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*★*:·.Reflexiones: Gobernado Por El Amor a Dios.
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: isaabuela  (Mensaje original) Enviado: 28/01/2010 15:02

 

Gobernado Por El Amor a Dios.

El Hermano Lorenzo me dijo  en otra plática sostenida

con el en 1666 que él siempre había sido gobernado por

el amor, sin actitudes egoístas. Y desde que resolvió hacer

del amor de Dios el fin de todas sus acciones, había

 encontrado razones para estar muy satisfecho con su

método. También estaba contento cuando podía levantar una

pajita del suelo por amora Dios, buscándole sólo a Él, y nada

más que a Él, ni siquiera buscando sus favores.
Durante mucho tiempo había estado afligido mentalmente

por creer que sería condenado. Ni todos los hombres del

mundo podrían haberlo persuadido de lo contrario.

Finalmente razonó consigo mismo de esta manera:
Yo no me involucré en la vida religiosa excepto por amor

a Dios, y me he esforzado para hacer sólo para Él todo lo

que hago. Sea lo que sea de mí, esté perdido o salvado,

siempre seguiré obrando puramente por amor a Dios. Por

 lo menos tendré este bien, que hasta la muerte habré

hecho todo lo posible para amarlo.
Durante cuatro años había estado con esta angustia mental;

y durante ese tiempo había sufrido mucho. Sin embargo,

desde aquel tiempo había vivido en una libertad perfecta y

una continua alegría. Puso sus pecados delante de Dios, tal

como eran, para decirle que no merecía sus favores, pero que

 sabía que Dios continuaría otorgándole sus favores

abundantemente.
El Hermano Lorenzo dijo que a fin de formar el hábito de

conversar con Dios continuamente y de mencionarle todo lo

que hacemos, al principio debemos dedicarnos a Él con cierto

esfuerzo: pero que después de ocuparnos un poco de eso

deberíamos encontrar que su amor nos mueve a hacerlo

internamente sin ninguna dificultad.

Él esperaba que después de los días agradables que Dios le

 había concedido, tendría un tiempo de dolor y sufrimiento.

Aunque él no estaba inquieto por esto, sabiendo muy bien

que no podía hacer nada por sí mismo, Dios no fallaría en

 darle la fuerza para soportarlos.
Cuando se le presentaba la ocasión de practicar alguna

obra bondadosa, se dirigía a
Dios, diciendo: “Señor, no puedo hacer esto a menos que

me capacites”. Y entonces recibía fuerzas más que

suficientes.
Cuando había fallado en su deber, solamente confesaba

su falta diciéndole a Dios: “Jamás podría obrar de otra

manera si me dejaras librado a mis propias fuerzas. Eres tú

quien debe impedir mi caída, y arreglar lo que está mal”.

Después de la confesión, ya no sentía ninguna inquietud

acerca de lo hecho.
El Hermano Lorenzo decía que, con respecto a Dios, debemos

 obrar con la más grande de las simplicidades, hablando

con Él franca y claramente, e implorando su ayuda en todos

nuestros asuntos. Dios nunca había fallado en concederle

 su ayuda, y el Hermano Lorenzo lo había experimentado

frecuentemente. Me contó que recientemente había sido

enviado a Burgundia, para comprar la provisión de vino

para la sociedad.

Esta tarea le resultaba muy poco grata porque no tenía

ninguna inclinación para los negocios, y porque era cojo y

no podía ocuparse de su trabajo en el barco sino rodando

sobre los toneles. Sin embargo se entregó a esta tarea y a la

compra del vino sin ningún descontento. Le dijo a Dios que

se ocupó de este negocio, y que lo hizo muy bien.

Mencionó que el año anterior había sido enviado a Auvergne

 con la misma comisión y, aunque no podía decir cómo,

todo había resultado muy bien. De la misma manera cumplía

 con su trabajo en la cocina (al cual por naturaleza tenía una

gran aversión), donde se había acostumbrado a hacer todo

 por amor a Dios.
Durante los quince años que había estado trabajando en la

cocina, todo le había resultado fácil porque lo hacía con

 oración y movido por la gracia de Dios. Estaba muy feliz con

 el puesto que ocupaba ahora, pero que estaba listo a volver

a lo anterior, debido a que siempre estaba agradando a

Dios en cualquier condición, haciendo las cosas pequeñas

 por amor a Él.

Para el Hermano Lorenzo los momentos de oración no eran

diferentes de lo que habían sido en otros tiempos. Se retiraba

 a orar, de acuerdo a las directivas de su superior, pero no

 quería esa clase de retiros ni los solicitaba, debido a que

ni el trabajo más grande lo distraía de la presencia de Dios.
Debido a que conocía su obligación de amar a Dios en todas

 cosas; como él se había esforzado por hacerlo así, no

necesitaba que un director espiritual le diera una orden.

Dijo que era muy sensible a sus faltas, pero que estas faltas

no lo desanimaban. Las
confesaba a Dios sin dar ninguna excusa. Cuando lo

hacía, con toda paz reasumía su práctica usual de

amor y adoración.
El Hermano Lorenzo no consultaba a nadie con sus

inquietudes mentales. Por la luz que le daba la fe él sabía

 que Dios estaba presente, entonces lidiaba consigo mismo

 tratando de dirigir todas sus acciones a Él. Todo lo hacía

 movido por el deseo de agradar a Dios, aceptando los

resultados que se producían. Dijo que los pensamientos

inútiles arruinan todo, que los dolores empiezan allí.

Tan pronto como percibimos su impertinencia debemos

rechazarlos, y retornar a nuestra comunión con Dios.
En el principio frecuentemente había pasado su tiempo

de oración rechazando pensamientos erráticos y volviendo a

caer en ellos. Nunca había regulado su devoción por ciertos

 métodos como lo hacen algunos. Sin embargo, al

principio había
practicado la meditación por algún tiempo, pero después

la había dejado de lado de una manera casi inexplicable.
El Hermano Lorenzo enfatizaba que todas las mortificaciones

 corporales y otros ejercicios eran inútiles, a menos que

sirvieran para unirse con Dios por medio del amor.

Había considerado bien esto.
Encontró que el camino más corto para ir directamente a

Dios era ejercitando el amor continuamente por medio de

un continuo ejercicio del amor y haciendo todas las cosas

por amor a Él. Notó que había una gran diferencia entre los

actos del intelecto y los de la voluntad.
Los actos del intelecto eran comparativamente

de poco valor.

 Los actos de la voluntad eran todos importantes. Nuestro

único deber es amar a Dios y deleitarnos en Él.

Ningún tipo de mortificación, si invalida el amor de

Dios, puede borrar un solo pecado. En lugar de esto,

 y sin ansiedad alguna, debemos esperar el perdón de

nuestros pecados que proviene de la sangre de

Jesucristo, solamente esforzándonos para amarle con

todo nuestro corazón. Y él notó que Dios parecía haber

 garantizado los mayores favores a los pecadores más

grandes, como si fueran monumentos conmemorativos

 de su misericordia.
El Hermano Lorenzo dijo que los mayores dolores o

placeres de este mundo no podían compararse con los

que él había experimentado en ese estado espiritual.

Como resultado de todo eso, solamente deseaba una cosa:

no ofender a Dios. Dijo que no cargaba con ninguna

culpa. Cuando fallo en mis deberes, rápidamente lo

reconozco, diciendo: Estoy acostumbrado a obrar así.

Nunca podré cambiar por mí mismo. Y si no fallo, entonces

doy gracias a Dios reconociendo que esto viene de Él.
El resumen de todo en ser gobernado por el Amor.
Tomado de La Practica de la  Presencia de Dios .

Hno Lorenzo.

 

ISA_GBTIERRARIDAGAVIOTA.jpg GAVIOTA TIERRA ÁRIDA picture by GUTIERREZ_056

 



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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: ♥♥♥♥LEONCITA♥♥♥♥ Enviado: 28/01/2010 15:55
buedia3le5.gif picture by burbujas_de_amor_2009
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

 


Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: LUNASOL Enviado: 31/01/2010 16:54
La fe y el amor nos ayudan a superar los miedos y
 a llevar una vida llena de paz, de esperanza y de alegría
gracias por estar y compartir amiga
besitos y bendiciones


 
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