Regreso
Vicente Herrera Márquez
Pueblo perdido en mis entrañas, hoy quiero revivirte
en mi memoria, quiero extraerte del lastre de los tiempos y acercarte a mi
crepúsculo otoñal. Quiero recrear tus calles soñolientas, ver los álamos
encorvados por el viento, escuchar el tañido del bronce campanil y la
risa inocente, alegre y cristalina, de Rebeca y Matilde jugando con
Beatriz. Quiero enmarcar con huellas de los años todos los rostros,
hermosos, de mi gente; los viejos que aun transitan sus veredas y
también los de aquellos que no están. También quiero atrapar en mis
recuerdos lo momentos tristes y alegres, de niñez, y de púber inocente, mi
platónico, primer amor.
Se
que mi pueblo, y su nombre allí están; crece, vive y late a la vera del
camino. Y aunque no eres mi pueblo, mi querido pueblo, el de calles
pedregosas que de niño recorrí, pido que escuches un momento, a este
hombre: marinero, poeta, vagabundo y soñador, que con voz gastada en
inútiles discursos; sienes escarchadas por todos los inviernos; los pies
cansados, hinchados de caminos; espalda doblada por el peso del libro de los
años; con sus ojos marchitos, ahítos de paisajes; el espíritu abatido,
colmado de truncas esperanzas, y el corazón hecho trizas repartido en mil
amores. Vuelve a ti a reclamar el espacio que dejo, cuando lleno de
ilusiones, tras el brillo se alejó. Hoy sus músculos abatidos, solo quieren
descansar, cubiertos por el polvo de los huesos de sus padres, y así
después de años, lugares y distancias, encontrar y al fin llegar, al
principio de su andar.
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