En el silencio de la tarde moribunda es tu voz el dulce arrullo que me conmueve. Y cuando la noche deja de ser promesa y se cierra negra y silente, es tu voz la que mantiene mis ansias.
Allá en el sitio de mis penas, en las solas distancias que me separan de la felicidad, es tu voz presente en la lejanía la que me aviva.
Cuando vierten los sauces su verdor en el río y los sapos croan de ternura, es tu voz taciturna y masculina la que transporta mis sueños al abismo de la dicha.
Y es entonces cuando las luces titilantes de tu corazón de horizonte me anuncian que tu voz estará más cerca que nunca, cual bálsamo curador de heridas de amor, arropando con sus notas las ausencias de mi alma hecha jirones.