La brisa que mueve tus cabellos, dibuja en mis ojos destellos de oro. El sol también juega nuestro juego, entibiando las caricias suaves y algodonosas en este otoño amarillento. La hamaca transporta mi cuerpo hacia el cielo porque tú la mueves, porque tú todo lo puedes. Salvaje y dócil ministro de mis alegrías, secretario de mis caprichos: alcánzame una rosa del rosal de mis amores. Vende en la feria del artesano las gráciles caricias de tus manos. Escribe en la corteza del damasco que tú y yo que yo y tú y la flecha.... Lastima los pájaros de mis sueños con cristales de lágrimas secas. Y muérete en mis brazos que quiero resucitarte mil veces con mis besos.
Alcánzame esa estrella, ese abanico de rayos sin tormenta. Regálame en un segundo mil años, para amarte hasta que no se pueda. Hasta que la luna desvanezca de ternura y el sol caliente sin temor a quemarnos.
Abandona los árboles verdes de la espera, las flores rojas que te retrasan y vuela hasta mí, prestidigitador de mis ilusiones antiguas, corre a amarme.