Invención de la sirena
Una mujer en aguas dulces. Una estrella mojada en el límite del mar. Dejar que la sonrisa se desnude de su traje de lágrimas. Una mujer en el centro de todas las navegaciones y lo vientos. El oleaje su poema -versos de espuma- y alguna gaviota gira arriba coronándola y alguna mariposa que parpadea un revuelo de sorprendidos amarillos.
No conocí el aviso clásico: 'Huye de las playas de Circe'. Nuestros antepasados no concibieron la sirena: ni Chalchiuhtlicue de la falda de agua la celeste diosa de los ríos ni Huixtocihuatl, la diosa azul de las aguas saladas del mar dejaron oír al hombre sus cantos.
Nuetros antepasados no escucharon la voz de las aguas en el vientre de la mujer. Pero yo inventé un reino sumergido cuya música esculpía en agua el silencio del pez, líquido beso, y el embeleso de su voz, líquido canto.
En el dulce mar de Nicaragua antes de que arribaran a vela las fábulas
antiguas yo inventé la sirena.
Pablo Antonio Cuadra
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