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Respuesta  Mensaje 1 de 26 en el tema 
De: º°‘¨MICHELLEº°‘¨  (Mensaje original) Enviado: 21/05/2011 14:37

 

Mis Mugrosos  en el interior de cada uno vive  el nene interior

olvidado temeroso muchas veces, ahora mas que nunca

ese nene interior necesita de amor y de tu aceptacion

tu proteccion , vamos a hacerlo presente

y que jamas  este lejos de nosotros

ASI NACEMOS LIMPIOS PULCROS  INOCENTES

VIVELO Y DISFRUTA ESE MUGROSITO QUE ESTA DENTRO DE TI

 

Image15michelle.jpg picture by GAVIOTALIBERTAD

 

2


 



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Respuesta  Mensaje 2 de 26 en el tema 
De: º°‘¨MICHELLEº°‘¨ Enviado: 21/05/2011 14:38
 
LAS TRES HIJAS DEL REY
   

Erase un poderoso rey que tenía tres hermosas hijas, de las que estaba orgulloso, pero ninguna podía competir en encanto con la menor, a la que él amaba más que a ninguna. Las tres estaban prometidas con otros tantos príncipes y eran felices.

Un día, sintiendo que las fuerzas le faltaban, el monarca convocó a toda la corte, sus hijas y sus prometidos.

-Os he reunido porque me siento viejo y quisiera abdicar. He pensado dividir mi reino en tres partes, una para cada princesa. Yo viviré una temporada en casa de cada una de mis hijas, conservando a mi lado cien caballeros. Eso sí, no dividiré mi reino en tres partes iguales sino proporcionales al cariño que mis hijas sientan por mí.

Se hizo un gran silencio. El rey preguntó a la mayor:
¿Cuánto me quieres, hija mía?

-Más que a mi propia vida, padre. Ven a vivir conmigo y yo te cuidaré.

-Yo te quiero más que a nadie del mundo -dijo la segunda.

La tercera, tímidamente y sin levantar los ojos del suelo, murmuró:

-Te quiero como un hijo debe querer a un padre y te necesito como los alimentos necesitan la sal.

El rey montó en cólera, porque estaba decepcionado.

- Sólo eso? Pues bien, dividiré mi reino entre tus dos hermanas y tú no recibirás nada.

En aquel mismo instante, el prometido de la menor de las princesas salió en silencio del salón para no volver; sin duda pensó que no le convenía novia tan pobre. Las dos princesas mayores afearon a la menor su conducta.

-Yo no sé expresarme bien, pero amo a nuestro padre tanto como vosotras -se defendió la pequeña, con lágrimas en los ojos-. Y bien contentas podéis estar, pues ambicionabais un hermoso reino y vais a poseerlo.

Las mayores se reían de ella y el rey, apesadumbrado, la arrojó de palacio porque su vista le hacía daño.

La princesa, sorbiéndose las lágrimas, se fue sin llevar más que lo que el monarca le había autorizado: un vestido para diario, otro de fiesta y su traje de boda. Y así empezó a caminar por el mundo. Anda que te andarás, llegó a la orilla de un lago junto al que se balanceaban los juncos. El lago le devolvió su imagen, demasiado suntuosa para ser una mendiga. Entonces pensó hacerse un traje de juncos y cubrir con él su vestido palaciego. También se hizo una gorra del mismo material que ocultaba sus radiantes cabellos rubios y la belleza de su rostro.

A partir de entonces, todos cuantos la veían la llamaban "Gorra de Junco".
Andando sin parar, acabó en las tierras del príncipe que fue su prometido. Allí supo que el anciano monarca acababa de morir y que su hijo se había convertido en rey. Y supo asimismo que el joven soberano estaba buscando esposa y que daba suntuosas fiestas amenizadas por la música de los mejores trovadores.

La princesa vestida de junco lloró. Pero supo esconder sus lágrimas y su dolor. Como no quería mendigar el sustento, fue a encontrar a la cocinera del rey y le dijo:

-He sabido que tienes mucho trabajo con tanta fiesta y tanto invitado. ¿No podrías tomarme a tu servicio?

La mujer estudió con desagrado a la muchacha vestida de juncos. Parecía un adefesio...

-La verdad es que tengo mucho trabajo. Pero si no vales te despediré, con que procura andar lista.

En lo sucesivo, nunca se quejó, por duro que fuera el trabajo. Además, no percibía jornal alguno y no tenía derecho más que a las sobras de la comida. Pero de vez en cuando podía ver de lejos al rey, su antiguo prometido cuando salía de cacería y sólo con ello se sentía más feliz y cobraba alientos para sopor-tar las humillaciones.

Sucedió que el poderoso rey había dejado de serlo, porque ya había repartido el reino entre sus dos hijas mayores. Con sus cien caballeros, se dirigió a casa de su hija mayor, que le salió al encuentro, diciendo:

-Me alegro de verte, padre. Pero traes demasiada gente y supongo que con cincuenta caballeros tendrías bastante.

-¿Cómo? exclamó él encolerizado-. ¿Te he regalado un reino y te duele albergar a mis caballeros? Me iré a vivir con tu hermana.

La segunda de sus hijas le recibió con cariño y oyó sus quejas. Luego le dijo:

-Vamos, vamos, padre; no debes ponerte así, pues mi hermana tiene razón. ¿Para qué quieres tantos caballeros? Deberías despedirlos a todos. Tú puedes quedarte, pero no estoy por cargar con toda esa tropa.

-Conque esas tenemos? Ahora mismo me vuelvo a casa de tu hermana. Al menos ella, admitía a cincuenta de mis hombres. Eres una desagradecida.

El anciano, despidiendo a la mitad de su guardia, regresó al reino de la mayor con el resto. Pero como viajaba muy des-pacio a causa de sus años, su hija segunda envió un emisario a su hermana, haciéndola saber lo ocurrido. Así que ésta, alertada, ordenó cerrar las puertas de palacio y el guardia de la torre dijo desde lo alto:

-iMarchaos en buena hora! Mi señora no quiere recibiros.

El viejo monarca, con la tristeza en alma, despidió a sus caballeros y como nada tenía, se vio en la precisión de vender su caballo. Después, vagando por el bosque, encontró una choza abandonada y se quedó a vivir en ella.

Un día que Gorro de Junco recorría el bosque en busca de setas para la comida del soberano, divisó a su padre sentado en la puerta de la choza. El corazón le dio un vuelco. ¡Que pena, verle en aquel estado!

El rey no la reconoció, quizá por su vestido y gorra de juncos y porque había perdido mucha vista.

-Buenos días, señor -dijo ella-. ,Es que vivís aquí solo?

-Quién iba a querer cuidar de un pobre viejo? -replicó el rey con amargura.
-Mucha gente -dijo la muchacha-.

Y si necesitáis algo decídmelo.

En un momento le limpió la choza, le hizo la cama y aderezó su pobre comida.

-Eres una buena muchacha -le dijo el rey.

La joven iba a ver a su padre todos los domingos y siempre que tenía un rato libre, pero sin darse a conocer. Y también le llevaba cuanta comida podía agenciarse en las cocinas reales. De este modo hizo menos dura la vida del anciano.

En palacio iba a celebrarse un gran baile. La cocinera dijo que el personal tenía autorización para asistir.

-Pero tú, Gorra de Junco, no puedes presentarte con esa facha, así que cuida de la cocina -añadió.

En cuanto se marcharon todos, la joven se apresuró a quitarse el disfraz de juncos y con el vestido que usaba a diario cuando era princesa, que era muy hermoso, y sus lindos cabellos bien peinados, hizo su aparición en el salón. Todos se quedaron mirando a la bellísima criatura. El rey, disculpándose con las princesas que estaban a su lado, fue a su encuentro y le pidió:

-Quieres bailar conmigo, bella desconocida?

Ni siquiera había reconocido a su antigua prometida. Cierto que había pasado algún tiempo y ella se había convertido en una joven espléndida.Bailaron un vals y luego ella, temiendo ser descubierta, escapó en cuanto tuvo ocasión, yendo a esconderse en su habitación. Pero era feliz, pues había estado junto al joven a quien seguía amando.

Al día siguiente del baile en palacio, la cocinera no hacía más que hablar de la hermosa desconocida y de la admiración que le había demostrado al soberano. Este, quizá con la idea de ver a la linda joven, dio un segundo baile y la princesa, con su vestido de fiesta, todavía más deslumbrante que la vez anterior, apareció en el salón y el monarca no bailó más que con ella. Las princesas asistentes, fruncían el ceño.También esta vez la princesita pudo escapar sin ser vista.

A la mañana siguiente, el jefe de cocina amonestó a la cocinera.

-Al rey no le ha gustado el desayuno que has preparado. Si vuelve a suceder, te despediré.

De nuevo el monarca dio otra fiesta. Gorra de Junco, esta vez con su vestido de boda de princesa, acudió a ella. Estaba tan hermosa que todos la miraban.

El rey le dijo:

-Eres la muchacha más bonita que he conocido y también la más dulce. Te suplico que no te escapes y te cases conmigo. La muchacha sonreía, sonreía siempre, pero pudo huir en un descuido del monarca. Este estaba tan desconsolado que en los días siguientes apenas probaba la comida.

Una mañana en que ninguno se atrevía a preparar el desayuno real, pues nadie complacía al soberano, la cocinera ordenó a Gorra de Junco que lo preparase ella, para librarse así de regañinas. La muchacha puso sobre la mermelada su anillo de prometida, el que un día le regalara el joven príncipe.

Al verlo, exclamó:

-¡Que venga la cocinera!

La mujer se presentó muerta de miedo y aseguró que ella no tuvo parte en la confección del desayuno, sino una muchacha llamada Gorra de Junco. El monarca la llamó a su presencia. Bajo el vestido de juncos llevaba su traje de novia.

-De dónde has sacado el anillo que estaba en mi plato?
-Me lo regalaron.
-Quién eres tú?
-Me llaman Gorra de Junco, señor.

El soberano, que la estaba mirando con desconfianza, vio bajo los juncos un brillo similar al de la plata y los diamantes y exigió:

-Déjame ver lo que llevas debajo.
Ella se quitó lentamente el vestido de juncos y la gorra y apareció con el mara-villoso vestido de bodas.

-Oh, querida mia! ¿Así que eras tú? No sé si podrás perdonarme.

Pero como la princesa le amaba, le perdonó de todo corazón y se iniciaron los preparativos de las bodas. La princesa hizo llamar a su padre, que no sabía cómo disculparse con ella por lo ocurrido. El banquete fue realmente regio, pero la comida estaba completamente sosa y todo el mundo la dejaba en el plato. El rey, enfadado, hizo que acudiera el jefe de cocina.

-Esto no se puede comer -protestó.

La princesa entonces, mirando a su padre, ordenó que trajeran sal. Y el anciano rompió a llorar, pues en aquel momento comprendió cuánto le amaba su hija menor y lo mal que había sabido comprenderla.

En cuanto a las otras dos ambiciosas princesas, riñeron entre sí y se produjo una guerra en la que murieron ellas y sus maridos. De tan triste circunstancia supo compensar al anciano monarca el cariño de su hija menor.
 


Respuesta  Mensaje 3 de 26 en el tema 
De: º°‘¨MICHELLEº°‘¨ Enviado: 21/05/2011 14:39

Un buen día un hombre paseaba por el bosque cuando se encontró con un zorro herido. La pobre criatura se había roto las cuatro patas mientras intentaba huir de un cazador y estaba tal malherida que ni siquiera podía moverse para encontrar comida.

El hombre sintió lástima por el animal y decidió acercarse a él. Pero mientras lo hacía vio un gigantesco oso que se asomaba entre los árboles, arrastrando los despojos del animal que acababa de devorar. El oso pareció no interesarle el zorro y de hecho, dejó caer los restos y se dio media vuelta en busca de otro animal que llevarse a la boca. Los desperdicios cayeron junto al zorro, que se lanzó sobre la poca carne que quedaba con enorme ansiedad.



Al día siguiente, el hombre volvió al bosque. Una vez más, el oso había dejado un apetitoso bocado cerca de donde yacía el famélico zorro y nuevamente el zorro se había abalanzado sobre la comida. El tercer día, al volver al bosque, la escena se repetía.

El hombre reflexionó detenidamente sobre lo que había visto.

-Si Dios se preocupa tanto por el zorro - se dijo a sí mismo-, ¿cuánto más se preocupará por mí......? Mi fe no es lo suficientemente fuerte, debo aprender a confiar en Dios con la misma intensidad que el zorro.

Acto seguido, el hombre se arrodilló en el bosque y, con la mirada puesta en el cielo, exclamó:

-Señor, el zorro me ha demostrado lo que es tener fe en ti. A partir de este momento me entrego a ti en cuerpo y alma. Confío en que cuides como el oso asiste al zorro.

Dicho esto, el hombre se tumbó en el suelo a la espera de que Dios se ocupara de él. Transcurrió un día y no sucedió nada. El hombre empezó a tener hambre. Pasó otro día y seguía sin ocurrir nada. El hombre empezó a mosquearse. El tercer día, cuando aún no había ni rastro de Dios, el hombre se enfadó.

- Señor, quieres a ese zorro más que a mí. ¿Por qué no te preocupas de mí con lo mucho que yo confío en ti? ¿Por qué no me alimentas?.

Por fin, el hambre obligó al hombre a volver al pueblo. En una de las calles del pueblo, se topó con un niño hambriento. No pudo contenerse y le manifestó a Dios su ira:

-¿Por qué no haces nada para ayudar a este pobre niño?.

- Ya lo he hecho, respondió Dios. Te he creado a ti. Pero has decidido seguir el ejemplo del zorro y no el del altruista oso.
d/a

Adaptación de una fábula árabe.


Respuesta  Mensaje 4 de 26 en el tema 
De: º°‘¨MICHELLEº°‘¨ Enviado: 21/05/2011 14:39
Veo un barco que navega en medio de bosques esquivando árboles y montañas.
El cielo se extiende hasta el mar por un lado y unos cerros enormes por el otro. Los detalles de estos cerros no los distingo bien pero de sus alturas oscuras caen cascadas de nubes como corderitos blancos que inundan el suelo de madera de la nave. Luego se desvanecen lentamente con los rayos del sol.
El capitán es un señor de barba que guía firme y seguro el timón.
Toca la sirena de vez en cuando y hadas multicolores abandonan las flores y dejan un rastro fosforescente en el camino cuando eso ocurre.
Las ballenas se esconden, temerosas bajo la tierra buscando refugios de antaño, cuando el mar invadía el cielo y era un manto celeste salpicado de estrellas.
Una ola de ladridos de perros mece por un momento la embarcación y delfines alados dirigen su vuelo hacia el primer astro que se asoma en el firmamento.
Los pasajeros toman el té mientras miran por las ventanillas. Un niño se asombra de ver un rebaño de bicicletas pastando sobre una línea del tren. Tira del vestido de su madre para compartir esa imagen pero ella continua conversando con la persona que tiene en frente y le retira distraída su mano de la falda.
Y el viaje continúa lento y pausado hasta que llega a destino.
Entonces todo el mundo se levanta ansioso de sus asientos y en un bullicio de conversaciones y ruidos variados retiran sus maletas y se agolpan en las puertas aun cerradas del barco. Alguien se devuelve apresurado en busca de un objeto olvidado.
Afuera, personas, animales y otras cosas esperan impacientes en el muelle..
Hay una gatita sin cola, un abuelo con un tren de juguete entre sus manos, un perrito que se llama “copo de nieve”, un niño vestido para su primer día de clases, un árbol prehistórico , un diente de leche en una cajita de fósforo, un árbol llamado "albor", una vieja guitarra...
Y por fin todos abandonan el barco.
 



Respuesta  Mensaje 5 de 26 en el tema 
De: º°‘¨MICHELLEº°‘¨ Enviado: 21/05/2011 14:41

Había una vez un príncipe que quería casarse con una princesa, pero que no se contentaba sino con una princesa de verdad. De modo que se dedicó a buscarla por el mundo entero, aunque inútilmente, ya que a todas las que le presentaban les hallaba algún defecto. Princesas había muchas, pero nunca podía estar seguro de que lo fuesen de veras: siempre había en ellas algo que no acababa de estar bien. Así que regresó a casa lleno de sentimiento, pues ¡deseaba tanto una verdadera princesa!

Cierta noche se desató una tormenta terrible. Menudeaban los rayos y los truenos y la lluvia caía a cántaros ¡aquello era espantoso! De pronto tocaron a la puerta de la ciudad, y el viejo rey fue a abrir en persona.

En el umbral había una princesa. Pero, ¡santo cielo, cómo se había puesto con el mal tiempo y la lluvia! El agua le chorreaba por el pelo y las ropas, se le colaba en los zapatos y le volvía a salir por los talones. A pesar de esto, ella insistía en que era una princesa real y verdadera.

-Bueno, eso lo sabremos muy pronto -pensó la vieja reina.

Y, sin decir una palabra, se fue a su cuarto, quitó toda la ropa de la cama y puso un frijol sobre el bastidor; luego colocó veinte colchones sobre el frijol, y encima de ellos, veinte almohadones hechos con las plumas más suaves que uno pueda imaginarse. Allí tendría que dormir toda la noche la princesa.

A la mañana siguiente le preguntaron cómo había dormido.

-¡Oh, terriblemente mal! -dijo la princesa-. Apenas pude cerrar los ojos en toda la noche. ¡Vaya usted a saber lo que había en esa cama! Me acosté sobre algo tan duro que amanecí llena de cardenales por todas partes. ¡Fue sencillamente horrible!

Oyendo esto, todos comprendieron enseguida que se trataba de una verdadera princesa, ya que había sentido el frijol nada menos que a través de los veinte colchones y los veinte almohadones. Sólo una princesa podía tener una piel tan delicada.

Y así el príncipe se casó con ella, seguro de que la suya era toda una princesa. Y el frijol fue enviado a un museo, donde se le puede ver todavía, a no ser que alguien se lo haya robado.

Vaya, éste sí que fue todo un cuento, ¿verdad?

FIN

Hans Christian Andersen


Respuesta  Mensaje 6 de 26 en el tema 
De: º°‘¨MICHELLEº°‘¨ Enviado: 21/05/2011 14:41
Recuerda la fábula?

Una tortuga y una liebre siempre discutían sobre quién era más rápida. Para dirimir el argumento, decidieron correr una carrera.
Eligieron una ruta y comenzaron la competencia.
La liebre arrancó a toda velocidad y corrió enérgicamente durante algún tiempo. Luego, al ver que llevaba mucha ventaja, decidió sentarse bajo un árbol para descansar un rato, recuperar fuerzas y luego continuar su marcha. Pero pronto se durmió. La tortuga, que andaba con paso lento, la alcanzó, la superó y terminó primera, declarándose vencedora indiscutible.

Moraleja: Los lentos y estables ganan la carrera.

Pero la historia no termina aquí: La liebre, decepcionada tras haber perdido, hizo un examen de conciencia y reconoció sus errores. Descubrió que había perdido la carrera por ser presumida y descuidada. Si no hubiera dado tantas cosas por
supuestas, nunca la hubiesen vencido.
Entonces, desafió a la tortuga a una nueva competencia. Esta vez, la liebre corrió de principio a fin y su triunfo fue evidente.

Moraleja: Los rápidos y tenaces vencen a los lentos y estables.

Pero la historia tampoco termina aquí: Tras ser derrotada, la tortuga reflexionó detenidamente y llegó a la conclusión de que no había forma de ganarle a la liebre en velocidad. Como estaba planteada la carrera, ella siempre perdería. Por eso, desafió nuevamente a la liebre, pero propuso correr sobre una ruta ligeramente diferente.
La liebre aceptó y corrió a toda velocidad, hasta que se encontró en su camino con un ancho río. Mientras la liebre, que no sabía nadar, se preguntaba "¿qué hago ahora?", la tortuga nadó hasta la otra orilla, continuó a su paso y terminó en primer lugar.

Moraleja: Quienes identifican su ventaja competitiva (saber nadar) y cambian el entorno para aprovecharla, llegan primeros.

Pero la historia tampoco termina aquí: El tiempo pasó y tanto compartieron la liebre y la tortuga, que terminaron haciéndose buenas amigas. Ambas reconocieron que eran buenas competidoras y decidieron repetir la última carrera, pero esta vez corriendo en equipo.
En la primera parte, la liebre cargó a la tortuga hasta llegar al río. Allí, la tortuga atravesó el río con la liebre sobre su caparazón y, sobre la orilla de enfrente la liebre cargó nuevamente a la tortuga hasta la meta. Como alcanzaron la línea de llegada en un tiempo récord, sintieron una mayor satisfacción que aquella que habían experimentado en sus logros individuales.

Moraleja: Es bueno ser individualmente brillante y tener fuertes capacidades personales.

Pero, a menos que seamos capaces de trabajar con otras personas y potenciar recíprocamente las habilidades de cada uno, no seremos completamente efectivos.

Siempre existirán situaciones para las cuales no estamos preparados y que otras personas pueden enfrentar mejor.

La liebre y la tortuga también aprendieron otra lección vital:

Cuando dejamos de competir contra un rival y comenzamos a competir contra una situación, complementamos capacidades, compensamos defectos, potenciamos nuestros recursos...y obtenemos mejores resultados!

"Para ser exitoso no tienes que hacer cosas extraordinarias.

Haz cosas ordinarias, extraordinariamente bien."


Respuesta  Mensaje 7 de 26 en el tema 
De: º°‘¨MICHELLEº°‘¨ Enviado: 21/05/2011 14:42
En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta...
En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas...

Había una vez...
Un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente...
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.

Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas, las dos, entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y más rápidamente aún salió del agua...

Pero la furia es ciega, o por lo menos, no distingue claramente la realidad, así que desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...

Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...

Y así vestida de tristeza, la furia se fue.

Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre, a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.

En la orilla encontró que su ropa ya no estaba.

Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.

Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos, es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.



Respuesta  Mensaje 8 de 26 en el tema 
De: º°‘¨MICHELLEº°‘¨ Enviado: 21/05/2011 14:43

Cantaba el ruiseñor en la soledad de la selva cuando, oyéndole la golondrina, le dijo:
-Vente conmigo a Tebas, una ciudad maravillosa de Egipto. Encuentro tonto que desperdicies tu canto entre zarzas y cardos. Aquí nadie lo aprecia.
-Hermana mía -respondió el ruiseñor-, en esa ciudad tan rica no encontraré más que ruido y tormento. Aquí el aire es perfumado y el arroyo me regala con su música cantarina. No cambiaría mi sosiego por toda la gloria del mundo.


Respuesta  Mensaje 9 de 26 en el tema 
De: º°‘¨MICHELLEº°‘¨ Enviado: 21/05/2011 14:43

EL COLLAR

Mi abuelo me contaba una rara historia que a su vez le había contado su abuelo Francis y que había acontecido a fines del siglo diecinueve. Buscando alejarse de Londres, por problemas judiciales, emigró a una aldea de Australia Occidental llamada Southern Cross.
Él y la bisabuela Mery entraron a trabajar al servicio de una familia muy rica del lugar, los Smit.
Un día Mery encontró en el basurero un collar de perlas finísimo. Pensando que su ama lo había tirado por error, lo llevó a su presencia y le contó donde lo había hallado. Su ama le ordenó volverlo al mismo lugar.
-Pero, señora es de gran valor- dijo Mery.
-Tírelo, está embrujado- fue la respuesta. La mujer hizo un silencio y continúo:
-Mery le voy a relatar la historia de ese collar…

“Cuando me lo regaló mi suegro me sentí halagada y feliz, pero mi hermana lo tomó en sus manos, lo observó y me dijo: este collar es maléfico.
Yo no le creí, pero con el paso del tiempo comprobé que su pronóstico se cumplió. Nos enriquecimos rápidamente, crecíamos en lo material, pero perdíamos la armonía familiar. Mis hijos se alejaron muy jóvenes de la casa y no supimos de ellos, últimamente mi esposo enfermó, de una extraña dolencia a la que los médicos no le encuentran solución.
Fue entonces cuando mi hermana me recordó el collar, así que lo puse en el fogón, con mucha madera encendí fuego y me quedé a esperar su destrucción.
Mientras el fuego se alzaba en lenguas rojas y amarillas, un fuerte olor a azufre inundo la cocina. El miedo me paralizaba, por mi espalda corría un sudor frío.
Después de varias horas, removí las cenizas y lo hallé brillante y perfecto.
¡No había sufrido ningún daño!
Lo golpeé con una maza y…nada.
Sentí miedo… Así que lo puse en el basurero para que lo lleven a las afueras del pueblo y lo entierren, como se hace con la basura, así nadie lo volverá a ver.”
Lo curioso de la historia, es que mucho tiempo después el sirviente encargado de trasladar la basura a las afueras de la aldea, hombre muy pobre y medio lelo, resultó en unos años ser el dueño de las mayores plantaciones de trigo de toda Australia Occidental.

¿Por qué recordé está vieja historia?
Seguramente lo sucedido ayer en la joyería fue el motivo. Mi esposa y yo cumplimos años de casados, quise regalarle una alhaja para el aniversario y eligió un collar de perlas.
El vendedor, para darle categoría a la joya, nos dijo que perteneció a una ilustre dama inglesa muy rica, fallecida recientemente, y que sus hijos decidieron venderlo. La alhaja es muy antigua y según contó, lleva muchos años en la familia.
Mientras el vendedor relataba la historia me pareció oler un suave aroma a azufre, sentí un escalofrió, y el recuerdo del abuelo Francis comenzó a dar vueltas por mi cabeza.
¡Qué duda…! al contarle la historia a mi esposa se echó a reír, no quiso creer lo que le contaba… pero no puedo mirar el collar… me da miedo…

 

Respuesta  Mensaje 10 de 26 en el tema 
De: º°‘¨MICHELLEº°‘¨ Enviado: 21/05/2011 14:44

El Águila, el León y el Murciélago

 

 

El Águila, el León y el Murciélago (Tradición Popular)

Cuentan los muy ancianos que en tiempos remotos el águila y el león se repartían el gobierno de los animales. Reinaba el león sobre osos, lobos y demás cuadrúpedos que poblaban el planeta. El águila, por su parte, dictaba prudentes reglamentos que regían la vida y costumbres de las aves. Un día se reunieron ambos soberanos.

- ¡ Has de saber que el murciélago me ocasiona problemas ! - dijo el águila -. ¡Cuando le beneficia dice que es un pájaro y se mezcla con ellos, alegando que como ellos, vuela ! ¡ Pero cuando su interés reside en librarse de mis leyes, dice que es un mamífero y, por lo tanto, una bestía de tu juridicción y vasallo de tu imperio !

- ¡ Vaya con el avechucho ! - respondió el león enfadado -. ¡ Cuando intento someterle a las reglas con que gobierno a los cuadrúpedos, se niega a obedecerlas, alegando que, como vuela es un ave de las tuyas !

-¡ Pues yo no le quiero en mi reino ! - exclamó el águila.

- ¡ Ni yo en el mío decidió el león ! , convencidos ambos de que el murciélago era un pícaro, sólo dispuesto a desobedecer.

Moraleja

Quien tome dos partidos saldrá perjudicado:

será, con desconfianza, por ambos despreciado.

 

Respuesta  Mensaje 11 de 26 en el tema 
De: º°‘¨MICHELLEº°‘¨ Enviado: 21/05/2011 14:45
El pastorcito mentiroso

El pastorcito tenía muchas ovejas. Las llevaba al campo para que comieran pasto y las cuidaba por si aparecía el lobo.
Las ovejas comían y el pastor se aburría. Un día, para divertirse, se puso a gritar:
- ¡El lobo! ¡Socorro! ¡El lobo!
Los campesinos lo escucharon y, dejando sus trabajos, corrieron a espantar al lobo. Fueron con palos y palas, con horquillas y rastrillos.
- ¿Dónde está ese lobo? -preguntaron.
Entonces el pastorcito se echó a reír.
- Era un lobo de mentira -dijo-. ¡Era una broma!
Los campesinos, muy enojados, volvieron a sus campos.
Días después, el pastor volvió a gritar:
- ¡El lobo! ¡Socorro! ¡El lobo!
Cuando llegaron los campesinos, él les dijo, muerto de risa:
- ¡Era otra broma!
Pero un día, en el campo apareció… ¡el lobo! Un lobo negro que tenía muchas ganas de comer ovejas.
- ¡El lobo! -gritó el pastorcito-. De veras, ¡vino el lobo!
"Otro lobo de mentira", pensaron los campesinos. Y nadie fue a socorrerlo.
El lobo se comió las ovejas más gorditas. Las otras, escaparon de miedo y el pastor perdió todo su rebaño.
Había dicho tantas mentiras que, cuando dijo la verdad, nadie le creyó.
Al que acostumbra mentir, nadie le cree ni cuando dice la verdad.

D/A



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