Tangueando la
vida
Vicente Herrera
Márquez
En
los parlantes de la calle Perito Moreno se escuchaba día a día por la radio
de Bernal, la voz dulce de Elba anunciando una canción y desafiando al
viento resaltaban acordes de bandoneón.
Nací en voz de radio y disco de
vinilo allá en las pampas del sur, donde el viento brama
iracundo ahogando el trino del ave y el gemir del bandoneón.
Crecí en
humilde hogar de inmigrantes en un pueblo de tierra y nieve, entre
arrullos y sueños con mate amargo mientras la victrola cantaba al compás del
bandoneón.
Mis primeras palabras fueron tan-tan, luego mamá y papá
seguidas de tan-tan, y fui desde la cuna a la pelota de trapo entre el
repique del piano y el ronronear del bandoneón
Con las vocales y las
primeras consonantes, embrujado con la voz de la maestra, escribí ojo y
amar con lápiz de grafito presintiendo que algún día sacaría notas al
bandoneón.
Con el bagaje del abecedario completo, perdido en los ojos
de la compañera de banco, mi pluma se embriagó con tinta de tango y
escribió versos para piano, contrabajo y bandoneón.
Los caminos y
circunstancias de la vida Me enseñaron a sumar, restar y multiplicar. A
ganar, a perder, a reír, a llorar y a bailar en la buena y en la mala con
música de bandoneón.
En los parlantes de la calle Perito Moreno Se
escuchaba día a día por la radio de Bernal La voz dulce de Elba anunciando
una canción Y desafiando al viento resaltaban acordes de bandoneón
Con
tango aprendí a hablar, con tango aprendí a escribir, con tango bailé la
vida y con tango… moriré.
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