Señor, en el silencio de este día que comienza, vengo a pedirte la paz, la prudencia, la fuerza.
Hoy quiero mirar el mundo con ojos llenos de amor, ser paciente, comprensivo, dulce y prudente.
Ver por encima de las apariencias, a tus hijos como Tú mismo los ves, y así no ver más que el bien en cada uno de ellos.
Cierra mis oídos a toda calumnia, guarda mi lengua de toda maldad, que sólo los pensamientos caritativos permanezcan en mi espíritu, que sea benévolo y alegre, que todos los que se acerquen a mí sientan su presencia.
Revísteme de Ti, Señor, y que a lo largo de este día yo te irradie.
Señor, en el silencio de este día que comienza, vengo a pedirte la paz, la prudencia, la fuerza.
Hoy quiero mirar el mundo con ojos llenos de amor, ser paciente, comprensivo, dulce y prudente.
Ver por encima de las apariencias, a tus hijos como Tú mismo los ves, y así no ver más que el bien en cada uno de ellos.
Cierra mis oídos a toda calumnia, guarda mi lengua de toda maldad, que sólo los pensamientos caritativos permanezcan en mi espíritu, que sea benévolo y alegre, que todos los que se acerquen a mí sientan su presencia.
Revísteme de Ti, Señor, y que a lo largo de este día yo te irradie.
Señor, en el silencio de este día que comienza, vengo a pedirte la paz, la prudencia, la fuerza.
Hoy quiero mirar el mundo con ojos llenos de amor, ser paciente, comprensivo, dulce y prudente.
Ver por encima de las apariencias, a tus hijos como Tú mismo los ves, y así no ver más que el bien en cada uno de ellos.
Cierra mis oídos a toda calumnia, guarda mi lengua de toda maldad, que sólo los pensamientos caritativos permanezcan en mi espíritu, que sea benévolo y alegre, que todos los que se acerquen a mí sientan su presencia.
Revísteme de Ti, Señor, y que a lo largo de este día yo te irradie.
Señor, en el silencio de este día que comienza, vengo a pedirte la paz, la prudencia, la fuerza.
Hoy quiero mirar el mundo con ojos llenos de amor, ser paciente, comprensivo, dulce y prudente.
Ver por encima de las apariencias, a tus hijos como Tú mismo los ves, y así no ver más que el bien en cada uno de ellos.
Cierra mis oídos a toda calumnia, guarda mi lengua de toda maldad, que sólo los pensamientos caritativos permanezcan en mi espíritu, que sea benévolo y alegre, que todos los que se acerquen a mí sientan su presencia.
Revísteme de Ti, Señor, y que a lo largo de este día yo te irradie.
Señor, en el silencio de este día que comienza, vengo a pedirte la paz, la prudencia, la fuerza.
Hoy quiero mirar el mundo con ojos llenos de amor, ser paciente, comprensivo, dulce y prudente.
Ver por encima de las apariencias, a tus hijos como Tú mismo los ves, y así no ver más que el bien en cada uno de ellos.
Cierra mis oídos a toda calumnia, guarda mi lengua de toda maldad, que sólo los pensamientos caritativos permanezcan en mi espíritu, que sea benévolo y alegre, que todos los que se acerquen a mí sientan su presencia.
Revísteme de Ti, Señor, y que a lo largo de este día yo te irradie.
Señor, en el silencio de este día que comienza, vengo a pedirte la paz, la prudencia, la fuerza.
Hoy quiero mirar el mundo con ojos llenos de amor, ser paciente, comprensivo, dulce y prudente.
Ver por encima de las apariencias, a tus hijos como Tú mismo los ves, y así no ver más que el bien en cada uno de ellos.
Cierra mis oídos a toda calumnia, guarda mi lengua de toda maldad, que sólo los pensamientos caritativos permanezcan en mi espíritu, que sea benévolo y alegre, que todos los que se acerquen a mí sientan su presencia.
Revísteme de Ti, Señor, y que a lo largo de este día yo te irradie.
Señor, en el silencio de este día que comienza, vengo a pedirte la paz, la prudencia, la fuerza.
Hoy quiero mirar el mundo con ojos llenos de amor, ser paciente, comprensivo, dulce y prudente.
Ver por encima de las apariencias, a tus hijos como Tú mismo los ves, y así no ver más que el bien en cada uno de ellos.
Cierra mis oídos a toda calumnia, guarda mi lengua de toda maldad, que sólo los pensamientos caritativos permanezcan en mi espíritu, que sea benévolo y alegre, que todos los que se acerquen a mí sientan su presencia.
Revísteme de Ti, Señor, y que a lo largo de este día yo te irradie.
Señor, en el silencio de este día que comienza, vengo a pedirte la paz, la prudencia, la fuerza.
Hoy quiero mirar el mundo con ojos llenos de amor, ser paciente, comprensivo, dulce y prudente.
Ver por encima de las apariencias, a tus hijos como Tú mismo los ves, y así no ver más que el bien en cada uno de ellos.
Cierra mis oídos a toda calumnia, guarda mi lengua de toda maldad, que sólo los pensamientos caritativos permanezcan en mi espíritu, que sea benévolo y alegre, que todos los que se acerquen a mí sientan su presencia.
Revísteme de Ti, Señor, y que a lo largo de este día yo te irradie.
Señor, en el silencio de este día que comienza, vengo a pedirte la paz, la prudencia, la fuerza.
Hoy quiero mirar el mundo con ojos llenos de amor, ser paciente, comprensivo, dulce y prudente.
Ver por encima de las apariencias, a tus hijos como Tú mismo los ves, y así no ver más que el bien en cada uno de ellos.
Cierra mis oídos a toda calumnia, guarda mi lengua de toda maldad, que sólo los pensamientos caritativos permanezcan en mi espíritu, que sea benévolo y alegre, que todos los que se acerquen a mí sientan su presencia.
Revísteme de Ti, Señor, y que a lo largo de este día yo te irradie.
Señor, en el silencio de este día que comienza, vengo a pedirte la paz, la prudencia, la fuerza.
Hoy quiero mirar el mundo con ojos llenos de amor, ser paciente, comprensivo, dulce y prudente.
Ver por encima de las apariencias, a tus hijos como Tú mismo los ves, y así no ver más que el bien en cada uno de ellos.
Cierra mis oídos a toda calumnia, guarda mi lengua de toda maldad, que sólo los pensamientos caritativos permanezcan en mi espíritu, que sea benévolo y alegre, que todos los que se acerquen a mí sientan su presencia.
Revísteme de Ti, Señor, y que a lo largo de este día yo te irradie.
Señor, en el silencio de este día que comienza, vengo a pedirte la paz, la prudencia, la fuerza.
Hoy quiero mirar el mundo con ojos llenos de amor, ser paciente, comprensivo, dulce y prudente.
Ver por encima de las apariencias, a tus hijos como Tú mismo los ves, y así no ver más que el bien en cada uno de ellos.
Cierra mis oídos a toda calumnia, guarda mi lengua de toda maldad, que sólo los pensamientos caritativos permanezcan en mi espíritu, que sea benévolo y alegre, que todos los que se acerquen a mí sientan su presencia.
Revísteme de Ti, Señor, y que a lo largo de este día yo te irradie.
Señor, en el silencio de este día que comienza, vengo a pedirte la paz, la prudencia, la fuerza.
Hoy quiero mirar el mundo con ojos llenos de amor, ser paciente, comprensivo, dulce y prudente.
Ver por encima de las apariencias, a tus hijos como Tú mismo los ves, y así no ver más que el bien en cada uno de ellos.
Cierra mis oídos a toda calumnia, guarda mi lengua de toda maldad, que sólo los pensamientos caritativos permanezcan en mi espíritu, que sea benévolo y alegre, que todos los que se acerquen a mí sientan su presencia.
Revísteme de Ti, Señor, y que a lo largo de este día yo te irradie.
Señor, en el silencio de este día que comienza, vengo a pedirte la paz, la prudencia, la fuerza.
Hoy quiero mirar el mundo con ojos llenos de amor, ser paciente, comprensivo, dulce y prudente.
Ver por encima de las apariencias, a tus hijos como Tú mismo los ves, y así no ver más que el bien en cada uno de ellos.
Cierra mis oídos a toda calumnia, guarda mi lengua de toda maldad, que sólo los pensamientos caritativos permanezcan en mi espíritu, que sea benévolo y alegre, que todos los que se acerquen a mí sientan su presencia.
Revísteme de Ti, Señor, y que a lo largo de este día yo te irradie.
Ven, Espíritu Santo, llena de fe y confianza mi corazón vacilante. Ven, Espíritu Santo, y muéstrame tu verdad, para que no me deje engañar por las evidencias del mundo. Ven, Espíritu Santo, y abre mis ojos al bien silencioso que se da entre la gente y no me dejes desanimarme por el mal rumoroso y prepotente.
Ven, Espíritu Santo, y hazme exultar de alegría por tu presencia. Ven, Espíritu Santo, y mantén despierto en mí el deseo de la vida eterna, esperando el día del retorno del Señor. Ven, oh Espíritu, y ahonda en mí el anhelo de conocer, amar y servir a aquel que será mi felicidad eterna. ¡Ven, Espíritu, ven!
Señor Jesús, que mi fe en ti sea, por gracia del Espíritu Santo, un fiarme de ti en el abandono más total. Haz que te elija a ti en todos los instantes de mi jornada: a ti y al «dedo de Dios», o sea, el poder del Altísimo con el que obras. No permitas que me detenga en lo que no eres tú y tu Reino. No permitas tampoco, Señor, que me quede a veces en zonas de neutralidad respecto a ti, en connivencia, en cierto modo, con lo que es astucia de seguridades mundanas y, por tanto, terreno del maligno: pretensión de salvarme exclusivamente con mis fuerzas.
Tú, que me dices repetidamente: «No temas, yo estoy contigo», concédeme mirar a la cara, con lúcida conciencia, a las tentaciones del maligno, especialmente cuando me sugiere que exija «signos» de lo alto. Y concédeme también caminar sólo contigo: no con la pretensión de hacer por mí mismo el bien, ni tampoco con la demanda de «signos» milagrosos de tu bondad. Creer que tú me amaste primero: que esto baste para mi paz. Amén.
Señor Jesús, que mi fe en ti sea, por gracia del Espíritu Santo, un fiarme de ti en el abandono más total. Haz que te elija a ti en todos los instantes de mi jornada: a ti y al «dedo de Dios», o sea, el poder del Altísimo con el que obras. No permitas que me detenga en lo que no eres tú y tu Reino. No permitas tampoco, Señor, que me quede a veces en zonas de neutralidad respecto a ti, en connivencia, en cierto modo, con lo que es astucia de seguridades mundanas y, por tanto, terreno del maligno: pretensión de salvarme exclusivamente con mis fuerzas.
Tú, que me dices repetidamente: «No temas, yo estoy contigo», concédeme mirar a la cara, con lúcida conciencia, a las tentaciones del maligno, especialmente cuando me sugiere que exija «signos» de lo alto. Y concédeme también caminar sólo contigo: no con la pretensión de hacer por mí mismo el bien, ni tampoco con la demanda de «signos» milagrosos de tu bondad. Creer que tú me amaste primero: que esto baste para mi paz. Amén.