LA HISTORIA MÁS TRISTE JAMÁS CONTADA (2ª parte)
Érase que se era...
comenzaba la historia
y dejaba en mi memoria un recuerdo imborrable.
Seguro que a ustedes ni les va ni les viene
pero para mí fue la cosa más tierna que nunca me pasó.
Como todos sabrán trabajo de jardinero,
si, de esos que van plantando flores,
regando los jardines,
podando árboles y recogiendo los papeles que algún desaprensivo tiró,
sin importarle lo más mínimo la suciedad, la fealdad y las cosas tan bellas
que se esconden en lugares así.
El otro día, sin ir más lejos,
me mandaron acondicionar uno,
uno de esos jardines olvidados,
lleno de arbojos, con dos árboles escuálidos,
medio marchitos,
había uno que las ramas se las habían cortado.
Daba pena, de verdad.
En fin,
yo a la tarea.
Desde las ocho de la mañana rastrillando
las hojas secas, los papeles, botellas de plástico llenas de arena,
medio enterrados, medio deshechos, incluso había cacas de perro por todos lados.
Luego me puse a cavar.
Toda la tierra había que cambiarla.
Solo la tierra superficial, por que luego se echaría la buena.
La tierra negra, como la llaman aquí.
Tierra rica en minerales que después de sembrarla de hierba fresca haría crecer
un jardín hermoso, con flores, con una fuente y árboles preciosos.
Fueron pasando las horas.
Yo seguía a lo mío.
De repente oí el griterío de unos niños que salían de la escuela.
Algunos hablaban del partido que habían jugado,
otros de los deberes que les habían mandado,
y al final,
alejados de todos vi que se acercaban tres niñas gitanas...
No les aburro más,
otro día continuamos,
¿les parece bien?
COMUNERO