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Respuesta  Mensaje 1 de 25 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD  (Mensaje original) Enviado: 04/05/2011 04:41

  

  

  

Nuestro servicio religioso, durante el mes

de ABRIL 2011 , la palabra de Dios y su presencia

dia a dia

Que el nos proteja y nos guie

 

 

 

 




Primer  Anterior  2 a 10 de 25  Siguiente   Último 
Respuesta  Mensaje 2 de 25 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 04/05/2011 04:43

ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 21, 20. 7

Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. Yo soy un gusano, no un hombre, la gente me escarnece y el pueblo me desprecia.

ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que hiciste de todos los renacidos en Cristo un linaje escogido y un sacerdocio real, concédenos desear lo que mandas y ponerlo en práctica, para que tu pueblo, llamado a la vida eterna, sea uno en la fe y en el amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

LECTURA Ez 37, 21-28

Lectura de la profecía de Ezequiel.

Así habla el Señor: Yo voy a tomar a los israelitas de entre las naciones adonde habían ido; los reuniré de todas partes y los llevaré a su propio suelo. Haré de ellos una sola nación en la tierra, en las montañas de Israel, y todos tendrán un solo rey: ya no formarán dos naciones ni estarán más divididos en dos reinos. Ya no volverán a contaminarse con sus ídolos, con sus abominaciones y con todas sus rebeldías. Los salvaré de sus pecados de apostasía y los purificaré: ellos serán mi Pueblo y Yo seré su Dios. Mi servidor David reinará sobre ellos y todos ellos tendrán un solo pastor. Observarán mis leyes, cumplirán mis preceptos y los pondrán en práctica. Habitarán en la tierra que di a mi servidor Jacob, donde habitaron sus padres. Allí habitarán para siempre, ellos, sus hijos y sus nietos; y mi servidor David será su príncipe eternamente. Estableceré para ellos una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna. Los instalaré, los multiplicaré y pondré mi santuario en medio de ellos para siempre. Mi morada estará junto a ellos: Yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo. Y cuando mi santuario esté en medio de ellos para siempre, las naciones sabrán que Yo soy el Señor, el que santificó a Israel.

Palabra de Dios.

COMENTARIO

“Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.”El profeta del destierro recoge las promesas que animaron el pasado, desde la era patriarcal hasta la monarquía y mira por ellas hacia adelante. Este relato es un compendio de las principales aspiraciones del Señor con su pueblo Israel: unidad, conversión, santidad, alianza eterna. Lo esencial del mensaje profético, reside en la afirmación de que para restaurar la unidad del pueblo es necesario, ante todo, purificar las actitudes religiosas e impedir que el poder político se erija en absoluto y ponga la fe a su servicio.

SALMO Jer 31, 10-12. 13

R. El Señor nos cuidará como un pastor.

¡Escuchen, naciones, la palabra del Señor, anúncienla en las costas más lejanas! Digan: «El que dispersó a Israel lo reunirá, y lo cuidará como un pastor a su rebaño». R.

Porque el Señor ha rescatado a Jacob, lo redimió de una mano más fuerte que él. Llegarán gritando de alegría a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor. R.

Entonces la joven danzará alegremente, los jóvenes y los viejos se regocijarán; Yo cambiaré su duelo en alegría, los alegraré y los consolaré de su aflicción. R.

VERSÍCULO Ez 18, 31

Arrojen lejos de ustedes todas las rebeldías y háganse un corazón nuevo y un espíritu nuevo.

EVANGELIO Jn 11, 45-57

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

Al ver que Jesús había resucitado a Lázaro, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él. Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: “¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación”. Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: “Ustedes no comprenden nada. ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?”. No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos. A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús. Por eso él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos.

Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: “¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?”. Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno conocía el lugar donde él se encontraba, lo hiciera saber para detenerlo.

Palabra del Señor.

COMENTARIO

“Les conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca toda la nación”. El drama que Juan nos ha venido narrando llega a su fin. Pero, antes que culmine deja bien asentadas dos ideas: que el Maestro muere voluntariamente para cumplir la voluntad del Padre, cuando llega su hora; y que él muere por la nación y para reunir a los hijos de Dios dispersos. En Cristo se cumplen todas las profecías de salvación, anunciadas desde antiguo, resumidas hoy por Ezequiel en la primera lectura y sintetizadas en la expresión de Caifás en el relato evangélico. La muerte de Cristo es paso a la resurrección: hemos llegado al misterio pascual.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Acepta, señor, el ofrecimiento de nuestro ayuno; que al purifi carnos nos haga dignos de tu gracia, y nos conduzca a los bienes prometidos. Por Jesucristo, nuestro señor.

ANTÍFONA DE COMUNIÓN Jn 11, 52

Cristo se entregó a la muerte, para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Padre, humildemente te pedimos que, así como nos alimentas con el Cuerpo y la sangre de tu Hijo nos hagas partícipes de la naturaleza divina. Por Jesucristo, nuestro señor.


Respuesta  Mensaje 3 de 25 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 04/05/2011 04:45

“Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de lsrael”

(Mt 21, 9).

Se abre la Semana Santa con el recuerdo de la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén, que se verificó exactamente el domingo antes de la pasión. Jesús, que se había opuesto siempre a toda manifestación pública y que huyó cuando el pueblo quiso proclamarlo rey (Jn 2, 15), hoy se deja llevar en triunfo. Sólo ahora, que está tara ser llevado a la muerte, acepta su aclamación pública como Mesías, precisamente porque muriendo en la cruz será, plenísimamente, el Mesías, el Redentor, el Rey y el Vencedor. Acepta ser reconocido como Rey, pero como un Rey con características inconfundibles: humilde y manso, que entra en la ciudad santa montado en un asno, que proclamará su realeza sólo ante los tribunales y aceptará que se ponga la inscripción de su título de rey solamente en la cruz. La entrada jubilosa en Jerusalén constituye el homenaje espontáneo del pueblo a Jesús, que se encamina, a través de la pasión y de la muerte, a la plena manifestación de su Realeza divina. Aquella muchedumbre que aclama, no podía abarcar todo el alcance de su gesto, pero la comunidad de los fieles que hoy lo repiten sí puede comprender su profundo sentido. “Tú eres el Rey de Israel y el noble hijo de David, tú, que vienes, Rey bendito, en nombre del Señor... Ellos te aclamaban jubilosamente cuando ibas a morir: nosotros celebramos tu gloria, ¡oh Rey eterno!’. La liturgia invita a fijar la mirada en la gloria de Cristo Rey eterno, para que los fieles estén preparados para comprender mejor el valor de su humillante pasión, camino necesario para la exaltación suprema. No se trata, pues, de acompañar a Jesús en el triunfo de una hora, sino de seguirle al Calvario, donde, muriendo en la cruz, triunfará para siempre del pecado y de la muerte. Estos son los sentimientos que la Iglesia expresa cuando, al bendecir los ramos, ora para que el pueblo cristiano complete el rito externo con devoción profunda, triunfando del enemigo y honrando de todo corazón la misericordiosa obra de salvación’ del Señor. No hay un modo más bello de honrar la pasión de Cristo que conformándose a ella para triunfar con Cristo del enemigo, que es el pecado. (Padre Gabriel de Sta. M. Magdalena ocd, Intimidad Divina)

 

 

CONMEMORACIÓN DE LA ENTRADA DEL SEÑOR EN JERUSALÉN

PROCESIÓN

A una hora adecuada el pueblo se reúne en una iglesia menor o en otro lugar apto, pero fuera del templo hacia el cual se ha de dirigir la procesión. Los fieles tienen los ramos en sus manos. El sacerdote y los ministros, revestidos con los ornamentos rojos requeridos para la Misa, se dirigen al lugar donde el pueblo se encuentra congregado. El sacerdote, en lugar de la casulla, puede usar la capa pluvial, que dejará una vez concluida la procesión. Mientras tanto, se canta la siguiente antífona u otro cántico adecuado.

ANTÍFONA Mt 21, 9

¡Hosanna al Hijo de David! Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. ¡Hosanna en las alturas!

El sacerdote saluda al pueblo de la manera acostumbrada; luego hace una breve monición, en la que invita a los fieles a participar activa y conscientemente en la celebración de este día. Puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos: Después de haber preparado nuestros corazones desde el comienzo de la Cuaresma, por medio de la penitencia y las obras de caridad, hoy nos congregamos para iniciar, con toda la Iglesia, la celebración del misterio pascual de nuestro Señor, que fue consumado por medio de su muerte y resurrección, para lo cual debió entrar en la ciudad de Jerusalén. Por ello, llenos de fe y con gran fervor, recordando esta entrada triunfal, sigamos al Señor, para que, participando de su cruz, lleguemos a tener parte en su resurrección y su vida.

Después de esta monición, el sacerdote dice una de las siguientes oraciones, teniendo las manos juntas:

Oremos. Dios todopoderoso y eterno, santifica con tu bendición estos ramos, para que nosotros que seguimos alegremente a Cristo Rey, podamos con su ayuda llegar a la eterna Jerusalén. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

O bien:

Oremos. Señor, aumenta la fe de cuantos esperamos en ti y escucha nuestras súplicas, para que quienes hoy llevamos estos ramos en honor de Cristo victorioso, unidos a Él, te presentemos el fruto de las buenas obras. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

Y, en silencio, rocía los ramos con agua bendita. Luego se proclama el Evangelio de la entrada del Señor, según uno de los cuatro evangelistas. La lectura la realiza el diácono o, a falta de éste, el mismo sacerdote, en la forma acostumbrada.

EVANGELIO Mt 21, 1-11

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles: “Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán un asna atada, junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos. Y si alguien les dice algo, respondan: “El Señor los necesita y los va a devolver en seguida”“. Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: “Digan a la hija de Sión: Mira que tu rey viene hacia ti, humilde y montado sobre un asna, sobre la cría de un animal de carga”. Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron el asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús se montó. Entonces la mayor parte de la gente comenzó a extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con ellas. La multitud que iba delante de Jesús y la que lo seguía gritaba: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!». Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban: “¿Quién es éste?”. Y la gente respondía: “Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea”.

Palabra del Señor.


Respuesta  Mensaje 4 de 25 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 04/05/2011 04:46

Palabra del Señor.

Después del Evangelio, si se cree oportuno, puede tenerse una breve homilía. El celebrante u otro ministro idóneo invita a comenzar la procesión, con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos: Imitemos a la muchedumbre que aclamó a Jesús y avancemos procesionalmente, unidos por el vínculo de la paz.

Y comienza la procesión hacia la iglesia en la que se celebrará la Misa.

MISA

Después de la procesión o de la entrada solemne, el sacerdote comienza la Misa con la oración colecta.

ORACIÓN COLECTA

Dios todopoderoso y eterno, tú mostraste a los hombres el ejemplo de humildad de nuestro Salvador, que se encarnó y murió en la cruz; concédenos recibir las enseñanzas de su Pasión, para poder participar un día de su gloriosa resurrección. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

PRIMERA LECTURA Is 50, 4-7

Lectura del libro de Isaías.

El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.

Palabra de Dios.

COMENTARIO

Jesús es el servidor sufriente, el no violento, que no confía en desplegar poderes humanos, sino que confía en el poder de Dios. Su no violencia, no es signo de debilidad, sino es garantía que su única fortaleza está en Dios.

SALMO Sal 21, 8-9. 17-18. 19-20. 23-24

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: “Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto” R.

Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies. Yo puedo contar todos mis huesos. R.

Se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.

Yo anunciaré tu nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: “Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel”. R.

SEGUNDA LECTURA Flp 2, 6-11

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos.

Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: “Jesucristo es el Señor”.

Palabra de Dios.

COMENTARIO

Jesús es el servidor que se ha despojado de todo poder, incluso de su poder como Dios. Así comparte la condición de todos los sin-poder, de todos los pobres. En la humildad de la cruz, lo proclamamos nuestro Señor.

ACLAMACIÓN Flp 2, 8-9

Cristo se humilló por nosotros hasta aceptar por obediencia la muerte, y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre.

Para la lectura de la Pasión no se llevan cirios ni incienso, se omite el saludo y la signación del libro. La lectura está a cargo de un diácono o, en su defecto, del mismo sacerdote. Puede también ser encomendada a lectores laicos, reservando al sacerdote, si es posible, la parte correspondiente a Cristo. Solamente los diáconos piden la bendición del celebrante antes de proclamar la Pasión, como se hace antes del Evangelio.

EVANGELIO Mt 26, 3-5. 14—27, 66

En los lugares en que pareciera oportuno, durante la lectura de la Pasión, se pueden incorporar aclamaciones.

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

C. Unos días antes de la fiesta de Pascua, los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás, y se pusieron de acuerdo para detener a Jesús con astucia y darle muerte. Pero decían:

S. «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo».

C. Entonces, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo:

S. «¿Cuánto me darán si se lo entrego?».

C. Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.

C. El primer día de los Ácimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús:

S. «¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?».

C. Él respondió:

+«Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: “El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”».

C. Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.

C. Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo:

+«Les aseguro que uno de ustedes me entregará».

C. Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno:

S. «¿Seré yo, Señor?».

C. Él respondió:

+«El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquél por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!».

C. Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó:

S. «¿Seré yo, Maestro?».

+ «Tú lo has dicho».

C. Le respondió Jesús.

C. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:

+«Tomen y coman, esto es mi cuerpo».

C. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo:

+«Beban todos de ella, porque ésta es mi sangre, la sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados. Les aseguro que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre».

C. Después del canto de los salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.

C. Entonces Jesús les dijo:

+«Esta misma noche, ustedes se van a escandalizar a causa de Mí. Porque dice la Escritura: “Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño”. Pero después que Yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea».

C. Pedro, tomando la palabra, le dijo:

S. «Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo no me escandalizaré jamás».

C. Jesús le respondió:

+«Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces».

C. Pedro le dijo:

S. «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré».

C. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.

C. Cuando Jesús llegó con sus discípulos a una propiedad llamada Getsemaní, les dijo:

+«Quédense aquí, mientras Yo voy allí a orar».

C. Y llevando con él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. Entonces les dijo:

+«Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí, velando conmigo».

C. Y adelantándose un poco, cayó con el rostro en tierra, orando así:

+«Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya».

C. Después volvió junto a sus discípulos y los encontró durmiendo. Jesús dijo a Pedro:

+«¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora? Estén prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil».

C. Se alejó por segunda vez y suplicó:


Respuesta  Mensaje 5 de 25 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 04/05/2011 04:47

+«Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que Yo lo beba, que se haga tu voluntad».

C. Al regresar los encontró otra vez durmiendo, porque sus ojos se cerraban de sueño. Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Luego volvió junto a sus discípulos y les dijo:

+«Ahora pueden dormir y descansar: ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar».

C. Jesús estaba hablando todavía, cuando llegó Judas; uno de los Doce, acompañado de una multitud con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta señal:

S. «Es aquél a quien voy a besar. Deténganlo».

C. Inmediatamente se acercó a Jesús, diciéndole:

S. «Salud, Maestro».

C. Y lo besó. Jesús le dijo:

+«Amigo, ¡cumple tu cometido!»

C. Entonces se abalanzaron sobre él y lo detuvieron. Uno de los que estaban con Jesús sacó su espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús le dijo:

+«Guarda tu espada, porque el que a hierro mata, a hierro muere. ¿O piensas que no puedo recurrir a mi Padre? Él pondría inmediatamente a mi disposición más de doce legiones de ángeles. Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales debe suceder esto?»

C. Y en ese momento, Jesús dijo a la multitud:

+ «¿Soy acaso un bandido, para que salgan a arrestarme con espadas y palos? Todos los días me sentaba a enseñar en el templo, y ustedes no me detuvieron».

C. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

C. Los que habían arrestado a Jesús lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo siguió de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; entró y se sentó con los servidores para ver cómo terminaba todo. Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para poder condenarlo a muerte; pero no lo encontraron, a pesar de haberse presentado numerosos testigos falsos. Finalmente, se presentaron dos que declararon:

S. «Este hombre dijo: “Yo puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días”».

C. El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie, dijo a Jesús:

S. «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que estos declaran contra ti?»

C. Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote insistió:

S. «Te conjuro por el Dios vivo a que me digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».

C. Jesús le respondió:

+«Tú lo has dicho. Además, les aseguro que de ahora en adelante verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo».

C. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:

S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?»

C. Ellos respondieron:

S. «Merece la muerte».

C. Luego lo escupieron en la cara y lo abofetearon. Otros lo golpeaban, diciéndole:

S. «Tú, que eres el Mesías, profetiza, dinos quién te golpeó».

C. Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio. Una sirvienta se acercó y le dijo:

S. «Tú también estabas con Jesús, el Galileo».

C. Pero él lo negó delante de todos, diciendo:

S. «No sé lo que quieres decir».

C. Al retirarse hacia la puerta, lo vio otra sirvienta y dijo a los que estaban allí:

S. «Este es uno de los que acompañaban a Jesús, el Nazareno».

C. Y nuevamente Pedro negó con juramento:

S. «Yo no conozco a ese hombre».

C. Un poco más tarde, los que estaban allí se acercaron a Pedro y le dijeron:

S. «Seguro que tú también eres uno de ellos; hasta tu acento te traiciona».

C. Entonces Pedro se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre. En seguida cantó el gallo, y Pedro recordó las palabras que Jesús había dicho: «Antes que cante el gallo, me negarás tres veces». Y saliendo, lloró amargamente.

C. Cuando amaneció, todos los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús. Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron.

C. Judas, el que lo entregó, viendo que Jesús había sido condenado, lleno de remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo:

S. «He pecado, entregando sangre inocente».

C. Ellos respondieron:

S. «¿Qué nos importa? Es asunto tuyo».

C. Entonces él, arrojando las monedas en el templo, salió y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, juntando el dinero, dijeron:

S. «No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre».

C. Después de deliberar, compraron con él un campo, llamado «del alfarero», para sepultar a los extranjeros. Por esta razón se lo llama hasta el día de hoy «Campo de sangre». Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: «Y ellos recogieron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los israelitas. Con el dinero se compró el “Campo del alfarero”, como el Señor me lo había ordenado».

C. Jesús compareció ante el gobernador, y éste le preguntó:

S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»

C. Él respondió:

+«Tú lo dices».

C. Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. Pilato le dijo:

S. «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?»

C. Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador. En cada fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había entonces uno famoso, llamado Jesús Barrabás. Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido:

S. «¿A quién quieren que ponga en libertad, a Jesús Barrabás o a Jesús llamado el Mesías?»

C. Él sabía bien que lo habían entregado por envidia. Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir:

S. «No te mezcles en el asunto de ese justo porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho».

C. Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó:

S. «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?»

C. Ellos respondieron:

S. «A Barrabás».

C. Pilato continuó:

S. «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?»

C. Todos respondieron:

S. «¡Que sea crucificado!»

C. Él insistió:

S. «¿Qué mal ha hecho?»

C. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:

S. «¡Que sea crucificado!».

C. Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo:

S. «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes».

C. Y todo el pueblo respondió:

S.«Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos».

C. Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.

C. Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de Él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo. Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza; pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de Él, se burlaban, diciendo:

S. «Salud, rey de los judíos».

C. Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de Él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.

C. Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa «lugar del Cráneo», le dieron de beber vino con hiel. Él lo probó, pero no quiso tomarlo. Después de crucificarlo, «los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron»; y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo. Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: «Éste es Jesús, el rey de los judíos». Al mismo tiempo, fueron crucificados con Él dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda.

C. Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían:

S. «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!»

C. De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo:

S. «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en Él. «Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama», ya que Él dijo: “Yo soy Hijo de Dios”».

C. También lo insultaban los bandidos crucificados con Él.

C. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz:

Elí, Elí, lemá sabactaní».

C. Que significa:

+«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».

C. Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:

S. «Está llamando a Elías». En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían:

S. «Espera, veamos si Elías viene a salvarlo».

C. Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu.

Aquí todos se arrodillan, y se hace un breve silencio de adoración.

C. Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba a abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron:

S. «¡Verdaderamente, éste era Hijo de Dios!».

C. Había allí muchas mujeres que miraban de lejos: eran las mismas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo.

Entre ellas estaban María Magdalena, María –la madre de Santiago y de José– y la madre de los hijos de Zebedeo.

C. Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús, y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran. Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue. María Magdalena y la otra María estaban sentadas frente al sepulcro.

C. A la mañana siguiente, es decir, después del día de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y se presentaron ante Pilato, diciéndole:

S. «Señor, nosotros nos hemos acordado de que ese impostor, cuando aún vivía, dijo: “A los tres días resucitaré”. Ordena que el sepulcro sea custodiado hasta el tercer día, no sea que sus discípulos roben el cuerpo y luego digan al pueblo: “¡Ha resucitado!”. Este último engaño sería peor que el primero».

C. Pilato les respondió:

S. «Ahí tienen la guardia, vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente».

C. Ellos fueron y aseguraron la vigilancia del sepulcro, sellando la piedra y dejando allí la guardia.

Palabra del Señor.

COMENTARIO

La muerte de Jesús es la muerte del justo. Toda su vida fue un vivir en la voluntad de Dios, y lo mismo es su muerte. Jesús no recurre ni a la violencia de la espada cuando vienen a prenderlo, ni al poderío de su Padre para callar las burlas de los que le reclaman que baje de la cruz. Él es el servidor no violento, el que no despliega la venganza. Jesús vive el dolor, el rechazo y el abandono, como todos los sufrientes, sin privilegios que lo eximan de pasar por esta experiencia de un modo totalmente humano.

Según las circunstancias, después de la historia de la Pasión, puede tenerse una breve homilía.

SE DICE EL CREDO

ORACION DE LOS FIELES

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Por la Pasión de tu Hijo unigénito danos, Señor, tu perdón y aunque no lo merecen nuestras obras, haz que lo recibamos de tu misericordia por este único sacrificio. Por Jesucristo, nuestro Señor.

PREFACIO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

ANTÍFONA DE COMUNIÓN Mt 26, 42

Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad. Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Alimentados con tus sagrados dones, te pedimos, Padre, que así como por la muerte de tu Hijo nos haces esperar lo que creemos, por su resurrección lleguemos a la gloria que anhelamos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE EL PUEBLO

Padre, dirige tu mirada sobre esta familia tuya, por la cual nuestro Señor Jesucristo no dudó en entregarse a las manos de los verdugos y sufrir el suplicio de la cruz. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.


Respuesta  Mensaje 6 de 25 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 04/05/2011 04:47

“Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de lsrael”

(Mt 21, 9).

Se abre la Semana Santa con el recuerdo de la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén, que se verificó exactamente el domingo antes de la pasión. Jesús, que se había opuesto siempre a toda manifestación pública y que huyó cuando el pueblo quiso proclamarlo rey (Jn 2, 15), hoy se deja llevar en triunfo. Sólo ahora, que está tara ser llevado a la muerte, acepta su aclamación pública como Mesías, precisamente porque muriendo en la cruz será, plenísimamente, el Mesías, el Redentor, el Rey y el Vencedor. Acepta ser reconocido como Rey, pero como un Rey con características inconfundibles: humilde y manso, que entra en la ciudad santa montado en un asno, que proclamará su realeza sólo ante los tribunales y aceptará que se ponga la inscripción de su título de rey solamente en la cruz. La entrada jubilosa en Jerusalén constituye el homenaje espontáneo del pueblo a Jesús, que se encamina, a través de la pasión y de la muerte, a la plena manifestación de su Realeza divina. Aquella muchedumbre que aclama, no podía abarcar todo el alcance de su gesto, pero la comunidad de los fieles que hoy lo repiten sí puede comprender su profundo sentido. “Tú eres el Rey de Israel y el noble hijo de David, tú, que vienes, Rey bendito, en nombre del Señor... Ellos te aclamaban jubilosamente cuando ibas a morir: nosotros celebramos tu gloria, ¡oh Rey eterno!’. La liturgia invita a fijar la mirada en la gloria de Cristo Rey eterno, para que los fieles estén preparados para comprender mejor el valor de su humillante pasión, camino necesario para la exaltación suprema. No se trata, pues, de acompañar a Jesús en el triunfo de una hora, sino de seguirle al Calvario, donde, muriendo en la cruz, triunfará para siempre del pecado y de la muerte. Estos son los sentimientos que la Iglesia expresa cuando, al bendecir los ramos, ora para que el pueblo cristiano complete el rito externo con devoción profunda, triunfando del enemigo y honrando de todo corazón la misericordiosa obra de salvación’ del Señor. No hay un modo más bello de honrar la pasión de Cristo que conformándose a ella para triunfar con Cristo del enemigo, que es el pecado. (Padre Gabriel de Sta. M. Magdalena ocd, Intimidad Divina)

 

 

CONMEMORACIÓN DE LA ENTRADA DEL SEÑOR EN JERUSALÉN

PROCESIÓN

A una hora adecuada el pueblo se reúne en una iglesia menor o en otro lugar apto, pero fuera del templo hacia el cual se ha de dirigir la procesión. Los fieles tienen los ramos en sus manos. El sacerdote y los ministros, revestidos con los ornamentos rojos requeridos para la Misa, se dirigen al lugar donde el pueblo se encuentra congregado. El sacerdote, en lugar de la casulla, puede usar la capa pluvial, que dejará una vez concluida la procesión. Mientras tanto, se canta la siguiente antífona u otro cántico adecuado.

ANTÍFONA Mt 21, 9

¡Hosanna al Hijo de David! Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. ¡Hosanna en las alturas!

El sacerdote saluda al pueblo de la manera acostumbrada; luego hace una breve monición, en la que invita a los fieles a participar activa y conscientemente en la celebración de este día. Puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos: Después de haber preparado nuestros corazones desde el comienzo de la Cuaresma, por medio de la penitencia y las obras de caridad, hoy nos congregamos para iniciar, con toda la Iglesia, la celebración del misterio pascual de nuestro Señor, que fue consumado por medio de su muerte y resurrección, para lo cual debió entrar en la ciudad de Jerusalén. Por ello, llenos de fe y con gran fervor, recordando esta entrada triunfal, sigamos al Señor, para que, participando de su cruz, lleguemos a tener parte en su resurrección y su vida.

Después de esta monición, el sacerdote dice una de las siguientes oraciones, teniendo las manos juntas:

Oremos. Dios todopoderoso y eterno, santifica con tu bendición estos ramos, para que nosotros que seguimos alegremente a Cristo Rey, podamos con su ayuda llegar a la eterna Jerusalén. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

O bien:

Oremos. Señor, aumenta la fe de cuantos esperamos en ti y escucha nuestras súplicas, para que quienes hoy llevamos estos ramos en honor de Cristo victorioso, unidos a Él, te presentemos el fruto de las buenas obras. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

Y, en silencio, rocía los ramos con agua bendita. Luego se proclama el Evangelio de la entrada del Señor, según uno de los cuatro evangelistas. La lectura la realiza el diácono o, a falta de éste, el mismo sacerdote, en la forma acostumbrada.

EVANGELIO Mt 21, 1-11

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles: “Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán un asna atada, junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos. Y si alguien les dice algo, respondan: “El Señor los necesita y los va a devolver en seguida”“. Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: “Digan a la hija de Sión: Mira que tu rey viene hacia ti, humilde y montado sobre un asna, sobre la cría de un animal de carga”. Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron el asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús se montó. Entonces la mayor parte de la gente comenzó a extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con ellas. La multitud que iba delante de Jesús y la que lo seguía gritaba: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!». Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban: “¿Quién es éste?”. Y la gente respondía: “Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea”.

Palabra del Señor.

Después del Evangelio, si se cree oportuno, puede tenerse una breve homilía. El celebrante u otro ministro idóneo invita a comenzar la procesión, con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos: Imitemos a la muchedumbre que aclamó a Jesús y avancemos procesionalmente, unidos por el vínculo de la paz.

Y comienza la procesión hacia la iglesia en la que se celebrará la Misa.

MISA

Después de la procesión o de la entrada solemne, el sacerdote comienza la Misa con la oración colecta.

ORACIÓN COLECTA

Dios todopoderoso y eterno, tú mostraste a los hombres el ejemplo de humildad de nuestro Salvador, que se encarnó y murió en la cruz; concédenos recibir las enseñanzas de su Pasión, para poder participar un día de su gloriosa resurrección. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

PRIMERA LECTURA Is 50, 4-7

Lectura del libro de Isaías.

El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.

Palabra de Dios.

COMENTARIO

Jesús es el servidor sufriente, el no violento, que no confía en desplegar poderes humanos, sino que confía en el poder de Dios. Su no violencia, no es signo de debilidad, sino es garantía que su única fortaleza está en Dios.

SALMO Sal 21, 8-9. 17-18. 19-20. 23-24

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: “Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto” R.

Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies. Yo puedo contar todos mis huesos. R.

Se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.

Yo anunciaré tu nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: “Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel”. R.

SEGUNDA LECTURA Flp 2, 6-11

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos.

Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: “Jesucristo es el Señor”.

Palabra de Dios.

COMENTARIO

Jesús es el servidor que se ha despojado de todo poder, incluso de su poder como Dios. Así comparte la condición de todos los sin-poder, de todos los pobres. En la humildad de la cruz, lo proclamamos nuestro Señor.

ACLAMACIÓN Flp 2, 8-9

Cristo se humilló por nosotros hasta aceptar por obediencia la muerte, y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre.

Para la lectura de la Pasión no se llevan cirios ni incienso, se omite el saludo y la signación del libro. La lectura está a cargo de un diácono o, en su defecto, del mismo sacerdote. Puede también ser encomendada a lectores laicos, reservando al sacerdote, si es posible, la parte correspondiente a Cristo. Solamente los diáconos piden la bendición del celebrante antes de proclamar la Pasión, como se hace antes del Evangelio.

EVANGELIO Mt 26, 3-5. 14—27, 66

En los lugares en que pareciera oportuno, durante la lectura de la Pasión, se pueden incorporar aclamaciones.

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

C. Unos días antes de la fiesta de Pascua, los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás, y se pusieron de acuerdo para detener a Jesús con astucia y darle muerte. Pero decían:

S. «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo».

C. Entonces, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo:

S. «¿Cuánto me darán si se lo entrego?».

C. Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.

C. El primer día de los Ácimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús:

S. «¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?».

C. Él respondió:

+«Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: “El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”».

C. Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.

C. Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo:

+«Les aseguro que uno de ustedes me entregará».

C. Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno:

S. «¿Seré yo, Señor?».

C. Él respondió:

+«El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquél por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!».

C. Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó:

S. «¿Seré yo, Maestro?».

+ «Tú lo has dicho».

C. Le respondió Jesús.

C. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:

+«Tomen y coman, esto es mi cuerpo».

C. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo:

+«Beban todos de ella, porque ésta es mi sangre, la sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados. Les aseguro que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre».

C. Después del canto de los salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.

C. Entonces Jesús les dijo:

+«Esta misma noche, ustedes se van a escandalizar a causa de Mí. Porque dice la Escritura: “Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño”. Pero después que Yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea».

C. Pedro, tomando la palabra, le dijo:

S. «Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo no me escandalizaré jamás».

C. Jesús le respondió:

+«Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces».

C. Pedro le dijo:

S. «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré».

C. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.

C. Cuando Jesús llegó con sus discípulos a una propiedad llamada Getsemaní, les dijo:

+«Quédense aquí, mientras Yo voy allí a orar».

C. Y llevando con él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. Entonces les dijo:

+«Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí, velando conmigo».

C. Y adelantándose un poco, cayó con el rostro en tierra, orando así:

+«Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya».

C. Después volvió junto a sus discípulos y los encontró durmiendo. Jesús dijo a Pedro:

+«¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora? Estén prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil».

C. Se alejó por segunda vez y suplicó:

+«Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que Yo lo beba, que se haga tu voluntad».

C. Al regresar los encontró otra vez durmiendo, porque sus ojos se cerraban de sueño. Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Luego volvió junto a sus discípulos y les dijo:

+«Ahora pueden dormir y descansar: ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar».

C. Jesús estaba hablando todavía, cuando llegó Judas; uno de los Doce, acompañado de una multitud con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta señal:

S. «Es aquél a quien voy a besar. Deténganlo».

C. Inmediatamente se acercó a Jesús, diciéndole:

S. «Salud, Maestro».

C. Y lo besó. Jesús le dijo:

+«Amigo, ¡cumple tu cometido!»

C. Entonces se abalanzaron sobre él y lo detuvieron. Uno de los que estaban con Jesús sacó su espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús le dijo:

+«Guarda tu espada, porque el que a hierro mata, a hierro muere. ¿O piensas que no puedo recurrir a mi Padre? Él pondría inmediatamente a mi disposición más de doce legiones de ángeles. Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales debe suceder esto?»

C. Y en ese momento, Jesús dijo a la multitud:

+ «¿Soy acaso un bandido, para que salgan a arrestarme con espadas y palos? Todos los días me sentaba a enseñar en el templo, y ustedes no me detuvieron».

C. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

C. Los que habían arrestado a Jesús lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo siguió de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; entró y se sentó con los servidores para ver cómo terminaba todo. Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para poder condenarlo a muerte; pero no lo encontraron, a pesar de haberse presentado numerosos testigos falsos. Finalmente, se presentaron dos que declararon:

S. «Este hombre dijo: “Yo puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días”».

C. El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie, dijo a Jesús:

S. «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que estos declaran contra ti?»

C. Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote insistió:

S. «Te conjuro por el Dios vivo a que me digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».

C. Jesús le respondió:

+«Tú lo has dicho. Además, les aseguro que de ahora en adelante verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo».

C. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:

S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?»


Respuesta  Mensaje 7 de 25 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 04/05/2011 04:48

C. Ellos respondieron:

S. «Merece la muerte».

C. Luego lo escupieron en la cara y lo abofetearon. Otros lo golpeaban, diciéndole:

S. «Tú, que eres el Mesías, profetiza, dinos quién te golpeó».

C. Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio. Una sirvienta se acercó y le dijo:

S. «Tú también estabas con Jesús, el Galileo».

C. Pero él lo negó delante de todos, diciendo:

S. «No sé lo que quieres decir».

C. Al retirarse hacia la puerta, lo vio otra sirvienta y dijo a los que estaban allí:

S. «Este es uno de los que acompañaban a Jesús, el Nazareno».

C. Y nuevamente Pedro negó con juramento:

S. «Yo no conozco a ese hombre».

C. Un poco más tarde, los que estaban allí se acercaron a Pedro y le dijeron:

S. «Seguro que tú también eres uno de ellos; hasta tu acento te traiciona».

C. Entonces Pedro se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre. En seguida cantó el gallo, y Pedro recordó las palabras que Jesús había dicho: «Antes que cante el gallo, me negarás tres veces». Y saliendo, lloró amargamente.

C. Cuando amaneció, todos los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús. Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron.

C. Judas, el que lo entregó, viendo que Jesús había sido condenado, lleno de remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo:

S. «He pecado, entregando sangre inocente».

C. Ellos respondieron:

S. «¿Qué nos importa? Es asunto tuyo».

C. Entonces él, arrojando las monedas en el templo, salió y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, juntando el dinero, dijeron:

S. «No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre».

C. Después de deliberar, compraron con él un campo, llamado «del alfarero», para sepultar a los extranjeros. Por esta razón se lo llama hasta el día de hoy «Campo de sangre». Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: «Y ellos recogieron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los israelitas. Con el dinero se compró el “Campo del alfarero”, como el Señor me lo había ordenado».

C. Jesús compareció ante el gobernador, y éste le preguntó:

S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»

C. Él respondió:

+«Tú lo dices».

C. Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. Pilato le dijo:

S. «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?»

C. Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador. En cada fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había entonces uno famoso, llamado Jesús Barrabás. Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido:

S. «¿A quién quieren que ponga en libertad, a Jesús Barrabás o a Jesús llamado el Mesías?»

C. Él sabía bien que lo habían entregado por envidia. Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir:

S. «No te mezcles en el asunto de ese justo porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho».

C. Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó:

S. «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?»

C. Ellos respondieron:

S. «A Barrabás».

C. Pilato continuó:

S. «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?»

C. Todos respondieron:

S. «¡Que sea crucificado!»

C. Él insistió:

S. «¿Qué mal ha hecho?»

C. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:

S. «¡Que sea crucificado!».

C. Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo:

S. «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes».

C. Y todo el pueblo respondió:

S.«Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos».

C. Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.

C. Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de Él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo. Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza; pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de Él, se burlaban, diciendo:

S. «Salud, rey de los judíos».

C. Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de Él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.

C. Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa «lugar del Cráneo», le dieron de beber vino con hiel. Él lo probó, pero no quiso tomarlo. Después de crucificarlo, «los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron»; y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo. Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: «Éste es Jesús, el rey de los judíos». Al mismo tiempo, fueron crucificados con Él dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda.

C. Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían:

S. «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!»

C. De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo:

S. «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en Él. «Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama», ya que Él dijo: “Yo soy Hijo de Dios”».

C. También lo insultaban los bandidos crucificados con Él.

C. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz:

Elí, Elí, lemá sabactaní».

C. Que significa:

+«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».

C. Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:

S. «Está llamando a Elías». En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían:

S. «Espera, veamos si Elías viene a salvarlo».

C. Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu.

Aquí todos se arrodillan, y se hace un breve silencio de adoración.

C. Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba a abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron:

S. «¡Verdaderamente, éste era Hijo de Dios!».

C. Había allí muchas mujeres que miraban de lejos: eran las mismas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo.

Entre ellas estaban María Magdalena, María –la madre de Santiago y de José– y la madre de los hijos de Zebedeo.

C. Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús, y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran. Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue. María Magdalena y la otra María estaban sentadas frente al sepulcro.

C. A la mañana siguiente, es decir, después del día de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y se presentaron ante Pilato, diciéndole:

S. «Señor, nosotros nos hemos acordado de que ese impostor, cuando aún vivía, dijo: “A los tres días resucitaré”. Ordena que el sepulcro sea custodiado hasta el tercer día, no sea que sus discípulos roben el cuerpo y luego digan al pueblo: “¡Ha resucitado!”. Este último engaño sería peor que el primero».

C. Pilato les respondió:

S. «Ahí tienen la guardia, vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente».

C. Ellos fueron y aseguraron la vigilancia del sepulcro, sellando la piedra y dejando allí la guardia.

Palabra del Señor.

COMENTARIO

La muerte de Jesús es la muerte del justo. Toda su vida fue un vivir en la voluntad de Dios, y lo mismo es su muerte. Jesús no recurre ni a la violencia de la espada cuando vienen a prenderlo, ni al poderío de su Padre para callar las burlas de los que le reclaman que baje de la cruz. Él es el servidor no violento, el que no despliega la venganza. Jesús vive el dolor, el rechazo y el abandono, como todos los sufrientes, sin privilegios que lo eximan de pasar por esta experiencia de un modo totalmente humano.

Según las circunstancias, después de la historia de la Pasión, puede tenerse una breve homilía.

SE DICE EL CREDO

ORACION DE LOS FIELES

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Por la Pasión de tu Hijo unigénito danos, Señor, tu perdón y aunque no lo merecen nuestras obras, haz que lo recibamos de tu misericordia por este único sacrificio. Por Jesucristo, nuestro Señor.

PREFACIO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

ANTÍFONA DE COMUNIÓN Mt 26, 42

Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad. Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Alimentados con tus sagrados dones, te pedimos, Padre, que así como por la muerte de tu Hijo nos haces esperar lo que creemos, por su resurrección lleguemos a la gloria que anhelamos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE EL PUEBLO

Padre, dirige tu mirada sobre esta familia tuya, por la cual nuestro Señor Jesucristo no dudó en entregarse a las manos de los verdugos y sufrir el suplicio de la cruz. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.


Respuesta  Mensaje 8 de 25 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 04/05/2011 04:49

ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 34, 1-2; 139,8

Combate, Señor a los que me atacan, pelea contra los que me hacen guerra; toma el escudo y la armadura, levántate y ven en mi ayuda, Señor, mi ayuda poderosa.

ORACIÓN COLECTA

Dios todopoderoso, concede a quines desfallecemos a causa nuestra fragilidad, ser confortados por la Pasión de tu único Hijo. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

LECTURA Is 42, 1-7

Del libro de Isaías.

Así habla el Señor: Éste es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones. Él no gritará, no levantará la voz ni la hará resonar por las calles. No romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente. Expondrá el derecho con fidelidad; no desfallecerá ni se desalentará hasta implantar el derecho en la tierra, y las costas lejanas esperarán su Ley. Así habla Dios, el Señor, el que creó el cielo y lo desplegó, el que extendió la tierra y lo que ella produce, el que da el aliento al pueblo que la habita y el espíritu a los que caminan por ella. Yo, el Señor, te llamé en la justicia, te sostuve de la mano, te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para hacer salir de la prisión a los cautivos y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas.

Palabra de Dios.

COMENTARIO

La Semana Santa nos ofrece la lectura de los cuatro "cantos del Siervo de Yahvé", del libro de Isaías. Estos poemas fueron escritos en tiempo de dolor y desesperanza, causados por el exilio. Los textos afirman, que a pesar de todo, el Señor sigue acompañando y dando vida a su pueblo. No sólo a Israel, sino a todas las naciones de la tierra, porque este servidor es luz para todas las gentes. Los cristianos vemos en Jesús a este siervo, que no actúa con violencia, no apaga lo que todavía queda de rescoldo, sino por el contrario, con su muerte y resurrección trae luz y vida a todos.

SALMO 26, 1-3.13-14

R. El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré? R.

Cuando se alzaron contra mí los malvados para devorar mi carne, fueron ellos, mis adversarios y enemigos, los que tropezaron y cayeron. R.

Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no temerá; aunque estalle una guerra contra mí, no perderé la confianza. R.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor, en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor. R.

ACLAMACIÓN

¡Salve, Rey nuestro! Sólo tú te has compadecido de nuestros errores.

EVANGELIO Jn 12, 1-11

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales. María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: "¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?". Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella. Jesús le respondió: "Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre". Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado. Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.

Palabra del Señor.

COMENTARIO

María amaba y admiraba a Jesús y lo manifestó con el gesto de lavarle los pies derrochando un frasco de perfume. Ella realizó el gesto que luego usó el Maestro para expresar el amor en el servicio: ponerse a los pies, lavar y secar. Pero María no usó agua, sino perfume. Su amor no era calculador, entregaba todo y se expresaba ella en este gesto. Ella puso todo su cuidado en el cuerpo del Maestro, ese cuerpo que pronto conoció la oscuridad del sepulcro.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Mira con bondad, Señor, los sagrados misterios que celebramos, y los que tu amor providente instituyó para destruir nuestro pecado, produzca en nosotros frutos de vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.

PREFACIO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR, II

ANTÍFONA DE COMUNIÓN Sal 101, 3

No me ocultes tu rostro, Señor, el día de la desgracia. Inclina tu oído hacia mí; cuando te invoco, escúchame en seguida.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Visita a tu pueblo; Padre, y protege a quienes has santificado por estos sagrados misterios, para que conserven los auxilios de la salvación eterna que han recibido de tu misericordia. Por Jesucristo nuestro Señor.

 


Respuesta  Mensaje 9 de 25 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 04/05/2011 04:50

ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 26, 12

No me entregues, al odio de mis adversarios, porque se levantan contra mí testigos falsos, hombres que respiran violencia.

ORACIÓN COLECTA

Dios todopoderoso y eterno, concédenos celebrar de tal manera los misterios de la Pasión del Señor, que merezcamos alcanzar tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo,  Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

LECTURA Is 49, 1-6

Del libro de Isaías.

¡Escúchenme, costas lejanas, presten atención, pueblos remotos! El Señor me llamó desde el seno materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre. Él hizo de mi boca una espada afilada, me ocultó a la sombra de su mano; hizo de mí una flecha punzante, me escondió en su aljaba. Él me dijo: Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré. Pero yo dije: En vano me fatigué, para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza. Sin embargo, mi derecho está junto al Señor y mi retribución, junto a mi Dios. Y ahora, ha hablado el Señor, el que me formó desde el vientre materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza. Él dice: Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra.

Palabra de Dios.

COMENTARIO

En este segundo canto el Siervo de Yahvé, manifiesta que ha sido elegido desde el seno materno. Ha sido llamado por su nombre y en su boca está la Palabra del señor. Por la actuación de este siervo, la salvación de Dios llegará a todas las naciones. Del mismo modo Jesús, que habla las palabras que escuchó del Padre, nos hace llegar la salvación.

SALMO Sal 70, 1-4a.5-6ab.15.17

R. Mi boca anunciará tu salvación, Señor.

Yo me refugio en ti, Señor, ¡que nunca tenga que avergonzarme!

Por tu justicia, líbrame y rescátame, inclina tu oído hacia mí, y sálvame.

R. Mi boca anunciará tu salvación, Señor.

Sé para mí una roca protectora, tú que decidiste venir siempre en mi ayuda, porque tú eres mi Roca y mi fortaleza. ¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío!

R. Mi boca anunciará tu salvación, Señor.

Porque tú, Señor, eres mi esperanza y mi seguridad desde mi juventud. En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre; desde el vientre materno fuiste mi protector.

R. Mi boca anunciará tu salvación, Señor.

Mi boca anunciará incesantemente tus actos de justicia y salvación, aunque ni siquiera soy capaz de enumerarlos. Dios mío, tú me enseñaste desde mi juventud, y hasta hoy he narrado tus maravillas.

R. Mi boca anunciará tu salvación, Señor.

ACLAMACIÓN

Salve, Rey nuestro, obediente al Padre; fuiste llevado a la crucifixión, como un manso cordero a la matanza.

EVANGELIO Jn 13, 21-33.36-38

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

Jesús, estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente: Les aseguro que uno de ustedes me entregará. Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería. Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: Pregúntale a quién se refiere. Él se reclinó sobre Jesús y le preguntó: Señor, ¿quién es?. Jesús le respondió: Es aquél al que daré el bocado que voy a mojar en el plato. Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: Realiza pronto lo que tienes que hacer. Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto. Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: Compra lo que hace falta para la fiesta, o bien que le mandaba dar algo a los pobres. Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche. Después que Judas salió, Jesús dijo: Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos:

'A donde yo voy, ustedes no pueden venir'. Simón Pedro le dijo: Señor, ¿a dónde vas?. Jesús le respondió: Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás. Pedro le preguntó: ¿Señor, por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti. Jesús le respondió: ¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.

Palabra del Señor.

COMENTARIO

El evangelio nos ofrece hoy distintas actitudes de los discípulos de Jesús. La de Simón Pedro, que está entre las preguntas, la incomprensión y el arrebato entusiasta. La de Judas, alejado del Maestro en su corazón, apartándose también físicamente, deja al Maestro y a la comunidad. Y también la actitud del discípulo amado, que tiene la confianza y la familiaridad suficientes para llegar al diálogo íntimo con el Maestro, al cual los demás no se atreven.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Señor nuestro, mira con bondad las ofrendas de tu familia y a quienes invitas a participar de tus sagrados dones concédeles llegar a su plenitud en la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.

PREFACIO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

ANTÍFONA DE COMUNIÓN Rom 8, 32

Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo por todos nosotros.

ORACIÓN DEPUÉS DE LA COMUNIÓN

Saciados con el don de la salvación, imploramos, Padre, tu misericordia para que, por este mismo sacramento, con el que sostienes nuestras  vidas temporal, nos hagas participe de la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.


Respuesta  Mensaje 10 de 25 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 04/05/2011 04:52

ANTÍFONA DE ENTRADA Flp 2, 10. 8. 11

Al nombre de Jesús, doble la rodilla todo cuanto hay en el cielo, en la tierra y en los abismos, porque el Señor se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por eso, el Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre.

ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que para librarnos del poder del  demonio, entregaste a tu Hijo a la muerte de la cruz, te pedimos que nos concedas alcanzar la gracias de la resurrección. Por nuestro Señor JesucristoÉl que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

LECTURA Is 50, 4-9

Lectura del libro de Isaías.

El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo.

El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.

Está cerca el que me hace justicia: ¿quién me va a procesar? ¡Comparezcamos todos juntos! ¿Quién será mi adversario en el juicio? ¡Que se acerque hasta mí! Sí, el Señor viene en mi ayuda: ¿quién me va a condenar?

Palabra de Dios.

COMENTARIO

“No retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían”. Este tercer canto del Siervo de Yahvé, que ya meditamos el Domingo de Ramos, bien puede llamarse “canto de la pasión”, porque relata detalladamente los sufrimientos del Mesías. Es un poema de confianza y de victoria. El Siervo, en su misión de consolar al abatido, está continuamente a la escucha de la palabra que anima y fortalece. Por eso, la iglesia proclama este canto dentro de los acontecimientos pascuales como patrimonio de ellos y, por la dimensión de “pasión gloriosa”que incluye.

SALMO Sal 68, 8-10. 21-22. 31. 33-34

R. ¡Señor, Dios mío, por tu gran amor, respóndeme!

Por ti he soportado afrentas y la vergüenza cubrió mi rostro; me convertí en un extraño para mis hermanos, fui un extranjero para los hijos de mi madre: porque el celo de tu Casa me devora, y caen sobre mí los ultrajes de los que te agravian. R.

La vergüenza me destroza el corazón, y no tengo remedio. Espero compasión y no la encuentro, en vano busco un consuelo: pusieron veneno en mi comida, y cuando tuve sed me dieron vinagre. R.

Así alabaré con cantos el nombre de Dios, y proclamaré su grandeza dando gracias; que lo vean los humildes y se alegren, que vivan los que buscan al Señor: porque el Señor escucha a los pobres y no desprecia a sus cautivos. R.

ACLAMACIÓN

¡Salve, Rey nuestro! Sólo tú te has compadecido de nuestros errores.

O bien:

¡Salve, Rey nuestro, obediente al Padre! Fuiste llevado a la crucifixión, como un manso cordero a la matanza.

EVANGELIO Mt 26, 14-25

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: ¿Cuánto me darán si se lo entrego?

Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo. El primer día de los Ácimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: ¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?

Él respondió, vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: ‘El Maestro dice, se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos’.

Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua. Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo: Les aseguro que uno de ustedes me entregará.

Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: ¿Seré yo, Señor? .

Él respondió: El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ése me va a entregar.

El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ay de aquél por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!. Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: ¿Seré yo, Maestro?. Tú lo has dicho, le respondió Jesús.

Palabra del Señor.

COMENTARIO

“Les aseguro que uno de ustedes me entregará”. Nos encontramos ante la misma confesión que el Maestro hizo ayer, según la narración de Juan. El Maestro vuelve a anunciar a los suyos la traición de Judas en el marco de la cena pascual. Así, manifiesta desde ese momento que los acontecimientos de la pasión no escapan a su conocimiento. Este anuncio se da en un contexto de amistad y participación que, en realidad era también un gesto de comunión con Dios. El Maestro no condena a Judas, sino que es él quien se juzga al separarse de la comunión que se le ofrece en ese momento particularmente significativo.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Recibe, Señor, las ofrendas que te presentamos, y concédenos los frutos de la Pasión de tu Hijo, que ahora celebramos. El que vive y reina por los siglos de los siglos.

ANTÍFONA DE COMUNIÓN Mt 20, 28

El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Dios todopoderoso, concédenos reafirmar nuestra fe que, por la muerte de tu Hijo en la  ruz celebrada en estos santos misterios, tu nos has dado la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.



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