El boicot es la vía en la cual, de forma personal,
individual, los ciudadanos comunes manifestamos y
ponemos en práctica nuestro rechazo hacia lo que
creemos incorrecto.
Ser vegetariano es un tipo de boicot.
Ser animalista es un tipo de boicot.
Desde el primer día que dejamos de comer carne,
no acudimos a espectáculos con animales, y evitamos
los productos que involucran su utilización, ya sea en
vestimenta, comidas o artículos hogareños; empezamos
a boicotear a un sistema que tiene como uno de sus pilares,
el uso y abuso de inocentes animales, seres con las
mismas emociones que nosotros, pero con la diferencia
de que no pueden hablar. Nadie los escucha, y esa
diferencia la pagan muy caro.
Mediante nuestro boicot estamos levantando la
voz por aquellos que no la tienen.
Nuestro boicot puede ser de muchos tipos, es flexible,
cada uno puede tomar el rumbo que prefiera, lo que
le convenza. Lo importante es que sea sincero, coherente
y nos haga sentir bien. No importa que, comparado con
el del vecino, parezca poco comprometido. El nuestro
existe, es firme, y por sobre todo, es nuestro. Es nuestra
declaración de guerra, nuestra decisión personal y nadie
puede quitarnos ese reconocimiento. Así como siempre
va a haber alguien que parezca mejor que nosotros,
seguramente habrá boicots que parezcan más profundos
que el nuestro, y otros que lo parezcan menos: el
lacto-vegetariano se sentirá cómodo ante el escaso (si no
es nulo) boicot del carnívoro, mientras que el vegano lo
estará con ambos, y el frutariano con todos ellos. Lo
importante no es andar comparando, para poder
disminuir y disminuirnos, sino mantener un campo de
visión que abarque todas las posturas, para poder
elegir, qué caminos nos hacen crecer a nosotros y a
nuestro compromiso.
Todas las facciones, desde el api-ovo-lacto-vegetariano
hasta el fruguívoro, desde el ecologísta hasta el
animalista más ferviente; deben unirse, juntar las
porciones de sus boicots que coincidan o sean compatibles
con los boicots de los demás, para poder así desarrollar
un gran boicot, aquel que logre cambios significativos.
La historia nos muestra que es posible, cambios
radicales se produjeron cuando las personas se
unieron con un fin común.
En síntesis, podemos y debemos plantearle un boicot a
todo aquello que perjudique el bienestar físico y
psicológico, nuestro y el de aquellos que nos interesan.
La realidad nos golpea en la cara, haciéndonos pensar
que lo nuestro es una causa perdida, que nuestro boicot
es en verdad inofensivo y que no merece vivir. Tratará de
hacernos sucumbir ante este panorama, por lo que
debemos estar más firmes que nunca, recordar que no
estamos solos y seguir soñando con que algún día
nosotros reiremos últimos.