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Inesperada gracia escuchelo aquí
Un historiador cuenta que durante una guerra de independencia, a principios del siglo XIX, un general tomó prisioneros a 600 soldados del ejército colonizador, destinados a una muerte segura. En el momento en que iba a dar la orden de ejecución, se enteró de que su padre había sido capturado por el enemigo y golpeado de muerte. El oficial, pálido, anunció la noticia a los prisioneros condenados, quienes, inmediatamente, aguardaban ser torturados en represalia. Pero cuál no fue su sorpresa cuando oyeron al general exclamar: –Ustedes oyeron de qué son capaces los suyos. Para mostrarles cómo respondemos a semejante crimen, os devuelvo la libertad.
Los prisioneros creyeron que se trataba de un falso anuncio, ¡pero no! El general los dejó libres, y la angustia de los cautivos dio lugar a un gozo indescriptible. ¿Sabe usted cómo aprovecharon esta gracia inesperada? De modo unánime los 600 prisioneros se pusieron bajo el mando del general.
Este relato nos hace pensar en la gracia mucho más grande y gloriosa que Dios nos manifestó. No sólo éramos sus enemigos, sino miserables criaturas que se rebelaban contra el gran Dios de los cielos. Y él quiso salvarnos, no como el general del relato, por nobleza y altivez, sino por amor y para hacer de nosotros sus propios hijos. ¿No merece que nos pongamos ahora a su servicio?
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