Heridas
Estas huellas de tus manos en mi piel se hicieron profundas, imborrablemente presentes, por tu ausencia. La alegría que adornaba mis gestos otrora, mudó ostensible y cruelmente a estos rasgos de adustez dolorosa. Y es que tanto poder tuviste en el ánimo que tu luz tan fuerte y cegadora, tan omnipotente y amada, dejó su espacio a este vacío sórdido y oscuro. Los esquemas de mi cuerpo vivo, piden a gritos tu esencia, lastimosamente lejana e inalcanzable. Pensé tantas veces que tu adiós me mataría que me resisto a morir para esperarte. Porque nadie te entregará los sueños con el alma como lo hice yo, y deberás volver a rescatarlos para volar el vuelo eterno del amor verdadero.
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