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Respuesta  Mensaje 1 de 16 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD  (Mensaje original) Enviado: 30/09/2009 02:13


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Respuesta  Mensaje 2 de 16 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 30/09/2009 02:13

3 de octubre


SANTA TERESITA 
DEL NIÑO JESÚS,(*)
Virgen

Si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecar .
sácalo y arrójalo fuera de ti.
(Mateo, 5, 29).

   La rápida difusión del culto a Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz es uno de los acontecimientos más notables de la historia religiosa de nuestra época. Entró al Carmelo de Lisieux, a la edad de 15 años, en 1888, y murió en él el 30 de septiembre de 1897. En pocos años era conocida del mundo entero, y su caminito de sencillez y de perfección en las cosas cotidianas se hizo célebre en la espiritualidad cristiana. Numerosas gracias y milagros fueron atribuidos a su intercesión. Fue canonizada en 1925.

  MEDITACIÓN - EL CRISTIANO
DEBE SER CIEGO, MUDO y SORDO

  I. Para ser dichoso en este mundo, para vivir en él santamente, hay que ser ciego para muchas cosas. Cierra los ojos a todo lo que pueda hacerte concebir malos pensamientos, causarte tristeza o inspirarte orgullo; no mires los defectos de tu prójimo, o los tuyos. Dios mío, hazme ver la fealdad del pecado y la hermosura de la virtud. Aparta mis ojos para que no vean la vanidad. (E1 Salmista).

   II. .Hay que saber ser mudo para vivir como cristiano. Cuando se presenta una ocasión de hablar bien de ti mismo, de hablar mal del prójimo, de faltar la caridad, guarda silencio; porque generalmente sucede que quien habla mucho comete muchos pecados y profiere palabras que lamenta después amargamente. No hay nada más provechoso que vivir en el recogimiento, hablar poco con los demás y mucho consigo mismo. (Séneca).

   III. ¿Para qué querer oír todo y saber todo? ¡Muchas palabras criminales, muchas maledicencias, muchos discursos impíos o atrevidos turbarán la paz de tu alma y despertarán en ella pensamientos vanos o peligrosos! El retiro te facilitará la observancia
 los tres consejos que hemos dado. Retírate a la soledad, no con el cuerpo sino con el espíritu; la soledad del espíritu es la que se te recomienda, no la del cuerpo. (San Bernardo).

El amor a la soledad
Rogad por la Orden del Carmelo.

ORACIÓN

     Señor, que habéis dicho: "Si no os hacéis semejantes a niños, no entraréis en el reino de los cielos", concedednos que imitemos de tal modo la humildad y sencillez de corazón de la virgen Santa Teresa, que logremos alcanzar las recompensas eternas. Por J. C. .S. Amén.


Respuesta  Mensaje 3 de 16 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 30/09/2009 02:13

3 de octubre
SAN GERARDO(*)

Abad

  

El ejemplarísimo abad san Gerardo, fue hijo de Estancio, varón ilustre de la casa de Haganón, duque de la Austrasia inferior, y de Plectrudis, hermana de Esteban, obispo de Lieja. Hiciéronle seguir sus padres desde muy joven la carrera de las armas, propia a la sazón de mancebos nobles, y le enviaron a la corte de Berengario conde de Namur; donde resplandeció así por la modestia de sus costumbres, como por la discreción de sus palabras y natural elegancia de su persona. Cobróle tanto amor el conde, que le llevó a su casa, y se servía de él para muchas cosas de importancia, y así le envió a Francia por su embajador para tratar con el príncipe Roberto un negocio grave que se le ofrecía. Luego que llegó a París, dejando allí sus criados, se fue solo al monasterio de san Dionisio para retirarse en él algunos días; y quedó tan edificado de la virtud de los monjes, y tan aficionado al sosiego y felicidad de la vida religiosa, que determinó dar libelo de repudio a todas las cosas de la tierra, para recogerse a servir a Dios en aquel monasterio. Trató los negocios a que iba, y volviendo a dar cuenta de ellos al conde Berengario, suplicóle que le diese licencia pata profesar en dicho monasterio: y aunque con mucha dificultad y tristeza del conde, obtuvo su beneplácito. Vistióse pues el hábito de san Benito, y desde luego fue espejo de toda santidad y virtud. Allí comenzó a estudiar desde las primeras letras como niño, y aprovechó tanto en las humanas y después en las divinas, que a los nueve años de su conversión se ordenó de sacerdote con grande gozo de su espíritu, y aprovechamiento de los otros monjes, de los cuales era tenido en gran veneración. Fue el primer abad del célebre monasterio de Broñá, a cuya iglesia trasladó con gran solemnidad muchas reliquias de santos cuerpos. Un día vino al monasterio una mujer ciega y pidió que le diesen del agua con que el santo diciendo misa se había lavado los dedos: lavóse con ella los ojos, y luego cobró la vista. Habiendo recibido el marqués Arnulfo, señor de Flandes, de mano del santo la Comunión, se vio enteramente libre de un mal de piedra que le fatigaba mucho, encomendóle el gobierno de todas las abadías que tenía en su estado, y el santo las reformó, y tuvo cargo de diez y ocho monasterios, en los cuales floreció la más perfecta observancia religiosa. Finalmente recogido en su pobre monasterio de Bro ñá, y cargado de días y merecimientos, dio su espíritu al Señor, el cual le ilustró con muchos milagros.

REFLEXIÓN

   Siempre han sido las órdenes religiosas semillero de santos, y la vida ejemplar de sus miembros poderoso aliciente para atraer las almas a la virtud. Si no tienes valor, oh cristiano, para despojarte, a imitación de san Gerardo, de las cosas de la tierra (que tarde o temprano te ha de arrebatar la muerte), tenlo al menos para dejarlas con el afecto, poniendo tu principal cuidado en amar y servir a Dios solamente y a todas las de más cosas sólo en Él y por Él. Porque ¿de qué nos aprovechará ganar todo el mundo, si perdemos el alma? Esta máxima bien ponderada hizo de un Javier un apóstol: ésta ha poblado el cielo de santos y ésta debe ser la única norma de todas nuestras acciones. ¡Dichoso quien se guía por ella, pues tiene asegurada su eterna salvación, único negocio para el cual estamos en este mundo, y que nos ha de preocupar seriamente!

ORACIÓN

   Rogámoste, Señor, que nos recomiende delante de Ti la intercesión del bienaventurado abad Gerardo, para que alcancemos con su patrocinio lo que no podemos conseguir por nuestros méritos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén


Respuesta  Mensaje 4 de 16 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 30/09/2009 02:14

3 de octubre
SANTA CÁNDIDA,

Virgen y Mártir

   Según el Martirologio Romano, Santa Cándida sufrió el martirio en Cartagena, en tiempos del Emperador  Maximiano el 20 de septiembre de un año impreciso. Esta santa también es mencionada en el calendario mozárabe.

   En la iglesia de Santa Práxedes, el Papa Pascual I la hizo recordar con una lápida. Cuando fue encontrado su cuerpo en la Catacumba de Priscila, se lo llevó a la iglesia de Santa María de los Milagros, en donde se encuentra actualmente.


Respuesta  Mensaje 5 de 16 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 30/09/2009 02:14

3 de octubre

SAN FROILÁN,(*)
Obispo y Confesor

   San Froilán fue uno de los hombres que forjaron la España medieval en las difíciles horas del siglo IX. Dos grandes tareas se imponían a los hombres de aquella época para librarse del angustioso aniquilamiento que les amenazaba: la reconquista del suelo patrio de manos de los árabes y la inmensa obra de colonización que a la Reconquista seguía. Era preciso entonces hacerlo todo. Al recobrarse la yerma y asolada geografía hispánica había que imprimir sobre ella, como sobre tabla rasa, el espíritu, el carácter, la cultura y la pasión de la España cristiana, que re nacía con sello nuevo tras los Montes Cántabros. La acción fe cunda de Froilán, su vida y su espíritu, lleno de afanes de supe ración, quedaron tejidos en la trama de la historia de aquella España.

   ¿Quién era San Froilán y cuál fue la trayectoria de su vida? Por fortuna, se conserva una corta biografía del ortodoxo varón Froilán, obispo legionense, copiada en elegante minúscula visigótica por el diácono Juan, contemporáneo suyo. Esa copia es del año 920, quince años después de la muerte del santo obispo (905). Ignoramos quién fue su autor. A pesar de su estilo lacónico y de sus adherencias legendarias, podemos reconstruir los rasgos fundamentales de su vida y carácter.

   Nace el año 833 en los arrabales de Lugo. Allí recibe durante sus primeros años la enseñanza que los concilios exigían a los candidatos para el sacerdocio. Al llegar a los dieciocho años su vida interior entró en crisis. Dudó entre la vida retirada del desierto o la actividad apostólica. El futuro fundador de cenobios y gran predicador de muchedumbres opta por la soledad de los montes. Los espíritus superiores toman personalmente la iniciativa de su vida y Froilán quiso consagrarla totalmente a la familiaridad íntima con Dios. Buscaba a Dios en aquellos montes y lo encontraba en todas las criaturas, que le hablaban de una belleza arcana y superior. El podía cantar dulcemente aquellos versos de Berceo :

   Yaciendo a la sombra perdí todos cuidados;
odí sones de aves dulces e modulados.
Nunca udieron omnes órganos más temprados,
nin que formar pudiesen sones más acordados.

   Mientras él gozaba de los encantos de la soledad, estallaba en la España musulmana una violenta persecución contra los cristianos. El año 850 comenzó a florecer de nuevo con el rito solemne de la sangre el martirologio cordobés. Rosas purpúreas de esta larga primavera martirial fueron, entre otros, el sacerdote Perfecto, degollado el día de la Pascua mora; el erudito monje Isaac, decapitado y colgado de un palo; el joven Sancho, crucificado; las dos vírgenes Columba y Pomposa, y el más famoso de todos, el bienaventurado Eulogio, aquel hacedor anhelante de mártires, cuya cabeza cortó el alfanje de un solo golpe, a las tres de la tarde del sábado 11 de marzo del año 859.

   Tal vez la voz poderosa de esta sangre inocente retumbó entre los montes donde Froilán se escondía y le empujó a organizar una cruzada. Tal vez en el diálogo familiar con Dios sintió la invitación a la vida activa. Nos cuenta su biógrafo, con la ingenuidad de nuestros cantares de gesta y, sin duda, imitando los inicios de la predicación de Isaías, que al joven eremita le acuciaba la duda de si debía permanecer por más tiempo en aquellas soledades. Para liberarse de ella se sometió a la prueba del fuego. Si Dios suspendía las leyes, era señal evidente de su voluntad divina. Froilán introdujo unas brasas encendidas en su boca. El fuego no le causó la más mínima quemadura. Dios había hablado. De los montes se lanzó a los poblados a propagar entre los hombres otro fuego que le ardía dentro. Su vida nos dice escuetamente que recorría las ciudades predicando sin cesar la palabra divina con gran aplauso de todos. 

   En sus triunfos pastorales sentía irresistiblemente el atractivo de la soledad para reponer sus energías. Acompañado del sacerdote Atilano torna a su retiro. Ambos se escondieron en los montes de Curueño (León). Pero los pueblos en masa le seguían a su celda solitaria. Con las muchedumbres iban magnates y obispos que anhelaban oír su palabra. Entre sus oyentes se despertaron numerosos seguidores cautivados por sus ejemplos. Ante los ruegos insistentes se ve forzado a bajar a la ciudad de Veseo. Allí erige su primer monasterio, que llenará pronto con 300 monjes. Es el comienzo de una nueva etapa: fundador de cenobios. Su fama salta los montes de León y llega a oídos de Alfonso III en Oviedo. El rey le envía mensajeros ordenándole venir a su corte. Honda impresión causó en Alfonso la presencia de aquel monje. Se fija en él para la gigantesca obra de repoblación que había comenzado su padre, Ordoño I. Las fronteras del reino astur-leonés llegaban por el sur hasta la línea del Duero. De Castilla se podía decir lo del poeta: «Harto era Castilla menguado rincón cuando Amaya era corte, Hitero el moyón". Zamora, Toro y Simancas eran fortalezas que espiaban posibles asaltos árabes al reino cristiano. Las zonas fronterizas a ambos lados del río estaban despobladas y devastadas por los reyes asturianos. Lo exigía así la táctica militar. Pero había que ir empujando la frontera más abajo. Para eso, en la zona norte del Duero era necesario levantar los poblados destruidos y poner en explotación las tierras abandonadas. Ninguna fuerza más cohesiva para dar vida a estas preocupaciones regias que la acción colonizadora de los monasterios. Esto lo comprendió cabalmente Alfonso III y concedió al Santo amplias facultades para visitar todos sus dominios y levantar cenobios a cuyo amparo se acogiesen los nuevos poblados. Estas agrupaciones humanas, así formadas, constituían una unidad política cuyo jefe era el abad, y sus agentes y maestros los monjes, que enseñaban las artes de la paz e infundían el espíritu de cruzada en la guerra de reconquista. Froilán puso en juego de nuevo su capacidad de iniciativa y se dio a recorrer las tierras del reino alfonsino. Su beligerante actitud le llevó a fundar dos grandes monasterios cerca de la frontera, a pocos kilómetros de Zamora. El primero fue el de San Salvador de Tábara. En él se congrega ron 600 monjes de ambos sexos. Era uno de esos monasterios llamados dúplices, donde las monjas, aunque rigurosamente separadas, tenían la ventaja de la asistencia sacerdotal y de la defensa en caso de invasión.

   Fue éste, en el siglo x, uno de los más famosos monasterios por el arte refinado de su escritorio. La pesadumbre del tiempo, insensible a los afanes del hombre, no nos ha permitido ver en su realidad de piedra la arquitectura de esta fundación. Pero, afortunadamente, un códice de su escritorio nos la conserva parcial mente. En el último folio aparece la torre del monasterio, "alta y lapídea", de sillería policroma, con ventanales de arcos de herradura. Sobre el tejado, dos airosas torrecillas con sendas campanas. A los lados de los últimos ventanales, dos balcones voladizos se asoman al horizonte. Tres hombres suben a la torre por unas es caleras de mano y otro hace sonar las campanas tirando de una cuerda. Adosado a la torre está el escritorio. Un pergaminero aparece sentado en un taburete cortando el pergamino con grandes tijeras. En un aposento inmediato están el monje Senior, copista, y Emeterio, escriba y pintor, discípulo predilecto de Magio. Fue Mágio la gloria cultural más notable del monasterio tabarense. Contemporáneo en su niñez de Froilán, elevó a alturas maravillosas el arte de la miniatura, ese arte casto, espiritual y apacible a los ojos, y que mueve el ánima a altas consideraciones". Son todos los datos que poseemos de esta espléndida fundación. Del segundo monasterio tenemos aún menos noticias. Según el citado biógrafo, lo levantó en un emplazamiento alto y ameno junto a las aguas del Esla, al parecer cerca de Moreruela (Zamora). Sólo una frase añade a este laconismo: ..se reunieron allí 200 monjes consagrados a la ascesis de la vida regular". Aquellos cronistas medievales, avaros del tiempo, no nos cuentan nada de los métodos de dirección espiritual del Santo cenobiarca ni del ambiente de perfección que, sin duda, reinaba en estos monasterios. Pero se siente palpitar en estas breves páginas biográficas la dinámica incontenible de Froilán, su temperamento emprendedor, su espíritu sobrenatural lleno de ardorosa elocuencia, su recia personalidad de caudillo espiritual. Esa era la fama que corría de pueblo en pueblo y de comarca en comarca y que cada día ganaba más admiradores. Por eso no es extraño que, al quedar vacante la sede de León, se alzase unánime la voz del clero y del pueblo, reclamando por obispo al abad Froilán. El rey, que no había lo grado convencerle para que aceptase el oficio pastoral, se alegró sobremanera. Vencida su resistencia, fue consagrado obispo de León el día de Pentecostés, 19 de mayo del 900. Ese mismo día recibía también la consagración episcopal para la sede de Zamora su inseparable y santo amigo Atilano. Estas dos lumbreras, dice emocionado el autor anónimo, puestas sobre el candelero, iluminaron con la claridad de su luz eterna todos los confines de España. La Iglesia de León, que estaba dedicada, según una donación de la época, "a los señores, santos, gloriosos y, después de Dios, fortísimos patronos Santa María Virgen, Reina celeste, y San Cipriano, obispo y mártir", recibía ahora clamorosamente por obispo al que había de ser su Patrono hasta el día de hoy. Sólo la gobernó cinco años, pero el heroísmo de sus virtudes y el triunfo de su santidad la aureolaron para siempre.

QUINTÍN ALDEA BAQUERO, S. I.


Respuesta  Mensaje 6 de 16 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 30/09/2009 02:14

3 de octubre
SAN ATILANO DE ZAMORA,(*)
Obispo y Ermitaño

   Del que fue grandioso monasterio de Santa María de Moreruela, en Zamora, enriquecido con privilegios de Alfonso VIl, Fernando II y aun de Sumos Pontífices, como Alejandro III; de aquélla ilustre abadía junto al Esla caudaloso; de todo aquello que en el siglo XII fue cuna de la Orden del Cister en España, hoy no queda sino desolación y ruina. Aun están en pie algunos paredones del templo gigantesco y la sala capitular. La iglesia, de tres naves, conserva casi intacta la girola, la capilla mayor con su ábside, siete absidiolas y dos aún menores a los costados del crucero.

   Esto, y poco más, es cuanto queda de aquel monumento insigne, en el que quizá se inspiró el arquitecto de la bellísima catedral leonesa.

   El monasterio de Moreruela está íntimamente ligado a la vida de San Atilano y San Froilán, prior y abad de aquélla fundación de Alfonso III para consolidar la línea defensiva del Esla y del Duero contra los árabes. Las ruinas actuales, dignas de mejor trato, son recuerdo, aunque triste, de la primitiva fundación de los dos Santos, al lado opuesto tal vez del mismo río.

   De la vida de San Atilano existen muy pocos datos, y algunos improbables; pero los que son ciertos bastan para destacar la personalidad eminente de uno de los grandes obispos españoles de los años difíciles de nuestra Reconquista.

   Había nacido en Tarazona de Aragón, hacia el año 850, y, al parecer, de noble familia. Joven de quince años hace ya vida religiosa en un monasterio benedictino cercano a Tarazona. Es posible que viviese después algunos años en Sahagún, si es cierto que Ambrosio de Morales vio allí un códice de San Ildefonso de Toledo que fue copiado por "Atilano, monje de Domnos Santos (por San Facundo y San Primitivo) y después obispo de Zamora".

   Desde Tarazona, en la Villa de los Fayos, o desde Sahagún, el joven mozárabe busca un guía experimentado para su vida de perfección. Él, inexperto, amante de las virtudes y de la ciencia, ha sido ordenado sacerdote y, dedicado a la predicación hasta entonces, desea retirarse a un lugar solitario para hacer oración y penitencia.

   Son tiempos difíciles aquellos para la vida anacorética. En la segunda mitad del siglo IX es muy peligroso aquel género de vida, y especialmente para un joven. Odilón de Samos, por mandato de Ordoño I, inspeccionó la vida eremítica en Galicia y demostró la existencia de "muchos monjes sanguimistos, ladrones, réfugas, mágicos". No eran pocos los anacoretas que, aparentando religión, cometían toda clase de crímenes y supercherías, eran viciosos, y frecuentemente hasta vulgares espías al servicio del mejor postor, fuera cristiano o fuera moro.

   San Atilano acierta en su elección, y, con la bendición de los superiores, busca a un monje que, en expresión de su coetáneo y biógrafo Juan Diácono, "recorría las ciudades, predicando la palabra de Dios; se retiraba a lugares inaccesibles...; huía de los favores y alabanzas humanas... para hacer vida retirada". El monje solitario se llamaba Froilán, había nacido en Lugo y no era sacerdote. San Atilano no duda en ponerse bajo su cuidado y dirección, viviendo con él en la montaña leonesa. Juntos seguirán ya muchos años, hasta ser elevados en el mismo día a la dignidad episcopal.

   Buscaron un lugar solitario para entregarse a la penitencia y a la oración. En el monte que el hagiógrafo contemporáneo llama "Cucurrino", y actualmente se denomina Curueño, cerca de Valdorria, en la zona norteña de León, ambos Santos hallaron el sitio ideal para sus ansias de soledad, que vieron muy poco tiempo satisfechas.

   Se extendió pronto el rumor de su vida por toda la comarca. Hombres y mujeres de todas las clases sociales llegaban hasta ellos para escuchar la palabra divina. Los cortesanos que acompañaban al rey cuando estaba en León no se desdeñaban de acercarse a los dos anacoretas del Curueño. Su fama fue el peor enemigo de sus anhelos de retiro y soledad. Ante la piadosa insistencia del pueblo tuvieron que levantar un monasterio en el lugar de Veseo, que posiblemente estaba situado al norte de La Vecilla, y que hoy es solamente un recuerdo, aunque fue tan famoso cenobio que llegó a contar en la época de nuestro Santo hasta trescientos monjes, que seguirían quizá la regla monacal de San Fructuoso o de San Isidoro. Número es éste de religiosos que prueba la fama de virtud de San Froilán y San Atilano, fama que llegó a toda España, y, aunque tarde, a la corte de Oviedo, al mismo rey Alfonso III el Magno, que no dudó un momento en colmar de honores al abad Froilán, a quien facultó para construir monasterios en su reino.

   Cerca de Zamora o de Benavente, en batalla de cronología dudosa (hacia el año 878), que se denomina de Polvoraria o de Polvorosa, Almondhir, jefe árabe, sufre una fuerte derrota, que nos ha sido recordada en la carta de fundación del monasterio de San Bernardo de Benavente. La línea del Duero quedaba así fortificada, y la Tierra de Campos asegurada contra los moros. Zamora empieza a ser reedificada y repoblada. Es entonces cuando San Froilán y San Atilano fundan el monasterio doble de Tábara, no lejos de Zamora, donde se reunieron hasta seiscientos religiosos, hombres y mujeres, que, en separación completa, estaban sometidos a una severa disciplina.

   Era labor colonizadora y cultural, además de religiosa la de ambos Santos. En Tábara (su torre es famosa) trabajarían calígrafos y copistas destacados, como Maio y Emeterio. Los campos se roturan y se pueblan, al abrigo del monasterio. Acaso entonces fundaran ambos también varios pequeños cenobios en las riberas del Esla, antes o después de la nueva fundación o restauración de Moreruela, aquel gran monasterio que, construido en lugar alto y ameno, iba a ser, con sus doscientos monjes, gloria del abad San Froilán y de San Atilano, prior de tan numerosa comunidad.

   El pueblo de nuevo pide al rey que eleve aún a más alta dignidad a los dos, siempre unidos en su vida apostólica. Venciendo su humildad, son consagrados obispos en el mismo día de Pentecostés del año 900: el abad será obispo de León y el prior será obispo de la ciudad recientemente repoblada de Zamora. Dos luceros (dice el biógrafo) sobre el candelero, que alumbrarían a España predicando la palabra divina. Con el honor creció la santidad, y recibieron del cielo doble gracia para instruir y enseñar a los fieles de todos los estados: monjes, clérigos y laicos.

   Los años del episcopado de San Atilano son obscuros y ciertamente difíciles, en continua repoblación de su sede episcopal y de su diócesis. En julio del 901 Ahmed ben Moaviah (Abul Cassim) pretende destruir la ciudad de Zamora. Alfonso III acude en su socorro y provoca aquélla gran derrota de los árabes que ha pasado a la historia con el nombre de "Día de Zamora".

   La leyenda ha rodeado, como a casi todos los santos medievales, la figura de San Atilano. Después de afirmar que en su consagración episcopal se hizo visible el Espíritu Santo en forma de paloma, y que, huyendo de los árabes, a su paso se hundió el viejo puente romano sobre el Duero, pereciendo sus perseguidores, ha hecho extraordinariamente popular el sencillo anillo que veneran todos los años los zamoranos en la parroquia arciprestal.

   Es vieja tradición que San Atilano peregrinó a Jerusalén, en penitencia por algunos pecados de su juventud. Cruzando el puente, arrojó su anillo episcopal al Duero, con la esperanza de recuperarlo algún día como prenda segura del perdón obtenido. A los dos años, inspirado por Dios, vuelve de incógnito a Zamora y recibe hospedaje muy cerca, en la ermita de San Vicente de Cornu. Preparando su comida, abre un pez recibido de limosna y dentro encuentra su anillo. Las campanas de la ciudad repicaron solas, y ante los zamoranos que acudieron a recibirle jubilosos, avisados por tal prodigio, apareció revestido milagrosamente con los ornamentos episcopales.

   Rigió algunos años más su obispado y descansó en la paz del Señor hacia el año 919, el día 5 de octubre.

   Sus reliquias, defendidas largos siglos, son muy veneradas en la parroquia arciprestal de San Pedro y San Ildefonso, de Zamora, que lo declaró Patrono de su diócesis, de la que fue restaurador ilustre, o acaso fundador, y el único santo de su glorioso episcopologio.

   En Milán y en una de las primeras declaraciones de santidad heroica hechas por un Papa, fue canonizado, junto con el mártir San Herlembardo, por Urbano II.

   La vida penitente de San Froilán y de San Atilano como eremitas, su labor cultural y colonizadora, su celo pastoral, su espíritu de fundadores, y todas las virtudes de que estuvieron adornados hicieron decir al gran cardenal Baronio que, "por ser dignos de los honores debidos a los santos, estaban justamente inscritos en su catálogo".

MANUEL ALONSO HERNÁNDEZ


Respuesta  Mensaje 7 de 16 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 30/09/2009 02:15

3 de octubre
SAN DIONISIO EL AEROPAGUITA

Discípulo de San Pablo

   Después del discurso de San Pablo en el Aerópago de Atenas, muchos se convirtieron al cristianismo. en los "Hechos de los Apóstoles" (17, 34), se nombra a un tal "Dionisio el Aeropagita"  convertido por San Pablo con su discurso en el Aerópago. Al parecer era miembro del tribunal, y por lo tanto, de la aristocracia ateniense. Y dicen los Hechos, que se convirtió Dionisio el Aeropagita "y una mujer llamada Dámaris", según una tradición atribuida a San Juan  Crisóstomo, ésta sería la esposa de Dionisio, pero es una suposición sin prueba alguna. En el Martirologio Santa Dámaris figura como Virgen. 
   En una carta de Dionisio, obispo de Corinto, contemporáneo del Papa Sotero, escrita a los atenienses antes de 175, se dice que Dionisio el Aeropagita, murió como primer obispo de Atenas; solamente una leyenda tardía lo ha identificado con el primer obispo de París, martirizado alrededor de 270.  Tal identificación la encontramos en el Martirologio y en el Breviario Romano, el 9 de octubre. Pero en el Vetus Romanum Martyrologium, los dos Dionisios se distinguen claramente uno del otro; el 3 de octubre, en efecto, se lee: "Athenis, Dionysii Areopagitae, sub Adriano diversis tormentis passi, ut Aristides testis est in opere quod de Christiana religione composuit; y el 9 de octubre: "Parisiis Dionysii episcopi cum sociis suis a Fescennino cum gladio animadversi" (PL, CXXIII, col. 171).
   La Crónica que lleva el nombre de Lucius Dexter identifica a San Dionisio de París con Dionisio el Areopagita, pero comúnmente se niega la autenticidad de este escrito. El primero que identificó a los dos Dionisios fue Hilduinus, abad de San Dionisio (m. 840), en la "Vita S. Dionysii". Bajo el nombre de Dionisio el Aeropagita, está sitado en un escrito, que probablemente un monje siríaco promovido al episcopado, compuso entre 480 y 530 y que obtuvo gran difusión y ejerció gran influencia durante todo el Medioevo: De coelesti hierarchia; De mystica theologia; De ecclesiastica hierarchia; De divinis nominibus, y diez epístolas. Según la VII ep., Dionisio y el sofista Apollofanes habrían visto el eclipse del sol el día de la crucifixión y según De divinis nominibus (III, 2) Dionisio habría asistido a la Dormición de la Santísima Virgen.
   Por estos datos legendarios se creyó que el autor de estos escritos fue Dionisio el Aeropagita, el discípulo de San Pablo: el primero en afirmarlo fue el patriarca  monofisita Severo de Antioquía (512-18), en una disputa con los ortodoxos en Costantinopla, bajo Justiniano I (533). Pero el portavoz de los católicos Hypatios, obispo de Éfeso, observó que si tal escrito hubiera sido de Dionisio, no lo hubieran ignorado ni San Cirilo ni San Atanasio, argumentación que es válida aún hoy.   


Respuesta  Mensaje 8 de 16 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 30/09/2009 02:15

3 de octubre
SAN EVALDO EL MORENO

y
SAN EVALDO EL RUBIO,
(*)
Mártires

   San Wilbordo y sus once compañeros empezaron la evangelización de Frieslandia en el año 690. Poco después, dos sacerdotes de Nortumbría siguieron el ejemplo de los misioneros y partieron a predicar el Evangelio a los sajones de Westfalia. Ambos habían pasado algún tiempo en Irlanda dedicados a las ciencias sagradas y los dos se llamaban Evaldo. Para distinguirlos, el pueblo los apodaba "el Rubio" y "el Moreno", por el color de sus cabellos. El primero era más versado en la Sagrada Escritura, pero ninguno de los dos cedía ante el otro en devoción y celo. Ambos sacerdotes llegaron a Germania hacia el año 694. Ahí conocieron a cierto personaje que se empeñó en presentarles a su señor, porque los misioneros llevaban algunas noticias que podían interesarle. Dicho Señor feudal los alojó en su casa durante varios días. Los misioneros aprovecharon ese retiro para hacer oración, cantar salmos e himnos y celebrar diariamente el Santo Sacrificio.

   Al ver los bárbaros la conducta de los dos predicadores, temerosos de que persuadieran a su señor para que renegase de sus dioses y se convirtiese a la nueva religión, decidieron asesinarlos. A Evaldo el Rubio le degollaron sin más ni más en donde lo encontraron. En cambio, al Moreno le atormentaron largamente con inaudita saña y, antes de matarle, le arrancaron los miembros uno a uno. Cuando el señor del lugar se enteró de lo sucedido, montó en cólera porque los bárbaros procedieron por su cuenta y ejecutaron a los monjes sin haberles presentado a su juicio. Como represalia, el señor feudal mandó ejecutar a los culpables e incendió la aldea. Los cuerpos de los mártires habían sido arrojados al rio, pero fueron descubiertos gracias al fulgor que despedían. Un monje inglés, llamado Tilmón, recibió aviso de lo que significaba aquel fulgor sobrenatural y les dio honrosa sepultura. San Beda dice que se trataba del río Rin, pero la tradición sitúa el martirio en Aplerbecke, sobre el Embscher, que es un afluente del Rin en las proximidades de Dortmund. El culto de los dos Evaldos se popularizó inmediatamente. El rey Pepino mandó trasladar las reliquias a la iglesia de San Cuniberto, en Colonia, donde reposan todavía. El Martirologio Romano menciona a los dos Evaldos, que son patronos de Westfallia. San Norberto consiguió algunas reliquias de estos mártires para los premonstratenses, en 1121 i dichos religiosos celebran la fiesta de estos santos.

   En el calendario llamado de San Wilibordo, compuesto a principios del siglo VIII (probablemente antes del año 710), se lee el 4 de octubre: "natale sanctorum martyrum Henualdi et Heualdi". El Martirologio de Fulda y el Anglosajón, así como la Historia de Beda, sitúan la fiesta el 3 de octubre. Véanse las notas de C. Plummer a la edición de Beda, especialmente pp. 289-290; y H. A. Wilson, The Calendar of St. Willibord (1918), p. 41. 

 


Respuesta  Mensaje 9 de 16 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 30/09/2009 02:15

3 de octubre
SAN EDMUNDO DE ESCOCIA,

Confesor

Una cosa es amar al hombre, y otra poner
la esperanza en el hombre, y tanta diferencia hay
que Dios manda lo primero y prohíbe esto último
(San Agustín)

   San Edmundo era hijo de Santa Margarita, reina de Escocia y de Malcolm III (1057-1093). Después de haber tomado parte en los acontecimientos políticos y militares de Escocia a cargo de su tío paterno en 1097, se fue a Inglaterra donde abrazó la vida religiosa. Vivió en el monasterio cisterciense de Montague (Somerset), donde murió santamente en 1100. 


Respuesta  Mensaje 10 de 16 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 30/09/2009 02:15

3 de octubre

SAN FÉLIX, Obispo

   San Félix, séptimo Obispo de Bologna (397? - 432), precede a San  Petronio. Ya diácono de la iglesia de Milán, es recordado por Paulino en la Vida de San Ambrosio. Por el epistolario ambrosiano nos enteramos que en 394 fue elegido para una misión muy delicada junto al Emperador Teodosio: "He enviado al diácono Félix, mi hijo, llevando mi carta" (Ep. 62,3, in: PL 16,1239). 

   La muerte de San Félix se registra como ocurrida el 4 de diciembre de 432. Su cabeza es venerada en la Catedral, donde fue puesta en 1586 por el cardenal  Gabriel Paleotti.


Respuesta  Mensaje 11 de 16 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 30/09/2009 02:16

3 de octubre
SAN ADALGOT,

Obispo

   San Adalgot fue monje en el monasterio benedictino de Clairvaux, donde  San Bernardo preparaba a sus sucesores. Nombrado Abad de los Benedictinos en Disentis, se lo conoció por su preocupación por los pobres y enfermos,  usando su posición y título para ayudarlos.

   En 1150 fue designado Obispo Coire en el Cantón de los Grisons en Suiza. Allí fundó un hospital para los pobres. 

   Fue el restaurador de muchos monasterios de su diócesis. 

   Su rol religioso y político, fue mucho más allá de los límites de su diócesis

   Murió el 3 de octubre de 1165.

   La Congregación Cisterciense de Mehrerau y la diócesis de Coire celebran su fiesta el 3 de octubre.


Respuesta  Mensaje 12 de 16 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 30/09/2009 02:16

1 de octubre
SAN HESIQUIO,(*)
Confesor

  San Hesiquio fue un fiel discípulo de San Hilarión y se le menciona en la biografía de su maestro. Cuando San Hilarión pasó de Palestina a Egipto, Hesiquio le acompañó y, cuando San Hilarión, no queriendo volver a Gaza , donde era muy conocido, huyó secretamente a Sicilia, San Hesiquio le buscó durante tres años. No encontrando huella alguna de su maestro ni en el desierto ni en los puertos de Egipto, San Hesiquio se dirigió a Gracia, donde finalmente le llegaron noticias sobre un taumaturgo que se había refugiado en Sicilia. Inmediatamente emprendió el viaje a dicha isla, descubrió el escondite de San Hilarión, "cayó de rodillas a sus plantas y bañó con sus lágrimas los pies de su maestro". Ambos ermitaños partieron juntos a Dalmacia y a Chipre en busca de la soledad total. Dos años más tarde, San Hilarión envió a San Hesiquio a Palestina con saludos para los hermanos y con el propósito de darles cuenta de sus progresos en la vida espiritual, así como el de visitar el antiguo monasterio de Gaza. Cuando San Hesiquio retornó en la primavera del año siguiente, San Hilarión, desalentado por la afluencia de visitantes, le manifestó que quería huir a otra parte; pero para entonces era ya muy anciano, y San Hesiquio le convenció finalmente de que se contentase con retirarse a un sitio más apartado de la isla. Ahí murió San Hilarión. San Hesiquio se hallaba entonces en Palestina. En cuanto le llegó la noticia de la muerte de su maestro, partió apresuradamente a Chipre para evitar que los habitantes de Pafos se apoderaran del cadáver. Al llegar a Chipre, encontró una carta de San Hilarión en la que éste le dejaba en herencia todos sus bienes, que consistían en un libro de los Evangelios, y algunos vestidos. Para no despertar sospechas entre los que vigilaban la ermita, San Hesiquio fingió que iba a pasar allí el resto de su vida. Diez meses más tarde, enfrentándose a mil riesgos y dificultades, consiguió transportar el cuerpo de San Hilarión a Palestina.Ahí le recibió una gran multitud de monjes y laicos, quienes le acompañaron a enterrar el cadáver de su maestro en el monasterio que había fundado en Majuma. En él murió San Hesiquio algunos años después. (Siglo IV).

   En Acta Sanctorum, oct., vol. II, hay un relato bastante completo sobre San Hesiquio, basadoen las obras de San Jerónimo.Véase también elartículo sobre San Hilarión,21 de octubre.


Respuesta  Mensaje 13 de 16 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 30/09/2009 02:16

3 de octubre
SANTO TOMÁS CANTALUPO,(*)
Obispo de Hereford

  Los Cantalupo constituían una familia normanda que pasó a Inglaterra con Guillermo el Conquistador, quien le concedió múltiples honores y posesiones. Gracias a una serie de convenientes matrimonios, los Cantalupo aumentaron sus riquezas y emparentaron con los Strongbow y los Marshal, condes de Pembroke, con los Fitzwalter, condes de Hereford, y con los Brasoe, señores de Albergavenny. El padre de Santo Tomás era ayuda de cámara de Enrique III; su madre, Millicent de Gournay, era condesa de Evreux y de Gloucester. Tomás tenía cuatro hermanos y tres hermanas, con quienes no llevaba relaciones muy estrechas. Nació hacia el año 1218, en Hambleden, en las proximidades de Great Marlow. Su educación quedó a cargo de su tío Walterio, obispo de Worcester, quien le envió a Oxford a los diecinueve años. Pero el joven pasó poco tiempo ahí y se trasladó luego a París con su hermano Hugo(1). En Francia los jóvenes vivían en una inmensa posesión. En 1245, acompañaron al Concilio de Lyon a su padre, quien había sido enviado como legado de Inglaterra. Probablemente Tomás recibió ahí la ordenación. El Papa Inocencio IV le concedió una dispensa para que pudiese gozar de varios beneficios eclesiásticos simultáneamente, y el joven Tomás hizo amplio uso de dicha dispensa.

   Después de enseñar derecho civil en Orleans por algún tiempo, volvió a París. Ahí obtuvo el título de licenciado y entonces pasó a Oxford a enseñar derecho canónico. En 1206 fue elegido canciller de la Universidad. Aunque se distinguió siempre por su caridad para con los estudiantes pobres, no dejaba por ello de exigir severamente el cumplimiento de la disciplina. Había entonces en Oxford una buena cantidad de estudiantes aún no graduados, a los cuales se permitía portar armas. Desgraciadamente, se hallaban divididos en dos partidos: los del norte y los del sur. Tomás llegó a formar un verdadero arsenal con las armas que se vio obligado a confiscar. Cuando el príncipe Eduardo acampó cerca de la ciudad y puso en entredicho a la Universidad, los estudiantes quemaron la casa del preboste, hirieron a muchos de los habitantes y vaciaron la bodega del alcalde, que era un comerciante en vinos. El abuelo de Tomás había sido uno de los defensores de Juan sin Tierra; en cambio, Santo Tomás se alió con los barones en la lucha contra Enrique III y fue uno de los designados para defender la causa de los barones en 1264, en Amiens, ante San Luis de Francia. Después de la derrota de Enrique III en Lewes, Tomás fue nombrado canciller del reino. Su prudencia, su valor, su sentido de justicia y su absoluto desprecio del respeto humano, así como su incorruptible honradez hacían de él un prototipo de magistrado. Sin embargo, no ocupó mucho tiempo el cargo, ya que fue depuesto cuando Simón de Montfort triunfó en Evesham. El santo, que tenía entonces unos cuarenta y siete años, se retiró a París.

   Algunos años más tarde retornó a Oxford. Tal vez fue nombrado nuevamente canciller de la Universidad; lo que está fuera de duda es que recibió el grado de doctor en teología en la iglesia de los dominicos. En el discurso que pronunció con tal ocasión, Roberto Kilwardby, arzobispo electo de Canterbuy declaró que el nuevo doctor había llevado una vida irreprochable. Sin embargo el santo siguió demostrando que el pluralismo de beneficios eclesiásticos no estaba reñido con las más grandes cualidades: en efecto, además de ser archidiácono de Stafford y chantre de York, poseía cuatro canonjías y siete u ocho beneficios parroquiales, particularmente en Hereforshire. Administraba sus beneficios por medio de vicarios y solía presentarse de improviso para estar seguro de que sus súbditos recibían los cuidados corporales y espirituales que se les debían. En 1275, elegido obispo de Hereford, recibió la consagración episcopal en la iglesia de Cristo, de Canterbury. El santo comentó con desagrado el hecho de que los obispos de Gales no hubiesen asistido a su consagración.

   Debido a las guerras civiles y a la pusilanimidad de sus dos predecesores la amplia y rica diócesis de Hereford se hallaba en un estado lamentable cuando Santo Tomás fue elegido para gobernarla. Enfrentándose con los señores temporales y espirituales de la región, que se aferraban a sus derechos y posesiones, fue venciéndolos uno a uno. Excomulgó a Corbet, barón de Gales; obligó a lord Clifford a hacer penitencia pública en la catedral de Hereford; el obispo de Saint Asaph y el obispo de Menevia, que habían tratado de impedir que consagrase la iglesia abacial de Dors, experimentaron el peso de la mal de la mano aquel prelado feudal, que era a la vez barón y obispo, "solícito y prudente en las cosas de este mundo y todavía más solícito y prudente en las de Dios." El santo hubo de luchar durante largo tiempo con Gilberto de Clare, conde Gloucester, quien insistía en cazar en la posesión del obispo, en Malvern. Gilberto replicó a las amenazas del prelado llamándole "cleriguillo" y amenazándole con golpearlo. Naturalmente, el epíteto provocó la cólera de Sato Tomás, quien citó al conde ante los jueces. El resultado del juicio puede verse todavía en el "Foso del Conde". Ese foso es muy anterior a la época de Gilberto de Clare, pero fue él mismo quien lo mandó reparar y cercar para marcar los límites de su propiedad y evitar que sus venados se refugiasen en las tierras del obispo. Entre los numerosos incidentes y rasgos de la vida y la persona de Santo Tomás que se hallan consignados en el proceso de canonización, se cuenta que, cuando visitaba su diócesis, preguntaba a todos los niños que encontraba en el camino si estaban confirmados; si la respuesta era negativa, procedía a conferirles inmediatamente el sacramento. Excomulgaba y reprendía a los pecadores públicos, sobre todo a aquellos que ocupaban puestos de importancia y daban mal ejemplo a sus subordinados. No permitía que se acumulasen beneficios eclesiásticos, sin la dispensa requerida para ello; así, privó de sus beneficios al deán de San Pablo y a los archidiáconos de Northampton
y Salop.

   Desgraciadamente, en los últimos años de la vida de Santo Tomás estalló una disputa entre él y Juan Peckham, arzobispo de Canterbury, debido a ciertas cuestiones de jurisdicción y a algunos incidentes ocurridos en la diócesis de Hereford. En un sínodo que tuvo lugar en Reading en 1279, Santo Tomás encabezó a los sufragáneos ofendidos. Roma les dio la razón a su debido tiempo; pero Juan Peckham excomulgó a Santo Tomás. Algunos obispos se negaron a publicar el decreto de excomunión, y Santo Tomás anunció públicamente que iba a apelar ante el Papa Martín IV, a quien fue a ver a Roma. Todavía se conservan ahí algunas cartas de los procuradores de Juan Peckham. A pesar del alboroto que éstos causaron en la Ciudad Eterna, el Sumo Pontífice acogió amablemente a Santo Tomás en Orvieto. Mientras se estudiaba el proceso, el santo se retiró a Montefiascone, pero, ya para entonces, las fatigas y el calor del viaje habían arruinado su salud y cayó gravemente enfermo. Se cuenta que uno de sus capellanes, al comprender que la enfermedad era mortal, le dijo: "Señor, ¿no quisierais confesaros?" Tomás se le quedó mirando y replicó: "Estáis loco." El capellán repitió por dos veces la proposición y recibió la misma respuesta. Lo que ignoraba el pobre capellán era que el santo acostumbraba confesarse todos los días. Santo Tomás falleció el 25 de agosto de 1282 y fue sepultado en Orvieto. Sus reliquias fueron pronto trasladadas a Hereford. La capilla catedralicia en la que fueron depositadas, se convirtió en uno de los santuarios más famosos del occidente de Inglaterra (Juan Peckham se negó a conceder el permiso de enterrar los restos hasta que vio con sus propios ojos el certificado de absolución concedido por la penitenciaría papal). Los milagros empezaron a multiplicarse: en las actas de canonización se enumeran nada menos que cuatrocientos veintinueve. La causa se introdujo a instancias del rey Eduardo I y llegó a su término en 1320. El Martirologio Romano menciona a Santo Tomás el día del aniversario de su muerte, pero los canónigos regulares de Letrán y las diócesis de Birmingham, Shrewsbury y otras celebran su fiesta el 3 de octubre. Las diócesis de Cardiff y Salford la celebran el 5 de octubre, y la de Westminster el 22 del mismo mes.

   Los bolandistas, que pudieron servirse de los documentos del proceso de canonización, presentan un relato muy completo sobre Santo Tomás en Acta Sanctorum, vol. 1, octubre. La obra de Strange, Lile and Gests of St. Thomas of Cantelupe (1674), se basa únicamente en los materiales que proporcionan las crónicas de Capgrave y Surio; la Quarterly Series publicó, en 1879, una reimpresión de la obra del P. Strange, que es ya muy anticuada. Actualmente disponemos de una inmensa cantidad de nuevos materiales, gracias a la publicación de las actas episcopales de Cantelupe llevada a cabo por la Canterbury Society y la York Society, así como a la publicación de "Bishop Swinfield's Household Expenses" (Camden Society), de la correspondencia de Juan Peckham (Rolls Series), etc. Por otra parte, se encuentran bastantes referencias a Santo Tomás en casi todas las crónicas de la época. El artículo de Tout, en DNB, vol. VIII, pp. 448-452, es muy completo y de un tono acertadísimo. Desgraciadamente no podemos decir otro tanto del bien documentado artículo de A. T. Bannister, The Cathedral Church of Hereford (1924). Acerca de las reliquias del santo, véase el artículo de E. Horne en Clergy Review, vol. XXVIII (1947), pp. 99-104. Cf. D. L. Dowie, Archbishop Pecham (1952).


Respuesta  Mensaje 14 de 16 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 30/09/2009 02:17

3 de octubre

BEATO DOMINGO SPADAFORA,
Confesor

   Domingo Spadafora, nació en Randazzo en1450, de la nobilísima y antiquísima familia Spadafora, oriunda de Costantinopoli, llamada así porque tenía el privilegio de llevar la espada desenvainada en presencia del Emperador. Domingo, despreciando cualquier humana grandeza, decidido honrar y servir al Señor de los Señores entró en la Orden Dominica, en el floreciente Convento de Santa Zita en Palermo, fundado por Pedro Jeremías. Enviado a Padua para completar sus estudios, si admirables fueron sus progresos en la ciencia, más admirables fueron los adquiridos en la sólida virtud. Conseguido el doctorado, y de regreso en su patria, su santidad y saber no pudieron permanecer escondidos y fue nombrado ayudante del Maestro General. En una capillita de  Monte Cerignone, en el estado de Urbino, había una milagrosa imagen de la Santísima Virgen por la que los habitantes tenían gran veneración; deseando edificar allí una iglesia con religiosos que  se dedicasen a la cura espiritual de la población circundante, pensaron en los dominicos. Se dirigieron al Maestro General para conseguir que se iniciara una obra tan ventajosa para las almas y para la gloria de la Virgen, a la cual la Orden profesa especial devoción. El proyecto se aprobó, y Domingo fue elegido para dirigir la nueva fundación. En 1491 surgieron así la iglesia y el Convento del cual Domingo fue guía hasta su muerte. Para edificación de toda la población, en la ferviente comunidad florecieron las leyes y el espíritu de la Orden. En todo Montefeltro se lo consideraba a Domingo un santo, y como tal fue venerado después de su muerte, sobrevenida el 21 de diciembre de 1521. Fue sepultado en la iglesia conventual, y en 1545 se encontró su cuerpo incorrupto. Desde 1677 es venerado en la iglesia de Santa Maria in Reclauso en Monte Cerignone. El Papa Benedicto XV confirmó su culto el 12 de enero de 1912. El 3 de octubre se conmemora el aniversario de la traslación de sus reliquias llevada a cabo en 1677.


Respuesta  Mensaje 15 de 16 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 30/09/2009 02:17

3 de octubre

BEATO JULIÁN
DE PALERMO,
Monje

   En la vida de este Beato siciliano, nos encontramos con episodios que se parecen a episodios recientísimos de la tormentosa crónica de nuestros días, de países en guerra fría o caliente, con tropas regulares o bandas rebeldes y con la dolorosa consecuencia de prisioneros, muertos, rehenes inermes, amenazas y promesas. 
   ¿Quien no se ve invadido de legítima impaciencia, por el lento proceder de ciertas tratativas y la incertidumbre por la suerte de tantas personas inocentes o culpables? ¿y quién, generalizando, no se lamenta de la lentitud de negociaciones tan importantes políticamente, que pueden poner en juego la paz del mundo y la suerte de continentes enteros y que son tratadas con exasperante parcimonia y con aparente indiferencia?  
   Sabemos que para llegar a un acuerdo -tanto difícil como importante- , la buena voluntad es la primera y más necesaria condición para alcanzar un buen resultado. Y para obtener tales resultados, la primera regla es tener paciencia. 
   En lugar de lamentarse o desesperarse de esta lentitud, podríamos recordar el ejemplo del Beato Julián, quien a mediados de 1400, cumplió cinco misiones cerca del Sultán de Túnez, para tratar la paz y la restitución de los prisioneros cristianos, siempre sin éxito y finalmente con éxito parcial.
   El Beato siciliano había sido invitado a Túnez, primero en 1438, y la última vez en 1452, por el mismo Rey  aragonés Alfonso el Magnánimo; la elección del monje para esa importante y difícil misión demostró haber sido acertada, a pesar de aparentar lo contrario, su calma paciente, su bondad y su respetuosa cordialidad mucho contribuyeron  a mantener en un plano de amistad, al menos a nivel personal, las relaciones entre los musulmanes y los Reinos cristianos. 
   El Beato Julián era la persona mejor calificada para aquélla misión. Nacido en Palermo, de la notable familia Mayali, entró como benedictino en Santa María de Ciambre, cerca de Monreale, porque quería sobre todo dedicarse a la vida solitaria, contemplativa más que a la activa.
   Pero en lugar de realizar sus deseos, el monje de vocación eremítica, por obediencia debe mezclarse a las más candentes vicisitudes de su tiempo y de su ciudad, haciendo, por caridad al prójimo lo que no había querido hacer por sí mismo.
   Primero fue la creación de un nuevo hospedaje, realizado con criterio modernísimo. 
   Después, como ya hemos dicho, vinieron los años de los continuos viajes entre Palermo y Túnez en busca de acuerdos políticos y tratados para el rescate de prisioneros. Finalmente, en sus últimos años, se le encargó representar, junto al Rey, al Parlamento de Palermo.
   Apenas podía, se retiraba a la soledad del monasterio de Nuestra Señora de Romitello, mendigando el aislamiento como un baño restaurador. En el  santuario de Romitello aún hoy su recuerdo permanece vivaz, como el de un benefactor de su pueblo, que además de monje riguroso, fue definido por el mismo Sultán de Túnez como "amigo de la fe, cristiano y eremita retirado del mundo".


Respuesta  Mensaje 16 de 16 en el tema 
De: ♥♥♥♥LEONCITA♥♥♥♥ Enviado: 02/01/2010 04:19
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