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Hijo desobediente, pero hijo el Devocional Hablado
Todos podemos encontrar dificultades en la educación de los hijos. A medida que crecen, algunos sacuden cada vez más los principios de educación enseñados en su familia. Por eso se dice: «Pequeños niños, pequeños problemas, grandes hijos, grandes problemas».
Sin embargo, si uno de ellos «se echa a perder», su relación de hijo no puede ser anulada. Su hijo puede volverse ladrón, pero sigue siendo su hijo; e incluso si usted lo desheredase, no puede anular su lazo de parentesco.
Ocurre lo mismo con los hijos de Dios. El parentesco de hijos que los creyentes tienen con Dios, que es su Padre, no puede desaparecer. A veces algunos creyentes viven en la incertidumbre, creyendo que si cometen un grave pecado, perderán su vínculo como hijos de Dios. Las Sagradas Escrituras nunca dicen esto. Afirmar que nuestra filiación depende de nuestra conducta contradice el sentido mismo de la expresión “vida eterna”. El creyente no puede perder la salvación (la vida eterna), y si pudiera perderla, esto sería la prueba de que esa vida no es eterna.
Dios sostiene a los suyos con certezas. No vacilemos en apoderarnos de ellas por la fe. Pero la certidumbre de ser un hijo de Dios no debería llevar al creyente a vivir una vida licenciosa. Al contrario, cuando descubre cuánto lo amó Jesucristo, naturalmente tiene el deseo de que su vida agrade a Aquel que murió en una cruz para salvarle.
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