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JESUS
/ SERMON EN EL LLANO
SERMONES FAMOSOS DE JESÚS 8. SERMÓN EN EL
LLANO (Lucas 6.17–49.)
Jesús ministra a una
multitud (Mateo 4.23–25) 17 Descendió con ellos y se detuvo en un
lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de
toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón que había venido para
oírlo y para ser sanados de sus enfermedades; 18 también los que habían sido
atormentados por espíritus impuros eran sanados. 19 Toda la gente procuraba
tocarlo, porque poder salía de él y sanaba a
todos.
Bienaventuranzas y ayes (Mateo 5.1–12) 20
Alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados vosotros los
pobres, porque vuestro es el reino de Dios. 21 Bienaventurados los que ahora
tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis,
porque reiréis. 22 Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, os
aparten de sí, os insulten y desechen vuestro nombre como malo por causa del
Hijo del hombre. 23 »Gozaos en aquel día y alegraos, porque vuestra
recompensa es grande en los cielos, porque así hacían sus padres con los
profetas. 24 »Pero ¡ay de vosotros, ricos!, porque ya tenéis vuestro
consuelo. 25 »¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque
tendréis hambre. »¡Ay de vosotros, los que ahora reís!, porque lamentaréis y
lloraréis. 26 »¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de
vosotros!, porque así hacían sus padres con los falsos
profetas.
El amor a los enemigos y la regla de oro (Mateo
5.38–48; 7.12) 27 »Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a
vuestros enemigos, haced bien a los que os odian; 28 bendecid a los que os
maldicen y orad por los que os calumnian. 29 Al que te hiera en una mejilla,
preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le
niegues. 30 A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no
pidas que te lo devuelva. 31 Y como queréis que hagan los hombres con
vosotros, así también haced vosotros con ellos. 32 »Si amáis a los que os
aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. 33 Y
si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los
pecadores hacen lo mismo. 34 Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis
recibir, ¿qué mérito tenéis?, pues también los pecadores prestan a los pecadores
para recibir otro tanto. 35 Amad, pues, a vuestros enemigos, haced bien, y
prestad, no esperando de ello nada; y vuestra recompensa será grande, y seréis
hijos del Altísimo, porque él es benigno para con los ingratos y malos. 36
Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es
misericordioso.
El juzgar a los demás (Mateo
7.1–5) 37 »No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no
seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. 38 Dad y se os dará; medida
buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo, porque con la
misma medida con que medís, os volverán a medir». 39 Les dijo también una
parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el
hoyo? 40 El discípulo no es superior a su maestro; pero todo el que sea
perfeccionado, será como su maestro. 41»¿Por qué miras la paja que está en el
ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 42 ¿O
cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, déjame sacar la paja que está en tu
ojo”, no mirando tú la viga que está en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga
de tu propio ojo y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de
tu hermano.
Por sus frutos los conoceréis (Mateo
7.15–20) 43 »No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo
el que da buen fruto, 44 pues todo árbol se conoce por su fruto, ya que no se
cosechan higos de los espinos ni de las zarzas se vendimian uvas. 45 El
hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del
mal tesoro de su corazón saca lo malo, porque de la abundancia del corazón habla
la boca.
Los dos cimientos (Mateo 7.24–27) 46
»¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que yo digo? 47 Todo
aquel que viene a mí y oye mis palabras y las obedece, os indicaré a quién es
semejante. 48 Semejante es al hombre que, al edificar una casa, cavó y ahondó
y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con
ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover porque estaba fundada sobre la
roca. 49 Pero el que las oyó y no las obedeció, semejante es al hombre que
edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con
ímpetu, y luego cayó y fue grande la ruina de aquella
casa».
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos
12:31)
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