El primado de la oración.
2013-08-06Del santo Evangelio según san Lucas 9, 28-36
En aquel tiempo, Jesús se hizo acompañar de Pedro, Santiago y Juan, y subió a un monte para hacer oración. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se hicieron blancas y relampagueantes. De pronto aparecieron conversando con él dos personajes, rodeados de esplendor: eran Moisés y Elías. Y hablaban de la muerte que le esperaba en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros estaban rendidos de sueño; pero, despertándose, vieron la gloria de Jesús y de los que estaban con él. Cuando éstos se retiraban, Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, sería bueno que nos quedáramos aquí y que hiciéramos tres chozas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías”, sin saber lo que decía.
No había terminado de hablar, cuando se formó una nube que los cubrió; y ellos, al verse envueltos por la nube, se llenaron de miedo. De la nube salió una voz que decía: “Este es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo”. Cuando cesó la voz, se quedó Jesús solo.
Los discípulos guardaron silencio y por entonces no dijeron a nadie nada de lo que habían visto. Palabra del Señor.
Oración introductoria
Jesucristo, ¡qué hermosa experiencia tuvieron Pedro, Santiago y Juan! Y hoy, de algún modo, me invitas a compartir esta experiencia en mi oración. Concédeme acallar mis preocupaciones para guardar ese silencio que me permita contemplarte y alabarte como mi Señor y mi Dios.
Petición
Señor, que mi corazón no se apegue al mundo, a lo pasajero, que sólo aspire a gozar de tu amor en la eternidad.
Meditación
El primado de la oración.
«El evangelista Lucas destaca de modo especial el hecho de que Jesús se transfigurara mientras oraba: la suya es una experiencia profunda de relación con el Padre durante una especie de retiro espiritual que Jesús vive sobre un alto monte en compañía de Pedro, Santiago y Juan, los tres discípulos siempre presentes en los momentos de la manifestación divina del Maestro […] La intervención de Pedro: “Maestro, qué bien estamos aquí” representa el intento imposible de detener tal experiencia mística. Comenta san Agustín: “[Pedro]… sobre el monte… tenía a Cristo como alimento del alma. ¿Para qué descender para volver a las fatigas y a los dolores, mientras allí arriba estaba lleno de sentimientos de santo amor hacia Dios y que le inspiraban por ello una santa conducta?”. Meditando este pasaje del Evangelio, podemos extraer una enseñanza muy importante. Sobre todo, el primado de la oración, sin la cual todo el empeño del apostolado y de la caridad se reduce a activismo» (Benedicto XVI, 24 de febrero de 2013).
Reflexión apostólica
«Por eso, para hacer la experiencia del amor de Dios hay que fijarla mirada en el rostro de Cristo, humano y divino a la vez, doliente y transfigurado, justo y misericordioso; hay que contemplar ese rostro, que ilumina y sostiene los pasos de quien se acerca a Él» (Manual del miembro del Movimiento Regnum Christi, n. 30).
Diálogo con Cristo
Es mejor si este diálogo se hace espontáneamente, de corazón a Corazón
Señor, concédeme adherirme a tu voluntad de tal manera, que sea yo una sola cosa contigo. Tu amor es lo más importante en mi vida porque me ha liberado de la esclavitud de mi egoísmo y soberbia. Que tu gracia me transfigure y me convierta en luz que ilumina el camino de los demás.
Propósito
Darme el tiempo para contemplar y alabar a Cristo en la Sagrada Eucaristía.
«Paradójicamente, para conocer a Cristo hay que amarlo. Porque el amor es la llave que abre la intimidad de las personas. Aunque es cierto que no es posible amar lo que no se conoce, en el campo de las relaciones interpersonales es necesario amar para poder conocer con profundidad a alguien»
(Cristo al centro, n. 536).