espiritual. Su biógrafo, padre Alcalá, se admiraba cómo podía tener tiempo para escribir un hombre que pasaba todo el día predicando, confesando y orando. Pero ahí están sus obras, que revelan un digno continuador de la gran escuela mística del siglo XVI. Cultivó el género biográfico, dejándonos tres biografías: una de Santo Domingo, muy alabada y reeditada; y otra del extremeño padre Cristóbal de Santa Catalina, presbítero y fundador del Hospital de Jesús Nazareno, dirigido espiritual suyo; y una tercera de la madre Leonor María de Cristo, monja dominica de Santa María de los Ángeles, de Jaén; cultivó, además, el género didáctico, escribiendo un bello libro contra Molinos, el maestro espiritual condenado; también ensayó el género poético en más de una ocasión, aunque sin insistencia; sólo algunos versos suyos vieron la luz, quedando inéditos otros muchos, como el que empieza:

En las aras de mi amor
peno y gozo a un mismo tiempo...

   Pero, sobre todo, escribió muchos tratados espirituales en forma de sermones; cinco tomos de estos escritos publicó su confesor con el título de Obras póstumas.

   "Crióle Dios naturalmente retórico." El alcance de este juicio, hecho por quien lo trató tantos años, puede descentrarse si se prescinde de la época en que actúa, de la constante dedicación a la predicación y de las dotes psicofísicas de que estaba adornado. Cuerpo robusto, carácter sanguíneo, incendiado en el amor de Dios y de la Virgen, incendiador de almas. Su estilo literario es barroco, viril, vital; pese a las metáforas -siempre apropiadas, rebuscadas en las fuentes bíblicas las más de las veces, finas a lo Góngora siempre-, su estilo logra un contacto directo con la realidad cotidiana; es plástico, como conviene a un misionero; florido, para rendir tributo al gusto del tiempo; docto, como convenía a un ingenio doblemente feliz: por don de naturaleza y del arte. En el Llanto de las virtudes -sus tratados llevan siempre epígrafes metafóricos: Silbos, Ladridos, Voces, La mano que abre la puerta del cielo, La mejor Rosa de Jericó, Místicas espigas de la mejor Ruth, Las casas del olvido, Horas de un reloj cristiano que despierta al alma del pecador dormido, Caminos para la conversión del alma, Devoto peregrino del cielo, Colirio, El sueño de la culpa, Las tradiciones del Alcorán del mundo, etcétera- finge que encuentra "unas doncellas ricamente vestidas y con honestidad adornadas": "Estaba la una hincada de rodillas, el semblante devoto, y los ojos en el cielo; la otra tenía un compás en la mano, con que parece que medía o ajustaba; otra sustentaba un peso, con que repartía las cosas que pesaba a los circunstantes; otra estaba de pie en una columna, sin ladearse..." A todas les va preguntando por los motivos de su llanto; y ellas responden que son las virtudes y que los motivos del llanto puede preguntárselos al profeta Jeremías... El diálogo, cabalgando en la metáfora, es encantador; los sermones sobre el pozo y la fuente de Samaria rezuman una frescura y un gracejo humanísimos, pero al mismo tiempo revelar ansias espirituales de la mejor ley. Análogos ejemplos nos ofrecen los Silbos o llamadas de Cristo a las ovejas, o la descripción de "las tradiciones" del Alcorán del mundo, donde analiza los principios o decires falsos por los que se rigen los hombres.

   Escritor espiritual de talla, amén de predicador infatigable, docto y digno, enamorado de la Virgen, el padre Posadas dejó tras sí una estela de luz y de verdad que no se eclipsan; Pío VII lo beatificó solemnemente el 20 de septiembre de 1818.

 ALVARO HUERGA, O. P.

   


Respuesta  Mensaje 7 de 11 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 07:20

20 de septiembre
BEATO PABLO CHONG HA-SANG,
Mártir
( d.C.)

BEATOS ANDRÉS KIM y PABLO CHONG

A

   Pablo Chong Ha-Sang nació en 1795. Su padre fue martirizado el 8 de abril de 1801 y su madre el 23 de noviembre de 1839. Su hermana Elizabeth Chong Chong-Hye fue también martirizada el mismo año. Su hermano Carlos Chong Chol-Sang fue también martirizado en 1801 junto con su padre.

   Después del martirio del padre la familia sufrió mucho. Todas sus propiedades fueron confiscadas y la familia vivió de un lado para otro en extrema pobreza. A los 20 años dejó a su madre y su hermana y se fue a Seúl. Intentó reconstruir la Iglesia Católica que luchaba sin sacerdotes. Decidió intentar traer misioneros al país para revitalizar la Iglesia.

   En 1816 fue a Pekín y pidió al obispo enviar misioneros a Korea. Allí fue solemnemente confirmado. En su visita a Pekín obtuvo el permiso del obispo para el envío de un sacerdote a Korea. Pero éste murió antes de entrar. Más tarde Pablo y otros enviaron una carta al Papa pidiéndole el envío de misioneros. Al mismo tiempo siguieron insistiendo ante el obispo de Pekín. Finalmente sus voces fueron escuchadas en Roma. En 1831 fue establecido el Vicariato Apostólico de Korea y la misión fue encomendada a las Misiones Extranjeras de París.

   El obispo Laurent Imbert decidió hacerlo sacerdote. Le enseñó Latín y teología. Sin embargo surgió una nueva persecución y el obispo debió escapar.

   Escribió "Una carta al Primer Ministro", primer libro de apologética en Korea. Incluso los enemigos de la Iglesia quedaron impresionados de su contenido.

   En 1839 fue arrestado. Como era considerado uno de los que habían introducido misioneros extranjeros en Korea, las torturas que recibió fueron mucho más severas. Fue finalmente decapitado en Seúl el 22 de septiembre de 1839, a la edad de 45 años.

   De modo admirable, Dios nuestro Señor y Creador llamó y condujo a esta familia por el camino de la fe católica. Son un gran ejemplo para todos los cristianos. Se entregaron al Amor Divino de Dios y enfrentaron con fortaleza todas las pruebas que se le presentaron, inclusive la muerte. Dieron su vida por amor a nuestro Señor y lograron perseverar hasta la muerte en el cumplimiento de los mandatos de Dios.


Respuesta  Mensaje 8 de 11 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 07:21

20 de septiembre
BEATO MAXIMINO GIRAUD,
Vidente de Nuestra Señora de La Salette
(1875 d.C.)

A

   Maximino Giraud murió 28 años después de la Aparición, el 1 de marzo de 1875. Fue toda su vida un testigo fiel de María y cubrió con su generosidad y confianza en Dios, su liviandad y los defectos que la Virgen le había dejado. Paciente, abnegado y valiente, tuvo que serlo especialmente en los primeros años que siguieron la Aparición. Tuvo que contestar a las comisiones episcopales que multiplica las investigaciones y sobre todo a los miles de peregrinos, quien uno tras otro le pidieron el relato. Le ocurrió de caerse dormido en el suelo, al pie de sus interlocutores, al mínimo momento de descanso. Tan joven, tan impetuoso, tan atolondrado, siempre listo para jugar, cuántos sacrificios y constancia habrá exigido su función de testigo.

   Con las mejores intenciones posible, le forzaron en vías quien no eran suyas. Le hicieron estudiar y fue un alumno mediocre, aunque inteligente. Le hicieron seminarista y pasó de un seminario al otro sin encontrar o dar satisfacción, a pesar de su piedad siempre viva. Por fin, se fue a París; desconocido, si experiencia, se encontró en pobreza extrema. Sin embargo, jamás su conducta fue descarriada: se quedó un jovencito puro. Un poco más sensato por la experiencia, estudió dos años en el Colegio de Tonnerre, volvió a París a estudiar medicina. Habiendo sido suspendido en sus exámenes, se enrolló como zuavo pontifical. En todo eso, guardó una gran sencillez y fue un cristiano sin miedo, feliz de vivir, sin farisaísmo.

   En 1870, de vuelta en su país natal, calumniado por un periódico de París, le acusaron de ser el primero en no creer en la Aparición de La Salette, contestó Maximino con la publicación de un folleto titulado "Mi profesión de Fe". Con una elocuencia salida del corazón, él afirmaba su amor por la verdad y su piedad para con la Virgen.

   "...estoy listo a derramar mi sangre para sostener y defender la verdad de ese acontecimiento. Confío que con la gracia de Dios y el socorro de la Santísima Virgen María, no seré cobarde."

   De veras, nunca fue cobarde, ni tan avaro, o capacitado a hacer fortuna. Hasta su muerte, la pobreza fue su inseparable compañera. Y la aceptó sin quejarse. Nunca quiso casarse. Sufrió mucho de las calumnias y groseras maledicencias. Esto fue el punto característico de su santidad: la aceptación del desprecio, y lo aceptó de buena gana con resignación y sin amargura. Su consuelo fue de rezar su Rosario cada día y de comulgar frecuentemente.

   El último año de su vida, ya muy enfermo, y recibía en su cuarto los peregrinos: y contándoles la Aparición, agotado, se transfiguraba su cara. El día de su muerte, recibiendo los Últimos Sacramentos, contestó él mismo a las oraciones del sacerdote y, para poder consumir al santo Viático, pidió agua de La Salette. Expiró invocando a la Hermosa Virgen, quien le había, con tanto amor maternal, elegido a él por la cruz y por la gloria.


Respuesta  Mensaje 9 de 11 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 07:21

20 de septiembre
VENERABLE SIMEÓN BERNEUX,
Obispo y Mártir
( d.C.)

A

   Simeón Berneux nació en Chteau-du-Loir (Sarthe, Francia) el 14 de mayo de 1814 Fue ordenado sacerdote diocesano en 1837 y luego se formó en las Misiones Extranjeras de París en 1839. El padre Berneux parte hacia el lejano oriente el 13 de enero de 1840. En Manila se entrevista con Monseñor Retord, vicario apostólico de la región de Tonkín (Vietnam). Los dos misioneros simpatizan desde el primer momento y ambos sienten la misma fogosidad por la salvación de las almas.

   El 17 de enero de 1841, Monseñor Retord y los padres Berneux, Galy y Taillandier llegan a Tonkín. Tras algunas peripecias, los misioneros se dispersan. El padre Berneux se asienta en Yen-Moi, cerca de un pequeño convento de religiosas "Amantes de la Cruz", donde estudia la lengua annamita. «A pesar de no poder dar más de seis pasos, de no recibir la luz del sol más que por una pequeña abertura a quince centímetros del suelo, y de tenerme que tumbar cuan largo soy sobre mi estera para escribir, soy el más feliz de los hombres», escribe. Sin embargo, el peligro se cierne sobre el joven misionero, que deberá pasar enseguida de un escondrijo a otro. Esto conmueve a Monseñor Retord, quien pide a los padres Berneux y Galy que se reúnan con el padre Masson en la provincia de Nghe An.

   Había sido muy prudente por parte del obispo poner relativamente a salvo a sus jóvenes misioneros, pero era demasiado tarde, puesto que su presencia había sido ya denunciada en Nam Dinh, residencia del mandarín. Durante la noche del Sábado Santo, un destacamento de quinientos soldados rodea los retiros de ambos misioneros. Durante la noche, el padre Berneux había escuchado algunas confesiones: «Eran, nos dice, las primicias de mi apostolado en tierras annamitas, y fueron también el final. Los designios de Dios son inescrutables, pero siempre dignos de ser adorados».

   Al despuntar el día de Pascua, celebra la misa como de costumbre. Apenas ha terminado cuando los soldados penetran en la cabaña y se apoderan de él. Lo conducen inmediatamente junto al padre Galy, que también había sido capturado. Encerrados en jaulas, y cargados con la tradicional cadena, son llevados hasta Nam Dinh, contentos de expresar su fe en Jesucristo. Los paganos les dicen: «Aquí, cuando llevamos las cadenas estamos tristes, pero vosotros, ¿por qué parecéis tan contentos?» Y el padre Berneux responde: «Porque los que seguimos la verdadera Religión, que es la de Jesús, poseemos un secreto que vosotros no conocéis. Ese secreto transforma la pena en gozo. Y venimos a decíroslo porque os amamos». Ese "secreto" evocado por el misionero es la luz de la fe, fuente de esperanza y de gozo. 

   Muy pronto empiezan los interrogatorios. El mandarín espera obtener denuncias, pero el padre Berneux no traiciona a nadie de los que le han escondido. Hacen entrar a tres jóvenes annamitas cristianos encarcelados y completamente magullados por los golpes: «Estos hombres van a morir. Si les aconseja que abandonen su religión durante un mes, podrán después practicarla de nuevo y los tres serán sanos y salvos. - Mandarín, responde el padre Berneux, a ningún padre se le induce a inmolar a sus hijos, ¿y pretende que un sacerdote de la religión de Jesús aconseje la apostasía a sus cristianos?». Y volviéndose hacia sus queridos neófitos les dijo: «Amigos, sólo os doy un consejo. Pensad que vuestros sufrimientos tocan a su fin, mientras que la felicidad que os espera en el Cielo es eterna. Sed dignos de ella mediante vuestra constancia. - Sí, padre, prometen ellos. - ¿De qué otra vida les habla?, pregunta riendo socarronamente el mandarín. ¿Acaso todos los cristianos tienen alma? - Sin duda alguna, y los paganos también tienen. Y usted también tiene una, mandarín».

   El 9 de mayo de 1841. El padre Berneux es trasladado a la prisión de Hué, capital de Annam. Al tener las piernas aprisionadas por unos cepos, sobrevive tumbado en la desnuda tierra. Se reanudan los interrogatorios: «¡Pisotee esa cruz! - Cuando llegue el momento de morir presentaré mi cabeza al verdugo, exclama. Pero si me manda que reniegue de mi Dios, siempre resistiré. - Haré que le golpeen hasta la muerte, amenaza el mandarín. - ¡Hacedlo si queréis!». El 13 de junio, el mandarín aprueba la ejecución: «¡Qué alegría poder sufrir por nuestro Dios!», dirá el padre Berneux.

   El 8 de octubre, los padres Berneux y Galy se enteran con alegría de que son condenados a muerte. El 3 de diciembre de 1842, la firma real sanciona la sentencia del tribunal. De repente, se produce un cambio imprevisto: el 7 de marzo de 1843, al enterarse un comandante de corbeta francés que cinco de sus compatriotas se pudren desde hace dos años en los calabozos de Hué, reclama su liberación. El 12 de marzo, quiebran sus cadenas y son entregados al comandante. Aquella libertad les priva del martirio que ya saboreaban, así como de la esperanza de regresar a Annam, por respeto a la palabra que sobre aquel punto había dado el oficial francés.

   Pero el padre Berneux no se detendrá por el camino, preparándose a partir hacia otros horizontes. En octubre de 1843, el padre Berneux es enviado a Manchuria, provincia del norte de la China, donde trabaja durante diez años, a pesar de severas contrariedades de salud (fiebres tifoideas y cólera). El 5 de agosto de 1854, Pío IX le nombra obispo de Corea. «¡Corea, escribe el nuevo obispo, esa tierra de mártires, cómo negarse a entrar!». El 4 de enero de 1856, acompañado de dos sacerdotes misioneros, Monseñor Berneux se embarca en Shanghai en un junco chino. Hasta el 4 de marzo, se ven obligados a vivir escondidos en una estrecha bodega. Llegan por fin a una pequeña isla, donde esperan durante seis días la barca de los cristianos. Prosiguen entonces su navegación y, después de una semana, llegan por fin, de noche, a una residencia secreta que se encuentra a unos pocos kilómetros de la capital, satisfechos de haber burlado la vigilancia de los guardacostas. Efectivamente, pues los extranjeros tienen prohibido entrar en Corea bajo pena de muerte.

   El obispo se pone enseguida manos a la obra, aprendiendo en primer lugar la lengua coreana. A continuación visita a los cristianos, tanto en Seúl como en el campo y en la montaña, y luego emprende la creación de un seminario, la apertura de escuelas para muchachos, la instalación de una imprenta, etc. 

   Monseñor Berneux atiende igualmente el futuro de la misión, eligiendo como sucesor suyo, con el acuerdo de la Santa Sede, a Monseñor Daveluy, que es ordenado obispo en Seúl el 25 de marzo de 1857. A pesar de unas condiciones de apostolado durísimas (clandestinidad, extrema pobreza, persecuciones locales periódicas...), bajo el gobierno de Monseñor Berneux, el número de bautizados, que era de 16.700 en 1859, alcanza la cifra de 25.000 en 1862. La predicación del obispo misionero estaba dando sus frutos. 

   Pero, en 1864, una revolución palaciega y la amenaza de un ataque ruso a Corea (enero de 1866), interrumpen la labor apostólica de los misioneros y despiertan el odio contra los cristianos. El 23 de febrero de 1866, una tropa cerca la casa del obispo, penetrando en ella cinco hombres. El obispo los recibe: «¿Es usted europeo?, pregunta el jefe. - Sí, pero ¿a qué han venido? - Por orden del rey, venimos a arrestar al europeo. - ¡Que así sea!». Y se lo llevan sin atarlo. El día 27, Monseñor Berneux comparece ante el ministro del reino y dos magistrados. Le preguntan cómo entró en Corea, en qué lugar y con quién. «No le pregunten eso a un obispo, responde Monseñor Berneux. - Si no respondes, podemos según la ley infligirte grandes tormentos. - Hagan lo que quieran, que no tengo miedo».

   Entre el 3 y el 7 de marzo, Monseñor Berneux soporta cada día un interrogatorio en el patio de la Prisión de los Nobles. Lo tienen atado a una elevada silla de madera, en el centro de ese patio. El "Diario del Tribunal" menciona que a cada interrogatorio se le inflige al obispo el "suplicio del tormento"; para él, «la tortura se detuvo bien al décimo o al undécimo golpe», lo que significa que unas diez u once veces se le asestan con todas las fuerzas golpes en las piernas por medio de un bastón de sección triangular del grosor de la pata de una mesa. El obispo permanece en silencio, lanzando solamente tras cada golpe un largo suspiro. Al no poder moverse solo, deben llevarlo a la celda, donde, como único remedio, le cubren las piernas descarnadas con un papel empapado en aceite.

   Mientras tanto, han sido arrestados los padres Just de Bretenières, Doric y Beaulieu, siendo sometidos los tres a los interrogatorios y a las torturas. El 7 de marzo, el "Diario del Tribunal" publica: «En lo referente a los cuatro individuos europeos, que sean entregados a la autoridad militar para ser decapitados, mediante suspensión de la cabeza, para que sirva de lección a la multitud».

   La ejecución tiene lugar el 8 de marzo. Al salir de la prisión, el obispo exclama: «Así que moriremos en Corea: ¡perfecto!». Al ver aquella muchedumbre reunida, suspira: «Dios mío, ¡cuánta compasión merecen estas pobres gentes!». 

   El obispo aprovecha cada alto para hablar del Cielo a sus compañeros de suplicio. El lugar elegido para el martirio es una extensa playa de arena, a lo largo del río Han. Unos cuatrocientos soldados forman círculo y plantan un mástil en el centro. El mandarín da la orden de que los condenados sean llevados a su presencia para que los preparen. Se les desgarra la ropa; las orejas, dobladas en dos, son perforadas por una flecha; el rostro es rociado con agua y luego con cal viva, impidiéndoles ver. Después de aquello, se les introduce bajo los hombros, entre los brazos atados y el torso, unos bastones cuyas extremidades reposan en los hombros de un soldado.

   La llamada marcha del Hpal-Pang comienza alrededor del ruedo: en cabeza va el obispo, seguido por los tres misioneros, que no profieren palabra alguna. Al dar la señal, seis verdugos se precipitan gritando sobre los condenados: «¡Vamos, matemos a estos miserables, exterminémoslos!». Atan a los cabellos del obispo una cuerda sólida, de manera que su cabeza quede inclinada hacia adelante. El verdugo golpea al obispo, pero la cabeza no cae hasta el segundo golpe de sable. Todo el cielo está de fiesta para recibir en la infinita felicidad de Dios el alma de aquel mártir. Según dijeron los testigos, el obispo sonreía en el momento de la ejecución, conservando aquella sonrisa después de muerto.


Respuesta  Mensaje 10 de 11 en el tema 
De: ♥♥♥♥LEONCITA♥♥♥♥ Enviado: 02/01/2010 04:13
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Respuesta  Mensaje 11 de 11 en el tema 
De: ♥♥♥♥LEONCITA♥♥♥♥ Enviado: 02/01/2010 04:13
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