Guardo la primavera bajo mi blanca sábana. Toco sus manos niñas, su cintura perfecta, sus senos como claras palomas asustándose, rozo sus hombros tersos, redondos como frutos y pronuncio en su boca mi beso más liviano.
Guardo la primavera: tengo el amor crecido, tengo el amor creciendo como luna en mi cuarto.
Decid, los amadores, si cuando abril se cuelga de las acacias vírgenes hubiera algo más bello que poseer sus brazos. Pues yo los tengo ahora conmigo, floreciéndose, poblándose de pájaros pequeños y piantes. Decid, los amadores... Mas no digáis, callad. Callad, que hoy tengo el sueño ligero y compartido y no me atrevo ni a despertar, no vaya a ser que sólo sea un sueño tanta dicha.
Carlos Murciano
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